viernes, 17 de julio de 2020

Los esfuerzos y dificultades de ser padres. Cigüeñuela común (Himantopus himantopus). Cigoñina.

Finalizaba la primera parte de esta entrada al blog dedicada a la Cigüeñuela común (Himantopus himantopus) en el entorno de El Cierrón (Villaviciosa. Asturias), dejando a las parejas incubando sus huevos en dos de los nidos que se podían observar con relativa facilidad desde los límites del paseo urbano que atraviesa esos humedales.





Aunque a lo largo de ésta primavera/verano de 2020 probablemente hayan sido más de esas dos parejas las que hayan criado en la zona, en mi caso concreto sólo pude observar a esas dos, aunque tuve la certeza de un tercer anidamiento por la zona, ya que logré observar y fotografiar a los pollos de una tercera pareja a los pocos días de haber nacido y en una zona distante de las dos anteriores. 





Aunque, allá a mediados del mes de mayo, durante la fase de la elección del lugar y construcción de los nidos, ya tuvieron sus dificultades debido fundamentalmente a la habitual fluctuación de los niveles de inundación de las distintas charcas de la zona que en muchas ocasiones lleva al traste las puestas, fue a partir de la eclosión de los huevos en los distintos nidos, cuando pude valorar las inmensas dificultades y trabajo que para sus afanados padres conlleva el intentar sacar adelante a sus pequeños polluelos. 





Como puede apreciarse en algunas de las fotografías, la puesta fue de cuatro huevos en el nido situado en la charca principal y que se podía observar con mayor facilidad desde el paseo peatonal.



Por su parte, en el nido vecino del anterior, parece que eran tres los huevos. 



En la tercera zona de cría (cerca del campo de fútbol) la puesta debió ser también de tres, a la vista de los pollos que más tarde pude observar allí. 





Sí sumamos las tres puestas, fueron nueve o diez polluelos los que se estaban exponiendo a la posible acción de sus potenciales predadores, tanto terrestres como aéreos, como es el caso de perros sueltos de paseantes, o asilvestrados, ratas, gatos, etc., aves, como es el caso de las rapaces (ratoneros, aguiluchos laguneros, milanos, etc.) o de las gaviotas, cuervos, o urracas... etc.





A la vista de esos potenciales predadores, no es de extrañar que ya en la fase de incubación, los progenitores se fueran alternando en la ardua tarea de incubar y la de vigilar/proteger la zona de cría. 





Muy interesante me resultó poder observar la constante comunicación verbal que entre ambos progenitores mantenían, tanto para advertir de potenciales peligros por la zona, como para cambiar el turno de incubación. 





A los primeros pollos los pude observar en la visita que realicé a la zona el 12 de junio. Ese día supuestamente ya habían eclosionado los cuatro huevos del nido más visible y dos de los polluelos se desplazaban por la zona próxima. Mientras tanto, sus padres se alternaban en permanecer en el nido dando calor y protegiendo delicadamente al más pequeño de los tres polluelos que pude localizar y manteniendo una estrecha vigilancia de la zona de cría.





Todo apunta a que el cuarto componente de la puesta no sobreviviera en los primeros momentos de vida y la descendencia al final se limitara a tres pollos.





Resultaba bastante enternecedor observar a esos diminutos pollitos realizar sus primeros desplazamientos y empezando a valérselas por si mismos en la búsqueda de alimento. 





Unos desplazamientos entre la abundante vegetación palustre que obligaba a uno de los progenitores a tener que estar muy pendiente de ellos, reclamando su atención y su reagrupamiento cada cierto tiempo, mientras el tercer pollo, que parecía más pequeño y débil, permanecía en el nido recibiendo el calor y protección del otro progenitor. 





Cada cierto tiempo retornaban al nido donde se iban encadenando unas escenas detrás de otras de verdadera demostración de afecto de los pollitos a sus padres. 





