Al igual que me ha ocurrido con una de las últimas entradas al blog que le dedique al Roquero rojo (Montícola saxatilis)”, no he querido dejar de publicar el reportaje fotográfico que el pasado verano le pude realizar a otra ave propia de la alta montaña y que cualquier aficionado a la observación y fotografía de aves ansía encontrar cuando se desplaza por esos ambientes, me estoy refiriendo al Gorrión alpino (Montifringilla nivalis) que en Asturias también conocemos como “Gurrión de neveru”.
Su población en la cordillera Cantábrica está considerada como la más occidental y de menor altitud de la especie en toda su área de distribución mundial.
Conseguí tener un par de encuentros con ellos en las dos primeras visitas que puede hacer en el mes de junio (días 07 y 09) al Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa (1.689 msnm), ubicado en la zona meridional de Asturias, limitando al sur con la provincia de León y que ocupa parte de los concejos de Lena, Quirós y Teverga. Para mi esta zona de montaña es una de mis preferidas por su gran belleza, su fácil acceso y proximidad (área central de Asturias) y por la posibilidad de poder encontrarme en esa época con especies de aves paseriformes tan bellas como el mencionado Roquero rojo, así como el Bisbita alpino, la Collalba gris, Tarabilla norteña, los escribanos cerillo, soteño, hortelano y montesino, e incluso el escaso Treparriscos, entre otros. A esa interesante lista, habría que añadir a las abundantes chovas piquirrojas y piquigualdas, los buitres leonados y negros y al Alimoche entre otras. Todo un catálogo de bellas e interesantísimas especies por las que siempre merece la pena el desplazamiento.
En esas dos visitas conseguí encontrarlos pero a unas distancias muy considerables y mostrando un comportamiento bastante receloso, por lo que las fotografías que pude conseguir de ellos fueron francamente mejorables, pero con todo y con eso pude disfrutar mucho viéndoles evolucionar a través de mis prismáticos en ese bello entorno.
Fue en una tercera visita a mediados de ese mes de junio (día 17), cuando tuve la gran fortuna de poderles fotografiar a placer en esa misma ubicación pero con un comportamiento mucho más confiado viniéndose a posar en diversos oteaderos muy cercanos a mi posición.
Coincidí cerca de allí con tres ornitólogos sevillanos que estaban llevando a cabo una investigación de esa especie desde la Universidad de Oviedo y con los que ya había coincidido en anteriores ocasiones (enlace). Tuvieron la amabilidad de informarme al respecto de ese estudio, destacando la especial importancia de estudiar los patrones de los movimientos que hacen esos gorriones a lo largo de todo el año. Esos patrones de movimientos al parecer son muy interesantes y ponen de manifiesto que esa especie prácticamente se queda todo el año por la zona de las Ubiñas, realizando migraciones altitudinales cuando las condiciones climáticas son más severas. Esos resultados tienen una alta importancia para la dinámica de las poblaciones y las conectividades entre poblaciones, pues están abordando este estudio sobre los movimientos con estudios de isótopos y genéticos junto a otros colaboradores que trabajan en otras poblaciones europeas de gorriones alpinos.
Debido a esa circunstancia, en la mayoría de las fotografías se puede apreciar que esos ejemplares de Gorrión alpino están anillados con anillas azules con letras blancas (por convenio, esa es la combinación que corresponde a la Cordillera Cantábrica).
La última jornada de observación y fotografía de esta bella y escasa especie, la pude conseguir a mediados del mes de julio (día 12) que resultó ser un día redondo pues, sin apenas moverme por la zona, conseguí realizarle un extenso reportaje fotográfico al ya mencionado y también esquivo Roquero rojo (Montícola saxatilis) que publiqué recientemente y que, al igual que me ocurrió con los gorriones alpinos, acudió a escasos metros de la zona en la que yo me había situado estáticamente para alimentarse con un buen número de invertebrados.
Además, en esa última ocasión tuve la fortuna de poder fotografiarlo en compañía de una cría a la que sus progenitores estuvieron alimentando cada poco tiempo. Una verdadera maravilla poder observar esos momentos a escasos metros.
A lo largo de esas áreas subalpinas y alpinas podemos observar grandes formaciones rocosas de naturaleza fundamentalmente caliza, colindantes a extensas zonas de pastizales que se van alternando con zonas de matorral bajo. Unas condiciones idóneas para que muchas de esas aves nidifiquen en las grietas y huecos de las rocas y puedan aprovechar para alimentarse de los abundantes insectos que por allí habitan en esta época.
