En estos días en los que cambiamos de estación pasando de la primavera al verano, no quiero dejar la oportunidad de dedicar una entrada a una increíble especie de ave migratoria que, desde mi particular punto de vista, ha sido la principal protagonista de la migración prenupcial que hemos podido observar en tierras asturianas.
Me estoy refiriendo al Correlimos gordo (Calidris canutus), una limícola de la que en otras migraciones prenupciales vemos poco en las costas cantábricas, aunque regularmente, pero en muy pequeñas cantidades. Afortunadamente, en esta primavera, debido a las condiciones climáticas que se han dado, hemos podido disfrutar de ellos en distintas ubicaciones y en números más que aceptables en comparación con temporadas pasadas.
En mi caso particular, les he podido observar y fotografiar en la Ensenada de Llodero (Avilés), la playa de Bañugues (Gozón) y muy especialmente en la zona denominada “el Rinconin” de la playa de San Lorenzo (Gijón), lugar en donde realice la mayor parte de un extenso reportaje fotográfico y que me hizo disfrutar de lo lindo.
Acudí al “Rinconin” tan solo un par de horas (de 11:00-12:40 h) en la mañana del día 15 de mayo, con un clima cambiante de sol y nubes y una marea que, poco a poco, iba subiendo. Unas condiciones que para mí son las idóneas para poder fotografiar a las aves limícolas en esa zona. Evidentemente, mejores horas son las primeras y últimas horas del día, cuando la luz se torna más cálida, pero te tiene que coincidir con las mareas y el hecho de que la marea este creciendo, te permite asentarte tranquilamente en cualquier roca a cierta distancia de las aves y esperar a que, poco a poco, con la subida del agua, se vayan acercando a ti sin que se sientan intimidadas. Además, estas aves tienen predilección por las zonas intermareales para alimentarse, y son en esos momentos en los que se sienten más confiadas.
En esas circunstancias, además te permite captar esos bellos momentos, que tanto nos gusta captar en las fotografías, en los que las olas invaden el área donde se están alimentando las aves limícolas, ocasionándoles algún que otro susto o remojón.
Fue precisamente la mañana de ese día cuando, desde mi punto de vista, se produjo la mayor llegada de ejemplares de Correlimos gordo a esa playa. Parecía que ya barruntaban el inminente cambio de tendencia de los vientos que en breve iba a llegar, pasando de vientos del E., que les dificultaba notablemente su vuelo migratorio y les obligaba a parar, a los vientos del O. o del S.O. que les serían favorables para alcanzar sus lugares de reproducción. Ante ese inminente cambio de dirección de los vientos, decidieron aprovechar las últimas horas, para pegarse un buen atracón de invertebrados (insectos) que les proporcionara las fuerzas necesarias para poder reanudar su largo periplo migratorio prenupcial.
El caso es que yo esa mañana llegue a contabilizar en esa zona concreta del Rinconin, que debido a la subida de la marea se encontraba un tanto reducida, a cerca de dos decenas de Correlimos gordo y un número mucho mayor de Correlimos tridáctilo (Calidris alba) y común (Calidris alpina), lo que, como podréis imaginar, me ocasionaba el gran dilema de a dónde dirigir mi cámara, pues la “oferta” era muy grande.
Llamaba considerablemente la atención la insistencia en alimentarse de los pequeños invertebrados que abundan entre esas rocas, conscientes tal vez, de la inminente partida que en breve tendrían que hacer recorriendo miles de kilómetros hasta sus lugares de reproducción, allá en zonas circumpolares del Ártico.
Pero sin duda, lo más llamativo lo constituía el bello plumaje nupcial que la mayoría de ellos lucia y que, desde mi punto de vista, es uno de los más bellos que lucen las distintas aves limícolas que podemos ver en nuestro país.
Además, se daba la circunstancia de que se podían apreciar a la vez, en diferentes ejemplares, los dos diferentes plumajes que puede presentar esta especie: el de invierno, que lucía algún ejemplar aislado (subadulto), y el más espectacular, de primavera/verano (nupcial), que lucían la mayoría. Se podían ver también, ejemplares que presentaban un plumaje intermedio, entre uno y otro. Todo un lujo de observación, la de poder ver varios ejemplares juntos de la misma especie luciendo toda la gama de posibles plumajes.
