Pues sí, hoy toca hablar de este bonito pajarillo que yo ya había visto fugazmente en alguna que otra ocasión, así como en algún que otro reportaje fotográfico y del que había leído muchas referencias de avistamientos, pero que hasta ahora, no había conseguido “afotarle” en condiciones como para poderle dedicar una entrada a mi blog y la verdad es que tenía verdaderas ganas de hacerlo.
Por lo que había podido leer aquí o allá, dicen que son unos pájaros más o menos confiados, poco huidizos y que se dejan fotografiar con cierta facilidad. Desde luego, mi experiencia no ha sido para nada esa, pues ni me resulto nada fácil encontrarles, ni poderles fotografiar con cierta facilidad, ya que continuamente se refugiaban en lo profundo de los arbustos y/o matorrales que tenían a mano o huían al arbolado cercano, donde era prácticamente imposible encontrarles para fotografiarles.
Como siempre comento en mis entradas, en esto del "pajareo", la perseverancia es importante y tras varios días de pequeños intentos y de tener más o menos localizada su área de influencia, conseguí fotografiarles más o menos bien. Esto tal vez fue posible, porque terminamos haciéndonos amigos y prueba de ello es que me dedicaron unas interesantes “posturitas” que ahora, cada vez que veo las fotos, me vienen a la memoria el lugar y momento en que fueron tomadas.
Pues bien sin más preludio, os presento al denominado en Asturias como el Temblarrabos, en referencia a ese movimiento nervioso de la cola, o más comúnmente conocido como Colirrojo real (Phoenicurus phoenicurus), una especie de ave paseriforme de la familia Turdidae y género Phoenicurus, con unas dimensioenes que rondan los 14 cm de longitud, una envergadura que puede alcanzar los 22-24 cm y un peso que puede llegar a los 18 gr. Tienen una longevidad de hasta cinco años. En esta especie existe un claro dimorfismo sexual.
La característica común de ambos sexos es, como claramente dice su nombre, el tener una llamativa cola rojiza o más bien, rojiza-anaranjada.
Los machos en época estival tienen el dorso de color grisáceo, excepto el obispillo que es de color castaño rojizo.
El píleo es de color gris ceniza y en la cara tienen una gran mancha negra, a modo de máscara, que la abarca casi totalmente, incluyendo dentro de ella a los ojos y que tiene continuidad en la garganta y se extiende a los lados del cuello. Por encima de esa máscara negra tienen, en la zona de la frente, una característica franja de color blanco que contrasta con el negro.
Los flancos, el pecho y la zona caudal son de color naranja rojizo brillante y el vientre y la parte central del pecho, blanquecinos.
Las plumas primarias y secundarias de las alas son de color negruzco con los bordes castaños.
Tienen un pico corto, fino y puntiagudo de color negro, excepto en la zona de la comisura que es amarillenta.
Los ojos son de color pardo oscuro y están rodeados de un fino anillo periocular de color grisáceo blanquecino.
La cola es larga, de color rojizo anaranjado, salvo las plumas centrales que son de color pardo negruzco.
Las patas son de color negro.
Durante el otoño e invierno el color naranja rojizo del pecho y de los flancos se vuelve más pálido y menos brillante.
Tienen el color gris del dorso y el de la cabeza salpicado de puntos pardos.
El color negro de la cara y el de la garganta presenta un moteado blanquecino.
En la base del cuello, entre el negro de la garganta y el color rojizo del pecho hay una franja, a modo de collar, de color gris ceniza.
Las hembras presentan dos fenologías: la clara y la oscura, siendo ésta última, la más frecuente en el norte de la Península Ibérica.
Las hembras de la “variedad clara”, tienen una coloración notablemente más apagada con las partes superiores pardo grisáceas claras, excepto el obispillo que es de color castaño rojizo.
El vientre y los flancos varían desde el color crema blancuzco de la garganta, hasta el anaranjado del pecho y los flancos que tienen una intensidad que varía en intensidad de unas hembras a otras.
Algunas tienen un punteado negro en la parte baja del pecho.
Los ojos son de color marrón oscuro y están rodeados de un fino anillo periocular blanquecino.
Las patas son de color pardo oscuro.
Las hembras de la “variedad oscura” por la parte superior son de color gris, lo mismo que el píleo, las plumas coberteras de las alas y los lados del cuello.
Tienen la frente blanca y una mancha negruzca en la zona de las auriculares.
Presentan una mancha de color grisáceo, a modo de babero, que abarca el mentón y la garganta.
El pico es de color negro.
Las patas son de color negro.
Los jóvenes por la parte superior son de color marrón con motas de color beige, excepto el obispillo que es de color castaño rojizo menos intenso que el de los adultos.
Por la parte inferior son de color crema blanquecino con finas ondulaciones marrones debido al color más oscuro que tienen las plumas en su extremo.