Por la experiencia de otros años, en esa primera quincena del mes de julio es relativamente fácil encontrar a varias de esas especies de paseriformes alpinas desarrollando la enorme y agotadora tarea de sacar adelante a su prole de volantones, lo cual supone vigilar constantemente a su mayor o menor número de componentes para evitar ser víctimas de predadores, mantenerlos adecuadamente alimentados para su correcto desarrollo y enseñarles a ser independientes y a no depender siempre de sus afanados padres.
A esas alturas de la temporada, es precisamente cuando los pollos ya van estando lo suficientemente desarrollados como para abandonar el nido e iniciar vuelos cortos de proximidad, pero eso sí, siempre dependiendo de los padres.
En este sentido es interesante reflexionar al respecto de que los ecosistemas de alta montaña son especialmente sensibles a ciertos factores ajenos a las escasas especies que en ellos habitan, como es el caso del clima. Es precisamente en esos ecosistemas en donde más prematuramente se puede detectar los efectos que el actual cambio climático está provocando en nuestro planeta.
Cambios que posiblemente puedan estar afectando a la fenología, distribución y tasas reproductivas de las poblaciones de paseriformes alpinos, que hasta ahora han sido poco estudiados en ellas, y que seguro tienen un considerable interés por estar presentes en ecosistemas especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático.
Entre otros, ha sido la propia organización WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza) la que ya advirtió hace años de que el calentamiento global supone una gran amenaza para el Gorrión alpino (Montifringilla nivalis) una de las diez especies con mayor riesgo de extinción a nivel mundial por la subida de las temperaturas.
A lo largo del siglo XX la temperatura media del planeta se ha incrementado 0,7ºC, lo que constituye tanto en términos de magnitud, como en tasa de cambio el mayor calentamiento en los últimos 1000 años (Fernández & Fernández, 2005). En Europa el incremento alcanza los 0,9ºC, siendo el noroeste de Rusia y la Península Ibérica las zonas que más se calentaron del continente (Fernández & Fernández, 2005). Se estima que en el próximo siglo la temperatura en Europa se puede elevar unos 3ºC (European Agency of Environment, 2004).
Cuento todo esto, con la esperanza que el anillamiento y seguimiento que se está llevando a cabo en esta emblemática especie alpina, sirva para poder demostrar que las áreas de alta montaña son especialmente apropiadas para la detección temprana de las señales del calentamiento global y los impactos que (entre otros) está ocasionando en la avifauna alpina, y que eso sirva para concienciarnos un poco más al respecto.
En cuanto a las características del Gorrión alpino (Montifringilla nivalis), recordar que es una passeriiforme bastante grande y alargada, que mide entre los 17 y los 19 cm de longitud, unos 38 cm de envergadura y que su peso puede llegar a los 40 gr, por lo que está considerado como el mayor de los gorriones que podemos observar en nuestro entorno. Existe un ligero dimorfismo sexual en esta especie.
Los machos durante la época reproductiva tienen el dorso de color pardo grisáceo con algunas estrías de color pardo más oscuro y el obispillo de color negro.
La cabeza y los laterales del cuello son de color gris algo azulado y tienen un llamativo babero negro con motas blancas que contrasta con el color blanco del pecho y de la parte ventral.
El pico es fuerte, corto, cónico y es de color negro con la base de la mandíbula inferior amarilla.
Los ojos son pequeños, de color pardo rojizo y con una delgada línea periocular de color blanco.
Al vuelo puede apreciarse claramente que tiene las alas largas, estrechas y puntiagudas, destacando por su parte superior, una llamativa y ancha franja blanca que las atraviesa (secundarias), contrastando con el resto del plumaje de las partes superiores de color pardo achocolatado (escapulares) y con el color pardo, casi negro, de las alas primarias.
(Imagen de archivo) |
(Imagen de archivo) |
En conjunto, cuando se les ve volar desde arriba, se ven de color blanco con una amplia zona negra en su extremo.
Por su parte, las patas son cortas y al igual que los pies, de color negro.
Los machos en invierno tienen los colores más claros y apagados asemejándose más a las hembras. El pico en esta época se torna a un color anaranjado-amarillento con el extremo ligeramente oscuro.
Las hembras en la época reproductiva tienen la cabeza más parduzca que los machos, la base del pico siempre clara y la zona negra del babero mucho menos extensa y muy poco marcada. Su colorido en general, es más apagado.
Los jóvenes son parecidos a los adultos en invierno pero con las partes inferiores algo más “sucias”. Al igual que ellos en esa época, tienen el pico de color anaranjado amarillento con el extremo ligeramente oscuro.
