Poder disfrutar de una sesión de pesca de un grupo de charranes patinegros es un verdadero deleite que te permite valorar la enorme habilidad de estas pequeñas aves cuando se disponen a pescar sus presas por las playas, costas, puertos o estuarios.
Si los sigues con detenimiento podrás comprobar como alcanzan una considerable altura (10-15 m) y tras inspeccionar la superficie marítima en búsqueda de bancos de peces, dando “pasadas” una y otra vez con la cabeza plegada hacia abajo, se ciernen un breve instante, para a continuación, y en muchas ocasiones realizando unas acrobáticas piruetas, lanzarse en picado plegando las alas y formando con el cuerpo una figura aerodinámica que penetra fácilmente en el agua, salvando de esta forma la dureza del golpe sobre la superficie marina.
Inmediatamente después de su impacto contra el agua, los podemos ver alzarse, no sin dificultades, desde la superficie marina, para remontar lo antes posible el vuelo, llevando, en el mejor de los casos, la recompensa de un pececillo en su gran pico, para, inmediatamente después, reiniciar un nuevo ciclo una y otra vez.
El Charrán patinegro (Thalasseus sandvicensis) es un ave de la familia “Sternidae” cuya taxonomía se encuentra en disputa, ya que mientras que algunos, a raíz de realizar diversos estudios de su ADN mitocondrial, lo incluyen en el género “Thalasseus”, otros lo mantienen en el género “Sterna”. El nombre del género deriva del término griego “Thalassa” (mar); y “sandvicensis” se refiere a Sandwich (Kent), la localidad donde el ornitólogo John Latham en 1787 lo describió científicamente por primera vez.
De lo que no he sido capaz, y la verdad es que me hubiese gustado, es de averiguar el origen o relación de su nombre común. Me refiero al término “charrán” que el DRAE recoge como un calificativo similar al de “pillo” o “tunante” y que también lo incluye el Diccionario General de la Lengua Asturiana, pero en este caso, con el equivalente a “charlatán”, “simple” o “atolondrado” o atribuible a una persona “que habla mucho y de cosas de poca importancia”.
En cualquier caso se trata de un género que incluye aves marinas de tamaño pequeño a mediano, siendo el Charrán patinegro un charrán de tamaño entre mediano y grande que alcanza casi el tamaño de una Gaviota reidora, aunque con patas mucho más cortas y un aspecto mucho más esbelto. Su tamaño supera a los también habituales en nuestro medio, Charrán común, Pagaza piconegra y por supuesto, al del Charrancito común.
A la hora de identificarlos es difícil de confundir con otras especies en su área de distribución, aunque como ya comenté en la entrada que dedique a la Pagaza piconegra (19/06/2015), tienen un cierto parecido con ella, pero la realidad es que como podéis leer en esa entrada, tanto por su aspecto, como por sus hábitos, son fáciles de diferenciar tanto de ella, como de los fumareles.
Miden aproximadamente entre 36-46 cm de longitud, con una envergadura que ronda entre los 86-105 cm. Su peso puede llegar a los 260 gr. No hay dimorfismo sexual en esta especie.
A la hora de identificarlos hay que tener en cuenta que por la parte superior tienen el dorso y las alas de color gris claro, salvo el obispillo y la cola que son totalmente blancos.
Tanto el cuello como el pecho y el vientre son de color blanco, aunque en realidad están ligeramente difuminadas de un color crema rosado.
En cuanto a la cabeza hay que diferenciar el aspecto que tiene en la época estival en la que presentan un capirote negro que ocupa la mitad superior de la cara, el píleo y la nuca, y que engloba totalmente al ojo. Además destaca la presencia en la nuca de unas plumas más largas a modo de cresta que erizan cuando está excitado. La mitad inferior de la cara es de color blanco.
Hacia mediados de junio la mayoría han comenzado la muda y es ya en agosto cuando podemos ver los primeros en paso migratorio por la costa cantábrica. Para entonces, ya casi todos visten el plumaje invernal en el que el capirote negro tiene algunas manchas blancas y solo ocupa la parte final del píleo, la mitad posterior de la cara y la nuca, mientras que la frente, la mitad anterior de la cara y el píleo son de color blanco.
Los ojos son de color negro y el pico es largo, puntiagudo y de color negro, excepto en la punta que es amarilla.
Las alas son estrechas, largas y puntiagudas; son de color gris claro pero durante el invierno las plumas primarias se oscurecen.
La cola no es demasiado larga y cuando está en reposo no sobrepasa la punta de las alas. Está marcadamente ahorquillada y es de color blanco.
Las patas son cortas, tienen los dedos palmeados y son de color negro.
Los jóvenes por la parte superior, incluidas las alas, tienen numerosas manchas marrones en forma de media luna que les confieren un aspecto escamoso.
El capirote de la cabeza no ocupa la parte anterior del píleo ni la frente.
El amarillo de la punta del pico apenas es visible.
Las plumas primarias de las alas son negruzcas y están orladas de blanco. También tienen la punta de las plumas de la cola oscuras.
Si vemos al Charrán patinegro en vuelo, podremos apreciar las alas largas y puntiagudas y la cola no muy larga y ahorquillada.
Su vuelo es potente, con batidos de ala profundos y regulares cuando se desplaza, y algo más errático mientras se alimenta, momento en el que realiza frecuentes giros y picados repentinos.
