La semana pasada aprovechando la buena climatología primaveral, decidí hacer mi primera incursión en la montaña con la intención de disfrutar del paisaje, del ambiente propio de la zona y a la vez reencontrarme con especies de aves que ya pude fotografiar en anteriores ocasiones, pero que siempre pretendes mejorar.
El destino que elegí fue el parque natural de Las Ubiñas-La Mesa, para lo cual me dirigí hasta el bonito pueblo de Tuiza de Arriba desde donde sale un camino pedregoso hasta Vega de Meicín y el Refugio de Meicin. Desde allí y tras bordear el bonito circo de las Ubiñas, fui ganando altura hasta el Collado Terreos (a unos 1.900 m.s.n.m) que hace de frontera entre el Principado de Asturias y Castilla y León y que está situado entre el pico Cerreos (2104) y Peña Ubiña (2417).
Hizo un día espectacular de sol y las vistas eran preciosas, aunque el camino de acceso hasta la Vega de Meicín, ha sufrido los estragos de las grandes nevadas de este invierno y se encuentra en malas condiciones por la invasión de lenguas de nieve endurecida que han arrastrado gran cantidad de piedras, lo que dificulta su deambulación.
Ya un poco antes de llegar al refugio pude fotografiar en las praderas próximas a un buen número de Acentores comunes, Bisbitas alpinos y Collalbas grises que no paraban de emitir sus llamativos reclamos.
Collalba gris |
También y como es costumbre, pude fotografiar a un nutrido grupo de rebecos que habitualmente pastan por las laderas de las montañas vecinas y que no parece haberles afectado el duro invierno pasado.
Pero mi objetivo fundamental era ampliar y mejorar las imágenes del escaso y esquivo Gorrión alpino del que sólo había conseguido realizar unas escasas fotos el año pasado.
A partir del refugio llegué a la subida al Collado Terreos, que a pesar de ser corta es bastante empinada, por lo que tuve que ir evitando grandes extensiones de nieve que había en su ladera lo que a veces me desviaba y me obligaba a subir muy verticalmente, sin zigzaguear y como siempre, bien cargado con el equipo fotográfico, mochila, prismáticos, etc.
Tras haber subido las tres cuartas partes de la subida en una zona bastante inclinada y ya sin prácticamente vegetación, aparecieron repentinamente un grupito de tres o cuatro ejemplares de Gorrión alpino que se posaron a escasos metros míos y para mi frustración, apenas me dieron tiempo para preparar la cámara, enfocar y apretar el disparador.
La fatiga del ascenso, la inestabilidad del terreno tan inclinado y de mi pulso y un sinfín de disculpas más, consiguieron que hiciera unas cinco o seis fotos que directamente fueron a la papelera. ¡Maldita sea! pero, ¿por qué tienen siempre que aparecer en el peor de los momentos? Casi hubiese preferido no haberlos visto ya que, al fin y al cabo, sólo sirvieron para ponerme los dientes largos.
Al menos, para consolarme y ver la botella medio llena, una cosa estaba clara: estaban por allí. Ahora solo hacía falta tener altas dosis de paciencia y un poco de suerte para poder volver a encontrarme con ellos.
Esta infalible receta, como casi siempre, terminó funcionando, y ya arriba, en el mismo Collado Terreos, que estaba bastante nevado, aparecieron alimentándose de semillas y alguna hierbecilla que quedaba sin cubrir de nieve en las escasas parcelas libres de ella que quedaban.
La zona está totalmente desarbolada, sin apenas rocas y la amplitud de las praderas nevadas hacía que ellos pudieran recorrer sin dificultad grandes distancias, mientras que yo apenas me podía desplazar por la nieve intentando seguir su rastro.
Al final, tras aplicar severamente la receta antes comentada, conseguí realizarles algunas fotografías más que, aunque no son de exposición, sí me dieron la suficiente satisfacción, junto con la de haber pasado un bonito día en la montaña.
No quiero dejar de comentar las dificultades que, desde mi punto de vista, tuve para realizar fotografías a este pájaro, debido fundamentalmente al poco contraste que tiene su claro plumaje.
Esta circunstancia unida a que les tuve que fotografiar a ras del suelo, sin prácticamente ninguna elevación del terreno y al lado de grandes extensiones de nieve que, en un día totalmente soleado, deslumbra considerablemente, son las principales disculpas que se me ocurren para justificar el no haber conseguido unas fotos más bonitas que las que presento hoy, aunque seguro que habrá otras ocasiones futuras para conseguirlo.
