lunes, 31 de enero de 2022

Aves en el Invierno de la ría de Villaviciosa (Asturias). Parte 2. Garza real (Ardea cinérea), Avefría Europea (Vanellus vanellus), Garcilla bueyera (Bubulcus ibis), Alcaudón real (Lanius meridionalis), Ruiseñor pechiazul (Luscinia svecica).

Entre las diversas especies de aves que he podido fotografiar a lo largo del periodo invernal que llevamos de éste año 2022 en el entorno de la ría de Villaviciosa, y sobre todo, en la senda peatonal que une El Salín con El Cierrón, tengo que destacar a la que en anteriores ocasiones he denominado “la majestuosa dama gris”, me estoy refiriendo a la Garza real (Ardea cinérea).




Al igual que ha ocurrido con otras aves zancudas como las que publiqué en la anterior entrada (Espátula común, Garceta grande), durante esos días varios ejemplares de esta gran ave zancuda permanecieron en las charcas de la zona a escasos metros de los viandantes mostrándose bastante confiadas, lo que nos permitió poderles tomar un buen puñado de fotografías.




La he podido fotografiar tanto en reposo en lo alto de una estaca disfrutando del tibio calor del sol que acompañó a esos fríos días…




… como adoptando unas curiosas posturas mientras se acicalaba su bello plumaje.




También tuve la fortuna de poderla fotografiar adoptando algunas posturas un tanto peculiares y fotogénicas en las que se puede apreciar su bello plumaje y, sobre todo, su gran envergadura.




La Garza real (Ardea cinérea) perteneciente a la orden de las “Pelecaniformes” (antes se clasificaban dentro del orden “Ciconiiformes”), familia “Ardeidae”, genero “Ardea”, es un ave zancuda de gran tamaño, siendo la mayor de las “ardeidas” que frecuentan nuestro país. Tiene una longitud aproximada de entre los 84-102 cm. Su envergadura ronda entre los 155-175 cm y su peso puede alcanzar los 2 Kg. Apenas existe dimorfismo sexual en esta especie.




La Garza real más vieja registrada tenía treinta y tres años, pero la esperanza de vida media de las garzas silvestres es de unos cinco años. Solo un tercio de los juveniles sobrevive para llegar a su segundo año de vida, siendo muchas víctimas de los depredadores.




En comparación con su congénere la Garza imperial (Ardea purpurea) es más grande y de unas tonalidades en general más claras que permiten diferenciarla fácilmente, tanto en reposo, como en vuelo. Aspecto este que viene perfectamente reflejado en el significado etimológico de su denominación científica: “cinera” = cinéreo, ceniciento, de color ceniza (cinis-eris: ceniza + sufijo –eus-ea-eum).




Impresiona ver las diferencias en su aspecto físico cuando permanecen con el cuello erguido en su totalidad y cuando lo recogen.




También pude deleitarme fotografiándola mientras se producían distintos reflejos en el agua.




Sus idas y venidas enfrentándose en más de una ocasión a las garcetas comunes que se movían por el entorno, nos permitieron a los allí presentes realizarles unas bellas fotografías en vuelo y a muy poca distancia.




Cuando vuelan adoptan la postura característica de las garzas, con el cuello encogido en forma de “S” y las patas estiradas sobresaliendo por detrás de la cola. Su vuelo es lento, con profundos batidos de alas y dando la sensación de potencia. Pueden planear grandes distancias; en ocasiones se elevan haciendo círculos en el aire según cómo se desarrollen las corrientes y el viento.




En éste reportaje fotográfico me quise centrar en intentar captar las posturas y habilidades que adoptan para cazar a sus presas.




Normalmente cazan al acecho, permaneciendo inmóviles junto al agua hasta que pasa alguna de sus posibles presas.




Si no logran la captura se desplazan muy sigilosamente buscando una potencial presa, con la mirada fija y muy atenta a cualquier posible movimiento en el agua y con el cuello retraído y listo para lanzar un rápido y certero ataque con su potente pico a modo de arpón.




Así pude captar como tras una paciente espera logro capturar un pececillo que poco a poco se fue acomodando para deglutirlo.




Me llamó la atención el hecho de que al poco rato de haber deglutido ese pequeño pececillo realizara movimientos repetitivos de apertura del pico y giros laterales bruscos de la cabeza, como si lo quisiera expulsar.




La justificación a esa conducta la conseguí averiguar al editar las fotografías y comprobar como de su pico colgaba un fino sedal de alguna otra presa que llevaba trampa y posiblemente lo hubiera tragado con el anzuelo incluido y le provocara las lógicas molestias al tragar cualquier alimento. Digo esto porque en las imágenes no parece que lo portara el pececillo. En cualquier caso, una verdadera pena de difícil solución, imagino.




