martes, 17 de abril de 2018

Una rareza americana y una grata sorpresa. Andarríos maculado (Actitis macularius). Nutria (Lutra lutra).

Aprovechando un reciente desplazamiento que hice hacia tierras castellano manchegas, decidí acercarme previamente hasta la localidad leonesa de Santa Marina del Rey, en donde José Alberto Fernández Ugarte (birdingleon.blogspot.com), el día 03 de marzo de 2018, localizó un Andarríos maculado (Actitis macularius).



La verdad es que acudí con más moral que el Alcoyano, pues desconocía totalmente la zona y ya habían trascurrido más de 20 días desde su localización inicial, pero mi experiencia en esto del pajareo es que hay que tener mucha fe y como mínimo intentarlo, ya que la esperanza es lo último que se debe perder. 



Allí llegue a media mañana de un domingo con más nubes que claros y enseguida pude descubrir la zona donde se realizó el avistamiento, el denominado azud de Santa Marina del Rey. Un bonito lugar donde existe un magnífico puente de estructura de hormigón y unos 10 ojos (arcos escarzanos), que sirve para que los vehículos puedan cruzar el caudaloso cauce del río Órbigo, y al que se le ha añadido una pasarela como vial peatonal y otra para acceso a los operarios que manejan las compuertas. 


Esta estructura sirve de apoyo a la presa (Presa Cerrajera) de donde se derivan dos canales de riego de aprovechamiento de las aguas del Órbigo (azud) y cuyo origen se remonta al medievo (1315) cuando el infante don Felipe, hijo de Sancho IV, concedió ese privilegio a la villa de Santa Marina, que posteriormente, me imagino que en señal de agradecimiento, pasó a denominarse como Santa Marina del Rey. 


Como curiosidad decir que en esta localidad leonesa se celebra cada 18 de julio, la tradicional Feria del Ajo (desde hace más de 100 años) y sus respectivas Jornadas Gastronómicas. También son de destacar los cotos trucheros de Santa Marina, Sardonedo y Villamor en las aguas del Órbigo, reconocidos internacionalmente y donde se celebran campeonatos de pesca y el Open internacional. 



Dejando las curiosidades al margen, decir que a esa zona se accede muy bien en coche, siendo muy fácil el aparcamiento y donde existe una especie de senda fluvial que favorece bastante las condiciones para la observación y fotografía de la zona. 


El cauce del río Órbigo, en esa zona de cierto apresamiento y en esta época del año, es bastante ancho y cerca del puente existen varias isletas de cantos rodados entre las que fluye desflecado el rápido caudal del río, hasta llegar a la zona pegada al puente, lugar donde se produce él mayor apresamiento del agua ya que sólo permite el paso del agua por alguna de sus compuertas. 



La verdad es que nada más tomar contacto con la zona y ver la gran anchura del cauce del río, con unas isletas de cantos rodados de una altura tal que tan sólo te permiten ver el lado más cercano a tu posición, se me cayeron la “pistolas al suelo”, pues pensé, dadas las distancias y el posible mimetismo del andarríos con los cantos rodados, que eso iba a ser como el intentar encontrar una aguja en un pajar. 



Pero las verdaderas dificultades no vendrían del entorno, sino de la presencia en pleno cauce del rio de varios pescadores que, practicaban la pesca deportiva, para lo cual iban desplazándose a pie, de una isleta a otra y haciendo continuos lances con sus cañas. Como podréis imaginar, ante semejante situación el pensar que allí vas a encontrar al pequeño Andarríos maculado, parecía una broma. 



Pero como dije antes, hay que tener fe y tras unos cuantos minutos escudriñando cada piedra de las isletas, allí apareció el bueno del Andarríos maculado, alimentándose de manera compulsiva y a una distancia más o menos aceptable, como para poderle realizar unas cuantas fotografías testimoniales. 



Tanto él como yo no quitábamos ojo de los pescadores que poco a poco iban tanteando cada zona del rio. Él velando por su seguridad y yo temiendo que por el mismo motivo se asustase y cambiara de la posición más o menos cercana que tenía con respecto al lugar donde me encontraba yo. Y dicho y hecho, un pescador se acercó lo suficiente como para que el ave volara y se desplazara a una distancia inasumible por mi teleobjetivo. Además, el tiempo me apremiaba y no podía esperar más ya que mi estancia allí era sólo de paso y tenía que proseguir mi viaje. 



Me fui de aquel hermoso entorno con la idea de que tal vez a la vuelta de mi viaje en el retorno a Asturias, que debería hacer al cabo de una semana, podría pasarme otro rato por ese lugar y conseguir tomarle alguna otra fotografía en mejores circunstancias. 



