domingo, 13 de diciembre de 2015

Tomando el aperitivo en la Ría de Avilés. Somormujo lavanco (Podiceps cristatus). Somorguyu crestudu.

Aprovechando los días de buen tiempo que nos han acompañado durante los primeros días de diciembre en Asturias, una buena mañana de sol radiante decidí, cámara en mano, darme un paseo por la zona del puerto deportivo de la Ría de Avilés, que dicho sea de paso, lucía sus mejores galas y estaba francamente guapo.





Al poco rato de estar paseando por allí, pude divisar un ejemplar joven de Somormujo lavanco que nos acompaña estos días por aquí y que posiblemente esté disfrutando de sus primeras correrías tras emanciparse de sus padres y aprendiendo a valérselas por sí mismo.





Estaba sólo o, al menos, en esos momentos yo no encontré otros posibles familiares por la zona. Tan sólo y a cierta distancia pude ver a una hembra de Negrón común que también nos deleita estos días con su compañía.





Tal vez debido a la osadía propia de su juventud o a la pura y dura necesidad, el caso es que el bueno del Somormujo lavanco poco a poco se fue dirigiendo hacia la zona en la que yo me encontraba para, tal vez, demostrarme lo mucho que había aprendido de sus progenitores a la hora de sobrevivir y darme una auténtica demostración de las técnicas de pesca submarina, lo cual, como os podréis imaginar, me pareció un auténtico detalle por su parte.





Uno piensa cuando observa a estas increíbles aves intentándose alimentar en unas aguas como las de la Ría de Avilés, que debido a la suciedad de sus fondos e incluso de sus turbias aguas, la pesca submarina debe ser sumamente complicada, debido a la falta de visibilidad de las mismas, que te hace hasta dudar de que allí abajo pueda haber algo de vida que echarse al pico.





Pero cuál fue mi sorpresa, cuando pude observar cómo el Somormujo lavanco se auto propulsaba una y otra vez para iniciar el buceo, mientras yo podía divisar con suficiente claridad sus movimientos debajo del agua, con los que incesantemente buscaba algún ser vivo que mereciese la pena para alimentarse.





Esto venía a demostrar que el agua no está tan sucia como yo pensaba y que existen numerosos recursos para alimentar a aves como él.





Al ver el fruto de sus múltiples capturas, comprendí que si se acercaba a mí no era por otro motivo más que para poder buscar entre las rocas sumergidas de la orilla, el alimento que andaba especialmente buscando, unas nada despreciables gambas con un aspecto que como podréis comprobar en las fotografías no estaban nada mal para esa hora del aperitivo.





Ante la claridad de las aguas y la poca profundidad a la que necesitaba bucear para conseguir esos sabrosos crustáceos, quise intentar documentar fotográficamente esos momentos que ponían una y otra vez de manifiesto la tremenda habilidad que demostró tener para localizarlos y apresarlos.





En pocos minutos se pegó un festín de marisquito fresco que a más de uno le hubiese gustado pillar aprovechando que era la hora del aperitivo y la buena temperatura que hacía. Sus inmersiones venían a durar entre medio y un minuto, aunque, llegado el caso, según tengo entendido, pueden prolongarse hasta  los tres.





De vez en cuando alternaba las gambas con algún que otro pececillo despistado que se le ponía a tiro y que no dudó en capturar o incluso con alguna angula.





Me pareció increíble la rapidez, habilidad y eficacia de sus continuas inmersiones y observar cómo se adaptaba su plumaje al buceo, sacando el aire retenido entre él (disminuyendo la flotabilidad), para conseguir una figura aerodinámica debajo del agua, lo cual facilitaba su avance subacuático, como si de un “torpedo” se tratara y poder observar cómo rebuscaba entre los agujeros que había entre las rocas de la orilla.





También me pareció muy interesante ver la magnífica adaptación para el buceo de los dedos de sus patas que no están unidos por una membrana completa, sino que están lobulados, lo cual facilita notablemente su avance en el agua.






Además, sus patas están situadas en posición muy atrasada con respecto al cuerpo, lo que les permiten actuar como verdaderos impulsores del buceo, a modo de las aletas de bucear que utilizamos los humanos.





Es curioso pensar que unas aves como los Somormujos lavancos sean grandes buceadores pero que sus capacidades para volar o andar estén muy limitadas, es por ello, por lo que no suelen hacer grandes migraciones.





Cuando están nadando se asemejan a los patos, aunque se diferencian de ellos en que aparentan no tener cola. Además, el pico no es aplanado, sino más bien bastante puntiagudo.





Son aves que podemos considerar como estupendas buceadoras, sin embargo, fuera del agua son mucho menos ágiles, puesto que son pesadas y poco diestras. Para echar a volar tienen antes que correr sobre el agua para adquirir velocidad progresivamente. Su vuelo es recto, con batidas de ala rápidas. Es sumamente curioso verlas en tierra pues dan la impresión de que casi van arrastrándose, ya que sus patas son muy cortas y están casi pegadas al cuerpo.





Total que en unos pocos momentos pude fotografiar un aspecto, para mi novedoso, de esta bella especie, a la que ya he dedicado varias entradas en mi blog (12/06/2015, 15/06/2015 y 08/04/2015) y que aunque frecuente en nuestro ambiente, no por ello dejo de admirar por su belleza, elegancia y a partir de ahora, por su habilidad.





También me ha servido para valorar de mejor manera a nuestra hermosa ría y para ser optimista en cuanto a que en el futuro podamos contemplar a estas y a otras muchas más especies en todo su recorrido. Tal es el caso de un habitual en la zona, como es el caso del del Cormorán grande.





Al cual también pude fotografiar a los pocos minutos y no muy lejos de esa zona, apuntándose a lo del aperitivo, ya que en pocos minutos que le estuve observando, se zampó unas cuantas angulas recién pescadas. ¡Con el precio que alcanzan en estas fechas pre navideñas!





1 comentario:

  1. Preciosa serie, las de buceo son todo un lujo. Un fuerte abrazo José Ignacio.

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