lunes, 31 de agosto de 2020

Una pequeña curruca muy esquiva, inquieta y difícil de observar fuera de la época de la reproducción. Curruca tomillera. Sylvia conspicillata.

Si pretendes realizar un reportaje fotográfico a la protagonista de esta nueva entrada, mi consejo es que lo intentes únicamente en la temporada de primavera/verano (época de reproducción), ya que fuera de ella se hace sumamente complicado conseguirlo. 





Digo esto porque se trata de un pajarillo muy pequeño y sumamente tímido e inquieto que acostumbra a permanecer oculto moviéndose por la vegetación baja, por donde se mueve con suma facilidad, por lo que resulta sumamente difícil de observar y fotografiar. 





Se trata de la Curruca tomillera (Sylvia conspicillata) una curruca de un tamaño algo menor que la Curruca zarcera y con una coloración parecida a esta, aunque con ciertas diferencias que luego veremos y sobre todo por su comportamiento, mucho más inquieto y escondidizo. 





Debido a ese comportamiento, resulta sumamente dificultoso poderla fotografiar fuera de la época de reproducción, por lo que hay que aprovechar los precisos momentos en que se descubre para realizar sus incesantes cánticos y de esa manera atraer a sus potenciales parejas y marcar su territorio. Otra ventaja de fotografiarla en esa época (primavera/verano), es que sus colores se hacen más intensos y vistosos. 





Eso sí, como habitualmente acostumbra a pasar, cuanto más dificultoso resulta conseguir un puñado de fotografías a una especie escondidiza, cuando lo consigues la satisfacción es mucho mayor. 





Si a eso le añades que lo consigues en unos días soleados, con una estupenda luz y en un entorno plenamente campestre, en el que te envuelven unos aromas y colores espectaculares propios de la vegetación baja que te rodea, el resultado es de un gran deleite que viene a compensar con mucho, las largas caminatas y esperas que en muchas ocasiones tienes que realizar para tratar de obtener algún resultado positivo. 





Claro que todo ello no sería posible sin la inestimable colaboración de este bonito pajarillo que, día tras día, me ha permitido poderle tomar un buen número de fotografías, adoptando para ello unas poses que todo fotógrafo de aves va buscando, para así poder exhibir su belleza con todo su esplendor. 





Como el resto de currucas, esta paseriforme pertenece a la familia Sylvidae y su tamaño es bastante pequeño, con una longitud de unos 13 cm, una envergadura de hasta los 17 cm y un peso de unos 15-16 gr. Su longevidad puede alcanzar los 5 años aproximadamente. Esta especie presenta un ligero dimorfismo sexual. 





Como antes comentaba el tamaño de su cuerpo es algo menor que la Curruca zarcera dando el aspecto de mayor ligereza, máxime si valoramos su comportamiento que es mucho más inquieto y nervioso que aquella. 





Además, la Curruca tomillera en comparación con la Curruca zarcera, tiene la cabeza algo más voluminosa, con colores más contrastados, pico más fino y las alas más rojizas (terciarias) y más cortas (primarias). 





En el caso de los machos, presentan un dorso de color pardo grisáceo, excepto el obispillo que es sólo grisáceo. 





Las alas en general son de color pardo rojizo, con las plumas primarias y secundarias de color pardo negruzco y las terciarias rojizas con los centros estrechos, puntiagudos y oscuros. 





En la cabeza tienen un gran capirote gris oscuro, casi negro, que abarca la frente, el píleo, la nuca, la zona de las auriculares y que incluye dentro de él los ojos. 





El capirote en la zona de la brida es negruzco, mientras que por la parte posterior se va volviendo más parduzco a la vez que se une al color pardo grisáceo de la parte posterior del cuello. Las plumas del píleo se pueden erizar pero no llegan a constituir una cresta. 





El pico es fino, puntiagudo, de color anaranjado y con el culmen y el extremo negruzco. 





Los ojos son pequeños, con el iris de color castaño rojizo y están rodeados de un anillo peri orbital de color blanco, fino y poco visible. 





A modo de curiosidad, decir que su nombre latino (S. conspicillata) hace referencia al término latino “conspicillum” que significa “con lentes” o “con gafas” en relación a los anillos oculares blancos que la distinguen de otras currucas. Algo parecido ocurre con su denominación en inglés “spectacled warbler” que se puede traducir como “Reinita de anteojos”. 





Las mejillas y la garganta son blancas. 





El pecho es de color pardo rosáceo con bordes algo más oscuros. 





El vientre es de color rosa pálido con las partes laterales y los flancos más oscuros. 





La cola es larga y de color pardo negruzco, salvo las rectrices externas que son de color blanco. 





Las patas son medianamente largas y de color pardo anaranjado claro en primavera, que se vuelven pardo amarillentas en el otoño. 





Las hembras son muy parecidas a los machos pero con colores más apagados; sin gris; con pecho y flancos ante, no rosados. En primavera algunas hembras presentan gris en la cabeza, aunque siempre es menos extenso que en el macho. 





Por la parte superior son más pardas y la cabeza es menos grisácea, presentando unos tonos más pardos rojizos. 





Las partes inferiores son blancuzcas. 





La garganta no es tan blanca como en los machos y tiene tintes ocráceos claros. 





Los ojos son de color pardo claro con una gran pupila negra y también están rodeados de un fino anillo peri orbital de color blanco. 





Los jóvenes se parecen a las hembras, pero con tonalidades más desvaídas y los ojos más oscuros. No tienen coloración gris y las partes inferiores son de tonalidad cremosa. 





