domingo, 14 de abril de 2019

Unos días muy animados en el cabo Peñas (Parte 1)

La última semana del mes de marzo se dieron unas circunstancias climatológicas (vientos del E. y NO.) que favorecieron la sedimentación de numerosas aves en nuestras costas para hacer una parada y “fonda” en su periplo migratorio prenupcial, ya que esos vientos dificultaron su largo viaje a los lugares de reproducción habituales. 

Con esas circunstancias climatológicas, la visita a la zona de cabo Peñas acostumbra a estar animada y siempre te puedes encontrar con algún ave interesante e incluso de las consideradas como “rareza”.  En mi caso particular no se dio esa última circunstancia (la de la “rareza”), pero si la de encontrarme con varias que no acostumbran a ser muy habituales en ese hábitat y que siempre te alegran los momentos malos de permanecer estático en una zona concreta soportando las importantes rachas de viento y el frío. 

En esta primera entrada os presento un resumen de las fotografías que en los dos primeros días de los cuatro (24/25/26/28) de esa última semana de marzo, pude realizar situándome siempre en el mismo lugar y que hasta ahora no había tenido tiempo y oportunidad para revisarlas, editarlas y poderlas publicar. 

El lugar exacto de mi ubicación fue en una conocida charca que se forma tras los días de lluvia en la localidad de Coneo (Cabo Peñas-Asturias) y que es una zona bastante visitada por los aficionados al pajareo de muchos lugares de Asturias.





Las primeras sorpresas para mí se dieron el primer día (25/03) cuando nada más dar la curva de acceso pude observar como luchaba contra las fuertes rachas de viento una Garceta grande (Ardea alba), la cual tras ciclear durante un buen rato por encima de la charca, se tuvo que rendir y dejarse llevar por la dirección del viento que la desvió hacia la costa. 





Lógicamente en un principio, a simple vista y a distancia, pensé que se trataría de una Garceta común, mucho más frecuente en nuestro entorno, pero tras echar mano a los prismáticos enseguida me pude percatar que ese pico amarillento y los pies negros, son característicos de la mucho menos frecuente Garceta grande. 





No parece que esté siendo un mal año para observar por tierras asturianas a esta bella y elegante zancuda, ya que en mi caso concreto la he podido fotografiar en al menos tres lugares y fechas distintas que yo recuerde ahora (Gijón, Villaviciosa y Peñas), aunque seguro que otros aficionados la han podido observar en muchos más lugares de nuestra autonomía. 





Una vez que vi marchar a la Garceta grande, me pude centrar en la charca propiamente dicha y allí resaltaban sobre la lámina de agua la figura de tres ánades que enseguida pude identificar como un macho de Ánade rabudo (Anas acuta)  y dos hembra que le acompañaban de cerca. 





En el caso del macho, su singular y esbelta silueta y el diseño de las formas del color de su plumaje, le proporcionan una elegancia muy particular que le hace situarse en los primeros puestos del ranking de los más bellos y estilosos patos, y mira que los hay guapos. 





Lamentablemente, en este caso particular, no me atrevería a calificarle como lo hice en el párrafo anterior, ya que este ejemplar presentaba tanto el pecho como sus partes ventrales bastante “sucias” y de un color ocre cuyo origen desconozco y que afeaban bastante su figura. 





Esa “suciedad” era mucho más patente cuando le veíamos fuera del agua, caminando o descansando. Las diferencias las podéis apreciar mejor si comparáis alguna de la imágenes que en su día publique al dedicar una entrada a mi blog a este elegante y estiloso pato (enlace). 





Mucho mejor se puede apreciar ese colorido herrumbroso del pecho y partes ventrales en estas imágenes que me “regalo” este amable pato para que lo pudiera apreciar mejor. 





Cierto es que habitualmente la zona ventral más inferior, junto la parte negra final de debajo de la cola, la suelen tener de color algo cremoso, pero tanto y tan extendido hacia arriba yo no lo había visto. 





La belleza de las hembras también quedó más que patente, con su cabeza casi uniformemente parduzca, su cuello más largo y estrecho que les da un aspecto más esbelto, y su plumaje en tonos parduzcos y moteados de pardo oscuro y crema, muy similar al de las hembras de otras anátidas, pero no por ello menos bello. 





Y siempre, en ambos sexos, con su característica más llamativa que queda reflejada en su denominación común (Ánade rabudo), la cola en forma larga y puntiaguda por la mayor longitud (menor en ellas) que adquieren sus rectrices. 





