martes, 27 de noviembre de 2018

Un pajarillo con una de las poblaciones reproductoras más exigua de la Península Ibérica. Escribano palustre (Emberiza schoeniclus). Escribana de les cañaveres.

La semana pasada dedique varias mañanas a intentar localizar y fotografiar al Escribano palustre (Emberiza schoeniclus), un pájaro que lamentablemente, pertenece a una de las especies de paseriformes con una población reproductora más exigua de la Península Ibérica. 




Para intentar localizar a esta interesante especie, acudí en primer lugar a la misma zona donde el año pasado justo por estas fechas, pude localizar un gran número de ellos y disfrutar observándoles y realizándoles un extenso reportaje fotográfico que plasmé en una entada al blog. 




Se encontraban entonces en la localidad costera de Verdicio (Gozón), en concreto en una pequeña parcela de terreno sin roturar donde abundaban plantas gramíneas silvestres de gran porte, cuya denominación desconozco y de las que se alimentaban continuamente, tanto en el suelo, como en lo alto de las plantas, lo cual facilitaba notablemente su observación y el poderlos fotografiar. 




Además de ellos, acudían continuamente otras colonias de aves paseriformes que continuamente entraban y salían de la zona, a veces en bandos numerosos y en otras en parejas o de forma individual. Así, además de los escribanos palustres, había numerosos pinzones vulgares, pardillos, jilgueros, gorriones comunes y algún bisbita aislado. Aunque, sin ninguna duda, la estrella de las observaciones fue el hallazgo de un Escribano pigmeo, sin querer desmerecer tampoco la presencia de varios pinzones reales. Todo un verdadero festival de paseriformes concentradas en una pequeña parcela. 




Pues bien, este año tuve que aplicar aquello de “mi gozo en un pozo” porque la parcela de marras este año ha sido segada y por la zona tan sólo pude localizar algún ejemplar aislado de Bisbita pratense y pequeños grupos de verderones y gorriones comunes. 




Ante semejante panorama decidí emprender la búsqueda de los escribanos palustres por los las parcelas cultivadas de maíz del Cabo Peñas y en los escasos matorrales de las lindes de esos campos de cultivo. Tarea nada fácil de conseguir ya que a diferencia del año anterior, las plantas por donde se movían no tenían granos que comer en lo alto y los escribanos tan solo se posaban unos segundos en lo más alto de las plantas de maíz o de las ramas de las zarzas de las lindes. 




A lo largo de los días, pude descubrir un matorral donde recalaban con cierta asiduidad los escribanos y otras especies de paseriformes, pero que tenía la ventaja de encontrarse cercano a una pila de balas de hierba enrolladas que me permitieron ocultarme tras ellos, ya que en general, su comportamiento era muy desconfiado, esquivo y huidizo. 




Cuando te acostumbras a observar a los escribanos palustres en vuelo, aprendes a diferenciarles del resto de los pájaros vecinos, dado que su vuelo es bastante característico, muy rápido y como a sacudidas, pudiéndoseles distinguir fácilmente del resto de especies con las que compartían este hábitat. También es muy característica su cola con franjas blancas que habitualmente despliega al volar o al desplazarse entre las plantas. 




La secuencia habitual era verlos desplazarse en pequeños grupos con un vuelo ondulante muy rápido, para descender bruscamente de forma casi vertical en el espesor de la vegetación donde, a duras penas, los podías localizar a media altura entre un espeso tramado de tallos. 




Al tratarse de una zona de campiña al descubierto en la que no te puedes situar en alguna zona discreta, como árboles, setos, rocas u algún obstáculo donde pasar desapercibido, los pájaros evitaban posarse en zonas contiguas a mi presencia y tan sólo después de permanecer durante un buen rato más o menos inmóvil, iban tomando algo de confianza aproximándose a mi posición y posándose unos instantes en lo más alto de las plantas. 




Día a día y poco a poco, he estado disfrutando de sus idas y venidas y he podido completar un mínimo reportaje fotográfico de esta curiosa especie. También, si soy sincero, he de reconocer que, mientras observaba y fotografiaba a los distintos ejemplares, albergaba que, al igual que me ocurrió el año anterior, pudiera aparecer algún Escribano pigmeo o incluso algún Escribano lapón, que al parecer se habían visto por Peñas hace pocos días. Me temo que voy a tener que seguir viendo muchos pajarinos hasta que, si hay suerte, entre alguno de estos, mucho más escasos. 





Soy consciente de que las imágenes no son de ninguna de las dos subespecies que todavía (y a duras penas) se reproducen en España: el Escribano palustre iberoccidental (E. Schoeniclus Lusitanica), que es endémica de la península Ibérica (Galicia, Portugal y norte peninsular), y otra que sólo cría en España (Valle del Ebro, Levante, la Mancha, S.E. de Madrid y norte de Mallorca) y en el sur de Francia, el Escribano palustre iberoriental (E. s. witherbyi). Estas dos subespecies son residentes y no realizan desplazamientos de interés. 