Vuelan incansablemente, acompañando la búsqueda de alimento con gritos roncos, ásperos y estridentes, tipo “kerrick” muy típico, chirriante y audible a distancia.
Están distribuidos por Europa, Asia, África, Norteamérica y Sudamérica. El área de cría del en Europa es relativamente pequeña, ocupando prácticamente todas las costas de Gran Bretaña, noroeste de Francia, Mar del Norte y parte del Báltico. La población más oriental dentro del ámbito europeo se centra en la costa ucraniana del Mar Negro.
En España sólo se reproducen regularmente en el delta del Ebro y en la albufera de Valencia. Durante los pasos migratorios su número aumenta y pueden observarse en todas las costas españolas, mientras que en invierno es escaso y se localiza principalmente en las Rías Bajas, costa de Huelva y delta del Ebro.
Todas las poblaciones son migradoras. Las poblaciones del norte y oeste de Europa emigran en otoño, rodeando el litoral europeo y africano, hasta llegar a sus estaciones de invierno en las costas atlánticas del oeste de África, aunque algunos individuos llegan hasta Sudáfrica e incluso cruzan hasta el Índico, mientras que otros penetran en el Mediterráneo. Por su parte, las aves del mar Negro invernan en las costas del centro y occidente del Mediterráneo.
Después de la cría, la especie efectúa una dispersión hacia zonas de alimentación favorables antes de iniciar la migración propiamente dicha, en septiembre y octubre. El regreso a las colonias de cría se produce entre febrero y mayo.
Durante la migración, los charranes se desplazan volando muy cerca de la costa donde establecen su hábitat, siendo habituales en los puertos y en los estuarios. Durante la época reproductiva crían en los mares interiores, marismas, salinas, albuferas y lagos de aguas salobres.
Las colonias de cría se sitúan en playas, dunas, islotes o marismas con nula o escasa vegetación, pero cerca de ella, en suelo arenoso o limoso y en las zonas más altas disponibles. Allí forma colonias densas, a menudo en compañía de otros charranes, gaviotas o limícolas, como el Charrán común, la Gaviota reidora, la Gaviota picofina o la Avoceta.
Su alimentación es casi exclusivamente (98%) de peces pequeños (9-15 cm). Ocasionalmente también comen gusanos marinos, gambas pequeñas e incluso alguna cría de los limícolas.
Obtienen su alimento en las playas, puertos, estuarios y en las aguas litorales, fundamentalmente coincidiendo con la pleamar (muy raro con marea baja) y sin sobrepasar los límites de la plataforma continental.
El periodo de reproducción abarca desde finales de abril y primeros de agosto. Se inicia con un cortejo nupcial muy llamativo en el que ambos sexos realizan vuelos acrobáticos hasta gran altura, seguidos de descensos repentinos planeando y acompañando estos vuelos con fuertes gritos. También realizan una danza circular en el suelo con los picos medio abiertos y es habitual ver a los machos ofrecer peces a las hembras como parte del cortejo.
Durante este periodo, su agresividad hacia los demás congéneres es grande, mostrándola adelantando el cuello y erizando las plumas de la nuca.
El Charrán patinegro es un ave sociable que para anidar se reúne en colonias muy numerosas, a veces de miles de individuos. Lo hacen frecuentemente cerca de otras especies más agresivas como otros charranes y las Gaviotas reidoras para así poder expulsar a los depredadores, aspecto este muy importante si tenemos en cuenta que el Charrán patinegro es poco combativo a la hora de defender sus nidos.
Construyen su nido en las dunas, en las marismas y en las playas arenosas o fangosas con poca vegetación, para ello escarban una pequeña depresión en el suelo a la cual recubren con materia vegetal. Con cierta frecuencia los nidos son cubiertos por subidas inesperadas de las mareas, echándose a perder numerosos huevos que pueden verse flotando entre las someras aguas.
La puesta se compone de uno o dos huevos que son incubados por ambos adultos durante unos 25 días aproximadamente.
Los pollos abandonan el nido a los pocos días de vida y permanecen cerca de él en la vegetación próxima, donde seguirán siendo atendidas por sus padres durante unos 24 días más. Alcanzan la madurez sexual a los cuatro años.
Los jóvenes charranes, una vez iniciados en el arte de la pesca, van derivando hacia el Sur acompañados siempre por los adultos, recorriendo costas y estuarios y posándose a descansar en playas, puertos y arenales y frecuentemente mezclados con gaviotas.
En cuanto a las amenazas que presenta esta especie, hay que destacar que en general, es una especie muy sensible a las molestias humanas en las colonias de cría, especialmente en la fase de asentamiento, y no son raros los casos de abandono masivo de aquellas.
Otros factores que afectan al charrán son la presencia de predadores en las colonias, la contaminación por compuestos químicos y la sobrepesca. Asimismo, en algunas zonas del oeste de África, el número de aves invernantes que se capturan llega a ser considerable.
Por último, hay que añadir, al igual que sucede con otras especies coloniales, el inconveniente de la extrema localización y concentración de las colonias, que pone en riesgo a una proporción mayor de individuos ante una posible catástrofe ambiental o la acción de depredadores, particularmente los introducidos por el hombre, como los perros o las ratas.
Se incluye en el Libro Rojo de las aves de España en la categoría de “Vulnerable” y aparece como “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.
Vaya fotones, tanto en los picados como los posados, que maravilla. Enhorabuena José Ignacio, un abrazo.
ResponderEliminarGracias Germán por tus halagos. Tu siempre tan amable. Saludos.
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