domingo, 16 de octubre de 2016

Es tiempo de berrea. Ciervo común (Cervus elaphus). Gamo común (Dama dama). Jabalí (Sus scrofa).

Tras mi última entrada sobre el Correlimos pectoral que publiqué el día 21 de septiembre (último día del verano) y dado que al día siguiente, el 22 de septiembre, exactamente a las 16h 21m comenzaba oficialmente el otoño, decidí dedicar la siguiente entrada al blog a un acontecimiento de la naturaleza que ineludiblemente se repite año tras año y que de alguna manera nos anuncia la llegada de esta nueva y bonita estación, me estoy refiriendo a la temporada de celo del ciervo, la popular berrea, un espectáculo sonoro de la naturaleza que realizan los ciervos y otros cérvidos como reclamo sexual para conquistar a las hembras.






Desde mediados de septiembre hasta mediados de octubre tienen lugar dos de los fenómenos más intensos y conmovedores de la fauna de nuestros bosques: el celo de los señores del bosque, la berrea del ciervo común, ciervo rojo o venado (Cervus elaphus) y la ronca del gamo (Dama dama). La quietud otoñal de nuestros montes y dehesas se ve interrumpida momentáneamente por un incesante coro de potentes bramidos y ronquidos.






Coincidiendo con el amanecer y el atardecer los machos emiten roncos berridos que se pueden llegar a oír a kilómetros de distancia. De esta manera tratan de marcar territorio frente a otros machos y proteger el harén de hembras. La potencia del berreo hace notar la fuerza y tamaño del animal advirtiendo de su presencia a posibles competidores.






En esta época del año la tensión sube y en muchas ocasiones, tras esos broncos berridos se inician las hostilidades y se pasa a la lucha a base de testarazos y choque de unas cuernas con otras que se pueden escuchar a lo lejos.






Los ciervos que durante el resto del año suelen vivir en solitario separados de las hembras que viven en manadas, a finales del verano se van acercando a los grupos de hembras y comienzan el ritual de la conquista haciendo saber a las hembras con sus insistentes berridos que están preparados para la reproducción. 






Además en esta época es frecuente ver a los machos marcando sus territorios orinando y removiendo la tierra y frotando sus cornamentas contra las cortezas de los árboles para eliminar la borra o "terciopelo" que las recubre, preparándoles de esta manera para la lucha que les permitirá medir sus fuerzas con otros machos rivales. 






Las cuernas se han estado desarrollando durante el verano, adquiriendo mayor tamaño, longitud y número de puntas en función de la cantidad y calidad nutritiva de la comida de la que hayan dispuesto ese año, así como de la genética de cada animal. No es correcto atribuir el número de puntas que tiene una cuerna a la edad del ejemplar. Lo que si que está demostrado es que el tamaño y número de puntas de la cornamenta de los ciervos, está en relación directamente proporcional con la fertilidad.






Este aspecto no pasa desapercibido para las hembras y acostumbran a elegir al macho que mayor o más desarrollada tenga la cornamenta aún y cuando no sea el vencedor de los duelos, ya que suponen que ese macho es más fértil y que está más débil o cansado debido a que los machos durante el periodo de berrea comen muy poco perdiendo peso y debilitándose.






Aproximadamente a mediados del mes de marzo comienza el desmogue o caída de las cuernas de los ciervos que lo harán alternativamente, es decir, primero una y luego otra y no las dos a la vez. Debido a que estas cuernas caídas contienen abundantes sales minerales, es frecuente que  sean aprovechadas por jabalíes o por los propios ciervos que las roerán o chuparán para así extraer esas sales (calcio, fósforo, manganeso, etc). Hay que tener muy en cuenta que las cuernas les crecen en un periodo de tiempo que oscila entre tres y cuatro meses, convirtiéndose así en uno de los tejidos vivientes de más rápido crecimiento. A partir de entonces, se dará el comienzo a un nuevo ciclo de crecimiento que terminará a finales del mes de julio o primeros de agosto.






Por su parte, las hembras a partir de mediados de septiembre, cuando entran en celo dependiendo de la climatología, ya lucen sus mejores galas para poder seducir a los machos más fuertes y fértiles, lo que les permitirá engendrar unas mejores crías que perpetúen la especie.






El macho vencedor puede llegar a reunir harenes de hasta cincuenta hembras y tras la monta, la hembra, si queda fecundada, tendrá un único cervatillo tras ocho meses de gestación que permanecerá con ellas hasta el siguiente parto. Por su parte, los machos vuelven al bosque a pasar solos el invierno. 






La berrea en España tiene lugar entre finales de agosto y mediados de octubre y ésta viene determinada por el tiempo más apropiado para el nacimiento de las crías (mediados de mayo, cuando la primavera se encuentra en su máximo esplendor) y la duración de la gestación, que como mencione antes, es de unos ocho meses.






Después de varios días de berrea, no es raro ver a los agotados machos, retirarse a descansar y aliviarse del intenso calor a la sombra de las encinas. Hay que tener en cuenta que durante toda la época de reproducción, los machos prácticamente no se alimentan y pasan todo el día luchando entre ellos o copulando con las hembras que se hayan ganado.






El ritual de apareamiento de los gamos, conocido como la ronca por el sonido más grave que emiten estos animales, es similar al de los ciervos. Comienza un poco más tarde que la berrea y se prolonga a lo largo del mes de octubre. Con un poco de suerte se pueden contemplar a la vez el lance de la berrea y la ronca.






Como comentaba anteriormente, ya en pleno otoño, pocas semanas después de la berrea del venado, tiene lugar la conocida como ronca del gamo, un espectáculo igualmente impresionante en el que los machos protagonizan la lucha por las hembras, intentando llamar su atención para convertirse en el macho dominante y mantener así viva la especie al garantizar su reproducción.






En esta época también destaca en los machos la exhibición de su peludo pene y los fuertes olores a orina con los que marcan su territorio no sólo para atraer a las hembras, sino también para ahuyentar a otros machos.






Las secuelas de los frecuentes enfrentamientos entre machos rivales se pueden apreciar fácilmente en las diversas lesiones que les ocasiona en su piel.






Tanto en unos como en otros, cuanto más frecuente y potente es el berrido o ronquido, mayor resulta el éxito reproductivo logrado por el macho. Este éxito se mide por el número de hembras a las que fecunda, ya que en ambos casos, se trata de especies polígamas.






En esta salida no sólo pude encontrar ciervos y gamos, también encontré algún que otro grupo de jabalís que a duras penas logré fotografiar.







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