No siempre se tiene la oportunidad, aunque sea de aquella manera, de poder fotografiar con la luz del día a una interesante y enigmática rapaz de hábitos eminentemente nocturnos.
Si además para lograrlo no te tienes que desplazar a uno de sus hábitats habituales como son los bosques cerrados, dehesas o sotos ribereños que no facilitan su observación y fotografía, sino que los puedes observar, con más o menos dificultad, en un parque urbano, no puedes dejar de pasar esa oportunidad e intentar conseguir alguna que otra fotografía más o menos testimonial que te permita incorporar ésta especie de rapaz nocturna en mi particular catálogo de aves incluido en mi blog.
La protagonista de ésta entrada es una pareja de cárabos que está sacando adelante una pollada de tres ejemplares que ya se encuentran bastante creciditos, tal como puede apreciarse en alguna fotografía, y que permanecían muy unidos a escasos metros de sus progenitores.
Lógicamente, al tratarse de aves eminentemente nocturnas, la mayor parte del tiempo de la mañana en las que les realice éste reportaje, permanecían dormitando, con despertares frecuentes, o directamente dormidos.
Los escasos momentos en que despertaban había que aprovecharlos para poder captar de la mejor manera posible sus grandes y redondeados ojos que proyectaban su característica mirada fija y penetrante.
Unos grandes y redondeados ojos que como la mayor parte de las rapaces nocturnas tienen una posición muy frontal que les permite cubrir un campo de visión del 50-70 %, dándole una mejor visión binocular que la de las aves de presa diurnas (visión del 30-50 %).
Curiosamente, aunque mucha gente piense que el Cárabo común tiene una visión nocturna excepcional, su retina es apenas es un poco más sensible que la de un humano; de hecho, la clave de su éxito en la caza son sus dos orificios auditivos colocados asimétricamente que proporcionan al Cárabo una excelente audición direccional.
Sus adaptaciones para la visión nocturna incluyen el gran tamaño de sus ojos, su forma tubular, el gran número de bastones que tiene su retina y la ausencia de conos —responsables de la visión en color—, dado que la distinción de colores es innecesaria durante la noche.
Por su parte, el sentido del oído del Cárabo común puede ser diez veces mejor que el de un humano, y puede cazar utilizando sólo este sentido en la oscuridad del bosque en una noche nublada.
Sus dos orificios auditivos difieren en estructura uno del otro y están colocados asimétricamente en la cabeza para mejorar la audición direccional. Un conducto a través del cráneo conecta los tímpanos, y la pequeña diferencia en el tiempo de llegada de un sonido en cada oído permite que la fuente sea ubicada. El orificio izquierdo se encuentra más arriba en la cabeza que el oído derecho y se encuentra inclinado hacia abajo, de manera que es más sensible a los sonidos provenientes de abajo. Ambos orificios se encuentran ocultos bajo un tipo de plumas del disco facial que se especializan estructuralmente en ser transparentes al sonido, apoyadas además por una capa plegadiza de piel.
Tiene un cuello muy flexible que le permite girar la cabeza casi por completo, de forma que es capaz de perseguir con la vista cualquier depredador o presa sin mover el resto de su cuerpo.
Como buena rapaz nocturna, sus alas son completamente silenciosas, a la vez que cortas y anchas para poder desenvolverse bien dentro del bosque. Al igual que con la mayoría de las estrígidos, su vuelo es silencioso debido a la suave y afelpada superficie superior de sus plumas y a un fleco en sus plumas primarias exteriores.
El Cárabo común (Strix aluco) es un ave rapaz robusta, de tamaño medio y de apariencia rechoncha. Pertenece al orden de las “strigiformes”. Su denominación científica “Strix aluco” deriva del griego “strix” («lechuza») y del italiano “allocco”, que a su vez proviene del latín “ulucus” («chillido»), es decir, «lechuza que chilla», aunque en realidad sea incorrecto llamarlo lechuza. Su tamaño es de entre los 37-43 cm de altura, con una envergadura de 80-95 cm y que puede superar los 600 g de peso. Esta especie presenta además dimorfismo sexual, ya que la hembra es más grande que el macho, un 5 % más ancha y un 25 % más pesada.
