Inicio ésta nueva entrada al blog queriendo reconocer las grandes dificultades que desde siempre he tenido para poder identificar correctamente el sexo y la edad de ciertos ejemplares de Aguilucho lagunero occidental (Circus aeruginosus) que es el protagonista de ella.
No por ello dejo de pelearme con todas las fotografías que puedo conseguir de ésta curiosa especie de aguilucho.
Que mejor lugar para poder observar y fotografiar a este aguilucho en la vecina provincia de León donde siempre que se me logra me escapo encantado de poder disfrutar de su naturaleza y de sus gentes.
A lo largo del mes de abril cuando la mayoría de los ejemplares de esta especie lucen sus mejores galas, he tenido esa oportunidad de desplazarme allí y poder observar un buen número de ejemplares de éste polifacético aguilucho que me permitirán seguir aprendiendo, en la medida de lo posible, para conseguir identificar su sexo y edades correctamente.
El caso es que en un principio las dificultades para la correcta identificación de su sexo deberían de ser mínimas, ya que en esta especie existe un gran dimorfismo sexual que nos debería evitar equivocaciones. Todo ello al margen de que, como muchos de vosotros ya sabréis, al igual que en la mayoría de las aves rapaces de nuestro entorno, las hembras tienen un mayor tamaño que los machos.
El verdadero problema de identificación, al menos para mí, viene a la hora de identificar a los ejemplares jóvenes e inmaduros y en especial a los estados de transición desde jóvenes a adultos que presentan una gran variedad de colores y tonalidades, que me origina una frecuente confusión al identificarlos.
Al parecer, pueden reconocerse hasta tres tipos de edad en hembras y cuatro en machos siendo la variación en el diseño del plumaje extraordinariamente elevada en esta especie, lo que imposibilita la datación de la edad por la extensión y color de las manchas blancas de la cabeza y hombros.
Este grupo de aves de la familia “Accipitridae” y del género “Circus”, está constituido por rapaces de tamaño medio y alas y cola larga, que se caracterizan por realizar habitualmente vuelos a baja altura, con lentos aleteos y frecuentes planeos, mientras “patrullean” sus territorios favoritos de caza (carrizales, marjales, prados, lagunas, estepas..) a la búsqueda de sus habituales presas (roedores, insectos, reptiles, pequeñas aves…). Pertenecen a este selecto grupo de los aguiluchos que habitualmente podemos ver en nuestro país: el A. lagunero occidental, el A. pálido (“Circus cyaneus”), que están presentes en nuestro territorio durante todo el año, y el A. cenizo (“Circus pygargus”) que nos abandona durante el invierno, al igual que el mucho menos habitual A. papialbo (Circus macrourus).
Todos ellos se caracterizan también por situar sus nidos en el suelo, lo que en muchas ocasiones les ocasiona serios problemas de supervivencia, debido a que la mecanización de los cultivos acelera la recolección y hace que ésta se solape en muchas zonas con el periodo reproductor de estas especies, disminuyendo su productividad (muerte masiva de pollos por las cosechadoras).
De los aguiluchos anteriormente mencionados, el Aguilucho lagunero occidental es el de mayor tamaño y todos ellos se caracterizan también por presentar un acusado dimorfismo sexual, siendo la hembra de mayor tamaño, más pesada y con plumaje distinto al del macho.
En el caso del A. lagunero occidental mide aproximadamente 48-60 cm de longitud. Su envergadura alcanza los 115-130 cm. El peso de los machos ronda los 540 gr y el de las hembras los 740 gr.
El macho adulto tiene la parte superior y el dorso de color pardo oscuro y las inferiores, cerca de las patas y bajo vientre, son de color pardo rojizo rayado de marrón oscuro, que se van convirtiendo en un tono más crema según asciende hacia el pecho y garganta.
En vuelo, las alas son largas, estrechas y de color grisáceo blancuzco (rémiges secundarias), con las coberteras oscuras y las puntas negras bien marcadas. Por la parte ventral las alas son blancuzcas o de color gris pálido y en ellas destacan fuertemente las negras rémiges primarias.
