Al hablar del Charran ártico (Sterna paradisaea) es inevitable describir la gran cantidad de récords que atesora esta ave y que, sin duda, la hace merecedora del calificativo de verdadero prodigio de la naturaleza.
No es de extrañar que una fotografía de ésta prodigiosa ave (Dan Zetterström) sea la protagonista elegida para ilustrar la segunda edición de la portada de la que sin duda, es la más utilizada guía de aves de los aficionados al pajareo en nuestro país, la “Guía de Aves de España, Europa y regiones mediterráneas” de Lars Svensson, Killian Mullarney y Dan Zetterström.
Se trata de una pequeña ave migradora con un peso aproximado de tan solo unos 100-125 gr que es capaz de recorrer cada año hasta 90.000 km, desde el Ártico al Antártico (de polo a polo de la Tierra), lo que la convierte en la especie con la migración regular más larga de todas las aves, incluso de todos los animales.
Varios animales realizan migraciones en el mundo en una búsqueda continua de alimento, de una pareja con la cual reproducirse y de una nueva oportunidad para sobrevivir, desde los más pequeños como son las mariposas monarca que vuelan más de 4.000 km desde los Estados Unidos y Canadá, donde se reproducen, hasta los bosques del centro de México donde hibernan, hasta los más grandes como las ballenas grises que ostentan el récord mundial de la migración marina llegando hasta los 20.000 km.
Otro ejemplo es el de los rebaños de miles de ñus que cada año a principios del mes de julio recorren, en el sentido de las agujas del reloj, 3.000 km que separan los pastos del Serengueti en Tanzania, de la Reserva de Masai Mara, en Kenia. Curiosamente realizan esta acción acompañados de antílopes y cebras.
En el mundo de las aves no nos podemos olvidar de la Aguja colipinta (Limosa lapponica) que ostenta el récord del vuelo sin paradas más largo registrado (mediante tecnología satelital) para un ave migratoria. Un total de 13.560 km para un ave de medio kg, en un viaje migratorio entre Alaska y Tasmania que duró 11 días y una hora y batió el récord para un ave sin paradas. Eso sí, a diferencia de otras aves migratorias, que se detienen para comer, beber o dormir y descansar durante sus largos viajes, la aguja no deja de volar hasta que llega a su destino, pasando a través de ciclones, tormentas, vientos en contra, volando y volando durante días y noches.
Las grullas canadienses realizan un viaje de 8.000 km desde el suroeste de Texas hasta los territorios de la Columbia Británica o el Yukon, en Canadá.
Sin embargo, todas las migraciones se quedan cortas ante el descubrimiento realizado por el equipo de investigadores del British Antartic Survey, quienes publicaron en el año 2.022 la migración del ave Charrán ártico (Sterna paradisae). En ese estudio se realizó el seguimiento de 11 charranes árticos equipados con geolocalizadores en miniatura (1,4 gr) y reveló que algunos individuos de estas aves viajan más de 80.000 km al año. Este tremendo desplazamiento le convierte en la especie con la migración regular más larga de todas las aves, incluso de todos los animales.
Estos datos ya fueron corroborados por otros estudios anteriores como el dirigido por científicos de la Universidad de Newcastle, Reino Unido, en colaboración con la BBC Springwatch y The National Trust, en el que realizaron el seguimiento de 53 aves adultas que anidaban en las islas Farne, en la costa de Northumberland (costa oriental de Inglaterra), fueron equipadas con geolocalizadores durante un período de tres años.
Si tenemos en cuenta que estos charranes pueden vivir unos 30-34 años, en ese tiempo, pueden recorrer más de 2,4 millones de km, es decir, el equivalente a tres o cuatro viajes de ida y vuelta a la Luna a lo largo de su vida adulta, y todo ese asombroso logro lo consigue realizar un ave que pesa solo algo más de 100 gr.
El Charrán ártico al desplazarse cada año de polo a polo de la Tierra consigue disfrutar de dos veranos al año, el verano boreal y el austral. Así, bate otro récord, pues es el animal que más tiempo está bajo la luz del sol.
Y el por qué estas aves se someten a travesías de esas dimensiones épicas parece ser que las latitudes más altas implican menos parásitos y, cuantas más horas de luz diurna, más tiempo tienen las aves para atrapar el alimento que tanto necesitan.
Además, existiría una tercera respuesta que podría explicar este viaje final hacia el norte, y es que se ha visto que aparearse a un grado más de latitud reduce las probabilidades de que te depreden, es decir, es más seguro. En un experimento realizado al efecto (Laura MicKinnon, de la Universidad de Quebec), se pudo comprobar que 29 grados separaban los lugares de apareamiento más al norte y más al sur, lo que se traduce en un riesgo un 65 por ciento inferior de caer en las fauces de los depredadores. Esta sería una de las justificaciones por las que tras pasar 273 días lejos de sus colonias y, pese a encontrarse a miles de km de su casa, estas prodigiosas aves encuentran siempre el camino de vuelta.
El protagonista de ésta entrada fue localizado por primera vez el 17 de noviembre descansando posado en las instalaciones de la Rula de Avilés por José Luis García (el gran Josluga). En mi caso le pude localizar el día 08 de diciembre sobrevolando esa misma zona y, allí mismo, en días sucesivos, pudimos de nuevo observarle y fotografiarle un buen grupo de amigos aficionados al “pajareo”.
Evidentemente, tal como puede apreciarse en la escasa calidad de las imágenes que aquí comparto, fotografiarle no resultó una tarea fácil, pues a su pequeño tamaño había que añadirle la velocidad con la que se desplazaba, realizando continuos quiebros y cambios de dirección.
