Cuando me he dispuesto a escribir esta nueva entrada al blog, la primera decisión que he tenido que tomar ha sido la de poner un titular a la misma que fuera lo más representativo del contenido que en ella se va a tratar.
La verdad es que no me ha resultado nada fácil, ya que he estado dudando entre varias que me parecían suficientemente representativas, pero al final no he dudado en poner el de “La expresión de ternura personalizada en un pajarillo” y espero que cuando vayáis observando las fotografías que ahora comparto, me deis la razón.
Reconozco que tuve la
tentación de poner el titular de “Un acróbata pajarillo con la cola más larga
que el cuerpo” en el que se pusiera de manifiesto dos características muy
peculiares de este bello pajarillo, como son:
Su larga cola que sobrepasa la longitud de su escueto cuerpecillo y que hizo que algún gallego con gran acierto lo definiera como “o noso ferreiriño rabilongo”. Me encanta esa expresión. También apelan a ésa característica los nombres vernáculos en asturiano "Rabullargu", catalán “Mallerenga cuallarga”, en euskera “Buztanluzea”, e incluso su denominación en inglés como “Long-tailed tit”, en francés "mésange à longue queue, italiano "codibùgnolo", o portugués "chapim-rabilongo".
Y también, la gran habilidad que en todos sus movimientos pone de manifiesto este pajarillo llegando a desafiar la gravedad con mucha frecuencia.
Podría haber remarcado alguna otra característica de ésta especie, como por ejemplo es la de las dificultades a la que somete a cualquier fotógrafo para poder captar sus imágenes, dado su diminuto tamaño, su hiperactividad, así como los continuos desplazamientos que acostumbra a realizar entre el entramado de las pequeñas ramas de los árboles que se interponen continuamente entre el pajarillo y el visor de la cámara fotográfica. No quiero dejar de mencionar lo complicado que en ocasiones resulta su adecuado encuadre debido a su larga cola que con frecuencia aparece cortada en especial en las vistas laterales.
El caso es que al final me decidí por la rama sentimental y quise expresar los sentimientos que a mí me ha evocado este diminuto pajarillo cuando le he podido observar en la naturaleza y con más detenimiento en algunas fotografías que ahora comparto. En algún lugar he leído que la ternura es la expresión más serena, bella y firme del amor. o del cariño.
En toda la serie de fotografías que le he podido realizar, no sin dificultades, a éste pajarillo, ha habido tres acontecimientos que me han permitido obtener algunas fotografías con cierto detalle sin que el protagonista se estuviera moviendo o desplazando continuamente y que os paso a describir a continuación.
La primera de ellas, de la que me pude percatar tras los largos periodos de observación y seguimiento por el parque urbano por el que se desplazaba (Avilés. Asturias), fue el darme cuenta de que, dada su gran hiperactividad, cada cierto tiempo necesitaba descansar sin moverse durante un pequeño intervalo de tiempo. Un pequeño lapso de tiempo en el que además aprovechaba para beneficiarse de los escasos rayos de sol que se colaban entre las ramas de los árboles y que seguro le proporcionaban un pequeño aporte de calor.
En esas cortas pero repetitivas pausas llegaba incluso a echarse un nini sueño que, como os podréis imaginar, pude aprovechar para retratarle una y otra vez.
Otra circunstancia que me
llegaba a intrigar, era averiguar por qué una y otra vez los protagonistas de
ésta entrada volvían a posarse en una pequeña y endeble ramita de un árbol
concreto.
Visto desde lejos no podía comprende ese curioso comportamiento de volver siempre a una misma ramita en concreto.
Evidentemente, la duda la pude despejar en cuanto tuve la oportunidad de acercarme más al pajarillo. Acercamiento que me llegaba a sorprender que no le intimidase lo más mínimo ya que se encontraba bastante entretenido en otra importante tarea.
Me imagino que ya habréis averiguado
el motivo y que no era otro que, como podéis ver con detalle en las fotografías,
una gran colección de pulgones que estaban depositados en esa zona concreta de
la ramita del árbol y de los que cada cierto periodo de tiempo, se ponían morados
los buenos de los mitos.
El tercer acontecimiento que
tuve la fortuna de observar y fotografiar, fue el “ritual” que una pareja de
mitos llevaban a cabo para recolectar telas de araña con las que habitualmente tapizan sus
elaborados nidos.
Ayudándose uno al otro con los picos y las patas, iban desenredando las telas de araña y las depositaban en el interior de un hueco existente en el tronco de un gran árbol.