La cabeza y la nuca son pardas con tonos rojizos y líneas de color marrón oscuro, que les da un aspecto rayado.
El pico es de tamaño mediano, color negro con la cera amarilla y está curvado hacia abajo, en forma de gancho.
Los ojos tienen el iris de color amarillo y están rodeados por una estrecha franja de piel desnuda color gris oscuro.
La cola es larga, ancha y con el extremo redondeado. Es de color grisáceo con bandas pardas difusas.
Las patas son amarillas, con las uñas de color negro y los tarsos están desprovistos de plumas (“pantalones”), lo que les da un aspecto de ser más largas, siendo rojizas las de los muslos.
La hembra adulta es un poco más grande y de color en general más pardo oscuro, tanto en la zona dorsal como en la ventral. Las alas son pardas con el borde anterior claro.
La cabeza, nuca, garganta y hombros son de tonalidad beige claro.
Los ojos de la hembra adulta con plumaje marrón realizan un cambio gradual del color del iris,
durante varios años, pasando del marrón al ámbar y finalmente al amarillo en los
ejemplares más viejos.
La cola es de color marrón oscura con un barrado característico de las hembras.
En general, los jóvenes son bastante parecidos a las hembras, aunque con tonalidades más homogéneas y más oscuras, presentando solo las manchas claras en cabeza, nuca y garganta.
Después de la primera muda son muy similares a las hembras aunque la cabeza y las manchas de los hombros son más oscuras.
Todas las descripciones de plumaje sirven para dar una idea general de la coloración de estas aves, pero no para definirlas con exactitud, pues las variaciones individuales son muy grandes y sobre todo, los estados de transición desde jóvenes a adultos, dan lugar a una gran variedad de colores y tonalidades, que origina frecuente confusión al identificarlos.
En este punto, no soy capaz de abstraerme y no hacer mención a contaros que desde hace unos años, existe una curiosa polémica entre expertos que están acostumbrados a ver estas aves en zonas habituales de cría, consistente en que la mayoría de las observaciones que se conseguían de esta especie, eran de hembras y/o jóvenes y rara vez machos (muy distinguibles en su plumaje adulto). Al parecer hay varios estudios del porqué de este motivo.
Como respuesta a esta cuestión se apuntó que quizás existía una desproporción real y evidente entre machos y hembras; también se barajó la posibilidad de la existencia de una migración diferenciada entre sexos que supusiese la invernada mayoritaria de hembras en la Península Ibérica y escasa en machos. También la posibilidad de errores de identificación de sexos en ejemplares jóvenes e inmaduros, e incluso el posible uso diferenciado del área de campeo de machos y hembras, que supusiera que quizás estas últimas permanecieran más cerca de las zonas húmedas donde generalmente se realizan las observaciones, mientras que los machos pasarían más desapercibidos al alejarse de los humedales para cazar en zonas lejanas de cultivos cerealistas y eriales.
Al hilo de esta polémica el gran fotógrafo riojano Eduardo Ruiz Baltanas, publicó en 2009 una primera fotografía en la que exponía la duda sobre el sexo de una aparente hembra de A. lagunero. En ella se podía apreciar claramente que su aspecto general era el de una hembra, pero con el iris de los ojos de color amarillo, que no nos olvidemos, es una característica típica del macho.
Es el propio fotógrafo el que pretende resolver esta controversia publicando una segunda fotografía, en la que aparece una cópula de laguneros en la que ambos participantes presentan aspecto de hembras, dando por confirmada la existencia de machos adultos con plumaje idéntico al de las hembras.
Por lo visto, algunos machos de Aguilucho lagunero, tienden a tener un "aspecto" (fenotipo) de hembra en su plumaje para evitar confrontaciones con otros machos. Es decir, es como si los machos se “disfrazaran” o "camuflaran" de hembras para poder entrar sin problemas en los territorios de otros machos. De ahí la desproporción observada entre machos y hembras, pues muchas de estas no serían tales hembras.