El canto de la Curruca tomillera no tiene un patrón estereotípico fijo ya que presenta elementos variables, pero, de una manera genérica, podemos decir que está compuesto de estrofas cortas y rápidas a base de sonidos agudos y melodiosos, que terminan en unos acelerados gorjeos y que emiten desde sus posaderos al descubierto. El reclamo consiste en un prolongado y repetido “kerrrr, kerrrr, kerrrr”. 





A este respecto, recientemente se ha podido comprobar que los machos de Curruca tomillera son cantantes innovadores, ya que cada ejemplar emite un canto complejo y diverso en el que va incorporando nuevas sílabas y las cambia de orden sobre la marcha, con una habilidad que depende de su capacidad innovadora. 





Esa ausencia de un canto estereotípico fijo con la presencia de elementos variables, ha hecho que sea muy atractiva para el estudio y por ello científicos españoles (Grupo de Ecología y Evolución en Islas (IPNA-CSIC) y del departamento de ecología y genética de la Universidad de La Laguna) han caracterizado la señal acústica de esta especie, su virtuosismo y variabilidad, para comprender el papel que dicha señal juega en el apareamiento, la defensa del territorio y reconocimiento entre individuos. 





Los datos recogidos en su estudio, publicado en la revista Bioacoustics, ayudarán a entender cómo una especie provista de un cerebro pequeño y con unos requerimientos sociales limitados puede presentar un sistema de comunicación muy complejo. 





Las razones por las que estos pájaros varían su canto son pura especulación, ya que hasta ahora esos científicos no han sido capaces de comprender las causas de esa complejidad y tan solo han sido capaces de observar los cambios en el repertorio y la aparición de nuevas sílabas. 





Según detalla una de las investigadoras, que cada pájaro macho tenga su propio canto es habitual entre las aves. "Sin embargo, es más común que las frases de cada individuo se repitan y sean prácticamente idénticas, al contrario de lo observado en la Curruca tomillera, donde encontramos gran variación intra e interindividual”. “Este hecho podría influir en la selección de pareja por parte de la hembras, que se sentirían más atraídas por los pájaros con repertorios más largos”. 





La Curruca tomillera se distribuye por el suroeste de Europa, en los países del entorno del Mediterráneo occidental (Portugal, España, Francia e Italia), así como por el norte de África (Marruecos, Argelia y Túnez) y también en el Oriente Próximo. Existen también poblaciones aisladas en diversos archipiélagos atlánticos (Canarias, Cabo Verde, etc.). 





Su distribución por la Península Ibérica es bastante amplia, aunque de modo disperso y desigual, extendiéndose de forma más continua en la zona central y oriental de Andalucía, en el Sistema Ibérico y el Valle del Ebro. También está presente en las Islas Canarias (Fuerteventura y Lanzarote) y más escasamente en las Baleares. Su presencia es bastante escasa en las regiones más norteñas y prácticamente no se encuentra en Galicia, Asturias, Cantabria ni País Vasco. Se reconocen dos subespecies: la subespecie "C. t. orbitalis" se encuentra en Canarias, mientras que "C. t. conspicillata" ocupa el resto del territorio español. 





Son más abundantes durante el verano y durante los pasos migratorios, ya que a los ejemplares residentes habituales se suman los que invernan en el norte de África, que son la mayoría (migradoras parciales). El paso prenupcial lo realizan entre marzo y mayo, con máximos a primeros de abril, y el posnupcial lo llevan a cabo entre agosto y octubre, con máximos a principios del mes de septiembre. 





A diferencia de la mayoría de las currucas, sus hábitats preferidos son áreas más secas, áridas y abiertas, desprovistas de vegetación (desarboladas), siempre que cuenten con la existencia de matorrales o arbustos bajos, como tomillares, piornos, brezales, matas de salicornia, de artemisa, romeros o aulagares, entre los que se oculta y se desplaza de manera muy inquieta y escondidiza. También las podemos encontrar en los bordes de las marismas y de las salinas y en los saladares. Esos hábitats se pueden encontrar desde el nivel del mar hasta los 1.800 metros de altitud en el Sistema Ibérico. 





Se alimentan fundamentalmente de pequeños invertebrados como insectos y sus larvas, arácnidos, hormigas, saltamontes, larvas de mariposas y de moluscos. En primavera y otoño, también consumen bayas, frutos y semillas de plantas herbáceas. 





Su periodo reproductivo abarca al periodo entre los meses de marzo y julio pudiendo llegar a efectuar 2-3 puestas por temporada. 





Una vez que el macho elige el territorio adecuado, ambos sexos se ocupan de construir un nido con forma de cuenco utilizando para su elaboración pequeñas ramas, hojas, raicillas y hierbas secas que posteriormente tapizan con hierba, pelos y plumón vegetal y que sitúan a baja altura entre la vegetación densa (matorrales). 





La puesta se compone habitualmente de 2-5 huevos. La incubación se extiende durante dos semanas aproximadamente y corre a cargo casi completamente de la hembra, aunque el macho está presente por cortos intervalos. 





Ambos adultos alimentan con insectos a las crías y a los 12-13 días abandonan el nido, pero por lo menos durante otras tres semanas más siguen siendo atendidos por alguno de los padres. 




Esta curruca no se encuentra especialmente amenazada, aunque podría verse afectada por la alteración de los hábitats que frecuenta, debido sobre todo a la intensificación agrícola, la sobre explotación ganadera, el desarrollo urbanístico y la reforestación de páramos. Está considerada como “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas. Las poblaciones canarias se han evaluado en la categoría de “Datos insuficientes” en el Libro Rojo de las aves de España.