En la reciente visita (16/10/2020) que realicé al Parque Natural de Las Ubiñas - La Mesa (Asturias) que me permitió realizar un amplio reportaje fotográfico del Rebeco cantábrico, también tuve la oportunidad de fotografiar a dos especies de pájaros característicos de la media/alta montaña.
La primera de ellas fue un Bisbita alpino (Anthus spinoletta) que parecía me estaba esperando, ya que nada más llegar a la zona, es como si hubiese querido avisar con su pequeño canto de que la madrugada estaba bastante fría y que convenía llevar algo de ropa de abrigo.
La verdad es que solo verla posada en esa pequeña roca casi cubierta de nieve, transmitía claramente la sensación de que los cero grados que marcaba el termómetro no eran cosa de broma.
Ella por si acaso, haciendo gala de su buena adaptación a la vida de la alta montaña, había desplegado su buen abrigo de plumas para mejor llevar el frío. Como muchos ya conocéis, cuando un ave se expone al frío, baja su actividad metabólica, se aletarga y ahueca sus plumas, para de esa manera contribuir a conservar la energía y el calor corporal.
Pero la principal protagonista de esta nueva entrada se la quiero dedicar a un pájaro, también característico de la alta montaña, por el que tengo una gran predilección, me estoy refiriendo al Acentor alpino (Prunella collaris), conocido en Asturias como “Neverin”.
Una denominación vernácula que en ésta ocasión venía más que pintada, pues la zona en la que pude localizarle se encontraba en el límite previo a unas zonas más elevadas cubiertas de un pequeño manto de nieve (La Almagrera) a donde probablemente se desplazó para obtener algún alimento que echarse al pico.
Se trata de una zona en la que le he podido localizar en anteriores ocasiones y que incluso recuerdo que en una de ellas le pude fotografiar acompañado con dos ejemplares juveniles de escasas semanas que me dejaron fotografiarles a placer y pasar unos momentos inolvidables en ese maravilloso entorno (enlace).
Se trata de una especie que no es difícil de encontrar en la alta montaña y que acostumbra a tener un comportamiento bastante tranquilo y confiado con la presencia humana, siendo relativamente frecuente poderles observar en las estaciones de esquí y refugios de montaña a donde acuden en busca de alimento, al igual que lo hacen otras aves alpinas vecinas suyas, como el Gorrión alpino, el Bisbita alpino o las chovas, entre otras.
En esta ocasión apareció de forma repentina en una zona elevada y a escasos metros de la posición donde yo me encontraba observando a distancia un nutrido grupo de rebecos.
Con su característica pose bien erguida y sin cortarse un pelo, observaba el panorama en los puntos más elevados de las rocas calizas, tan abundantes en esta zona, y desde donde se lanzaba a la zona de hierba cercana cuando divisaba una posible presa.
Tan sólo de cuando en cuando, remontaban el vuelo realizando desplazamientos muy cortos de un lado a otro, pero siempre dentro de un perímetro reducido desde el lugar que yo me encontraba observándole.
El Acentor alpino (“Prunnella collaris”) pertenece a la familia de los prunélidos (“Prunellidae”) que son una familia de aves paseriformes conocidas vulgarmente como acentores. Son endémicos de la región biogeográfica paleártica y en ellos se han llegado a reconocer varias especies, de las que en nuestro país podemos disfrutar tan solo de dos de ellas: “Prunella collaris” o Acentor alpino y “Prunella modularis” o Acentor común.
Estamos hablando de un pájaro robusto de tamaño mediano (algo mayor que el Acentor común), que vienen a tener una longitud aproximada de unos 17 cm de longitud, con una envergadura que puede llegar a los 33 cm. Su peso puede llegar a los 40 gr. Se estima que su longevidad puede llegar hasta los cinco años. No existe dimorfismo sexual en esta especie.
Como podéis apreciar en las fotografías, tienen las partes superiores de color pardo grisáceo con algunas listas de color negro, mientras que los flancos y el vientre son de color castaño rojizo, con estrías blanquecinas.
Las alas tienen las coberteras mayores y las pequeñas de color negro con unas motas blancas en su extremo, que llegan a formar dos tenues bandas alares blancas. Estas bandas o franjas se aprecian bien cuando los vemos en vuelo. Por su parte, las plumas primarias y secundarias son de color marrón oscuro.
Con el plumaje nuevo una vez mudado, presentan un promiscuo collar blanquecino, con abundantes motas de color negro o marrón oscuro, que va desapareciendo según avanza la temporada estival hasta adquirir, tanto la garganta como el pecho, un color gris plomizo o pardo grisáceo.
La cola es medianamente larga y de color marrón con puntas pálidas en las rectrices, que se aprecian mejor cuando las vemos por debajo.
La cabeza es de color gris plomizo o pardo grisáceo.
Tienen el iris de los ojos de color marrón rojizo oscuro y están bordeados por un fino anillo periocular blanquecino.
Otra característica destacada de esta especie es su pequeño, fino y puntiagudo pico, que tiene la mandíbula superior de color negro excepto en su base que es de color amarillento, al igual que la mandíbula inferior, excepto en el extremo que es de color negro.
Las patas son muy robustas y de color carne algo anaranjado.
Su agradable canto consiste en un trino variado, burbujeante y crujiente que emite tanto en vuelo como desde una posición destacada. Al levantar el vuelo emite uno reclamos retumbantes parecidos a los de la alondra tipo “drru-drru-druip” o “tschirr”, así como un chasquido parecido al de la tarabilla (enlace).
Esta especie está distribuida por los principales sistemas montañosos de Europa, Asia y del norte de África (cordillera del Atlas).
