domingo, 26 de diciembre de 2021

Una de moritos para despedir el año. Morito común (Plegadis falcinellus).

A mediados de éste mes de diciembre he tenido la posibilidad de reencontrarme con un ave por la que la mayoría de los aficionados a la fotografía de aves sentimos una cierta predilección, posiblemente debido a la iridiscencia de sus bellos plumajes, me estoy refiriendo al Morito común (Plegadis falcinellus).




No es la primera vez que he podido fotografiar a ésta curiosa especie de ibis europeo, tanto en Asturias como en otros lugares de la geografía de España, pero en ninguna de ellas se había dado la circunstancia de encontrar a 18 ejemplares juntos en un mismo bando y menos en Asturias.




Y es que en éste final de otoño se han ido dando múltiples y numerosas observaciones de ésta especie por el territorio asturiano. De hecho, en esos días de mediados de diciembre, yo también tuve la oportunidad de observar a otros siete moritos en unas charcas temporales que se formaron por las recientes y abundantes lluvias en los aledaños de la playa de Misiego (Villaviciosa) y más recientemente a uno que andaba alimentándose en solitario por un prado del concejo de Gozón.




A éste grupo de 18 ejemplares los pude observar y fotografiar en otra gran charca temporal que se había formado en las inmediaciones de la playa de la Espasa, junto a un gran caserío dedicado a cuadra de vacuno en territorio perteneciente ya al concejo de Colunga (al lado del margen occidental del río Espasa).




Fue el viernes día 17 de diciembre que amaneció un día nublado y en esa zona en concreto con abundante niebla que no termino de levantar hasta medio día que no me fue posible quedarme, por lo que la calidad de las fotografías dejan mucho que desear, pero me sirven lo suficiente a modo testimonial y para poder recordar ese interesante encuentro.




Al día siguiente, sábado 18 de diciembre, la meteorología fue mucho mejor y ya les pude fotografiar más fácilmente y de esa manera poder apreciar con más más detalle su anatomía y costumbres.




Destacar también que se encontraban acompañados de otro buen bando de garcillas bueyeras que se alimentaban en el prado colindante con la charca y de gaviotas reidoras que se empleaban a fondo para sumergirse en el agua e intentar conseguir algo de alimento.




Inevitablemente, cada cierto tiempo ambos bandos levantaban el vuelo ante la aproximación de algún que otro viandante que pasaba por el camino pegado a la charca o por la presencia de algún vehículo en las proximidades.




Tras realizar varios vuelos circulares por los alrededores hasta que las supuestas amenazas desaparecían del lugar, volvían de nuevo a posarse en la charca para continuar alimentándose.




Afortunadamente, también dedicaban buena parte de su estancia en los márgenes de la charca para acicalar su bello plumaje color chocolate, lo cual me permitió conseguir alguna que otra imagen distinta.




En todo momento mi intención era poder conseguir los planos idóneos para que el sol pudiera incidir en el plumaje de sus alas y así poder captar esas bellas y peculiares iridiscencias, y aunque no fue una tarea nada fácil, algo si pude conseguir.




También puse un gran interés en intentar captar en qué consistía su alimentación a la que tantos minutos dedicaban y que, como podéis comprobar en éstas imágenes no se trataba sólo de invertebrados.




Desde que me inicié en esta afición de la fotografía de aves, he tenido la oportunidad de poder fotografiar a las tres especies de ibis que, de una manera u otra, podemos observar en libertad en nuestro país: el Morito común, el Ibis eremita y el más extraño, Ibis sagrado.




Quiero aprovechar éste reciente avistamiento para adjuntar alguna de las imágenes más representativas de estas tres enigmáticas especies y poderlas comparar.




Existen testimonios de tres especies de ibis en el antiguo Egipto: el Ibis eremita o religioso (Geonticus eremita), el Ibis sagrado (Threskiornis aethiopicus) y el Morito común (Plegadis falcinellus) al que en inglés se le denomina vulgarmente como “ibis brillante o lustroso” (glossy ibis). Curiosamente, el Ibis sagrado, que hasta 1850 fue un ave común en Egipto, en la actualidad prácticamente se ha extinguido en ese país.




