viernes, 22 de mayo de 2020

La anátida más amenazada de España y Europa. Cerceta pardilla (Marmaronetta angustirostris).

Al igual que en mi entrada anterior al blog, en esta ocasión quiero aprovechar la oportunidad que el año pasado por estas fechas se me brindo cuando pasaba unos días de vacaciones familiares en la provincia de Alicante. 



Quise aprovechar la oportunidad de poder fotografiar algunas especies de aves que son propias del litoral mediterráneo y que en el Norte (Asturias) son prácticamente imposibles de observar. 



A algunas de ellas ya les dedique alguna entrada al blog como es el caso de la Focha moruna, la Gaviota de Audouin, Gaviota picofina, Garcilla cangrejera, o la mucho más escasa o rara, Águila moteada. Otras sin embargo, se fueron quedando en la “despensa” del disco duro a la espera de disponer del tiempo suficiente para rescatar esos reportajes fotográficos y poderlos publicar. 



Se trata de especies muy emblemáticas de nuestro entorno y que en el caso concreto de la protagonista de esta entrada, la Cerceta pardilla (Marmaronetta angustirostris), se encuentra incluida en el Libro Rojo de las aves de España en la categoría de “En peligro crítico”. También se la cita como “En peligro de extinción” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, y como “Vulnerable” a nivel mundial. 



Efectivamente, la Cerceta pardilla que hasta la mitad del siglo XX era una anátide bastante abundante, hoy en día ostenta el triste privilegio de ser la anátida más amenazada no solo de nuestro país, sino también de toda Europa, lo que, evidentemente, supone un elevado riesgo de extinción de la especie. 



Según los datos que he podido recabar, la situación de la población reproductora de la Cerceta pardilla en España en los últimos años ha sido la siguiente: 

En el siglo XIX había miles de parejas en España, reducidos a pocos cientos (100-700 individuos) en las décadas 1950 y 1960. En los años 1970 desciende aún más, hasta casi su desaparición. Hay una ligera recuperación en la década de 1980, alcanzando su máximo en 1988 con 250 parejas reproductoras. A partir de 1994 se iniciaron los censos sistemáticos de la población reproductora en la mayoría de comunidades autónomas con presencia de la especie. Entre 2002-2013 se registró la reproducción en 26 humedales distintos (sólo 7 localidades en 2012 y 13 en 2013; por tanto, la reducción del área de ocupación es del 75%). Como puede apreciarse, los censos realizados muestran una tendencia claramente regresiva. 




En 2018, criaron entre 68 y 71 parejas en 13 humedales españoles, especialmente en el Espacio Natural de Doñana (Huelva-Sevilla), donde fueron detectadas 16, en las marismas de Trebujena (Cádiz), donde se avistaron 12, y 9 parejas en la provincia de Almería. Le siguieron las contabilizadas en los parques naturales de El Hondo (Alicante), con 6, y de S´Albufera de Mallorca (Islas Baleares) con entre 4-7 hembras reproductoras. En 2017, criaron 60 parejas y 41, en 2016. 




Como se puede apreciar, la tendencia mostrada en los últimos años es de leve incremento, aunque siempre en el marco de una situación poblacional muy preocupante y con un elevado riesgo de extinción. Tanto es así, que en octubre de 2018, el Gobierno de España declaró a esta pequeña anátida en situación crítica, siguiendo los criterios establecidos en cumplimiento de la Ley 42/2007, de 13 de diciembre, del Patrimonio Natural y la Biodiversidad, una catalogación que solamente comparten otros 3 vertebrados en todo el país. 



A la vista de esa preocupante situación, se creó el denominado “Grupo de trabajo de la Cerceta pardilla” auspiciado y coordinado por el Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO), en el que se van acordando nuevas acciones de conservación para abordar el elevado riesgo de extinción de la especie. 



Para conseguir ese objetivo, los representantes de las administraciones públicas, expertos, investigadores y entidades conservacionistas consideran clave mejorar las condiciones del hábitat de los humedales, poder realizar un seguimiento detallado de los ejemplares que crían en nuestro país por medio del marcaje de ejemplares con emisores GPS, para detectar posibles puntos negros de mortalidad no natural, así como el aumento de las tareas de vigilancia en los humedales que emplean. 



En función de los datos que se vayan obteniendo se acometerán medidas de vigilancia en humedales considerados clave no solo en la época de cría, sino en otoño e invierno, y se facilitarán acciones para mejorar la productividad y supervivencia de los pollos nacidos con la ayuda de cajas anidaderas y protección ante depredadores. Igualmente, se trabajará en reducir los efectos negativos producidos sobre la calidad ecológica de varios humedales por la presencia de especies exóticas invasoras, como es el caso de las carpas, ya que consumen las plantas acuáticas de las que se alimentan los patos y enturbian las aguas, dejando sin calidad a estos espacios. 



