martes, 28 de noviembre de 2017

Una entrada por siete reales y algo más. Pinzón Real. Fringilla montifringilla. Pimpím Rial.

Parece increíble que una pequeña parcela de terreno baldío, pueda dar tantas y tantas satisfacciones y permita pasar unas jornadas de pajareo tan distraídas, como las que he podido disfrutar en este mes de noviembre.




En mi primer contacto con la zona pude disfrutar de lo lindo fotografiando a decenas de escribanos palustres alimentándose compulsivamente de las abundantes semillas de las plantas gramíneas que allí se concentran. Fruto de ese multitudinario encuentro con los palustres, le dediqué una extensa entrada a esa espectacular especie que está pasando por una difícil situación, ya que según indican los últimos estudios realizados a esta especie, su población española (no tanto la europea) ha sufrido un muy importante declive en los últimos años.




Y qué decir de la sorpresa que me reservaba esa pequeña parcela, cuando pude descubrir entre los múltiples escribanos a todo un Escribano pigmeo. Un verdadero lujo de avistamiento que me temo va a ser difícil que pueda repetir y del que no quiero insistir con sus fotografías. 

Escribano palustre

Escribano palustre

Escribano palustre
Pero las satisfacciones de las que he podido disfrutar en esa pequeña zona, no acabaron ahí y hoy os quiero presentar otra de las agradables sorpresas que en los últimos días he podido encontrar en esa misma zona y que va a ser el protagonista principal de esta entrada. Me estoy refiriendo a la presencia de varios ejemplares juntos de Pinzón real, un pajarillo que para mí es uno de los más guapos que podemos encontrar en nuestro entorno.




Antes de entrar en materia y describir en profundidad a esta escasa especie, me gustaría poneros en situación. Me explico. Como mencioné en mis dos anteriores entradas, me estoy situando en una parcela de terreno baldío situado en la rasa costera de la localidad de Verdicio (Gozón. Asturias), de un tamaño aproximado a medio campo de fútbol, en cuyas proximidades se encuentran otras parcelas de rastrojos.




Ya nada más llegar a la zona, llama poderosamente la atención ver a distancia a un gran número de paseriformes formando diversos bandos que continuamente van entrando y saliendo de la zona, posándose de vez en cuando para alimentarse de semillas.




La mayoría lo hace en el interior de la vegetación y tan solo unos cuantos en la parte más alta, lo cual te permite identificar la mayoría de las distintas especies de paseriformes que lo componen. Con estas imágenes realizadas a una considerable distancia pretendo, de alguna manera, poneros en situación. 




El hecho de observar paseriformes en bandadas no es infrecuente, pero habitualmente se suelen dispersar en amplias extensiones de terreno, con lo cual poderlas fotografiar no es una tarea nada fácil, pues esas agrupaciones son sumamente inquietas y al mínimo estímulo de uno de sus componentes, todos en grupo inician el vuelo. 




En el caso que nos ocupa, los frecuentes desplazamientos en grupo eran frecuentes, pero los desplazamientos, dada la abundancia de comida en una zona muy delimitada, eran cortos, lo cual te daba unos escasos segundos para poderlos fotografiar antes de reiniciar el vuelo una vez más. 





Tras varias horas acumuladas de observación de la zona, pude definir claramente los dominios o preferencias de las distintas especies de aves que allí encontré. En la parcela principal de terreno con esas plantas gramíneas de alto porte, dominaban claramente los escribanos palustres, que junto con los pinzones vulgares y los verderones comunes, constituían el grueso del “pelotón”. Allí encontré a la gran sorpresa de la zona, el Escribano pigmeo e incluso un solitario y esquivo Ruiseñor pechiazul que a duras penas pude fotografiar.

Escribano palustre

Escribano palustre







Curiosamente, en una parcela de rastrojos vecina, se podían observar varios bandos de una mayoría aplastante de pardillos comunes, asociados en este caso, con un menor número de los vistosos y coloridos jilgueros. 




En la zona intermedia entre las anteriormente mencionadas parcelas, en la que crecen pequeños arbustos y matorrales, el dominio absoluto era de una abundante colonia de gorriones comunes que realizaban frecuentes incursiones a las dos parcelas lindantes, y que compartían territorio con las tarabillas comunes, los bisbitas, buitrones, chochines, petirrojos, e incluso con alguna curruca.




