domingo, 7 de febrero de 2021

Es tiempo de zorzales ( y II). Zorzal común (Turdus philomelos). Malvís. ). Zorzal Charlo (Turdus viscivorus). Malvis montesin.

En la anterior entrada al blog compartí fotografías de dos de las cuatro especies de zorzales que habitualmente podemos observar en nuestro país: el Zorzal alirrojo (Turdus iliacus) y el Zorzal real (Turdus pilaris). Esas dos especies tienen en común el hecho de que se trata de dos especies migradoras que crían en las altas latitudes de Europa y que en España son aves exclusivamente invernantes que acuden a nuestro territorio de forma más más abundante en situaciones excepcionales de frío en el norte y centro de Europa, tal como ha ocurrido este año en el que hemos tenido un gran número de esos visitantes.

Zorzal alirrojo (Turdus iliacus) (22/01/2021)

Zorzal real (Turdus pilaris) (10/2019)

A diferencia con ellos, las otras dos especies de zorzales, el Zorzal común (Turdus philomelos) y el Zorzal Charlo (Turdus viscivorus), si nidifican en nuestro territorio y es a ellos a los que voy a dedicar la nueva entrada, aunque a éste último solo de pasada.

Zorzal común (Turdus philomelos) (04/01/2021)

Zorzal Charlo (Turdus viscivorus) (19/06/2020)

Quiero empezar por en más habitual y numeroso de ellos, el Zorzal común, al que podemos encontrar muy fácilmente en el suelo de nuestros parques y jardines rebuscando con su pico ente la hojarasca en busca de uno de sus alimentos más preciados, las lombrices de tierra.




Las últimas fotografías que le pude realizar recientemente (02/02/2021) fue la mañana de un día muy nublado, cuando me encontraba tranquilamente sentado en un banco de un céntrico parque urbano (Avilés. Asturias), observando y fotografiando a otros pajarillos que frecuentaban un pequeño y florido arbusto de ese parque.




Su llegada fue bastante abrupta y lo hizo a muy poca distancia de mi localización, cosa no muy habitual, ya que acostumbran a recelar de la presencia humana muy cercana.




Pero no solo se posó muy cercano a mi posición, sino que además se iba aproximando aún más, aunque eso sí, de una manera un tanto sigilosa y desconfiada.




Alternaba lentas aproximaciones con alguna que otra retirada parcial ante el más mínimo movimiento mío, pero con la clara intención de, poco a poco, seguir avanzando.




Obviamente, eso me permitió poder obtener unos primeros planos de él bastante curiosos a pesar de que el día estaba muy nublado y lloviznaba.




No transcurrió mucho tiempo hasta que pude descubrir el motivo de tan osada aproximación hacia mi posición.




Como me imagino ya habréis averiguado, el individuo en cuestión se había percatado de la presencia cercana a mi posición de una lombriz de tierra con tal exquisita pinta que le hizo arriesgar su integridad física para intentar conseguirla.




De ahí que según avanzaba realizase pequeños giros de su cabeza para no perder en ningún momento de vista a sus dos principales objetivos, mi amenazante presencia y la de su ansiada presa.




La verdad es que la lombriz de tierra era de esas que a mí me gusta denominar “de ración” y se encontraba un tanto oculta, medio metida en la tierra, lo que obligó al bueno del zorzal a tenerla que pegar unos cuantos picotazos para primero extraerla de su eventual escondite y, posteriormente, conseguir trasladarla a un lugar un poco más alejado de mi posición para poder dar buena cuenta de ella.




En esos primeros planos podemos apreciar con gran detalle la mayor parte de características anatómicas de esta especie de zorzal que, como ya viene siendo costumbre, voy a desglosar a continuación.




El Zorzal común (Turdus) es un ave paseriforme perteneciente a la familia de los Túrdidos (Turdidae), al igual que los otros tres zorzales habituales en nuestro entorno (Z. charlo, Z. alirrojo, Z. real) y los mirlos (M. común y M. capiblanco), con la excepción del Mirlo acuático que pertenece a la familia de los cínclidos (Cinclidae). A los componentes de esta familia vulgarmente también se les conoce como tordos. La etimología de su denominación científica "Turdus philomelos" proviene del latín "turdus-i": tordo (pájaro) y del término latino “philomela”: ruiseñor, del griego filos (φίλος-η-ον): amante, amigo, aficionado + melos (μέλος-εος [ους]): canto, música. Sin duda que en esa denominación científica se quiso poner de manifiesto una destacada característica de esta ave, como es su hermoso y variado canto.




