miércoles, 6 de diciembre de 2023

Un sorprendente y entrañable encuentro. Búho campestre (Asio flammeus).

A media mañana del pasado domingo 03 de diciembre de 2023 coincidimos en la zona costera de Moniello (Gozón. Asturias), un pequeño grupo de aficionados al pajareo que, con nuestros prismáticos y equipos fotográficos, andábamos intentando localizar y fotografiar, entre otras aves, a una de las “estrellas” que desde hace ya unos cuantos días se deja ver por esa zona, me refiero al Escribano nival (Plectrophenax nivalis).



Fue una mañana fría con chubascos frecuentes que a media mañana nos dio una pequeña tregua que aprovechamos para charlar animadamente de temas pajariles mientras esperábamos la aparición del Escribano nival por la zona por la que acostumbra a aparecer. Mientras tanto, también pudimos ver aparecer sobrevolando por el litoral costero a diversos ejemplares de gaviotas habituales por la zona.



En un momento dado quise recordar al grupo que hacía aproximadamente dos años, en esa misma localización, mi colega y gran fotógrafo Ramón de Maroto tuvo la fortuna y la gran habilidad de fotografiar volando a un joven ejemplar de hembra Búho nival (Bubo scandiacus). Se trataba de la segunda cita de esta especie registrada en España a la que días después se añadió un ejemplar macho por la zona del cabo Peñas. Fue una experiencia ornitológica muy emocionante que jamás podría haber imaginado y que difícilmente podremos olvidar la mayoría de los aficionados al pajareo de Asturias y de otros muchos lugares de España que acudieron a verlos.

Macho
Hembra
Pues bien, a modo de chascarrillo y al ver aproximarse frontalmente hacia nuestra posición a un ave que inicialmente pensé que se trataba de una de las gaviotas patiamarillas habituales por la zona, comenté al grupo algo así como “por allí viene volando hacia nosotros otro Búho nival”. Tan solo unos segundos después, otro colega y buen aficionado a la observación y fotografía de aves, levantó la voz diciendo ¡es un Buhó campestre!”, ¡es un Buhó campestre!”.



Venía bordeando el litoral costero en dirección al Este y se aproximaba a nuestra posición frontalmente, hasta que, a escasos 5-10 metros, se posó en una pequeña roca. Como podréis comprender, las pulsaciones de los allí presentes se aceleraron notablemente.



Permaneció allí, en esa posición tan próxima a nosotros, tan solo unos instantes, con lo que a la mayor parte de los cinco fotógrafos que allí estábamos, no nos dio tiempo de poderle enfocar y fotografiar y, lógicamente, despotricábamos por la oportunidad perdida.



Pero, afortunadamente, decidió desplazarse volando tan sólo unos metros para volver a posarse una zona rocosa cercana donde permaneció unos segundos más, lo que ya nos permitió poderle enfocar y fotografiar posado.



Un poco más tarde, el bueno del búho tuvo la deferencia de dar unas cuantas vueltas sobrevolando la zona en la que nos encontrábamos para, posteriormente, alejarse bordeando la costa hacia el Este donde le perdimos de vista.



Evidentemente, esas vueltas sobrevolando por nuestra posición nos permitieron poderle fotografiar en vuelo, con lo cual nuestras frustraciones iniciales por no poderle fotografiar, se pudieron compensar.



Ahora tan sólo faltaba el poder comprobar inmediatamente si las fotografías que le habíamos realizado merecían la pena o, como multitud de veces nos ocurre, estaban mal enfocadas o con los parámetros de la cámara inadecuados, con lo que esos increíbles momentos no los podríamos inmortalizar para poderlos recordar más adelante.



Como podréis imaginar, había opiniones encontradas al respecto. Desde algún fotógrafo que había conseguido verdaderos fotones, hasta el supuestamente frustrado que decía no haber conseguido realizar ninguna fotografía de manera medianamente aceptable, pero que más tarde nos sorprende a todos con alguna que otra fotografía preciosa.



En mi caso concreto, quedé más que satisfecho con el resultado obtenido y que ahora comparto con vosotros, pero sobre todo con la experiencia vivida en ese nuevo e inesperado encuentro con ésta preciosa ave rapaz por la qué desde siempre he tenido una gran predilección.