Pero para rematar la jugada y mantener la distracción de las horas que allí he permanecido en los últimos días, quedaba la “parcela aérea”, que alguna que otra sorpresa me volvió a dar, ya que sobrevolando esa misma zona pude ver y fotografiar a duras penas a: un pequeño bando de avefrías entrando desde el mar,




a la ya habitual en la zona, hembra de Aguilucho pálido, realizando sus habituales rondas en búsqueda de alimento,




y también con esos fines, a un Busardo ratonero que se cernía con frecuencia,




y a un Halcón peregrino realizando, de cuando en cuando, vuelos en picado que, a la vista de lo abultado del buche que lucía, no le debió ir nada mal.




Pero en esta entrada el verdadero protagonista quiero que sea el Pinzón real (“Fringilla montifringilla”) y lo primero que quiero destacar en ella, son las serias dificultades que tuve para poderle realizar las malas fotografías que de él hoy presento. Aun así, entiendo que merece la pena publicarlas, dado lo poco habitual que es para esta especie el entorno costero y el gran número de ellos que pude localizar. Cifra que me resulta muy difícil cuantificar, dado lo dispersos, inquietos y desconfiados que en todo momento se comportaron, pudiendo como mucho identificar y fotografiar juntos, a un pequeño grupeto de siete ejemplares que se desplazaban continuamente por la zona en compañía de sus familiares, los pinzones vulgares.




Identificarles a distancia era relativamente fácil dado su conspicuo colorido, pero la altura de las plantas y la gran distancia de seguridad que esta especie exige (son muy tímidos y desconfiados), hacían la tarea sumamente difícil. Además, un comportamiento habitual de ellos era que ante un potencial peligro, los primeros en levantar el vuelo eran ellos, y además, a diferencia de los pinzones vulgares y los escribanos palustres, que al poco rato volvían a la zona, estos se marchaban de la zona y no volvían hasta pasado un buen rato y siempre y cuando no vieran peligros potenciales en la zona. 




A la vista de las hermosas y buenas fotografías que recientemente he podido ver en blogs que habitualmente sigo (como por ej.: BirdingLeón, ¡Pinzones reales, ya llegó el frío! enlace), en los que aparecen estos bellos pájaros en las ramas desnudas de los árboles, me da un poco de reparo presentar estas, pero todo sea por lo testimonial de encontrarlos en una zona poco habitual para esta especie.




Digo esto porque el Pinzón real, durante la época reproductiva, acostumbra a tener su hábitat en los bosques boreales del norte de Europa y Asia, mientras que en España (otoño/invierno) se les suele observar más abundantemente en lugares de montaña de la mitad norte peninsular (pinares, hayedos o prados alpinos), donde incluso en ocasiones se les puede ver en gran número agrupándose en dormideros. También se les puede encontrar, en menor número y formando bandos mixtos, en zonas costeras, ocupando como en esta ocasión, zonas de barbechos, rastrojeras de maíz, dehesas, e incluso en parques y jardines.




A la vista de lo que he comentado anteriormente, no es de extrañar la denominación científica de esta especie de fringílido como “Fringilla montifringilla”, cuya etimología proviene del término latino “mons-ntis”: monte, montaña y “fringilla-ae”.




Tienen un tamaño relativamente pequeño, ligeramente mayor que el Pinzón vulgar, con unos 14-16 cm de longitud, una envergadura que pueden alcanzar los 24-26 cm y un peso que ronda los 28 gr. Su longevidad puede ser de hasta cinco años. Como a continuación veremos, en esta especie existe un claro dimorfismo sexual.




En el caso de los machos lucen su plumaje más llamativo en la época reproductiva (primavera/verano), en la que presentan la parte superior del dorso de color negro brillante que contrasta notablemente con el obispillo de color blanco.




Llama poderosamente la atención el color naranja pálido de la garganta y el pecho, así como de los flancos, aunque estos últimos presentan un moteado grande de color marrón.




Las partes inferiores, vientre y zona caudal, son de color blanco.




En cuanto a sus alas, decir que son cortas, anchas y que tienen también un color naranja pálido en la zona de los hombros. En las coberteras mayores destacan notablemente dos franjas, una blanca y otra negra. Por su parte las plumas primarias son de color pardo negruzco con los bordes amarillentos y presentan una estrecha franja blanca en su base. Por último, decir que las plumas secundarias son de color pardo negruzco con los bordes de color naranja pálido.