En cuanto a las
características del Gorrión alpino (Montifringilla
nivalis), recordar que es una passeriiforme
que miden entre los 17 y los 19 cm de longitud, unos 38 cm de envergadura y su
peso puede llegar a los 40 gramos, por lo que está considerado como el mayor de
los gorriones que podemos observar en nuestro entorno. Existe un ligero dimorfismo
sexual en esta especie.
Los machos durante la época
reproductiva tienen el dorso de color pardo con algunas
estrías de color pardo más oscuro y el obispillo de color negro.
La cabeza y los laterales del
cuello son de color gris azulado y tienen un llamativo babero negro con motas
blancas que contrasta con el color blanco del pecho y de la parte ventral.
Al vuelo puede apreciarse
claramente que tiene las alas largas, estrechas y puntiagudas, destacando por su parte superior, una llamativa y ancha franja blanca que las atraviesa (secundarias), contrastando con el resto del plumaje de las partes superiores
de color pardo achocolatado (escapulares) y con el color pardo, casi negro, de las alas primarias.
La cola es larga y
tiene las dos rectrices centrales negras y el resto blancas. En conjunto, cuando se les ve volar desde arriba, se ven de color
blanco con una amplia zona negra en su extremo. Por su parte, las patas son cortas y al igual que los pies, de color
negro.
El pico es fuerte, corto,
cónico y es de color negro con la base de la mandíbula inferior amarilla. Los
ojos son pequeños, de color rojizo y con una delgada línea periocular de color
blanco.
Los machos en invierno tienen
los colores más claros y apagados asemejándose más a las hembras. El pico en
esta época se torna a un color anaranjado-amarillento con el extremo
ligeramente oscuro.
Las hembras en la época
reproductiva tienen la cabeza más parduzca que los machos, la base del pico
siempre clara y la zona negra del babero mucho menos extensa y muy poco
marcada.
Los jóvenes son parecidos a
los adultos en invierno, pero con las partes inferiores algo más “sucias”.
Se distribuyen por los
macizos montañosos más altos de toda Europa y de Asia, como la Cordillera
Cantábrica, los Pirineos, los Alpes, los Balcanes, los Cárpatos, el Cáucaso y
el Himalaya.
Nuestro país representa el
límite suroccidental de su distribución mundial y su distribución está fraccionada en dos
núcleos. Uno ocupa el oriente y centro de los Pirineos, desde el este de
Navarra hasta el oeste de Lleida y el otro ocupa la cordillera Cantábrica desde
la zona de Somiedo hasta el entorno de Peña Prieta y Curavacas, alcanzando las
mayores concentraciones en el macizo de los Picos de Europa.
Su hábitat se encuentra en áreas alpinas y subalpinas calizas, en cotas superiores a 1.800m, por encima del
límite de los bosques, donde alternan roquedos y pastizales alpinos con zonas cubiertas por matorrales de pequeño porte.
En España son residentes
habituales aunque en invierno realizan desplazamientos altitudinales
descendiendo hasta cotas donde se encuentra el límite de las nieves.
En Europa presenta varias
subespecies, de las cuales nivalis es la que cría en el sur del continente y la
que se encuentra también en España.
Durante la época
reproductiva van en parejas pero el resto del tiempo son gregarios. La época reproductiva va
desde el mes de mayo al de junio, pudiendo realizar dos puestas por temporada.
La hembra construye en exclusiva
el nido en las grietas y en los agujeros que hay en las rocas y en las paredes y tejados de las casas que
se encuentran en la alta montaña. Para su elaboración emplea hierbas secas,
musgo y hojas, después lo tapizan con pelos y plumas.
La puesta se compone de 3-6
huevos de color blanco. La incubación dura aproximadamente 14 días. Las
crías abandonan el nido con aproximadamente 20 días de edad pero siguen
dependiendo de los padres durante unos días más.
Su alimentación en primavera
y verano es a base de insectos y sus larvas, arácnidos, lombrices, frutos,
semillas y algo de hierba.
Durante el invierno comen
piñones y semillas así como los restos de comida que encuentran cerca de las
zonas con presencia humana como son las estaciones de esquí, refugios de
montaña y aparcamientos.
El gorrión alpino no sufre
amenazas relevantes al estar casi toda su área de distribución amparada bajo
algún tipo de protección y por ocupar siempre zonas de alta montaña. Esta
especie aparece incluida en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas en la
categoría “De interés especial”.
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