En nuestro país son residentes habituales de las zonas alpinas y subalpinas (a altitudes superiores a 1.300 msnm) de las principales cordilleras, en especial en los Pirineos, Picos de Europa y Sierra Nevada, pero cría también en otros sectores de la Cordillera Cantábrica, el Sistema Central (Guadarrama, Gredos), el Sistema Ibérico y el Penibético, siendo más escaso en el Sistema Bético. Puntualmente pueden llegar a invernar en Ceuta y en las islas Baleares.
Habitualmente, durante el periodo invernal abandonan las cotas más altas y se desplazan hacia otras de menor altura, por debajo de la línea de nieve. Parte de la población europea también acostumbra a realizar movimientos migratorios moderados a países del sur de Europa o incluso al norte de África. La migración otoñal tiene lugar en octubre, y el regreso a los territorios de cría se produce en abril.
Sus hábitats se encuentran en las laderas rocosas y prados de alta montaña situados entre los neveros permanentes del área alpina y subalpina; también pueden habitar en zonas con manchas de vegetación con praderas o matorrales de piornos o enebros rastreros, junto a los pueblos de alta montaña. Acostumbran a acercarse a refugios de montaña y estaciones de esquí para buscar alimento, mostrándose muy confiados ante la presencia humana en estas áreas. En España cría entre los 1.800 y los 3.480 m de altitud, pero como ya comenté anteriormente, en invierno pueden desplazarse a zonas más bajas.
Su dieta es omnívora, alimentándose fundamentalmente a base insectos y sus larvas, arácnidos, gusanos y pequeños invertebrados que capturan en el suelo (no se alimentan en vuelo) o entre la nieve; también comen, especialmente durante el invierno, semillas, bayas y piñones, así como los restos de comida dejados por las personas en las estaciones de esquí y en los refugios de montaña.
El periodo reproductivo lo realizan entre los meses de mayo y agosto, pudiendo llegar a efectuar dos puestas al año. Es frecuente que un macho de Acentor alpino se aparee con varias hembras (poliginia). Los machos son muy territoriales (defienden su territorio cantando) y pueden entrar en conflicto con otras aves que invaden los territorios de cría.
En ocasiones varios machos de Acentor alpino comparten un territorio y en esos casos siempre existe una jerarquía de dominancia estricta que conlleva la figura del macho alfa (los más viejos), sin embargo, esta dominación social no se traduce en beneficios para el macho alfa en términos de reproducción, ya que la paternidad suele ser compartida por igual entre los varones del grupo. Por el contrario, los rangos territoriales de las hembras, no los suelen compartir, siendo casi siempre exclusivos, sin embargo, a veces, varios machos cooperan para defender un solo territorio que contenga varias hembras. A modo de curiosidad, decir que tardan sólo una décima de segundo en copular y pueden aparearse más de 100 veces al día.
También es frecuente que una hembra se aparee con varios machos a la vez (poliandria), conducta que es absolutamente rara entre pájaros y que al parecer depende de la disponibilidad de alimentos (o de territorio) que tenga la hembra.
Cuando la disponibilidad de alimentos es mayor, las hembras adoptan un territorio más reducido, con lo cual los varones pueden monopolizar más fácilmente a las hembras. En esa situación existirá un alto éxito reproductivo para los machos y un éxito relativamente menor para las hembras.
Por el contrario, en épocas de escasez, los territorios femeninos se expanden para acomodar la falta de recursos, haciendo que los varones tengan más dificultades para monopolizar a las hembras, con lo cual en este caso, las hembras obtendrán una ventaja reproductiva sobre los machos y adoptan un modelo de reproducción poliandrico, copulando con dos o más machos a la vez. En esas circunstancias, los machos alfa tratarán de asegurar la inseminación exitosa picoteando en la cloaca de la hembra, para obligarla a expulsar cualquier esperma masculino rival.
Por lo tanto, el sistema de apareamiento del Acentor alpino puede ser cambiado en función de la disponibilidad de alimentos que tengan las hembras, pasando de uno que favorece el éxito femenino (poliandria; una hembra con más de un macho), a uno que promueve el éxito masculino; monogamia (un macho con una hembra), poliginandria (grupo de machos que comparte sexualmente al grupo de hembras), o poliginia (un macho con varias hembras).
En cualquier caso, ambos, macho y hembra, aportan material para construir el nido a base de raíces, tallos, hojas, hierbas, líquenes y musgo que después tapizan con plumas y pelos. Lo sitúan entre las rocas del suelo o en las grietas y agujeros de las paredes rocosas o de las construcciones humanas. La puesta se compone de 2-6 huevos y la incubación es llevada a cabo por los dos progenitores, teniendo una duración de unas dos semanas, aproximadamente. Las crías abandonan el nido cuando tienen unos 16-18 días de edad, aunque permanecen entre las piedras donde siguen siendo cebados por los padres algunos días más, no volando antes de los 21-23 días, hasta ser independientes.
Debido al posible sistema de apareamiento múltiple de las hembras (poliandria), por medio de estudios del ADN, se ha podido comprobar que dentro de una misma puesta, a menudo los polluelos tienen padres diferentes, dependiendo del éxito de los machos al monopolizar a la hembra.
En los territorios en los que las hembras son capaces de escapar de los machos, los machos alfa y beta comparten el aprovisionamiento de alimentos por igual. Este último sistema representa el mejor escenario para las mujeres, ya que ayuda a asegurar la máxima atención y el éxito de los jóvenes.
Afortunadamente, el Acentor alpino en la actualidad no presenta problemas de conservación para la especie, dado que el tipo de hábitat que frecuenta apenas está humanizado, pero, al igual que ocurre con muchas otras especies, el cambio climático podría suponer una amenaza potencial a medio plazo. Está especie incluida en la “Lista de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial”.
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