Antes de continuar con el Zorzal común, no quiero dejar de comentar que la denominación científica del Zorzal Charlo (Turdus viscivorus) proviene del término latino “viscivorus” (comedor de “viscum”) que viene a significar algo así como, tordo comedor de muérdago ("Viscum album"), ya que el Zorzal charlo es de las pocas especies capaces de alimentarse de la pegajosa baya de esta planta parásita, de la que la mayoría de las aves no se alimenta dada su toxicidad. 




Obviamente, esta característica convierte al Zorzal charlo en el máximo responsable de diseminar, a través de sus excrementos, las semillas del muérdago en las diferentes ramas de los árboles que parasita y facilitar de esa manera, el que pueda nacer un nuevo ejemplar de muérdago. Por su parte, su denominación vulgar como "charlo" proviene de la rápida y nerviosa señal de alarma que emite y que es del tipo “charr-charrl” (enlace).




El Zorzal común (Turdus philomelos) es junto con el Zorzal alirrojo los dos zorzales más pequeños, seguidos del Zorzal real y el mayor de nuestros zorzales, el Zorzal charlo (Turdus viscivorus) con unos 30 cm de longitud, una envergadura de aproximadamente 47 cm y un peso de unos 120 gr. (Sin dimorfismo sexual en esta especie).




Cuando hablamos del  Zorzal común hablamos de un ave de pequeño/medio tamaño, compacto, con una longitud de 20-22 cm (Zorzal alirrojo de 19-23 cm) y una envergadura de entre 33-36 cm. Su peso puede llegar a los 90 gr. No existe dimorfismo sexual en esta especie.




En sus partes dorsales presenta una coloración parda lisa (algo más cálido que el del Zorzal charlo), excepto en el obispillo y en el comienzo de la cola que son de color pardo oliváceo.




Los flancos y la parte superior del pecho tienen una coloración con tonos ocres ligeramente amarillentos (no herrumbroso como en el Z. alirrojo) y salpicados de pequeñas manchas de color castaño con forma de puntas de flecha dirigidas hacia arriba.




La parte posterior del vientre y la zona caudal inferior son de color blanquecino pero sin manchas.




Las alas son anchas y redondeadas, por la parte superior son de color pardo oscuro y por la inferior son de color castaño amarillento. Tienen las plumas primarias y las secundarias de color pardo negruzco. Cuando les vemos en vuelo se puede apreciar la característica coloración herrumbrosa de su zona axilar, que facilita su diferenciación de otros zorzales (blanco en el Z. charlo).




El píleo es de color pardo acastañado.




La cara es de color pardo con alguna pequeña mancha blanquecina y en ella tienen una fina lista malar de color cremoso que nace junto a la base de la mandíbula inferior y se dirige hacia la garganta. El Z. charlo presenta en la cara una mancha de color marrón oscuro con forma de paréntesis en la zona de las auriculares, que delimita una zona vertical más pálida en la mejilla.




El pico es medianamente largo, algo fino pero fuerte y puntiagudo. Su color es muy oscuro, casi negro o pardo negruzco en la mandíbula superior y más claro en la inferior con la base rosado amarillenta.




Los ojos son grandes, de color marrón muy oscuro y están bordeados por un fino anillo periocular de color blanco.




La cola es corta y de color pardo.




Las patas son medianamente largas y de color pardo rosáceo o carne.




Los jóvenes son como los adultos, pero con la parte central de las plumas del dorso y la de las escapulares de color amarillento, dando la apariencia de rayado. Las motas de las partes inferiores son más pequeñas y el vientre es menos blanco, más beige.