Pude observar y fotografiar como la madre que permanecía agachada calentando al más pequeño, recibía los “mimos” y “achuches” de sus polluelos que acudieron a su llamada, la picoteaban suavemente en el pecho e incluso se subían por encima de ella.





Más tarde, la madre decidió que su turno de cuidado del menor de los pollos había concluido y tras avisar al macho para que ocupara su puesto, se levantó y nos permitió observar al pequeño que permanecía inmóvil en el nido esperando la llegada del padre. 





La verdad es que aparentaba estar menos desarrollado y ser mucho más frágil que sus hermanos.





No transcurrieron muchos minutos cuando los polluelos que andaban por la zona iniciando sus paseos y alimentación autónoma, retornaron de nuevo al nido para, esta vez al macho, hacerle una amplia demostración del cariño que le tenían. 





No sé si ese día estaba yo un tanto sensible, pero lo cierto es que pude apreciar verdaderas demostraciones de cariño entre los pollos y el padre, subiéndose por encima de él y picoteándole suavemente por diversas partes de su cuerpo.





Pude captar imágenes de lo más entrañable, como cuando el polluelo extendía sus diminutas alitas y pretendía abrazarse con el padre. Un padre que parecía disfrutar bastante con esas demostraciones de cariño emitiendo pequeños sonidos. 





Ante tanto jolgorio por la zona, el tercero y más débil de los polluelos reclamó su propio espacio y el padre se levantó para dejarle realizar sus primeros escarceos por la zona. 





No transcurrieron muchos minutos cuando el más pequeño de los polluelos decidió volver al regazo de su padre, y tras picotearle suavemente para que se levantara y le dejara meterse debajo, el padre accedió y volvió a calentarle. 





Ese mismo día 12 de junio, en la zona próxima al campo de fútbol, pude observar como una hembra de Cigüeñuela permanecía inmóvil, de pie, cerca de una pequeña charca y con sus alas un tanto descolgadas.





Enseguida pude apreciar como entre sus coloridas patas se podían apreciar otras que, obviamente, pertenecían a parte de sus polluelos que permanecían debajo de ella. 





Se trataba de dos polluelos que al cabo del tiempo fueron apareciendo de debajo del regazo de su madre, mientras un tercero, y a todas luces un poco más desarrollado, se desplazaba por la zona próxima intentando alimentase. 





Siempre a una cierta distancia, posado en el suelo, permanecía atento y en estado de alerta el ejemplar macho, el cual no dudaba en levantar el vuelo y merodear por la zona, ante la duda de un posible peligro para su prole. 





A diferencia con la localización de los otros nidos, esa era una zona un tanto desprotegida de vegetación donde ocultarse o protegerse.





Para colmo de males tenía como vecinos a una Gallineta con sus crías bastante crecidas, así como la incómoda presencia de ánades reales a los cuales tuvieron que enfrentarse en más de una ocasión para que desalojasen la zona donde se movían sus polluelos.





Pero la mejor demostración de que la desprotección de esa zona era evidente, la pude apreciar cuando observe una conducta un tanto anómala de la hembra inclinando lateralmente el cuello, para poder mirar hacia arriba y ver como merodeaba por la zona un Milano negro. 





Inmediatamente las alarmas sonoras hicieron su presencia, y a modo de aviones de caza, emprendieron ambos progenitores el vuelo para atacar en vuelo al Milano y evitar así su aproximación a la zona de cría. Impresionante valentía la demostrada ante la desproporción del tamaño de ambas especies, pero que surtieron su efecto disuasorio. 





No parecía haber sido ese el primer ataque que recibían los padres en defensa de sus crías, pues en la hembra se podían apreciar las lesiones que posiblemente le produjo ese u otro depredador y que se hacían evidentes en su cabeza y en una de sus alas. Auténticas heridas de guerra de las que a los pocos días, afortunadamente, se pudo recuperar.