Una curiosa conducta que me dejó un tanto desconcertado pues sabido es que los mitos elaboran sus nidos en forma de bolsas entretejidas que cuelgan de las ramas de los árboles y no en el interior de huecos de árboles.
En sucesivos días no pude confirmar que estuvieran criando en ese concreto hueco del mencionado árbol, aunque si pude apreciar el depósito de telas de araña que quedaba en otro hueco contiguo.
En esta época del año es frecuente ver a estos diminutos pájaros formando pequeños grupos, recorriendo durante casi todos los días itinerarios muy fijos y moviéndose nerviosamente de las ramas de un árbol a las de otro, haciendo acrobacias y en ocasiones empezando ya (finales de febrero o primeros de marzo) la tarea de construir sus elaborados nidos. Hay que tener en cuenta que el Mito es uno de los pájaros que más madruga en la preparación del nido (fotografías tomadas el 23/02/2021) y que le llegan a dedicar de dos o tres semanas.
También quiero comentar en este punto las conclusiones que recientemente se han puesto de manifiesto en un estudio llevado a cabo en el noroeste de España (Ángel Hernández de la Universidad de Valladolid. 2002-2007) sobre el comportamiento de cría del Mito (Aegithalos caudatus) y que pudo verificar la existencia de la cría cooperativa, o comportamiento de ayuda, en el 60% de los nidos. El número final de ayudantes por nido fue entre uno y cuatro, habitualmente uno o dos.
Cuando hablamos del Mito estamos hablando de un ave paseriforme a la que en su día (tal vez debido a su supuesto parecido en el comportamiento) se le emparentó con los páridos verdaderos (carboneros, herrerillos), pero a la que actualmente se la clasifica en una familia distinta, la “Aegithalidae”, ya que posee características muy diferentes. Su género es el denominado “Aegithalos”, siendo su denominación científica completa la de: “Aegithalos caudatus”, cuya etimología proviene del término griego “Aegithalos”: paro o herrerillo, y del latino “caudatus-a-um”: de larga cola.
Su aspecto es de forma redondeada con un tamaño que viene a ser de unos 12-14 cm de longitud de los que más de la mitad, unos 7-9 cm, corresponden a su larga cola. Su envergadura puede alcanzar los 19 cm y su peso los 10 gramos. Su longevidad es de 2 a 3 años. No existe dimorfismo sexual en esta especie.
El pecho también es de ese color pero con tonos rosados y algunas pintas negruzcas.
Las plumas escapulares son de color pardo rojizo y los flancos, el obispillo y el vientre rosáceos.
La cabeza es blancuzca con una ancha franja negra que partiendo de la base de la mandíbula superior, recorre el lateral del píleo hasta llegar a la nuca.
La cara es de color blanco sucio con algunos tintes oscuros en las auriculares.
Las alas son cortas, redondeadas y muy oscuras con las primarias y secundarias marrones o negruzcas, éstas con bordes interiores blanquecinos y aquéllas con las plumas cobertoras negras.
El pico es muy corto, grueso y de color negro.
Los ojos son pequeños, con el iris de color marrón muy oscuro, casi negro, y están rodeados por un característico anillo periocular de color rosado.
La cola es muy larga y estrecha, mide unos 7-9 cm de longitud y tiene las rectrices centrales de color negro y las laterales de color blanco. A diferencia de los individuos jóvenes que luego veremos, en los adultos, el par central de plumas de la cola es de longitud similar a la del resto.
Las patas son cortas y de color negruzco.
Ambos sexos son similares e indistinguibles por el plumaje, sin embargo, los jóvenes se diferencian de los adultos fundamentalmente porque por la parte superior son de color pardo achocolatado y porque por la parte inferior son de color blanco sucio pero carecen de los tintes rosados que tienen los adultos.
También se diferencian en que tienen la frente y todo el lado de la cabeza oscuro y el par central de plumas de la cola con la mitad de longitud que el resto y la base del pico y el extremo de color amarillento y el resto de color negro.
En lo referente a su canto decir que en los continuos desplazamientos que realizan en pequeños grupos en la época otoñal e invernal, es frecuente oírlos emitir una especie de “srih-srih-srih” bastante sonoro y trisílabo que terminan con un reclamo brusco tipo “zerr” y que no se le puede llegar a considerar como canto.