Tratándose de esta familia (Threskiornithidae), es casi obligatorio recordar que en el antiguo Egipto al Ibis se le asocia con el dios Dyehuty (nombre egipcio) o Thot (nombre griego). Se le consideraba el dios de la sabiduría, la escritura, la música, los conjuros, dominio de sueños, el tiempo, hechizos mágicos y símbolo de la Luna. Se le representaba como un ser humano con cabeza de un ibis (Morito).




En el antiguo Egipto existen testimonios en pinturas, relieves y esculturas de las tres especies de ibis, siempre con cuerpo humano y cabeza de ibis: el Ibis sagrado, el Morito y el Ibis eremita. Las imágenes de este último son fáciles de reconocer por la forma del cuerpo, patas cortas, pico largo y curvado y el típico penacho de plumas en la nuca.





Centrándonos en el Morito común (Plegadis falcinellus) decir que es un ave zancuda que pertenece al Orden de las Ciconiiformes como las cigüeñas o las garzas y de la misma familia que las espátulas (treskiornítidos). El término “ibis” es el nombre común que se le da a unas 30 especies distintas de aves zancudas, con el cuello largo y el pico curvado hacia abajo, pertenecientes a la familia “Threskiornithidae”.




El nombre de su género, “Plegadis”, procede de la palabra griega plegados, que significa «hoz», en alusión a la forma curvada característica del pico de estos ibis. Una etimología similar a la de su nombre específico, “falcinellus”, que es el diminutivo de la palabra latina falx que también significa «hoz».




Tienen un tamaño de entre 55-65 cm de longitud, con una envergadura que puede alcanzar los 95 cm. El peso puede llegar hasta los 500 gr. No existe dimorfismo sexual en esta especie.




Durante la primavera-verano el adulto reproductor presenta un plumaje con un color que oscila entre el castaño rojizo oscuro y el bronce, con tintes purpúreos y verdosos y con brillos metálicos iridiscentes que son más numerosos y multicolores en las plumas de las alas y en las del dorso.




Las cobertoras alares son rojizas y las plumas primarias de las alas de color negro con brillo verdoso.




En la cara tiene una especie de antifaz con la forma de un triángulo horizontal que está formado por una piel de color de color azul cobalto. Además presenta unas líneas blancas muy llamativas que bordean la comisura del pico que en ésta época es de color naranja grisáceo.




Por su parte en la época no reproductiva el color del adulto se vuelve mucho más apagado, de color pardo oscuro, casi negro, con el pico más oscuro y sin las líneas blancas en su borde, y con numerosas pintas blancas alargadas en el cuello y la cabeza.




El antifaz se vuelve de color oscuro pero está bordeado por una ancha línea de color grisáceo azulado.




Durante esta época su largo, fino y curvado pico (de hasta 13 cm) se vuelve de color verdoso grisáceo con la mitad distal ligeramente rosácea.




Los ojos son pequeños y de color negro.




Las patas son largas y de color parduzco carnoso claro, a veces con tintes verdosos.




La cola es corta.




Fuera de la época reproductiva son de color pardo oscuro, casi negro, pero con un rayado blanquecino en la cabeza y en el cuello.




El antifaz se vuelve de color oscuro pero está bordeado por una ancha línea de color grisáceo azulado.




Durante esta época el pico se vuelve de color grisáceo con la mitad distal ligeramente rosácea.




Las patas se oscurecen y adquieren tonos de color bronce.




En el caso de los ejemplares jóvenes presentan un plumaje aún más pardo y sin brillo (más apagado) que el de los adultos no reproductores y sin apenas los reflejos iridiscentes de color púrpura.




Tienen un rayado blanquecino en la cara y en el cuello similar al de los adultos fuera de la época reproductiva aunque menos definido.




Su pico es más corto y es de color rosáceo con algunas zonas negruzcas, especialmente en su base y en el extremo.