Lo que parecía muy claro es que esa zona de cría era muy insegura y ese debió ser el motivo por el que esa pareja, llegado el momento, tomo la decisión de trasladarse a otra zona en donde sus crías tuvieran una mayor cobertura vegetal y a la vez pudieran desplazarse por aguas someras para alimentarse. Previamente, estuvieron realizando varios vuelos de reconocimiento de la zona y de las posibles rutas de paso.





A ese espectáculo del traslado de esa familia pude ser espectador de excepción, junto a otros dos aficionados a la fotografía, el día 22 de junio.





Nada más llegar a la zona, ese día me sorprendió encontrarme en mitad del paseo peatonal a la hembra que anteriormente había sido herida, paseándose tranquilamente mientras parecía alimentarse en el suelo de gravilla y arena. 





Aproveche esa confianza para realizarle unas cuantas fotografías antes de que los primeros paseantes la obligaran a levantar el vuelo al tener que atravesar esa zona en su desplazamiento. 





Más tarde pude suponer que lo que realmente hacía esa hembra de Cigüeñuela en el paseo, era picotear pequeños granos de arena o piedrecillas que a estas aves les ayuda para realizar mejor la digestión de ciertos alimentos. 





Al parecer, es frecuente encontrar en el estómago de las cigüeñuelas los denominados gastrolitos, que no son más que pequeñas piedras utilizadas como elementos trituradores de las presas que digieren. A veces se encuentran también fragmentos de concha de bivalvos y gasterópodos, así como incluso, perdigones de caza.





Ya ese mismo día pudimos disfrutar observando y fotografiando a los pequeños polluelos de la charca principal que días atrás había podido fotografiar, casi recién nacidos, y que ya habían crecido ostensiblemente. 





Parecía mentira que en tan solo diez días se hubiesen desarrollado tanto. 





En muy poco tiempo habían sido capaces de adquirir una gran habilidad para alimentarse de una manera totalmente autónoma y con bastante éxito, por cierto. 





Por otro lado, era toda una satisfacción ver que esa familia hubiese sobrevivido sin haber causado ninguna baja. 





Con la ingestión de tanta proteína, no era de extrañar su rápido crecimiento.





Para entonces, la pareja que había criado próxima a ésta se había desplazado con su prole a una zona más distante del paseo (más del interior) y muy poco accesible para poderla observar. 





Pero como mencionaba anteriormente, fue a media mañana de ese día 22 de junio cuando los allí presentes pudimos apreciar un gran revuelo de las dos cigüeñuelas que habían criado al lado del campo de fútbol. 





No paraban de revolotear a baja altura, emitiendo constantemente sonidos de llamada y alarma por la zona. 





Recorrían volando a baja altura y sin parar de emitir esos sonidos, la zona de espesa vegetación palustre que va desde la valla del campo de fútbol hasta la zona del paseo por donde existe un pequeño puente de madera que le atraviesa y que sirve de comunicación con la charca principal donde se ubicaba la otra familia a cuyos pollos estábamos fotografiando.





Otra dificultad añadida lo suponía el tener que atravesar a nado alguna que otra charca de cierta profundidad, motivo por el cual la madre no perdía de vista la travesía de sus polluelos, intentando en todo momento que permanecieran agrupados.





El motivo que tal “nerviosismo” de sus padres era el penoso desplazamiento de los tres polluelos a través de la espesa vegetación donde les perdían de vista y por donde se deberían desplazar si querían cambiar a una zona de cría mucho más segura como era la de la charca principal. 





Tras poco a poco ir avanzando, agrupando a los tres polluelos y teniendo que atravesar inevitablemente alguna que otra charca de cierta profundidad, tuvieron la “feliz” idea de aparecer la familia al completo en mitad del paseo peatonal, por donde habitual y frecuentemente pasaban viandantes. 





Cada poco tiempo, los padres levantaban el vuelo buscando desde lo alto algún paso de fácil acceso para sus pequeños hacía la charca principal y poderles guiar hacía él abandonando el paseo. 