La actitud del Gorrión alpino es característica cuando se les ve posados en una roca o en un alto risco, llamando la atención la costumbre de estar muy erguido, como alarmado y sacudiendo la cola nerviosamente.
Debido a su colorido blanquecino y gris, cuando están posados y los vemos de frente, no son nada fáciles de observar ya que se mimetizan muy bien contra los roquedos calizos blanquecinos y grisáceos.
El Gorrión alpino se distribuye por los macizos montañosos más altos de toda Europa y de Asia, como la Cordillera Cantábrica, los Pirineos, los Alpes, los Balcanes, los Cárpatos, el Cáucaso y el Himalaya.
Distribución del gorrión alpino (Montifringilla nivalis) Fuente: HBW Alive |
Nuestro país representa el límite suroccidental de su distribución mundial y su distribución está fraccionada en dos núcleos. Uno ocupa el oriente y centro de los Pirineos, desde el este de Navarra hasta el oeste de Lleida, y el otro ocupa la cordillera Cantábrica desde la zona de Somiedo hasta el entorno de Peña Prieta y Curavacas, alcanzando las mayores concentraciones en el macizo de los Picos de Europa.
Su hábitat se encuentra en áreas alpinas y subalpinas calizas, en cotas superiores a 1.800 msnm, por encima del límite de los bosques, donde alternan roquedos y pastizales alpinos con zonas cubiertas por matorrales de pequeño porte.
Su alimentación en primavera y verano es a base de insectos y sus larvas, arácnidos, lombrices, frutos, semillas y algo de hierba.
Durante el invierno comen piñones y semillas así como los restos de comida que encuentran cerca de las zonas con presencia humana como son las estaciones de esquí, refugios de montaña y aparcamientos.
Como comenté anteriormente, en nuestro país son residentes habituales aunque en invierno realizan desplazamientos altitudinales descendiendo hasta cotas donde se encuentra el límite de las nieves para conseguir mejores oportunidades en los lugares donde la nieve no oculte su zona de alimentación.
En Europa presenta varias subespecies, de las cuales “M. nivalis” es la que cría en el sur del continente y la que se encuentra también en España.
Durante la época reproductiva van en parejas pero el resto del tiempo son gregarios. La época reproductiva va desde el mes de mayo al de junio, pudiendo realizar dos puestas por temporada.
La hembra construye en exclusiva el nido en las grietas y en los agujeros que hay en las rocas y en las paredes y tejados de las casas que se encuentran en la alta montaña. Para su elaboración emplea hierbas secas, musgo y hojas, después lo tapizan con pelos y plumas.
La puesta se compone de 3-6 huevos. La incubación dura aproximadamente 14 días. Las crías abandonan el nido con aproximadamente 20 días de edad pero siguen dependiendo de los padres durante unos días más.
En España se estima (Atlas de las Aves de España, 1998-2002) que su población es de 4.500-6.000 pp, con unos 3.000-4.000 pp. en los Pirineos y 1.500-2.000 pp. en la Cordillera Cantábrica (650-1.000 pp. Asturias; 500 pp. Castilla y León). La población europea se estima en unas 129.000-568.000 pp. (BirdLife International, 2015). En Asturias las mayores densidades se dan en los Picos de Europa.
Aunque la información al respecto del estado de conservación de el Gorrión alpino es insuficiente, se considera que esta especie (SEO Bird/Life) no sufre amenazas relevantes al estar casi toda su área de distribución amparada bajo algún tipo de protección y por ocupar siempre zonas de alta montaña. Sin embargo, tanto el calentamiento global (su mayor riesgo como vimos antes), como las actividades recreativas y la ampliación de áreas de pastoreo, podrían suponer un claro riesgo para esta especie.
En el caso especial de la Cordillera Cantábrica, donde se da la circunstancia de ser la población de esta especie que está situada a menor altitud, tendría limitado el desplazamiento a cotas superiores para compensar los cambios ambientales producidos por el calentamiento del clima, con el consiguiente riesgo de extinción (Fernández y Álvarez, 2005; Fernández y Fernández, 2005). Esta especie aparece incluida en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas en la categoría “De interés especial”.
Interesantísima entrada de un ave a la que todavía no he tenido la oportunidad de observar. Las fotos son espectaculares y la información que aportas sobre la especie de mucha utilidad para los que desconocemos casi todo sobre sus hábitos, problemas y distribución de la misma en el planeta. Enhorabuena José Ignacio y Saludos.
ResponderEliminarPreciosa entrada y muy curioso el que estén algunos anillados. Nunca la he podido ver. Un saludo.
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