Además, el entorno de la ría con el muelle industrial de fondo, no fue muy idóneo para la fotografía de aves, pero merecía la pena inmortalizar el momento.
El Charran ártico (Sterna paradisaea) es un ave “charadriforme” perteneciente a la familia “Sternidae” que miden entre los 33-36 cm de longitud con una envergadura que puede alcanzar los 85 cm y un peso de unos 100-125 gr. No existe dimorfismo sexual en esta especie.
Como puede apreciarse en las imágenes, los ejemplares adultos de estas aves en época estival, tienen el dorso de su cuerpo y de las alas de color gris pálido a excepción del obispillo y la cola que son de color blanco. Al igual que sucede con todos los charranes se diferencian de los fumareles porque tienen las alas más largas y más estrechas que ellos y porque su cola es más larga y está más ahorquillada.
Por la parte inferior y los flancos son de color blanco.
En esa época, en la cabeza lucen un capirote de color negro que abarca el píleo, la mitad superior de la cara y la nuca y que además incluye al ojo dentro de él. La mitad inferior de la cara y la garganta son de color blanco. El cuello es corto.
El pico es de tamaño medio, cónico, recto, fino, puntiagudo y de color rojo. Los ojos son de color negro.
Tienen una característica cola larga de color blanco que está muy ahorquillada y con las rectrices externas más largas y con los bordes más oscuros que el resto. Cuando está posado, se puede observar que la cola excede ligeramente en longitud al extremo de las alas, detalle muy útil para distinguirlo de los charranes común y rosado.
Las patas son muy cortas, tienen los dedos palmeados y son de color rojo intenso.
En la época invernal, la frente y la parte delantera de la cabeza son blancas, el capirote negro es más reducido y el pico lo tienen de color negro.
Los ejemplares jóvenes tienen la frente y la parte anterior del píleo de color blanco y el pico negro. El borde del ala, en la zona del hombro, es de color negro y además el dorso y las alas son de aspecto escamoso con manchas negras y blancas o de color canela. Las patas son de color anaranjado rojizo.
En cuanto a su distribución decir que durante la época de cría están presentes en la zona circumpolar ártica de Europa, de Asia, y de América del norte, mientras que durante la invernada lo hacen muy al sur, en la zona circumpolar antártica de América del sur en las aguas que rodean la Antártida y sus costas.
Debido a sus hábitos pelágicos, en España los podemos observar habitualmente, pero en muy pequeño número, en las costas atlánticas y del Cantábrico durante sus pasos migratorios; en el primaveral de abril-junio hacia el norte, y mucho más abundante durante el paso otoñal hacia el sur, de agosto-octubre. Muy ocasionalmente algunos ejemplares invernan en las costas del norte de España.
En la época de reproducción en el hemisferio norte su hábitat es muy diverso, desde regiones templadas hasta el alto Ártico. Aunque es un ave eminentemente costera (playas de guijarros), también puede adentrarse en aguas interiores (islas en lagos y lagunas costeras) y en también en la tundra. Durante la migración y en el invierno son eminentemente pelágicas por lo que viven en mar abierto y se acercan poco a las costas.
Su dieta se compone principalmente de pequeños peces y, en menor medida, de crustáceos, moluscos e insectos. Ocasionalmente, puede alimentarse de bayas, despojos de pescado o lombrices.
Sus métodos de pesca son muy variados: puede cernirse para realizar zambullidas.
A pesar de su pequeño tamaño, en ocasiones practican el cleptoparasitismo, lanzándose en picado contra otras aves (otros charranes o álcidos) para asustarlas y conseguir que dejen caer las presas.
También pueden capturar presas de la superficie del agua mientras vuela a baja altura o pescar desde un posadero.
El periodo reproductivo lo llevan a cabo entre los meses de mayo y julio, aunque resulta más tardío cuanto más al norte. Son aves monógamas (se emparejan con la misma pareja toda la vida), y en muchos casos vuelven a la misma colonia cada año. Durante la reproducción se vuelven tan sumamente agresivos que se lanzan contra cualquier intruso, incluidas las personas, llegando incluso a picarlos.
Forman colonias de cría, a veces junto al Charrán común y construyen su nido normalmente en las playas, en las isletas de lagunas y lagos y en la tundra cerca del agua, para ello aprovechan alguna depresión en el suelo a la cual recubren con hierbas. La puesta se compone de 2-3 huevos. La incubación dura 25 días aproximadamente. Las crías abandonan el nido al poco de nacer pero permanecen en sus inmediaciones donde seguirán siendo atendidas por sus padres durante unos 22-27 días. Las crías sufren una gran mortandad debido a sus múltiples depredadores, principalmente gaviotas y ratas.
El Charrán ártico no parece sufrir graves problemas a escala mundial. Está muy ligado a sus fuentes de alimento, por lo que las principales amenazas en las zonas de cría se relacionan con su disponibilidad de presas. Se ha demostrado el efecto negativo que producen sobre él las mareas rojas, la sobrepesca, así como los vertidos de hidrocarburos. Por otro lado, durante las migraciones y la invernada parece verse afectado, en algunas zonas, por la caza ilegal en las costas. Aparece como “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.
Preciosas las fotos y muy instructivo el texto. Muchas gracias por el trabajo bibliográfico realizado para conseguir la detallada información que se describe de este precioso pajarín.
ResponderEliminarMuchas gracias Jose, me alegro que te haya gustado.
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