La Garza real se alimenta fundamentalmente de peces, aunque también incluyen en su dieta a las anguilas, anfibios, pequeños mamíferos, pequeñas aves y sus crías, huevos, reptiles, lombrices, grandes insectos, crustáceos y moluscos.




Afortunadamente, esta especie no presenta problemas importantes de conservación. Al contrario, muestra un acusado crecimiento numérico y geográfico, en paralelo al observado en el resto de Europa. Las principales amenazas para esta especie están relacionadas con las fluctuaciones de los niveles hídricos de los humedales, la escasez de lugares de nidificación y la potencial persecución directa por parte de pescadores. La Garza real se incluye en la categoría “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.




Como viene siendo habitual a lo largo de los meses de invierno en el entorno de la ría de Villaviciosa, otra de las aves que nos acostumbra a visitar y que pude fotografiar fue la Avefría Europea (Vanellus vanellus). Son unas aves que en el otoño e invierno tienen un comportamiento gregario y en éste caso se trataba de un grupo de entre 15-20 ejemplares que se desplazaban entre las charcas próximas al Cierrón y que tan solo hicieron una breve parada en la zona para posteriormente seguir su camino.




Conocida por la sabiduría popular como “la embajadora del frío” parece que su presencia nos anunciara, una vez más, la llegada de unos días de frío intenso como los que estamos padeciendo estos días tanto en Asturias, como en el resto de España.




En el libro "Las aves ibéricas en la cultura popular” podemos encontrar varios de los nombres vernáculos descriptivos que a esta ave se le da en nuestro país, como por ejemplo: “aguzanieves, aguanieve, aguafría, nevera, neverina, nevadera, nevarruzco”. Como podéis apreciar, todos hacen alusión a su aparición cuando se acerca un temporal de nieve, o a cuando el frío las empuja a latitudes más meridionales.




Imposible no destacar en ésta guapa especie las bellas irisaciones que presenta por sus partes superiores, incluidas las alas y la cola. Como puede apreciarse, son de color verdoso brillante con irisaciones púrpuras metálicas y eso a pesar que durante el invierno se tornan de un color menos intenso.




Pero si hay alguna característica especialmente llamativa en esta especie, es la de su larga cresta eréctil, compuesta por unas cinco o seis finas y largas plumas curvadas hacia arriba, que nace en la parte postero-superior de la cabeza y que se dirige hacia atrás. En las hembras esas plumas de la cresta son más cortas que las de los machos




A otra de las aves zancudas que pude fotografiar en ese entorno, fue a la Garcilla bueyera (Bubulcus ibis) que está considerada como una de las garzas más pequeñas. Tienen un tamaño de entre los 45-52 cm de longitud con una envergadura que ronda entre los 82-95 cm. Su peso puede llegar hasta los 500 gr. Apenas existen diferencias sexuales.




Se trataba de un pequeño bando que se desplazaba por encima de las charcas probablemente con destino a un cercano parque urbano donde son visitantes habituales.




Normalmente forma bandos muy numerosos y al igual que otras garzas cuando vuelan lo hacen con el cuello recogido, el pico muy horizontal y las patas sobresaliendo por detrás de la cola.




Éste otro pajarillo es también un habitual de los inviernos de Villafáfila. Se trata del simpático Alcaudón real (Lanius meridionalis) que , como acostumbra a hacer, no paraba emitir su reclamo desde lo más alto de un matorral.




Un ave que a mí particularmente me cae especialmente simpática y a la que en diversas ocasiones he podido fotografiar, pero que en esta ocasión concreta me parece mucho más interesante destacar, ya que no por casualidad, ha sido por segundo año consecutivo (2020 y 2021), una de las tres nominadas para obtener el triste galardón de “ave del año” tras someter a votación popular la SEO Bird/Life. Esa triste candidatura que no tiene otra finalidad que la de denunciar y sensibilizar a las administraciones autonómicas y a la población en general de los serios peligros que se ciernen sobre ellas, para que refuercen las medidas de protección y seguimiento de esas especies seriamente amenazadas.




En el caso concreto del Alcaudón real se sabe su principal amenaza la constituye la pérdida de biodiversidad que causa la agricultura intensiva y que su declive poblacional es un claro indicador de la mala salud de los ecosistemas. Su elección o simplemente su candidatura como “ave del año” debería concienciar a los políticos para que apoyen una nueva Política Agraria Comunitaria (PAC) más justa y sostenible.



Sin lugar a dudas, uno de los protagonistas principales de lo que llevamos de invierno en el entorno de la senda peatonal que une El Salín con El Cierrón (Villaviciosa) ha sido un precioso ejemplar macho de Ruiseñor pechiazul (Luscinia svecica).