Muy llamativo también es el color negro brillante de la cabeza, que en situaciones de peligro, puede llegar a erizar las plumas de la parte anterior del píleo.




Su pico es cónico y puntiagudo, siendo en esta época de color negro.




Los ojos son pequeños, con el iris de color marrón oscuro y están rodeados de un fino anillo periocular de color negruzco.




La cola es larga, está ligeramente bifurcada y es de color de color pardo negruzco con los bordes de las plumas blanquecinos. Este es uno de los caracteres diferenciales con el Pinzón vulgar, el cual tiene las plumas externas de la cola blancas.




Las patas son medianamente largas y de color parduzco. 




En la época actual (otoño/invierno) los machos tienen el dorso de color parduzco con unos curiosos dibujos en forma de escamas de color marrón.




La cabeza en esta época se torna de un color pardo negruzco más pálido y además está moteada de color marrón.




A diferencia con la época reproductiva (color negro), en esta el pico se vuelve amarillento con la punta negruzca.




A diferencia de los machos, las hembras por la parte superior son de color pardo grisáceo oscuro y aspecto escamoso, ya que las plumas de la espalda están bordeadas de color blanquecino.




Tanto la garganta como el pecho son de color blanquecino con tintes anaranjados (mucho más pálido que el de los machos), al igual que los flancos que también tienen un moteado marrón pero de un tamaño más pequeño.




El píleo es de color pardo grisáceo y algo escamoso.




La cara es de color ocráceo con una zona grisácea en la parte inferior trasera que se extiende por la parte lateral y posterior del cuello.




El pico es de color pardo amarillento con la punta negruzca.




Las partes inferiores, vientre y zona caudal, son de color blanco. 




El Pinzón real se distribuye por el norte de Europa y de Asia. En invierno, dependiendo del clima, del éxito reproductor del año y de la disponibilidad de alimento, se extiende en mayor o menor número, por casi toda Europa, llegando hasta los países más meridionales e incluso el norte de África. 


En el caso del Pinzón real se han descrito ocasionalmente desplazamientos masivos (irrupciones) y en lugares bastante más al sur de su área de invernada normal, que al parecer tienen que ver no solo con la bondad climática de sus lugares de reproducción, sino también con la producción de semillas de los árboles. Al igual que ocurre en nuestro entorno con los manzanos, existen otros tipos de árboles productores de frutos o semillas, que tras un buen año de producción, pueden entrar en reposo y producir muy poco durante el año siguiente. Ese año las aves habrán tenido un gran éxito reproductor y, por tanto, habrá muchos ejemplares nuevos que deberán buscar alimento el año siguiente. Si los recursos escasean en el área de reproducción habitual, no les quedará más remedio que explorar otros territorios a los que se pueden dirigir e irrumpir en ellos en masa.




En nuestro país, aunque habitual, es una especie poco abundante que se ve mayormente durante el otoño/invierno, fundamentalmente en algunas zonas del norte (Norte de la Cordillera Cantábrica y en los Pirineos) y habitualmente formando bandos mixtos junto a otros fringílidos (pinzones vulgares, verderones serranos, lúganos, etc.). Su llegada suele ser entre los meses de octubre y noviembre, y desaparecen en febrero o marzo. 


Se alimentan de semillas, hayucos, frutas y bayas. Durante el verano también comen insectos y sus larvas. En invierno su alimento preferido son los hayucos, y por eso son más frecuentes en bosques de hayas, donde pueden registrarse bandos de miles o cientos de miles (irrupción).




Su periodo reproductivo abarca entre los meses de mayo y junio. Acostumbran a situar el nido en las ramas de los árboles (pinos, abedules o píceas) o arbustos, utilizando para su elaboración pajas y fibras vegetales que amoldan en forma de cuenco y que después lo tapizan con líquenes, musgos, pelos y alguna pluma. La puesta se compone de 4-9 huevos, habitualmente 6-7. La incubación, llevada a cabo sólo por la hembra, dura 12 días aproximadamente. Las crías abandonan el nido cuando tienen unos 15 días de edad.




El Pinzón real en España no es una especie muy frecuente y que presente especiales problemas de conservación. Al aparecer a menudo mezclada en bandos con otras especies de fringílidos podrían afectarle las mismas amenazas que al resto de congéneres. En el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas aparece como “De interés especial”.

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