jueves, 13 de noviembre de 2014

La embajadora de la alta montaña. Chova piquigualda (Pyrrhocorax graculus)

Si hay algún ave que represente a la alta montaña, esa es la Chova. Tanto la que ahora comento, la piquigualda, como su prima hermana, la Chova piquiroja




Siempre que acudo a la montaña, el primer aviso de que estoy llegando a una cierta altura (habitualmente por encima de los 1.200 metros), es el escuchar los llamativos y característicos graznidos de las chovas. Rara vez la podemos encontrar en zonas bajas a no ser que haya mal tiempo, pero en esas ocasiones soy yo el que procuro no estar por esas latitudes.




La chova piquigualda como todos sabéis, pertenece a la especie paseriforme y más concretamente a la familia de los córvidos, cuyos componentes tienen unos rasgos característicos como el de ser sumamente inteligentes, de aprendizaje rápido, sociables y con un fuerte comportamiento gregario. 




Otra llamativa característica de los componentes de esta familia, es la de no presentar apenas diferencias externas entre ambos sexos, con picos fuertes y patas robustas.




A mi particularmente me encanta verlas en los ambientes de alta montaña, donde su color negro brillante y su llamativo pico amarillo y patas rojas contrastan llamativamente con los cielos limpios de azul intenso. Además, son mi consuelo a las frustrantes y cada vez más frecuentes salidas a la montaña para intentar ver aves alpinas, ya que tras los infructuosos esfuerzos, ellas siempre están allí, te acompañan y animan visual y sonoramente. 




Es una auténtica gozada verlas realizar esos vuelos acrobáticos aprovechando a la perfección las corrientes ascendentes y realizar unos impresionantes "picados" a una velocidad de vértigo (llegan a alcanzar los 100 km/h) adoptando unas posturas aerodinámicas impresionantes con sus alas plegadas (parecen flechas) haciendo grandes quiebros y además conseguir una gran precisión para penetrar en alguna oscura caverna o grieta de escasa abertura, incluso con espesa niebla.




Tal vez por eso, cuando consigo verlas tranquilas, posadas en la hierba y a una corta distancia, no dejo de admirarlas. Mi experiencia en este sentido, es que acercarse no es tarea fácil pues la distancia de seguridad que mantienen con el ser humano suele ser importante, a no ser que te las encuentres como ocurre frecuentemente, en zonas más habitadas como son estaciones de esquí, hoteles, refugios, etc. donde acuden, sobre todo cuando hace mal tiempo, a comer entre los restos que dejamos los humanos.




Si la comparamos con la piquiroja podemos comprobar que, al margen del llamativo color amarillo de su pico, éste es más corto y menos curvado y en vuelo (si las vemos juntas), podemos apreciar que la gualda es de un tamaño algo menor con unas primarias menos separadas, la cola más larga y menos en cuña. También son claramente diferentes sus frecuentes y llamativas llamadas que resuenan por los valles.




La distribución de esta especie en nuestro país está mucho más limitada que en el caso de la piquirroja, limitándose fundamentalmente a la cordillera cantábrica y a la pirenaica, mientras que la roja tiene una distribución mucho más amplia por el resto de sistemas montañosos de la península.



1 comentario:

  1. Buenas, acabo de ver tu blog. Ha sido una sorpresa muy agradable; me gusta.
    Te seguiré.
    Un saludo.

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