Se trata de un precioso pajarillo que ha hecho las delicias de la mayoría de los aficionados a la observación y fotografía de aves, cosa que no es de extrañar ya que, desde mi particular punto de vista, se trata de uno de los miembros ilustres del selecto grupo de las pequeñas aves más bellas y fotogénicas que podemos encontrarnos en nuestro país.




He podido fotografiarle en varios de los postes de madera que circundan ese entorno, sin mostrar el menor de los recatos por nuestra cercana presencia, cosa poco habitual ya que, como es lógico, en la temporada invernal su comportamiento acostumbra a ser mucho menos confiado, exponiéndose al descubierto mucho menos que en la época prenupcial en la que acostumbra a desplazarse a sus territorios montanos de cría. Allí es donde con frecuencia se exhibe en lo más alto de la vegetación, para así marcar su territorio y exhibir sus llamativos y bellos cánticos.




Me permitió conseguir unas cuantas imágenes en distintas posiciones y posturas, posando para nosotros como si se tratara de una autentica vedette.




He de reconocer que a mí particularmente la postura que me parece más bella y representativa es la que aparece en posición totalmente erguida, con las puntas de las alas caídas y con la cola muy elevada.




El Ruiseñor pechiazul (Luscinia svecica) es un paseriforme perteneciente a la familia “Turdidae”, género “Luscinia”. Su denominación científica proviene del término “Luscinia”= Ruiseñor y “svecica”= sueco. La denominación "svecica", probablemente esté relacionada con la procedencia de los ejemplares que le sirvieron a Linneo para la denominación específica. La población sueca es la mayor, albergando la península escandinava más del 95% de la población europea.




Son unas aves pequeñas que vienen a medir unos 14 cm de longitud, con una envergadura que ronda los 20-22 cm y un peso de unos 20 gr aproximadamente. Existe un claro dimorfismo sexual en esta especie.




En el caso de los machos en la época reproductiva, que es cuando lucen sus más llamativas galas, presentan las partes superiores y el píleo de color pardo grisáceo oscuro.




Lo más característico de este pájaro es sin duda la presencia de un babero de color azul brillante que comienza en la garganta y acaba con forma semicircular en la parte baja del pecho. Bordeándolo por debajo, presentan una ancha franja anaranjada. En ocasiones, entre ambas zonas, se puede apreciar la existencia de una estrecha banda negra y otra muy fina blanca. También ocasionalmente y dependiendo de la subespecie que se trate, tienen una mancha o medalla blanca o rojizo anaranjada, situada en el centro del babero.




Aprovecho la ocasión para comentar que el Ruiseñor pechiazul (Luscinia svecica) puede presentar una notable variabilidad en la coloración de su plumaje y en su biometría, por lo que en la actualidad se han llegado a describir hasta 11 diferentes subespecies. En Europa occidental se reconocen tres: “L. s. svecica”, “L. s. cyanecula y “L. s. nannetum”. También entre ellas, recientemente se ha reconocido a la “Luscinia svecica azuricollis”, que es la subespecie endémica en la Península Ibérica (cordillera cantábrica y sistema central) y cuyo rasgo identificativo principal es el de carecer de la medalla blanca en el centro del babero azul.




Durante los pasos migratorios en nuestro país podemos observar a las subespecies “L. s. cyanecula”, que nidifica en el centro y Este de Europa y a la “L. s. nammetum”, que proviene de la costa atlántica francesa. Ambas subespecies son migradoras de corta a media distancia e invernan en el litoral atlántico de la Península ibérica y de África, por lo que habitualmente las podemos observar en los pasos migratorios en Asturias, donde incluso en ocasiones pueden llegar a invernar.


Tanto la “L. s. nammetum” como la “L. s. cyanecula” presentan la medalla blanca y sólo se pueden diferenciar por medio de su captura y medición adecuada (biometría). Es precisamente por las capturas que hasta ahora se han realizado, por lo que perece que la “L. s. nammetum” es más habitual en nuestras latitudes durante el paso primaveral (prenupcial), mientras que la “L. s. cyanecula” lo es en el otoño (paso postnupcial). A la subespecie “Luscinia svecica svecica” se la conoce también como el Ruiseñor pechiazul “de medalla roja”. Se trata de una migradora de largas distancias y en la actualidad está considerada en España como rareza (SEO/BirdLife).

1 comentario:

  1. Excelente la información y la colección de fotografías y especies a cual mas hermosa. Yo en particular siento una especial predilección por el pechiazul que como comentas me parece uno de los pajarillos mas hermosos de los que podemos disfrutar en la península. Enhorabuena José Ignacio

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