El antifaz de su cara no está bordeado por la línea de color grisáceo azulado que lucen los adultos.




Las patas son de color negruzco.




Cuando lo vemos en vuelo presenta un aspecto muy alargado y estilizado, con el cuello y las patas extendidas y la cabeza ligeramente caída. Bate las alas más rápidamente que las garzas.




Normalmente forma pequeños bandos y suelen colocarse en formación de V cuando se desplazan volando.




El Morito común tiene una amplia distribución pero muy fragmentada. Está presente en el sur y este de Europa, África, centro y sur de Asia, Filipinas, Indonesia, Nueva Guinea y Australia, así como en Norteamérica e islas del Caribe.


Se reproduce muy localmente en el noroeste de África, noroeste de Italia, Austria, Hungría y los Balcanes, alcanzando Asia a través del sur de Rusia. Las mayores colonias parecen estar en la costa rusa del Mar Negro.




En nuestro país la mayor parte de los ejemplares son residentes habituales mientras que otra parte inverna en África. Su número se incrementa durante la época reproductiva merced a los individuos procedentes de Europa.


En la actualidad la mayor colonia reproductiva se encuentra en las marismas del Parque Nacional de Doñana, y cada año lo hace en mayor número. También se reproduce en el delta del Ebro, en el Paraje Natural del Brazo del Este, en las marismas de la provincia de Sevilla y, esporádicamente, en localidades levantinas (Alicante) e incluso extremeñas. Se trata de un ave migratoria y dispersiva que además realiza movimientos nómadas.





Su hábitat preferido son los humedales costeros, albuferas, marismas, carrizales, deltas de los ríos y arrozales.




Se alimentan en aguas poco profundas principalmente de insectos y sus larvas, gusanos, sanguijuelas, pequeños peces, ranas, renacuajos, crustáceos y moluscos. Se mueve con lentitud, recogiendo la comida al introducir el largo y curvado pico en el fango o la arena.




Recientemente se ha podido comprobar que los moritos presentes en el delta del Ebro, han incorporado el caracol manzana (Pomacea maculata) a su dieta y, por tanto, puede ser un aliado natural para reducir el impacto del molusco invasor en los cultivos de arroz que se está extendiendo por el delta desde hace unos años.




El periodo de reproducción abarca entre los meses de abril y mayo. Habitualmente forman colonias, normalmente junto a las garzas o cigüeñas blancas.




Ambos sexos construyen el nido que consiste en una pila de material entretejido, tapizado con materia vegetal aún verde, de unos 30 centímetros de diámetro y 5-8 de profundidad. Lo ubican generalmente sobre árboles o arbustos y también dentro de los carrizales.




La puesta se compone normalmente de 3-6 huevos y la incubación dura 21 días aproximadamente. Los pollos abandonan el nido cuando tienen 2 semanas de edad. Su plumaje se desarrolla en unos 28 días, pero están en el nido o los alrededores unos 50 días, cuando lo abandonan con sus padres para acceder a las zonas de alimentación. Al parecer, la alimentación de las crías se realiza de forma comunal por lo que los pollos son alimentados por otras aves que no son sus padres.




Aunque la población española de esta especie está en continua progresión en los últimos años, la principal amenaza que presenta es la alta concentración de las parejas reproductoras (el 90% en una única localidad), ya que lo hace sensible a cualquier incidencia local (natural o antrópica). Además, la posible reducción de la superficie dedicada al cultivo del arroz por cambios en la Política Agraria Comunitaria podría ser un factor de regresión. La contaminación supone una amenaza importante, ya que en la colonia de Doñana, muy próxima a la zona del vertido tóxico de Aznalcóllar, se detectaron en 1998 niveles muy altos de cadmio en todos los pollos. Por otro lado, los fitosanitarios aplicados al arrozal pueden provocar intoxicaciones. El Morito común está incluido en el Libro Rojo de las aves de España (2021) en la categoría de “Vulnerable” y aparece como “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.