También llamaba poderosamente la atención, la presencia de dos ejemplares anillados y cada uno con un plumaje diferente. El más llamativo lucia varias anillas de identificación a distancia (de colores) y al parecer se trata de un ejemplar anillado en Ab elgh Eaiznaya, Banc d´Arguin (Mauritania), en el año 2017.
El otro ejemplar anillado (anilla metálica) se trataba precisamente del que lucía el plumaje de invierno (sub-adulto) y aunque en su anilla se pueden leer algunos números, no fui capaz de conseguir su numeración completa.
A modo de curiosidad, comentar que el anillo metálico, que lleva una inscripción donde figura un número y los datos de contacto de los científicos que lo realizaron, normalmente se utiliza por si el ave es encontrada muerta. Así se puede dar aviso. También se utilizan anillos plásticos, que pueden ser uno o varios y que generalmente son de colores. Si lo que se quiere es distinguir a un solo individuo, se puede cambiar la combinación de colores y así se construye una identificación para cada uno. De este modo se los observa e identifica a distancia, utilizando prismáticos o telescopios.
En el caso de las aves migratorias, algunas de las muchas cosas que se pueden averiguar por medio del anillado, son qué rutas migratorias siguen, cuándo se detienen y cuánto tiempo necesitan para reponer energías y continuar el viaje, qué momento y lugar eligen para procrear y ubicar sus nidos, y hasta qué conductas tienen como padres.
A propósito del anillamiento de esta especie, aprovecho la ocasión para comentar la sorprendente historia de un ejemplar de Correlimos gordo anillado con la referencia “B95”, que fue difundida por la BBC Mundo. Se trata de un ejemplar de la una de las seis subespecies que tiene esta ave (C canutus rufa) y que se distribuye entre los dos continentes americanos (el de color azul de la imagen del mapa). Concretamente, se reproduce en el Ártico bajo canadiense y pasa los inviernos en las costas de América del Norte y Sudamérica donde se le conoce como Playero ártico o Playero rojizo.
Se trata de un ejemplar macho anillado en febrero de 1995, cuando ya tenía al menos 2 años de edad, por científicos argentinos en uno de sus viajes migratorios en Rio Grande (Tierra del Fuego. Argentina) y que al cabo de los años, cuando se pensaba que ya había muerto, gracias al anillamiento científico, fue identificado de nuevo (ver fotografía) en 2014, es decir tenía entonces, alrededor de 20 años, el equivalentes a más de 100 años en los humanos. Lo normal entre los suyos es no llegar a los siete años.
Una bióloga argentina, la entusiasta Patricia González (ver fotografía), que vive en San Antonio Oeste, en la provincia argentina de Rio Negro, lo busca sin descanso en cada temporada migratoria con su telescopio. Casualmente fue ella (junto a Luis Benegas y al canadiense Allan Baker) quien lo vio en New Jersey, Estados Unidos, en mayo del 2014.
Pero aún más increíble es el "viajecito" que se había pegado en todo ese tiempo. A lo largo de sus travesías anuales de ida y vuelta entre el Ártico canadiense y la argentina Tierra del Fuego, “B95” había sumado ¡una distancia mayor que la que hay entre la Tierra y la Luna! ya que se calcula que tras sus, aproximadamente 20 años de vida, esta ave ha recorrido una distancia aproximada de más 600.000 km. A modo de referencia comentar que de la Tierra a la Luna hay una distancia de 384.400 km.
Con un peso promedio de 300 gr, tamaño variable de entre 15 a 30 centímetros, en sus travesías anuales recorren aproximadamente 32.000 km (ida y vuelta, desde el hemisferio norte al sur, sin apenas descanso). Algunas de estas aves son capaces de volar 8.000 km o más, sin parar para descansar o alimentarse y atravesando posibles tormentas y huracanes. Se convirtió, de esta manera, en una verdadera leyenda en el mundo de la conservación, por lo que se le ha bautizado también como “Moonbird” (ave de Luna).
La historia del “B-95” también ha inspirado un libro sobre su extraordinaria historia de vida titulado “Moonbird: A Year on the Wind with the Great Survivor B95” del escritor estadounidense Phillip Hoose, que se ha convertido en un éxito de ventas y que también va dedicado al extremado peligro de extinción que sufre su especie (C. canutus rufa), con poblaciones que desde el año 2000 han sufrido una drástica reducción del 80% en América.