La especie que si hace esos desplazamientos de interés, es la que vemos en esta época y por esa zona. Se trata de la subespecie nominal proveniente de Europa central o meridional que habitualmente inverna en nuestro territorio (E. Schoeniclus Schoeniclus) y que aparece en toda Europa, Asia y norte de África. Ésta se llega a mezclar, en esta época y en ciertos lugares, con las residentes habituales de la península. 





Ahora, al visionar las imágenes que he conseguido realizarle recientemente, pienso que es una verdadera pena que el Escribano palustre sea una de las especies de paseriformes con una población reproductora más exigua de la península Ibérica, ya que se estima que su población reproductora no supera las 400 parejas y por lo tanto estamos hablando de una de las paseriformes más amenazadas de la península Ibérica 




Más penoso aún me parece, el conocer que en la actualidad ya haya desaparecido en Asturias como subespecie reproductora, aún y cuando las características naturales de nuestro territorio deberían ser favorables, tal y como lo son las de nuestras comunidades vecinas que aún conservan algunas colonias reproductoras. 




En este sentido, parece ser que los lugares que históricamente se han manifestado como más favorables para ellos en Asturias, serían la ría del Nalón, la del Eo, la de Navia, así como la ría de la Villa y la de Tinamayor. 




Según se refleja en el Atlas de las Aves Nidificantes de Asturias (1990-2010) la población asturiana ha pasado de ser de 10-15 parejas (1990-2000) a 0-1 parejas en el periodo (2005-2010) siendo por desgracia imaginable cual podría ser el balance de un hipotético censo que se realizase en el lustro que finalizamos este año (2010-2015) y que lamentablemente, en el atlas queda perfectamente claro cuando describe que, probablemente en la actualidad, la especie se haya extinguido como nidificante en Asturias. 




Como bien indica su denominación común, el Escribano palustre en temporada de primavera y verano prefiere un hábitat de zonas de humedales con abundante vegetación acuática en especial los carrizales, aunque también gustan de las riberas de los ríos, marismas, pantanos, charcas, pero siempre con gran cantidad de vegetación palustre. En el otoño e invierno es frecuente verlos en las rastrojeras, tierras de barbecho, lindes de campos cultivados o en prados cercanos a esos humedales, alimentándose de semillas y formando grupos de su misma especie o de otros escribanos u otros fringílidos o paseriformes. 





A propósito de esto, me parece muy interesante destacar que el nombre de la especie “escribano” proviene de las líneas, trazos o motas muy variadas que presenta la cáscara de los huevos de todos sus representantes, que se asemejan a una escritura hecha con plumilla. 




Su dieta se compone fundamentalmente de semillas de plantas palustres, hierbas y granos de gramíneas, así como de las de muchas especies que crecen en los campos después de retirar los cultivos, sobre todo en el otoño e invierno. También y sobre todo en época de cría (primavera y verano), complementa su dieta con multitud de insectos y sus larvas, gusanos, orugas e incluso de pequeños moluscos. 




Quiero finalizar esta entrada de la misma manera que la comencé, es decir, recordando que el Escribano palustre en España se encuentra catalogado desde hace años como un ave “En peligro de extinción” (Catálogo Nacional de Especies Amenazadas) y se estima que ha habido una caída del 80 por ciento de la población reproductora de la subespecie iberoriental. Por ese motivo y para alertar sobre las amenazas que se ciernen sobre esta especie, ya en el año 2009 fue designado “Ave del Año” por la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife). 




Entre las posibles causas de esta situación parecen tener un especial protagonismo la pérdida de los carrizos y la desecación de los humedales debido a la intensificación agrícola que ha sustituido los carrizales por regadíos y cómo no, el uso incontrolado de herbicidas y plaguicidas que contribuyen a diezmar su población al reducir sus fuentes de alimento, tanto animal como vegetal. 




No es casualidad que esta situación de estar al borde de la extinción, haya ocurrido al mismo tiempo que la de otras especies de aves ligadas a hábitats agrícolas que dependen de semillas de especies vegetales que conviven con los cultivos, su principal alimento en invierno y de insectos con los que dar de comer a sus crías. El aumento del uso de insecticidas y herbicidas, la concentración parcelaria, el incremento de los regadíos y una mayor mecanización de la agricultura impiden la presencia de estas especies vegetales y de insectos.




En cualquier caso, la triste realidad es que las dos subespecies ibéricas: E. s. lusitanica y E. s. witherbyi, están catalogadas como “En peligro” en el Libro Rojo de las aves de España y no es casualidad que hasta no hace mucho tiempo, éste escribano se reproducía en todo el país, y en la actualidad tan sólo lo hace en menos de 40 localidades. Por su parte, La subespecie europea E. s. schoeniclus, actualmente tiene la consideración de “Vulnerable”.