El Búho campestre (Asio flammeus) que en un primer momento se le denominó como Lechuza campestre, es, al igual que el Mochuelo europeo (Athene noctua), una rapaz nocturna a la que también podemos observar en las horas más crepusculares del día. Pertenece a la Familia “Strigidae” y al Género “Asio” y miden entre 34-42 cm de longitud, pudiendo llegar a tener hasta 1 m de envergadura. Su peso puede alcanzar los 450 gr. Se estima que tienen una longevidad: de entre los 10-15 años.


En ésta especie no existe un claro dimorfismo sexual, aunque las hembras generalmente son algo más grandes que los machos y en líneas generales (no siempre) existen pequeñas diferencias en el color especialmente en las partes inferiores y las calzas (más claras en los machos), en su estriado (más manchadas y con un mayor barreado y más estrecho en las hembras) y en el barrado de las plumas externas de la cola (más numeroso en las hembras). Los jóvenes, por su parte, presentan en general tonos más oscuros.


Su denominación científica "Asio flammeus" proviene del término latino "Asio" que fue utilizado por Plinio para designar a un búho "orejudo" y del también término latino "flammeus" que significa "llameante" en relación con el color de su plumaje.


Tienen el dorso pardo rojizo o pardo amarillento con abundante moteado longitudinal de color marrón oscuro y negro que alterna con otro de color blanco (leonado) y que le hacen, como en otras rapaces nocturnas, ser sumamente críptico.


Por la parte inferior son de color ocráceo con un tupido barrado vertical pardo oscuro en la zona del pecho mientras que el vientre es de color blanquecino con algunas delgadas líneas verticales marrones oscuras.


Las alas son largas, estrechas y redondeadas en su extremo, además tienen una franja alar de color crema. Las puntas de las plumas primarias son de color negro.


Presentan una gran cabeza, muy redonda y desproporcionada para el tamaño del ave. En su parte superior (frente) tienen unas formaciones de plumas de color negruzco con los bordes marrones o blancos que se denominan “orejas" y que suelen estar recogidas (no visibles), salvo cuando están en situación de alerta. Esas "orejas" son bastante más pequeñas que las del Búho real y que las del Búho chico y además se encuentran en una posición menos lateral que en esas otras dos especies.


Los adultos tienen un marcado disco facial grande y redondeado, de color pardo o blanquecino orlado de color blanco. En la cara tienen un plumón blanco que traza un dibujo entre ambos ojos en forma de una “V” bastante abierta cuyo vértice está encima de la base del pico y cuyos brazos se continúan por encima de los ojos, además también tienen unas plumas finas y cortas de color blanco a modo de bigotes.


Los ojos son medianamente grandes, tienen el iris de color amarillo intenso, están dispuestos frontalmente y están rodeados de un halo negro (antifaz) que le dan un aspecto ligeramente “enmascarado”.


El pico es corto y puntiagudo, está curvado hacia abajo con forma de gancho y es de color negro.


La cola es relativamente corta, ligeramente acuñada, y destaca en el dorso un marcado barrado oscuro a modo de flechas sobre un fondo ocre, siendo por debajo de color blanco sucio.


Los tarsos y patas están cubiertas de unas plumas de color pálido que llegan hasta los dedos y están provistas de unas garras que acaban en unas uñas grandes y afiladas de color negro.


En vuelo, el Búho campestre luce unas alas largas, muy claras en su parte inferior, donde resalta una característica mancha negra en forma de coma en la zona carpal. Las puntas de las plumas primarias son negras y tiene cola corta y llamativamente barrada. También es característico de esta especie (a diferencia con el Búho chico) un borde blanquecino a lo largo de toda la parte posterior de sus alas.


Su vuelo es potente y directo, con batidos de ala lentos y profundos.


Cuando caza el vuelo es muy ondulante, alternando batidos de alas frecuentes con planeos con las alas planas o ligeramente en “V” con las puntas hacia adelante.


Con sus ojos es capaz de ver en la oscuridad a topillos, ratones o pajarillos para poder capturarlos, aunque también los localizan por el oído mientras vuelan. Caza tanto desde posaderos como batiendo el terreno a baja altura en un vuelo silencioso y corto y lanzándose en picado cuando localizan a su presa.