Al igual que hacen los demás patos de superficie, para obtener su alimento de los fondos fangosos de lagunas y aguas someras, extienden su largo cuello bajo el agua y levantan la parte trasera, ayudándose con las patas.





En otras ocasiones, ni siquiera necesitaban estar flotando en el agua para poder capturar los invertebrados (insectos, larvas) o algas de los que habitualmente se nutren. 





Una maravilla poder apreciar cómo se alimentaban tranquilamente en esa pequeña charca, en compañía de las dos hembras, aunque eso sí, sin perder ojo de lo que merodeaba por los alrededores, por si las moscas…





Los ánades rabudos son aves migradoras que crían en el norte de Eurasia y Norteamérica y que pasan el invierno en el sur de Europa, África del Norte, Centroamérica y buena parte del Asia tropical y subtropical. 





En España, durante el periodo invernal, nos visita un contingente no muy elevado que se distribuyen sobre todo por las marismas del Guadalquivir, el delta del Ebro, algunas zonas húmedas de la costa levantina, la ría del Eo, así como determinados humedales del entorno de Doñana y del interior peninsular como son, Villafáfila (Zamora), la laguna de La Nava (Palencia), el pantano de Rosarito y la laguna El Oso (Ávila). Tan solo algunos individuos permanecen durante todo el año como residentes habituales en algunos humedales peninsulares, siendo las Marismas del Guadalquivir, Madrid y Alicante, los únicos enclaves donde se reproduce solo de manera esporádica. 





Al final el trió de ánades rabudos tuvo a bien posar para mí a modo de fotografía familia para que inmortalizara esa estancia en Asturias. 





La tercera sorpresa de ese primer día se encontraba mucho más escondida y reservada. Se trataba de una hembra de Cerceta carretona (Anas querquedula) que se encontraba separada del trío de rabudos y un tanto marginada del grupo en la periferia de la charca. 




Seguro que se unió a ellos en se viaje migratorio y que los vientos contrarios a la dirección de su vuelo, le hizo pararse a descansar y alimentarse con sus compañeros de viaje, aunque insisto, no parecía tener mucho “feeling” con el resto. 




En comparación con años anteriores, de momento no han sido muchas las apariciones de Cerceta carretona en nuestra región, por lo que fue toda una alegría verla allí. 




Su tamaño mucho menor (37-41 cm de longitud) en comparación con las hembras de Ánade rabudo (51-66 cm de longitud) se ponía claramente de manifiesto cuando es escasas ocasiones se unía a estas mientras se alimentaban. 




En la cabeza destaca una ancha línea facial marrón que atraviesa la cara e incluye al ojo dentro de ella y que está formada por una brida y una larga lista ocular. 




Por encima de esta línea facial hay una ceja ligeramente blanquecina. 




En las mejillas tienen una línea algo más oscura y en la base del pico presentan una mancha pálida.



Estas características junto con el color gris plomizo de las patas y pies, así como el color gris perla de su largo pico, también servían para diferenciarla de una hembra de Ánade real o azulón (Anas platyrhynchos) ( (50-60 cm de longitud) que se incorporó aterrizando de repente, al grupo de la charca.




También ese primer día, pude encontrarme allí con media docena de archibebes comunes (Tringa totanus) que no paraban de moverse de un lado a otro de la charca alimentándose de los pequeños invertebrados que habitan en la charca.




Su presencia allí exhibiendo sus coloridas patas y pico, así como su bello plumaje moteado, siempre alegra bastante y más si los puedes fotografiar, aunque sea a distancia. 




Al contrario de la tranquilidad de la que hacían gala los ánades, en el caso de los archibebes comunes, era todo actividad, desplazándose rápidamente de un lado para otro mientras se alimentaban y entrando en alguna pelea que otra entre ellos.




En los días sucesivos en los que estuve haciendo fotos allí, no solo se mantuvieron en la charca, sino que su número fue aumentando, día a día, hasta llegar el último día a un par de decenas de ejemplares aproximadamente, mostrando en todo momento mucha actividad y realizando ocasionalmente vuelos cortos en grupo alrededor de la charca, para volver a tomar tierra o agua, en una zona distinta de la misma. 




También se encontraba en la charca ese primer día (24/03) un Andarrios grande (Tringa ochropus) al que tan sólo pude fotografiar testimonialmente. 


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