Aunque actualmente se dispone de un importante contingente de cercetas pardillas que crían en cautividad (El Saler en Valencia y la Cañada de los Pájaros en Sevilla) que suponen un valioso reservorio para acometer las tareas de reforzamiento poblacional en distintos humedales con características apropiadas para esta ave, parece claro que la Administración no se debería conformar con liberar cada año aves criadas en cautividad para mantener una población nidificante, sino que además no debería, como lo hace ahora, desentenderse de lo que pueda ocurrir con ellas una vez finalizada la temporada de cría. 



Aunque parezca increíble, al día de hoy, existen cotos de caza dentro de parajes naturales donde cría esta especie, como es el caso del Parque Natural de El Hondo. Un lugar donde se practica la caza de aves acuáticas y donde, como es sabido, tradicionalmente viene anidando esta especie. Así, no es de extrañar que recientemente (27 de octubre 2019) se localizara un ave que portaba un GPS y que había sido abatida por disparos de cazadores. Se trataba de un ejemplar criado en cautividad y liberado recientemente en el marco de un programa de reforzamiento poblacional que se realiza en el Parque Natural de El Hondo, 



Pero tal vez las tareas más importantes a realizar para asegurar el futuro de esta especie, sean las de restauración del hábitat en humedales, en especial en aquellos enclaves donde la especie se reproduce y que vienen padeciendo una continua degradación, ya que las zonas húmedas cada vez tienen menos agua y la poca que hay es de peor calidad. 



Para desarrollar todas estas medidas, las administraciones ambientales de las comunidades autónomas del área de distribución de la especie están destinando importantes recursos, con apoyo del MITECO y de asociaciones sectoriales, que se esperaba fueran reforzados por la Comisión Europea a través del programa LIFE+ para su conservación en España, pero que lamentablemente al final fue rechazado. 



La Cerceta pardilla (Marmaronetta angustirostris) es una especie de anátida nadadora pequeña, con una longitud de apenas 39-42 cm y una envergadura de entre 63-70 cm. Es uno de los patos más pequeños de nuestra fauna, aunque es ligeramente mayor que la Cerceta común (Anas crecca) que ostenta el record de ser el pato de superficie más pequeño de Europa. En esta especie existe un dimorfismo sexual poco evidente. No se reconocen subespecies diferenciadas. 



Se trata de una anseriforme perteneciente a la familia “Anatidae” y al género “Marmaronetta” del que es su único integrante aislado (en base a su ADN mitocondrial). La etimología de su nombre científico, “Marmaronetta angustirostris”, procede de los términos griegos “marmaros”, «mármol» y “netta”, «pato», en cuanto a su género, y del latín “angustus”, «estrecho» y “rostris”, «pico, rostro» su nombre específico. Es decir, “el pato de mármol con el pico estrecho”. 



En el caso del macho adulto, presenta una coloración general pardo-grisácea pálida (arenosa), con el dorso algo más oscuro y moteado de manchas difusas de color crema pálida en popa, flancos y dorso que le dan ese aspecto marmóreo. Son ligeramente más oscuras por encima que por debajo. 



La cabeza es grande y oblonga, debido al penacho de plumas que tienen en la nuca a modo de pequeña cresta o coleta. Los machos tienen esa cresta posterior más larga que las hembras, aunque es sólo conspicua durante el cortejo u otras exhibiciones. 



El resto de la cabeza y el cuello (largo y delgado) apenas tienen marcas, salvo un fino rayado pardo.



Las mejillas son más claras que el resto de la cabeza, a veces casi blancas, especialmente en el macho. 



En la cara presenta una característica y llamativa franja gris-pardo oscura ancha y de bordes difusos, que nace por delante de los ojos y, englobando éstos, se extiende hacia su penacho de la parte posterior de la cabeza, a modo de un antifaz, y que la hace inconfundible. 



El color del iris de los ojos apenas se puede apreciar debido a la mancha oscura que los incluye. 



El pico es fino y negro en su totalidad, con una fina línea subterminal, a modo de anillo hacia la punta, azulada, y una línea del mismo color recorriendo el borde de la mandíbula superior. El pico de la hembra suele ser negruzco mate con una mancha triangular verdosa clara, de tamaño variable, en la base de la mandíbula superior, y una fina línea verdosa en el borde de la misma. La diferenciación sexual por el color del pico no siempre es segura y se hace más evidente durante la época reproductora. 



Sus alas de color arenoso carecen de espejuelo en sus plumas secundarias. 



En vuelo, la especie se ve relativamente pálida, sobre todo la parte inferior de las alas (blancuzca). Al verla volar se notan las secundarias más pálidas, la punta blanca de la cola y las secundarias blanquecinas que contrastan con los extremos alares oscuros. 



La cola es puntiaguda, con plumas ante pálido, punta blanca y base más oscura. 



La cola es relativamente larga y sube por encima del nivel de la espalda cuando está posada en el agua, lo que constituye un rasgo distintivo de su silueta. 