Se trata de una especie de amplia distribución mundial que se reproduce en latitudes más bien frías, por lo que ocupa la mitad septentrional de Norteamérica, la mitad meridional de Sudamérica, gran parte de Asia y casi toda Europa. Durante la invernada, sin embargo, se extiende por amplias regiones de las latitudes templadas y cálidas del planeta. Se reconocen 10 subespecies.


En España se encuentra la subespecie “flammeus”. Hasta hace un par de décadas, la presencia del Búho campestre en nuestro territorio se circunscribía a la época invernal, si bien existían algunas citas dispersas de reproducción en diferentes lugares del país. Desde comienzos de los años noventa, se ha establecido un contingente reproductor en diversas regiones, como Aragón, La Rioja, Castilla-La Mancha, Madrid, Extremadura y Castilla y León. Con todo, su población resulta muy fluctuante y de carácter nómada, en respuesta básicamente a las explosiones demográficas de los topillos del género “Microtus”, que constituyen, como ya mencionamos antes, su presa principal.


El área de reproducción más estable dentro de nuestro país se localiza en Tierra de Campos, en las provincias de Valladolid, León, Zamora y Palencia. Durante la invernada, España es lugar de destino de numerosos ejemplares norte y centroeuropeos, que se instalan en ambas mesetas, el litoral levantino y andaluz, el valle del Ebro y la franja cantábrica, así como en Baleares y Canarias.


Tienen un carácter viajero y nómada. Los búhos campestres europeos invernan en latitudes templadas del sur del continente o cruzan el estrecho de Gibraltar para pasar el invierno en África.



Los primeros ejemplares procedentes de fuera de nuestro territorio aparecen a finales del mes de septiembre y, a lo largo del otoño, va llegando el grueso de los efectivos. A partir de marzo, los individuos del centro y norte de Europa retornan a sus territorios de cría.


Su hábitat suele estar en áreas abiertas y despejadas sin arbolado o con árboles y matorrales dispersos, como áreas cultivadas, pastizales o brezales. En nuestro país alcanza las máximas densidades en cultivos de cereal, barbechos y rastrojeras. En invierno suelen agruparse en dormideros.



Aunque está considerada como el ave rapaz nocturna con hábitos más diurnos, tune la oportunidad de observarle echándose algún sueñecito que otro.



Las poblaciones reproductoras de este búho han experimentado un considerable aumento en nuestro país como consecuencia, sobre todo, de las explosiones demográficas del Topillo campesino (Microtus arvalis) y de otros roedores pequeños y medianos. Ocasionalmente pueden capturar pequeñas aves, reptiles e insectos de cierto tamaño, como escarabajos o saltamontes.



El periodo reproductor habitualmente comienza en abril y se prolonga hasta finales de agosto. El nido se instala directamente sobre una ligera depresión del suelo, por lo general al abrigo de algún matorral, herbazal o junquera. La puesta, de cuatro a ocho huevos, es incubada por la hembra durante 24-29 días. Ocasionalmente se han registrado puestas muy numerosas, de hasta 16 huevos, probablemente debidas a casos de poligamia.



En ocasiones, si el alimento lo permite, se producen segundas puestas. A los 15 días, los pequeños búhos se desplazan activamente por las inmediaciones del nido, y cuando cuentan con 25 días de edad ya son capaces de volar. Pocas semanas después, los jóvenes pueden independizarse de la tutela paterna. Cuando están criando pueden atraer a los depredadores sobre sí simulando tener un ala rota para así proteger el nido.



Los problemas de conservación del Búho campestre son similares a los de otras aves ligadas a las grandes extensiones agrícolas de secano. Entre las principales amenazas cabe citar la pérdida de hábitat como consecuencia de las transformaciones agrarias, el empleo de productos tóxicos (raticidas, plaguicidas…), la mortalidad por disparo, los atropellos y los accidentes en tendidos eléctricos. Por otro lado, la expuesta ubicación de los nidos hace muy vulnerables a los pollos y huevos frente a las actividades agrícolas y los depredadores (perros, gatos, zorros, etc.).



En nuestro país esta especie está incluida en la categoría de “Casi amenazada” en el Libro Rojo de las aves de España y aparece como “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.

2 comentarios:

  1. Excelente trabajo y gracias por la referencia del búho nival. Un abrazo

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  2. Buenas, buenas fotos. Realmente un encuentro corto pero intenso, como reza el dicho, lo bueno si breve dos veces bueno.

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