Para empezar a describir al Correlimos gordo (Calidris canutus) decir que pertenece al orden de las Charadiformes, familia “Scolopacidae” y género “Calidris”. La etimología de su denominación científica “Calidris” proviene del término griego “scalidris” (σκαλίδρις), (la picudilla de los antiguos griegos), y de “canutus”: en relación con “Canuto” (“Knut” el grande), rey de Inglaterra, Dinamarca y Noruega (995-1035; reinó entre 1016-1035), quien, según la leyenda, consideró al Correlimos gordo como un manjar exquisito.
Se trata de una limícola de talla pequeña (mayor que los otros correlimos), rechoncha (“gordo”) y de cuello muy corto, lo mismo que el pico y las patas. Viene a medir unos 23-26 cm de longitud, pudiendo alcanzar unos 53 cm de envergadura. Su peso viene a rondar los 165 gr. En esta especie no existe dimorfismo sexual.
Durante la época reproductiva o nupcial los ejemplares adultos presentan unas plumas de las partes superiores de color pardo con un llamativo moteado castaño-rojizo (algo anaranjado) y negro, y con los bordes blanquecinos.
El obispillo es de color gis pálido y está finamente barrado.
La garganta es de color rojo-óxido.
El cuello y el pecho son de color rojo-óxido en su zona central y de color rojo-óxido con pequeñas manchas y estrías negras en las zonas laterales.
Los flancos son de color ocráceo-rojizo por la parte superior y rojo-óxido en su zona inferior.
Las alas tienen las plumas coberteras de color gris con márgenes blanquecinos, mientras que las plumas primarias y secundarias son de color pardo oscuro. En sus alas desplegadas se puede apreciar claramente la presencia de una fina franja alar clara.
Las partes inferiores son también de color rojo-óxido, siendo más uniforme e intenso en los machos que en las hembras.
En la cabeza se puede apreciar que el píleo está intensamente estriado de color marrón oscuro.
La cara es de color castaño-rojizo con una mancha de color más castaño amarronado en las auriculares y con algunas pequeñas motas parduzcas. También en ella se puede diferenciar una brida marrón oscura entre la base del pico y el ojo.
El pico es bastante corto, recto y de color negro. Destaca un anillo blanquecino junto a la base del pico.
Los ojos son de color marrón oscuro y están rodeados de un fino anillo periocular blanquecino.
Las patas son medianamente largas y de color negro.
La cola es corta y de color gris.
Por su parte, el adulto no reproductor (otoño/invierno) luce un plumaje, en general, gris bastante uniforme, con la parte superior de un aspecto escamoso ya que las plumas son de color gris con el raquis de color negro y los bordes algo más claros.
El pecho es de color gris blanquecino con estrías parduzcas en los lados.
En los flancos también tienen algunas pequeñas estrías marrones.
Por la parte inferior son de color blanquecino.
La cara es blanquecina con una mancha marrón en las auriculares y muchas pequeñas estrías marrones. También presentan una gran ceja blanca y una brida de color marrón entre la base del pico y el ojo.
En esta época las patas son de color amarillo-grisáceo o verdoso.
Los jóvenes se parecen a los adultos no reproductores (invierno), pero algo más amarillentos.
Las plumas de las partes superiores presentan un doble ribete: negro por el interior y blanco por el exterior.
Las patas son de color amarillo verdoso.
Otra de las peculiaridades del Correlimos gordo es que las diferentes subespecies, un total de 6, que anidan repartidas por el Ártico, tienen rutas migratorias diferenciadas. Así, la subs. nominal, que tiene su zona de cría principalmente en la península siberiana de Taimyr, migra en dirección suroeste para invernar en el oeste de África, principalmente en el Banc d'Arguin en Mauritania
En el Correlimos gordo están descritas seis subespecies con rutas migratorias diferentes. De mayor a menor tamaño son: Calidris canutus rosealaari (la mayor), Calidris canutus rufa, Calidris canutus canutus, Calidris canutus islandica, Calidris canutus rogersi, Calidris canutus piersmai (la menor).
Estas seis subespecies se distribuyen por Europa, Asia, África, América y Australia. Se reproducen en torno al Ártico (Groenlandia, costas del norte de América y Asia) e inverna, sobre todo, en las costas atlánticas de América y África (hasta Patagonia y Sudáfrica) y en el litoral pacífico de Asia y Australia, así como en diferentes zonas del oeste de Europa.