Para aclarar aún más si cabe esta interesante cuestión, en 2011 Audrey Sternalski, Francois Mougeot y Vincent Bretagnolle publicaron en la revista científica britanica “Biology Letters”, un artículo sobre el Aguilucho lagunero en el que se informa de que en esta especie, un 40 por ciento de los machos presentan un plumaje permanente (es decir, a lo largo de su vida) de tipo “hembra” y que durante la época de nidificación, estos machos “travestidos” o “afeminados” obtienen ventajas reproductoras en cuanto a que no realizan enfrentamientos con otros machos “típicos” cercanos y cuentan con más tiempo para el emparejamiento, lo que supone un claro ahorro energético. Comentan además estos autores, que incluso esos machos “camuflados” se muestran más agresivos con otras hembras que con los machos típicos.
Para llevar a cabo este estudio, utilizaron señuelos de hembras, de machos con rasgos de hembras (“travestidos”) y de machos típicos, a los que situaron en los lugares de nidificación y fueron contabilizando hacia quien iban dirigidas las respuestas agresivas. En este estudio pudieron comprobar que los ejemplares machos típicos reales, eran más agresivos hacia los señuelos masculinos típicos, que contra los señuelos de machos con rasgos de hembras (“travestidos”). Los señuelos femeninos y los de machos con rasgos de hembras (“travestidos”), eran atacados por igual por estos machos típicos reales.
A. Sternalski et al |
A. Sternalski et al |
Por su parte, los machos con rasgos de hembras, toleraron los señuelos masculinos (tanto los típicos, como con los que tienen rasgos de hembras) y dirigieron su agresión hacia los señuelos femeninos.
Las hembras toleraron por igual a los a los dos tipos de machos (típico y el con rasgos de hembras) y eran agresivas con los señuelos femeninos.
Se pudo comprobar que los machos con rasgos de hembras (“travestidos”) no solo se parecen a las mujeres, sino que también se comportan como ellas cuando defienden los recursos de reproducción.
Por lo tanto, las respuestas agonísticas (conductas de oposición a otros) fueron intrasexuales en machos típicos, pero intersexuales en machos con rasgos de hembras, lo que indica que estos últimos no solo se parecen a las hembras, sino que también se comportan como ellas, cuando defienden los recursos de reproducción.
Es interesante resaltar que aunque la mímica o simulación femenina también está presente en otras aves, generalmente está restringido a etapas de vida anteriores: el plumaje de los varones jóvenes, sexualmente inmaduros a menudo son de apariencia femenina, pero cuando los machos alcanzan la madurez sexual y se reproducen generalmente adquieren el típico plumaje masculino. En el caso que nos ocupa, este cambio fenotípico no se debe a un retraso en el plumaje de maduración, sino que se adquiere en el segundo año y se mantiene a medida que los varones crecen.
El denominado mimetismo femenino permanente (fenotipo alternativo), en el que los machos adultos expresan un fenotipo femenino, solo se conoce hasta la fecha, en dos especies de aves: en el A. lagunero (Circus aeruginosus) y en el Combatiente (Philomachus pugnax), en ambos casos esta forma de mimetismo permite en la práctica un acceso más fácil a sus parejas sexuales, evitando peleas costosas con los típicos machos territoriales (competencia intrasexual), y por lo tanto incrementar potencialmente su éxito reproductivo.
Los machos con rasgos de hembras difieren de las hembras reales adultas en que tienen más delgados y más amarillos los tarsos y un iris pálido (amarillo blanco en los machos, pero ocre marrón en las hembras). Los machos también son aproximadamente un 30 por ciento más ligeros y más pequeños.
Para deshacer este entuerto, el pasado 27/01/12 Ignacio Gámez Carmona (gran ornitólogo riojano) consiguió examinar en mano un ejemplar vivo de Aguilucho lagunero, gravemente herido por disparo, que si en una primera visión aparentaba ser una hembra típica, al observar sus ojos muy claros y advertir un relativo tamaño pequeño para la especie, le hizo pensar en que lo que estaba examinando era un macho. Ante la duda de que podría ser un caso de macho "camuflado" le realizó una endoscopia, confirmando que efectivamente se trataba de un macho.