Además de las principales características anatómicas que acabamos de describir con detalle, a la hora de intentar reconocer a este pájaro, sobre todo a distancias largas, una ayuda interesante es escuchar su característico canto y observar la costumbre que tiene este pájaro (tanto el macho, como la hembra) de agitar insistentemente la cola cuando está posado (“Temblarrabos”).
El canto del Colirrojo real, como podéis comprobar en el enlace que adjunto, es bastante agradable, melodioso y en él se pueden diferenciar claramente dos fases; una primera, corta y ascendente, que se continua, sin descanso, con otra más larga y, alternando con estas, algunos trinos suaves.
El Colirrojo real es migrante transahariano que cría en Europa, África (Magreb) y centro de Asia. Inverna en el África subsahariana (Sahel), Arabia y, en bajo número, en el sur peninsular (Mediterráneo) y en las costas atlánticas. En los últimos quince años la población europea de esta especie ha sufrido un drástico descenso.
En España se distribuye de forma muy fragmentada, faltando en las Islas Baleares y Canarias. Al parecer, hasta ahora se consideraba que el núcleo principal correspondía a la vertiente subcantábrica de Castilla-León y Alava, así como al centro y oriente asturiano y Sistema Ibérico norte entre Burgos, La Rioja y Soria, sin embargo, en los últimos años ha habido una variación sustancial de este panorama (Carrascal, L. & Palomino, D., 2008), considerándose a Andalucía el principal contingente poblacional con cerca del 45 % de la población y a Castilla-León en segundo lugar con algo más del 22%. Existen, además, otros núcleos menores.
Teniendo en cuenta que estamos hablando de un ave migradora, las mejores fechas para poderlos observar en nuestro país es en el verano y durante los pasos migratorios. El paso prenupcial tiene lugar desde finales de marzo hasta principios de junio, con máximos en abril, mientras que el posnupcial va desde finales de agosto hasta primeros de noviembre, con picos en septiembre y octubre.
Sus hábitats preferidos son los bosques añosos (robles, hayas, encinas…, también coníferas) en áreas de media montaña (800-1.200 m) y con espacios y claros para poder capturar insectos. En época de migración o de cría, los podemos encontrar también en otros hábitats más urbanos, como parques o jardines arbolados de ciudades o en terrenos abiertos sin árboles, pero siempre, donde existan huecos donde construir sus nidos (muros de piedra de aldeas, casas de campo, canteras, etc.) y a los que vuelve año tras año con una fidelidad asombrosa.
Su alimentación es fundamentalmente a base de insectos (lepidópteros, coleópteros) y sus larvas, así como arácnidos y gusanos que complementan en época de migración (final del verano y en otoño) con bayas y pequeños frutos.
Es habitual ver al Colirrojo real saltar repetidamente de rama en rama o sobre los muy diversos posaderos situados al descubierto, lanzándose o cerniéndose en el aire para capturar insectos voladores o para coger o capturar su alimento del suelo.
Acostumbra a posarse al descubierto en el extremo de postes, alambradas, cables de conducción eléctrica, ramas de árboles tanto secos como con hojas, tejados, muros, rocas, etc.
El periodo de reproducción de esta especie, abarca los meses de abril-julio, pudiendo realizar dos puestas al año.
La hembra suele encargarse de la construcción de un nido con forma de cuenco a base de hojas, hierbas y musgo, tapizado con pelos y plumas, que sitúan normalmente en los huecos de los árboles o de muros, en taludes o entre las raíces y ramas de arbustos e incluso en cajas nido.
La puesta se compone de 3-10 huevos. La incubación, a cargo de la madre, dura unos 14 días aproximadamente. Los pollos son alimentados por ambos progenitores y las crías abandonan el nido cuando tienen unos 14-16 días de edad, independizándose a las dos semanas de abandonar el nido.
El Colirrojo real ha sufrido un fuerte declive poblacional en Europa en los últimos 30-40 años, relacionado con las adversas condiciones ambientales en las áreas de invernada africanas, principalmente las sequías de los años setenta a noventa, junto al empleo abusivo de plaguicidas a los que es muy sensible.
Actualmente la población europea se mantendría en unos niveles estables pero muy bajos respecto a los de mediados del siglo XX. La tendencia descrita por el Programa Paneuropeo de Seguimiento de Aves Comunes desde 1990 es de estabilidad o ligero incremento.
En España, en las últimas décadas, también padeció un serio y continuo declive, pero afortunadamente, en la actualidad, parece estar recuperándose débilmente, pero siempre con la amenaza de verse afectada por la alteración de los medios forestales como consecuencia del empleo abusivo de plaguicidas, la eliminación del arbolado viejo, las repoblaciones con especies exóticas, etc. Está considerada como “Vulnerable” en el Libro Rojo de las aves de España (2004) y aparece como “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.
Yo no he conseguido hacerles una foto decente aún, espero que llegue el día, jeje. Bonita serie José Ignacio, me ha gustado mucho, un abrazo.
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