Su forma de volar es
rebotante con cortas ondulaciones y desplazándose a las pequeñas ramitas de los
diferentes árboles de los bosques o jardines por donde suelen habitar,
agarrándose a ellas y en muchas ocasiones adoptando posturas acrobáticas, como
colgarse boca abajo. Todo ello realizado de una manera muy nerviosa, casi
eléctrica, lo cual dificulta notablemente el poderlos fotografiar
adecuadamente, ya que a la dificultad de tener un tamaño muy reducido, hay que
añadirle el problema que supone el hecho de que cuando te dispones a enfocar
entre las ramas y encuadrar adecuadamente, ya se han marchado a otra ramita
cercana. En fin, todo un completo ejercicio de fotografía de acción a pequeña
escala.
En nuestro país es bastante frecuente y se distribuye por casi todas las regiones, aunque con amplias ausencias llamativas en el interior de las depresiones fluviales del Duero y el Ebro, así como en las llanuras agrícolas en La Mancha de Cuenca y Albacete. Las mayores densidades se alcanzan en los bosques frondosos de Galicia y león. Son residentes habituales y sedentarios, aunque ocasionalmente, sobre todo en otoño e invierno, ante la escasez de alimentos, pueden realizar desplazamientos.
En la Península Ibérica se pueden encontrar dos subespecies distintas dependiendo de la zona geográfica en la que nos encontremos: la “Aegithalos caudatus taiti”, en la mitad norte y la “Aegithalos caudatus irbii”, en el centro y la mitad sur. Los “taiti” tienen extraordinariamente anchas las franjas negras de la cabeza, que a menudo les cubren los ojos y en conjunto, su plumaje es muy oscuro, contrastando mucho el color blanco del píleo. Por su parte, los “irbii” tiene la espalda gris mezclado con un ligero tono rosado y una estrecha banda negra en la parte superior de la espalda.
Su hábitat preferido se encuentra en los bosques caducifolios (robles) y mixtos con abundancia de matorrales y también en los encinares, alcornocales, pinares y grandes parques urbanos. No suelen sobrepasar los 1.700 m de altitud. Se les acostumbra a ver formando pequeños bandos muy ruidosos y con un carácter bastante confiado ante el observador.
Su alimentación es fundamentalmente insectívora, pero también picotean muchos brotes de arbustos y árboles frutales tratando de descubrir en su interior larvas y minúsculos insectos.
Con el pico levantan los líquenes y hongos de la corteza y picotean en el dorso de las hojas los pulgones, cochinillas de la humedad, ciempiés, arañas (muy a menudo), huevos de numerosos insectos y pequeñas semillas.
Su periodo de reproducción se inicia a primeros del mes de marzo y termina en el de mayo. Habitualmente hacen una sola puesta al año, aunque en algunas ocasiones pueden llegar a realizar una segunda puesta.
La construcción del nido es bastante elaborada y es llevada a cabo por ambos progenitores durante dos o tres semanas. Consiste en una estructura ovoidal cerrada y alargada, de unos 20 cm de largo y unos 10-15 cm de ancho, con un pequeño orificio en su parte superior, que ubican en las ramas de los árboles o arbustos.
Para su elaboración utilizan pelos de grandes mamíferos, telarañas y musgos. El interior lo tapizan con plumas y el exterior lo camuflan con musgos, líquenes y telas de araña, para así pasar totalmente inadvertido.
La puesta se compone de 7-12 huevos y la incubación dura dos semanas aproximadamente. Las crías abandonan el nido cuando tienen unos 14 días de edad.
Las principales amenazas para esta especie lo constituyen todas las alteraciones de las masas forestales en las que habitan, como son la tala, la fragmentación de los bosques y el establecimiento de plantaciones de pino, chopo o eucalipto. En el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, está considerada esta especie como “De interés especial”.
Impresionante como de costumbre la información y las fotografías que aportas en esta entrada dedicada a este pequeñin, al que creo que todos los que intentamos fotografiar aves, le tenemos un especial cariño, por un lado por lo difícil que nos lo pone cuando intentamos fotografiarlo y por otro por lo fotogénico y atractivo que resulta cuando conseguimos sacarlo despejado de los entramados de ramas y hojas en los que se mueve. Saludos José Ignacio
ResponderEliminarPues qué te puedo decir que no te li haya dicho en otras ocasiones. Que muchas gracias por tu amable comentario y que me alegro que te haya gustado. Es un verdadero placer poder fotografiar a ese pajarillo. Saludo.
EliminarMe encanta el mito. Es un pájaro fascinante. Ayer estuve viendo como recolectaban pequeñas plumas para tapizar el nido. Enhorabuena por la entrada. Un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegro mucho de coincidir contigo. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, fantástica información
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