Las patas y pies van del verde oliva al amarillo apagado. 



La hembra adulta es muy similar al macho aunque de tamaño algo menor, cabeza más redondeada, debido a tener la cresta menos desarrollada. 



La mancha ocular es menos marcada 



El pico es más corto y de una coloración ligeramente diferente. 



Los ejemplares juveniles son muy parecidos a los adultos, pero algo más apagados y grisáceos. No tienen motas crema en la espalda y son casi uniformemente crema por debajo, con menos marcas distintivas en los flancos.



Tienen el pico uniformemente negruzco mate, una mancha ocular más sutil y las cobertoras superiores del ala visiblemente más oscuras en vuelo. También son notablemente más delgados que un adulto y con un perfil más bajo en el agua. 



El vuelo de la Cerceta pardilla es silencioso y siempre vuela muy bajo, batiendo las alas más lentamente que la Cerceta común. 



En lo referente a su voz, decir que se trata de un ave muy silenciosa. Durante el cortejo y como señal de alarma cuando acompaña una pollada, emite un silbido agudo y áspero. 



La Cerceta pardilla se distribuye fragmentariamente por la región mediterránea, el suroeste asiático y el centro-oeste africano. Se suponen cuatro subpoblaciones geográficas, la mayor de las cuales ha sufrido un drástico y reciente declive en los humedales de Irak. La población de Cerceta pardilla en España constituye una parte importante de la población de la región mediterránea occidental. Nidifica en España, Marruecos, Argelia y Túnez, e inverna en los mismos países así como al sur del Sahara en Senegal, Chad, Nigeria, Malí y Camerún. 




En España se reproduce en dos núcleos diferenciados: las marismas del Guadalquivir y los humedales del sur de Alicante. También lo hace en Almería y Valencia, de forma regular pero escasa, y ocasionalmente en otras zonas de Andalucía, Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Mallorca, Fuerteventura y Murcia. 




Su hábitat en general son los diferentes tipos de humedales salobres en vez de dulces o salinos, tanto naturales como artificiales (marismas, lagunas, lagos, salinas, arrozales, embalses, etcétera) con mucha vegetación acuática, tanto emergente como sumergida, siempre que ofrezcan zonas someras de menos de 40 cm de profundidad.



Su dieta de alimentación es omnívora y varía a lo largo del año en función de la abundancia de alimento. Si bien en las épocas reproductivas –entre abril y junio– su dieta se compone de brotes de salicores e insectos de varias tipologías. Durante el invierno su alimentación se basa casi exclusivamente en insectos de la familia de los quironómidos (tanto larvas como adultos), coleópteros, coríxidos y hormigas, junto con algunas semillas pequeñas de plantas acuáticas que son especialmente importantes en la dieta de los adultos, mientras que los pollos consumen relativamente más invertebrados acuáticos. 



Su técnica de alimentación la realizan picando en superficie o metiendo solamente el pico o la cabeza en el agua. Sin embargo, fuera de la época de cría muchas veces se ven metiendo el cuello e incluso basculando. Es muy raro verlas buceando.



Se alimenta principalmente por la noche en otoño e invierno. El resto del año, es más activa y se alimenta más durante el día, aunque tiende a esconderse durante las horas de más calor en verano o cuando hace mucho viento. 



En lo referente a su comportamiento, decir que se trata de un pato gregario, incluso en la época reproductiva. Fuera de la época de cría suele formar bandadas pequeñas, aunque se registran grandes bandadas en invierno en algunas zonas. 



El periodo de reproducción es bastante tardío (abril-junio) y la puesta acostumbra a ser muy numerosa en comparación con otras anátidas europeas con un promedio de unos 12 huevos. La construcción del nido corre a cargo del macho y consiste en una leve depresión rellena con plumón y algún otro material al alcance que ubica bajo vegetación densa o arbustos, nunca lejos del agua. Los pollos, nidífugos, se alimentan solos, pero son cuidados por la hembra. 



Como traté al principio de ésta entrada, la principal amenaza para esta especie proviene de la degradación y desecación de humedales someros y estacionales, pues casi no utiliza los artificiales y permanentes. La caza y los episodios de botulismo son otros problemas importantes, fundamentalmente en el Levante. Por último, de forma local en Doñana, las nasas cangrejeras causan una elevada mortalidad. Se incluye en el Libro Rojo de las aves de España en la categoría de “En peligro crítico” y se cita como “En peligro de extinción” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.

2 comentarios:

  1. Una pena. Esperemos que no sea la crónica de una muerte anunciada. Aguanta pero está en la UCI. Gran entrada. Una curiosidad, de las 5 anillas diferentes (por lo menos) que aparecen en las fotos ¿sabes algo interesante? Un saludo.

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  2. Muchas gracias Jose por tú amable comentario. Al respecto de las anillas decirte que no he tenido tiempo literal de intentar leerlas correctamente y buscar las referencias oportunas.

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