Tarea nada fácil pues la altura de la vegetación de los bordes del paseo les disuadía de ello. 





A todo esto, los aficionados que estábamos fotografiando el traslado sentados en el mismo paseo para no intimidarles en su penoso traslado, pudimos vivir con verdadera angustia como se aproximaban viandantes que ni siquiera se habían percatado de la presencia en pleno paseo de la diminuta familia y que con su aproximación iban a ocasionar la dispersión de los tres polluelos, lo cual dificultaría aún más el traslado. 





A más de un viandante que se desplazaba por el paseo, tuvimos que explicarles la difícil situación que había y pedirles que esperaran un buen rato parados hasta que se solucionara la comprometida situación y esos diminutos pollos que se desplazaban sin rumbo, pudiesen encontrar una zona de paso al interior de la charca grande.





Para colmo de males, pude apreciar cómo se aproximaba a la zona del conflicto un hombre con su pequeño perro suelto, al cual tuve que convencer, no sin dificultad, que cogiera al perro para evitar el ataque a los polluelos que no sabían hacía donde tirar. 





A todo esto, los padres no hacían más que emitir sonidos de alarma y realizar vuelos intimidatorios hacia los viandantes que se aproximaban a sus pollos. 





Llegaban a posarse en mitad del camino, situándose entre los paseantes y los pollos, extendiendo ostentosamente sus alas abiertas y emitiendo verdaderos gritos para intimidarles e impedirles su paso. 





Al final, afortunadamente y a muy duras penas, encontraron una pequeña zona de paso y se fueron desplazando hacia el interior de la charca grande. 





Todo un accidentado traslado de esa pareja que ya había sufrido diferentes ataques y que, una vez más me sirvió para poder valorar las enormes dificultades y trabajo que conlleva para estas aves sacar adelante una pollada. 





Para no aburrir demasiado dejo para una tercera y última entrega esta extensa entrada sobre la Cigüeñuela común, en la que ya os presentaré las imágenes de los pollos volantones y a punto de iniciar su desplazamiento y vida totalmente en solitario.

4 comentarios:

  1. Buenos días Jose Ignacio,
    fantástico reportaje y unas fotografías muy buenas, de unas aves que desde siempre me han llamado la atención y a las que intento seguir todos los años, no tan asiduamente como tú, pues no vivo en Villaviciosa, pero me mantengo informado gracias a tu blog, asi que sirvan estas lineas para agradecer tú trabajo. tú GRAN trabajo.
    Un cordial saludo, Jesús.

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  2. Hola Jesús. No había leído tu amable comentario hasta ahora mismo y me ha sorprendido muy gratamente. La verdad es que soy muy consciente de que mis entradas al blog son infumables de largas y la gran cantidad de fotos que agrego, por eso me sorprende tú amable comentario. Lo que si te puedo asegurar es que otra cosa no tendrán mis entradas, pero currármelas, me las curro,créeme. Bueno pues eso, muchas gracias. Por cierto, yo tampoco vivo en Villaviciosa, sino en Avilés.

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  3. Me encantan estas historias de la vida cotidiana. Esas historias que no se suelen contar pero que son su vida diaria. Puedo pasarme horas observando situaciones cotidianas ya sea de una cierva, un ave, un lobo o lo que vea en ese momento.Entrañable. Preciosa y muy sentido el relato de estas cigüeñuelas y sus avatares diarios. Las fotografías preciosas; las de los pollos subidos a los padres...una maravilla. Enhorabuena y un saludo.

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    1. Muchas gracias Jose. Tú tan amable como siempre. Me ha gustado mucho tú comentario porque, efectivamente, he intentado transmitir no solo la belleza de estas increíbles aves, sino también el cariño que se transmiten hijos y padres y sobretodo, las enormes dificultades de todo tipo que tienen que pasar para sacar adelante a unos polluelos. Poder vivir esos momentos es muy emocionante y todo un privilegio que he querido compartir en la medida de mis posibilidades. Saludos y buen día.

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