Entre sus características morfológicas más importantes cabe destacar el poseer una voluminosa cabeza en la que destacan unos enormes y globosos ojos negros, lo que, unido a la ausencia de penachos cefálicos (“orejas”) y a su aspecto rechoncho y robusto, permite diferenciarlo fácilmente del resto de nuestras rapaces nocturnas.
Su plumaje resulta extraordinariamente mimético y presenta una gran variabilidad en cuanto a color, ya que existen diferentes morfos con ejemplares grisáceos, rojizos y marrones, aunque también los hay en tonos intermedios. En todos los casos, el diseño consiste en una compleja mezcla de punteados, barrados y vermiculados, que imitan a la perfección la corteza de los árboles. En todos los casos, el pecho tiene una tonalidad más clara y blanquecina que la espalda.
La cara es de color blancuzco, grisáceo o rojizo, y en ella destacan dos listas blanquecinas a modo de “cejas”.
A diferencia de la mayoría de los estrígidos, sus ojos son de un solo color, el cual puede ser negro o café oscuro, mientras que el disco facial que los rodea generalmente es bastante simple, de color gris pardusco. El borde de sus párpados es de color rosado.
Su pico es fuerte, curvado y afilado, de color amarillo verdoso.
Los tarsos y los dedos de sus patas están cubiertos de plumas y cuentan con afiladas uñas negras. La cola es redondeada.
Su característico doble ulular lastimero, que mucha gente cree que es la llamada prototípica del Cárabo común, es en realidad una llamada y respuesta entre un macho y una hembra. Al llegar el anochecer puede oírse fácilmente su gimiente canto que muchas veces emite por parejas, lanzando una de las aves un enigmático “uu, uú, ú-ú-ú-ú” y respondiendo la otra con un agudo “ti-uuic”. Ambos sexos pueden ulular y chillar “ti-uuic”, pero los dos sonidos nunca son emitidos simultáneamente por el mismo individuo. https://xeno-canto.org/987710 https://xeno-canto.org/987448
El Cárabo común, al igual que sus parientes, ha sido visto con frecuencia como un presagio de mala suerte Los cárabos son un elemento que forma parte de varios mitos y leyendas alrededor del mundo. Esos cantos en forma de lamento que salían desde la profundidad del bosque eran motivo suficiente como para crear historias a su alrededor. Antiguamente cuando la gente vivía más en contacto con la naturaleza, era fácil escuchar "el canto de la curuxa" con el cual los padres decían a sus hijos: Es mejor que vayáis a dormir no vaya a ser que venga la curuxa.
El Cárabo común (Strix aluco) es una de las rapaces nocturnas más frecuentes del continente europeo, donde alcanza densidades elevadas. No se distribuye por Irlanda, Islandia y el norte de Escandinavia.
En nuestro país también resulta común, sobre todo en algunos bosques del norte de la Península, donde se trata de la rapaz nocturna más habitual y extendida. Es un ave no migratoria, es decir, no se desplaza a otros territorios durante el cambio de estación. Se reconocen diferentes subespecies. En la Península aparece la subespecie “sylvatica”, mientras que en Ceuta y Melilla se encuentra la subespecie “mauritanica”.
El Cárabo común es una especie eminentemente forestal y estrictamente nocturna que se encuentra extensamente distribuida por todo el territorio peninsular, aunque con densidades muy variables. Resulta mucho más común en las regiones norteñas y en las áreas bien arboladas, mientras que tiende a disminuir en las llanuras muy deforestadas y en los ambientes más áridos, donde no está presente o es muy raro. En Ceuta y Melilla se trata de un residente escaso. Falta en Canarias y Baleares.
Es una rapaz nocturna fundamentalmente forestal, pero su gran capacidad de adaptación le permite estar presente en una considerable variedad de ambientes, desde los más cerrados bosques hasta las dehesas, y desde los sotos ribereños hasta los parques urbanos, siempre que cuenten con árboles añosos.
Al respecto de su alimentación decir que se trata de un depredador generalista y poco exigente, capaz de adaptarse a las disponibilidades alimentarias del hábitat que ocupa según la estación del año y la abundancia relativa de presas. Es decir, utiliza en cada momento y lugar la presa más accesible basándose en un perfecto conocimiento de su territorio. No obstante, parece mostrar una marcada preferencia por los micro mamíferos (topillos, ratones, ratas, lirones, etc.), a pesar de lo cual incluye en su dieta desde conejos hasta grandes invertebrados, pasando por aves de todo tipo, reptiles y anfibios.