En nuestro país suele encontrarse la subespecie nominal (“C. c canutus”), que se distribuye por el norte de Alaska, Groenlandia, Siberia (Taimyr) y las islas Spitsbergen y los podemos observar habitualmente durante los pasos migratorios aunque en escaso número y principalmente por las costas atlánticas (Galicia, el oeste de Andalucía y Canarias) y menos aún por el Mediterráneo (Baleares). Inverna principalmente en el Banc d´Arguin en Mauritania. Tan solo una parte de los emigrantes se quedan para invernar tanto en la Península como en las Islas Baleares y en las Canarias.
El Correlimos gordo, como vimos anteriormente, es una de las aves limícolas que más kilómetros recorren durante la emigración y habitualmente solo realizan una o lo máximo dos paradas para descansar y alimentarse. En invierno llegan a nuestros litorales procedentes del norte de Canadá, Groenlandia y Siberia; algunas de ellas continúan hacia África y alcanzan, incluso, el extremo sur del continente. El paso posnupcial es poco destacado y ocurre entre finales de septiembre y octubre por zonas costeras, mientras que el prenupcial tiene lugar entre mayo y junio. Durante la emigración son gregarias y forman bandos enormemente grandes.
Su hábitat durante los pasos migratorios y la invernada se encuentran en las playas de arena de la costa, en los estuarios y en las marismas sujetas a la acción de las mareas. Durante la época reproductiva se encuentran en zonas pedregosas, abiertas, con poca vegetación y situadas cerca de la costa en penínsulas o grandes islas al norte de las tierras continentales.
Se alimentan de invertebrados que aparecen en la zona intermareal: moluscos, crustáceos, insectos, gusanos y otros pequeños invertebrados marinos que capturan principalmente en el período entre mareas. Durante la época de cría también comen insectos y alimentos de origen vegetal en proporciones variables.
Su periodo reproductivo de desarrolla entre los meses de junio y julio y lo llevan a cabo en solitario. Construyen su nido en alguna pequeña depresión en el terreno en zonas abiertas, normalmente cerca del agua, a veces próximo a la vegetación. Posteriormente lo recubren con hierbas y líquenes. La puesta se compone normalmente de 3-4 huevos y la incubación dura 22 días aproximadamente. Las crías son nidífugas, al poco de nacer abandonan el nido.
Las principales amenazas a las que se enfrenta esta especie son la caza ilegal, la contaminación —que disminuye la disponibilidad de alimento—, las molestias durante la reproducción y el hecho de que se concentra en unas pocas localidades, lo que lo hace más vulnerable ante cualquier alteración. Además, hay que añadir la transformación y destrucción del hábitat de invernada. Se considera “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.
No quiero terminar esta extensa entrada sin comentar un reciente estudio llevado a cabo por un equipo internacional de investigadores procedentes del Real Instituto de Investigación Marina de Holanda (NIOZ) y varias universidades de países como Australia, Francia, Países Bajos, Polonia y Rusia. El estudio ha sido publicado por la revista especializada “Science” y en él se describe que tras realizar un seguimiento del Correlimos gordo durante 33 años, han podido confirmar que, como consecuencia del cambio climático, la nieve se deshiela cada vez más temprano en las tierras donde se reproduce el ave, a un ritmo de medio día antes por cada año que pasa.
Ese aumento del deshielo en las zonas de cría conlleva una alimentación deficiente que ocasiona que el volumen corporal de los correlimos gordos se esté reduciendo y como consecuencia desarrollan un pico cada vez más pequeño, lo cual le impide acceder al alimento adecuado para su desarrollo adulto, y eso amenaza su supervivencia.
La necesidad de un pico largo viene porque el alimento en el que el ave basa su dieta es un mejillón que vive entre las rocas, y los ejemplares de mayor calidad y más nutritivos son los que están escondidos en las profundidades de las rocas más angostas.
Ha partir de ahí, el Correlimos gordo entra en una espiral: como es más pequeño, no alcanza la comida y como no alcanza la comida, no crece lo suficiente y la malnutrición le debilita.
Ese acortamiento del pico no se aprecia hasta la juventud del ave, pues es al llegar en su migración al oeste de África cuando el ave padece las consecuencias de la malformación.
El doctor Jan van Gils, uno de los líderes del estudio desde el NIOZ, en Holanda, califica el fenómeno de "desajuste morfológico" y rechaza achacar los cambios a la mera evolución de la especie, ya que no es una adaptación del cuerpo a las necesidades del animal sino que es una reacción a un factor externo causado por el ser humano.
Gracias por este post, me encantó y las fotos bellísimas!
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