Y afortunadamente, así pude cumplirlo y justamente una semana después pude dedicarle una hora aproximadamente a intentar encontrarle de nuevo. Una vez allí, nada más llegar me encontré con dos importantes sorpresas, una mala y otra buena. La primera y peor de las dos, era que de nuevo era domingo y en esta ocasión había aún más pescadores que la vez anterior, caminando por el cauce del rio y por la orilla en la que yo me encontraba, lanzando una y otra vez sus cañas. Una autentica faena de muy difícil solución. 



La segunda sorpresa, o más bien sorpresón, fue el observar como a cierta distancia, en mitad del cauce del rio pero más cercana al puente (zona más honda), justo por detrás del tronco de un árbol varado, había algún bicho que realizaba continuas inmersiones para bucear. Pensé que se trataría de alguna especie de pato buceador o incluso algún cormorán o somormujo, pero he aquí mi sorpresa cuando descubrí que se trataba de un magnifico ejemplar de Nutria (Lutra lutra). 





Allí estaba buceando una y otra vez, siendo un verdadero placer ver con la facilidad que nadaba y se sumergía reiteradamente en el agua. Ante semejante sorpresa y la presencia en la zona aledaña de varios pescadores justo en la zona donde la anterior vez había encontrado al Andarrios maculado, decidí de momento olvidarme de él y dedicarme a observar e intentar fotografiar al mustélido. 





Como acostumbro a realizar en estos casos, procuré permanecer muy quieto y a poder ser escondido, como fue el caso, detrás de un poste, para intentar que la nutria se acercara sin temor. Mi impresión particular fue que ella desde el primer momento me “ficho” y aun así, tal vez por curiosidad, se fue acercando a mi posición con reiteradas zambullidas pero sin quitarme el ojo de encima. 



Llegó un momento que para acercarse a mi posición sin llamar la atención, realizó una natación muy en la superficie, asomando tan solo los ojos y un poco el morro para poder respirar, pero sin levantar apenas el cuerpo. 




Una aproximación directa, sin inmersiones, hasta que a una distancia corta, giró para hacerse ver y pienso yo, intimidarme, pues se limitó a enseñarme ostensiblemente su dentadura, abriendo bien la boca, como diciéndome ¡fíjate que fiera soy! Bueno al menos yo lo quise interpretar así.





Tras esa “terrible” demostración, opto por volverse a sumergir una y otra vez, hasta que llegado el momento decidió atravesar el puente por una de sus compuertas hasta desaparecer de mi vista, río abajo. 





En fin, una auténtica maravilla de bicho, cuya presencia no hacía más que demostrar la buena “salud” de ese magnífico río en el que también pude ver como realizaba continuas idas y vueltas un Mirlo acuático, deteniéndose de cuando en cuando, para también sumergirse en el agua, contracorriente y en búsqueda de alimento. 




Una vez desapareció la hermosa nutria, retomé a duras penas, y entre pescador y pescador, al Andarrios maculado, al que afortunadamente pude localizar de nuevo a una distancia prudencial como para poderle realizar de nuevo alguna fotografía. 





En esa búsqueda me dificultó bastante, la continua presencia de dos andarríos chicos que en la misma zona se desplazaban continuamente volando y emitiendo sus reclamos, en lo que tenía pinta de ser vuelos nupciales, pero que realizaban muy próximos al Andarrios maculado. 



Por lo demás, destacar la presencia de una decena de zampullines chicos que se desplazaban continuamente por la zona, creo yo huyendo de la cercanía de la Nutria. También alguna pareja de Ánade real y las habituales lavanderas cascadeñas y blancas. 



Paso a continuación, como es costumbre, a conocer un poco en profundidad al protagonista principal de esta entrada, el Andarrios maculado (Actitis macularius), un ave “Charadriiforme” de la familia “Scolopacidae” de un tamaño aproximado de unos 18-20 cm de longitud, con una envergadura que puede alcanzar los 40 cm y un peso cercano a los 60 gr. En esta especie no existe dimorfismo sexual. 



En la época no reproductiva (invierno) en que lo podemos ver nosotros, tienen la parte superior lisa de color grisáceo pardo con algo de verduzco y con el obispillo más oscuro. La garganta es blanquecina. 



Aunque lo más característico de esta especie es la presencia en todo el pecho de unas grandes máculas o motas de color pardo en esta época apenas se pueden diferenciar. También destaca la existencia, al igual que su pariente el Andarríos chico (Actitis hypoleucos), de una franja blanca que proveniente de ambos flancos sube hacia arriba bordeando el hombro por su parte anterior e invadiendo la zona alar. Por la parte inferior son de color blanco. 