Concluye por tanto Ignacio Gámez Carmona, que al menos parte de los machos de Aguilucho lagunero occidental presentan un plumaje similar al de la hembra adulta, que las sospechas de Eduardo Ruiz Baltanas estaban bien fundadas y que el artículo de A. Sternalski et al. estaba lógicamente en lo cierto y que lo avalan las pruebas realizadas por él mismo.
Al margen de esta curiosa circunstancia y prosiguiendo con la descripción de esta rapaz, comentar que cuando se la ve volar de perfil, sus alas destacan formando una abierta forma de “V”. Su vuelo es bajo como los demás aguiluchos, pero más a menudo lo hace también a mayor altura, en general entre tres y cinco metros sobre el suelo o sobre las plantas palustres, alternando cortos batidos de alas con las mismas muy elevadas (en “V”).
Se trata de un ave rapaz muy perezosa y apática que no arriesga mucho al cazar, procurando hacerlo sobre presas fáciles como jóvenes aves acuáticas y otras que han sido heridas en las cacerías. Pasa grandes períodos de tiempo posado en el suelo o en arbustos muy bajos y con mucha frecuencia la pareja junta.
En el vuelo de caza cuando descubre una presa se detiene y gira en el aire, lanzándose muchas veces el agua, efectuando una corta zambullida para capturar su presa.
Se alimenta principalmente de conejos, roedores, aves y reptiles y, en menor medida, de peces, anfibios y huevos. Ocasionalmente, si escasean las presas habituales, se alimenta de algo de carroña.
Su hábitat está ligado fundamentalmente a humedales y zonas con abundante vegetación palustre (carrizos, eneas, juncos) aunque también puede establecerse en grandes extensiones de cereal. Para cazar suele verse en campos de cultivo, baldíos o pastizales.
El A. lagunero occidental se distribuye por Europa, Asia y África. Los ejemplares que frecuentan nuestro territorio pertenecen a la subespecie “aeruginosus”, que ocupa el centro y oeste de Eurasia.
En la Península Ibérica es un ave residente habitual aunque también pueden verse un buen número de ejemplares en migración (septiembre-octubre) procedentes de Centroeuropa y países nórdicos de paso hacia África. Suelen elegir para invernar zonas de grandes humedales del sur y este de la península para abandonarlos al principio de la primavera.
En España en la actualidad hay núcleos reproductores en la mayor parte de los humedales de las cuencas del Ebro, del Duero y del Tajo, así como en la denominada Mancha húmeda y en las Marismas del Guadalquivir. En menor grado en la cuenca media del Guadiana, los humedales interiores de Cataluña, en Andalucía y en Mallorca.
Durante la estación invernal es frecuente verlos en dormideros comunales que instalan en la vegetación palustre a donde acuden cada atardecer.
El paso prenupcial por nuestro territorio se inicia en las áreas de invernada africanas hacia febrero o marzo, haciéndolo en primer lugar los machos camino del Norte donde se reproduce desde el sur de Escandinavia, Gran Bretaña, Francia y el sur de Rusia.
La población de Aguilucho lagunero occidental experimentó una fuerte reducción hasta finales de los años ochenta del siglo pasado en el continente europeo. Desde entonces y lentamente se ha ido recuperando tanto en el número de individuos como en su distribución, aunque aún está lejos de alcanzar los niveles de otros países europeos donde es mucho más abundante.
Las principales amenazas que en la actualidad presenta este ave son la destrucción o alteración del hábitat donde suelen vivir y reproducirse debido a desecaciones, incorporación de nuevas áreas de cultivo, contaminación, uso de pesticidas, etc. que pueden disminuir notablemente las presas de las que se alimentan. En el Catálogo Nacional de especies Amenazadas el Aguilucho lagunero occidental figura con la categoría "De Interés Especial".
Muy buena publicación👏 Gracias
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