Es habitual verlos posados en la parte más alta de arbustos y árboles para emitir su canto melodioso que incluye secuencias repetitivas de dos notas diferentes gorjeantes y aflautadas. Existen numerosas referencias literarias y culturales al Zorzal común, a menudo relacionadas con el canto melodioso de los machos. Al menos desde el siglo XIX, el Zorzal común también ha sido capturado vivo para ser mantenido en jaulas como mascota debido a su melodioso canto (enlace).




Al igual que otros zorzales, acostumbran a desplazarse por el suelo donde captura sus presas. Es característico de ellos verlos correr rápidamente por el terreno para luego, de manera brusca, pararse y permanecer durante unos segundos inmóvil, con el cuerpo y cuello muy erguidos y con la cabeza ladeada, momentos ideales para poderles fotografiar a placer. Se posan en la parte más alta de arbustos y árboles para cantar.




Esa actitud no la lleva acabo para escuchar a sus potenciales presas (gusanos, lombrices, insectos…), como alguna vez se ha dicho, sino para observar su posición adecuadamente, ya que tienen los ojos en una posición lateral. Una vez localizan a sus potenciales presas, se lanzan bruscamente hacia ellas para engullirlas inmediatamente después.




En el caso del Z. charlo es muy característica su particular pose erguida y a menudo constituye un aspecto importante a la hora de diferenciarle a distancia del Zorzal común, con el que guarda un mayor parecido




Se distribuyen por una gran parte de Europa, la mitad norte de Asia y por el norte de África.





En España son residentes habituales distribuyéndose de manera bastante homogénea por todo el tercio norte peninsular y de forma más dispersa por las principales cordilleras del centro, mientras que en el sur resulta muy rara. Durante el período invernal sus poblaciones aumentan debido al desplazamiento de poblaciones del este y norte de Europa y se extienden por toda la Península. La especie falta en Canarias, Baleares, Ceuta y Melilla como reproductora, pero sí ocupa esas áreas en invierno. Una buena parte de los ejemplares que aparecen en otoño en España continúan su viaje migratorio hasta llegar al norte de África. Cruzan el Mediterráneo entre septiembre y noviembre y regresan a Europa a lo largo de febrero, marzo y abril. Durante la migración suelen ir en bandos, el resto del tiempo son más bien solitarios y territoriales.






Su hábitat durante la época de cría se encuentra en los bosques caducifolios y de coníferas con bastante sotobosque así como en parques y jardines. Durante el otoño y el invierno se localizan en campos de cultivo, olivares, bosques abiertos, zonas con arbustos y en parques y jardines.




El Zorzal común es omnívoro, consumiendo una gran variedad de invertebrados, como insectos y sus larvas, arácnidos o lombrices, pero muestra una especial predilección por los caracoles, cuya concha rompe sobre una piedra o una rama que utilizan a modo de yunque y que siempre son las mismas. Posteriormente, extirpan su cuerpo fláccido e invariablemente los frotan en el suelo antes de comérselos. En otoño e invierno también se alimentan de frutos (acebos, olivos, enebros, sabinas y lentiscos), frutas, bayas y semillas de todo tipo, tanto silvestres como cultivadas.




El periodo de reproducción lo llevan a cabo entre los meses de marzo y agosto, pudiendo llegar a efectuar 3-4 puestas al año. Construyen un nido a base de pequeñas ramitas, raicillas y hierbas que refuerzan con barro y lo sitúan el nido en las horquillas de los árboles o arbustos y, ocasionalmente, en el suelo. La puesta se compone habitualmente de 3-5 huevos y la incubación dura 16 días aproximadamente. Las crías abandonan el nido cuando tienen unos 17 días de edad aunque siguen siendo alimentadas por los padres durante algunos días más.




El Zorzal común es el túrdido que probablemente haya padecido la mayor presión cinegética, ya que se trata de un ave silvestre muy apreciada tradicionalmente para el consumo humano, tanto para convertirlo en plato de caza, como para su exportación en forma de conservas. Afortunadamente, esa presión ha descendido actualmente y además, gracias a su notable fecundidad, esta especie ha podido sobreponerse a aquella presión cinegética. Los individuos más afectados por esta actividad, legal o ilegal, son los invernantes que acuden masivamente a nuestro territorio coincidiendo con la época de caza.

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