En las coberteras alares destaca la presencia de bandas oscuras (alternan claras y oscuras), mientras que los márgenes de las terciarias son lisos. Este último rasgo también sirve para diferenciarle del Andarrios chico que los tiene discretamente barrados. Otra diferencia significativa con él, solo la podemos apreciar cuando vemos a ambas especies en vuelo, ya que en el caso del maculado la banda alar blanca se va reduciendo de tamaño hacia el ala interior sin llegar al cuerpo, mientras que en el caso del chico se prolonga por ella (hasta el interior). 



La cola es corta, estrecha y cuando está en reposo no sobrepasa las alas. Esta proyección caudal corta, sirve para la diferenciación con el Andarrios chico, el cual la tiene más larga. 



En la cara destaca una ceja blanca medianamente ancha que va desde el pico hasta más atrás del ojo. También tienen por delante del ojo una brida de color marrón oscuro que llega hasta la base del pico y una delgada lista ocular de color marrón oscuro que va desde la parte trasera del ojo hasta la nuca. 



Los ojos son color marrón oscuro y están rodeados de un anillo periocular blanco.



El pico es de tamaño medio, delgado y recto. Es más ancho en la base y de color rosáceo con el extremo negruzco. 



Otro rasgo diferenciador de su congénere el Andarrios chico es el color amarillento carnoso de las patas, ya que en el caso del A. chico son verdosas parduzcas. También son algo más largas que en el A. chico. 



Durante la época reproductiva (verano) por la parte superior son de color pardo con algunas pequeñas rayas transversales de color negro. También el píleo está algo rayado y es de color pardo oscuro. 



El pecho es de color blanco con muchas pequeñas manchas (como lunares) y rayas de color marrón oscuro. Por la parte inferior son de color blanco con multitud de pintas de color pardo negruzco, a veces difíciles de ver. En el caso de las hembras éstas manchas son más grandes y más oscuras. 



La mitad superior de la cara es de color marrón mientras que la parte inferior de la cara es más clara (blancuzca) y con abundantes pintas y rayas de color marrón oscuro. 



En esta época el pico adquiere una tonalidad más anaranjada con el extremo negro. 



Los ejemplares jóvenes son de apariencia similar a la de los adultos con plumaje de invierno pero con los laterales del pecho más grisáceos y uniformes y con las patas de un color mucho más amarillento. 



Esta especie de andarrios procede de Norteamérica donde cría en una amplia zona que llega por el norte hasta Alaska y Terranova, y por el sur hasta California y Carolina del Norte. Su comportamiento no es gregario. 


Durante la temporada invernal se traslada a zonas más templadas de buena parte de América, desde el sur de Estados Unidos hasta Chile y Argentina. 



Ocasionalmente pueden encontrarse ejemplares divagantes en Europa occidental, sobre todo en las islas Británicas y especialmente durante el otoño (máximos hacia septiembre y octubre). 



En España está considerada como una rareza ocasional y la mayoría de avistamientos han tenido lugar en Galicia, Asturias y en las Islas Canarias fundamentalmente en temporada otoñal, aunque como en el caso actual pueden encontrarse en invierno y primavera. 



Su hábitat durante la época reproductiva se localiza en los cursos fluviales, arroyos, humedales, orillas de lagunas y embalses, pero el resto del año también se localizan en playas, deltas de ríos, albuferas, marismas y en las costas. 



Se alimentan fundamentalmente de insectos acuáticos y terrestres, lombrices, moluscos, arácnidos, crustáceos, moluscos e incluso pequeños peces. Son muy característicos sus constantes cabeceos y bamboleos cuando buscan alimento. 



Cuando llega la temporada de reproducción son las hembras las que cortejan a los machos desplegando su cola y haciendo vibrar sus alas. Algunas hembras se aparean hasta con cuatro machos en una temporada (practican la poliandria). También son ellos los que se encargan de la incubación de los huevos. 



Para anidar buscan terrenos con escasa vegetación y utilizan alguna pequeña depresión del suelo que tapizan con materia vegetal a modo de nido. 



Normalmente ponen de 3-5 huevos y la incubación dura unos 22 días aproximadamente. Las crías son nidífugas, a las pocas horas de haber nacido abandonan el nido. 



No quiero terminar esta entrada sin felicitar una vez más, a José Alberto por su interesante y nada fácil descubrimiento y por facilitar a otros aficionados (como siempre lo ha hecho), su fácil localización. Muchas gracias y a ver si con un poco de suerte aguanta en esa esplendida localización y podemos disfrutar de él con su plumaje nupcial.

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