Hoy voy a presentar el reportaje fotográfico que recientemente he podido realizar a esta pequeña curruca que guarda un gran parecido con la Curruca zarcera y que debido a su temperamento sumamente tímido e inquieto, resulta sumamente difícil de fotografiar, ya que acostumbra a permanecer oculta moviéndose por la vegetación baja por donde se mueve con suma facilidad.
Se trata de la Curruca tomillera (Sylvia conspicillata) una curruca de un tamaño algo menor que la Curruca zarcera y con una coloración parecida a esta, aunque con ciertas diferencias que luego veremos y sobre todo por su comportamiento, mucho más inquieto y escondidizo.
Debido a ese comportamiento, resulta sumamente dificultoso poderla fotografiar fuera de la época de reproducción, por lo que hay que aprovechar los precisos momentos en que se descubre para realizar sus incesantes cánticos para atraer a sus potenciales parejas y marcar su territorio. Otra ventaja de fotografiarla en esa época (primavera y verano), es que sus colores se hacen más intensos.
Eso sí, como habitualmente acostumbra a pasar, cuanto más dificultoso resulta conseguir un puñado de fotografías a una especie escondidiza, cuando lo consigues la satisfacción es mucho mayor.
Si a eso le añades que lo consigues en unos días soleados, con una estupenda luz y en un entorno plenamente campestre, en el que te envuelven unos aromas y colores espectaculares propios de la vegetación baja que te rodea, el resultado es de un gran deleite que viene a compensar con mucho, las largas caminatas y esperas que en muchas ocasiones tienes que realizar para tratar de obtener algún resultado positivo.
Claro que todo ello no sería posible sin la inestimable colaboración de este bonito pajarillo que, día tras día, me ha permitido poderle tomar un buen número de fotografías, adoptando para ello unas poses que todo fotógrafo de aves va buscando, para así poder exhibir su belleza con todo su esplendor.
Como el resto de currucas, esta paseriforme pertenece a la familia Sylvidae y su tamaño es bastante pequeño, con una longitud de unos 13 cm, una envergadura de hasta los 17 cm y un peso de unos 15-16 gr. Su longevidad puede alcanzar los 5 años aproximadamente. Esta especie presenta un ligero dimorfismo sexual.
Como antes comentaba el tamaño de su cuerpo es algo menor que la Curruca zarcera dando el aspecto de mayor ligereza, máxime si valoramos su comportamiento que es mucho más inquieto y nervioso que aquella.
Además, la Curruca tomillera en comparación con la Curruca zarcera, tiene la cabeza algo más voluminosa, con colores más contrastados, pico más fino y las alas más rojizas (terciarias) y más cortas (primarias).
En el caso de los machos, por la parte superior son de color pardo grisáceo, excepto el obispillo que es sólo grisáceo.
Las alas en general son de color pardo rojizo, con las plumas primarias y secundarias de color pardo negruzco y las terciarias rojizas con los centros estrechos, puntiagudos y oscuros.
En la cabeza tienen un gran capirote gris oscuro, casi negro, que abarca la frente, el píleo, la nuca, la zona de las auriculares y que incluye dentro de él los ojos.
El capirote en la zona de la brida es negruzco, mientras que por la parte posterior se va volviendo más parduzco a la vez que se une al color pardo grisáceo de la parte posterior del cuello.
Las plumas del píleo se pueden erizar pero no llegan a constituir una cresta.
El pico es fino, puntiagudo, de color anaranjado y con el culmen y el extremo negruzco.
Los ojos son pequeños, con el iris de color castaño rojizo y están rodeados de un anillo peri orbital de color blanco, muy fino y poco visible.
Las mejillas y la garganta son blancas.
El pecho es de color pardo rosáceo con bordes algo más oscuros.
La cola es larga y de color pardo negruzco, salvo las rectrices externas que son de color blanco.
Las patas son medianamente largas y de color pardo anaranjado claro en primavera, que se vuelven pardo amarillentas en el otoño.
Las hembras son muy parecidas a los machos pero su color es en general, más apagado. Por la parte superior son más pardas y la cabeza es menos grisácea, presentando unos tonos más pardos rojizos.
La garganta no es tan blanca como en los machos y tiene tintes ocráceos claros. Los ojos son de color pardo claro con una gran pupila negra y también están rodeados de un fino anillo peri orbital de color blanco.
Los jóvenes se parecen a las hembras, pero con tonalidades más desvaídas y los ojos más oscuros.
El canto de la Curruca tomillera está compuesto de estrofas cortas y rápidas a base de sonidos agudos y melodiosos, que terminan en unos acelerados gorjeos y que emiten desde sus posaderos al descubierto. El reclamo consiste en un prolongado y repetido “kerrrr, kerrrr, kerrrr”.
La Curruca tomillera se distribuye por el suroeste de Europa, en los países del entorno del Mediterráneo occidental (Portugal, España, Francia e Italia), así como por el norte de África (Marruecos, Argelia y Túnez) y también en el Oriente Próximo. Existen también poblaciones aisladas en diversos archipiélagos atlánticos (Canarias, Cabo Verde, etc.).
Su distribución por la Península Ibérica es bastante amplia, aunque de modo disperso y desigual, extendiéndose de forma más continua en la zona central y oriental de Andalucía, en el Sistema Ibérico y el Valle del Ebro. También está presente en las Islas Canarias (Fuerteventura y Lanzarote) y más escasamente en las Baleares. Su presencia es bastante escasa en las regiones más norteñas y prácticamente no se encuentra en Galicia, Asturias, Cantabria ni País Vasco. Se reconocen dos subespecies: la subespecie C. t. orbitalis se encuentra en Canarias, mientras que C. t. conspicillata ocupa el resto del territorio español.
Son más abundantes durante el verano y durante los pasos migratorios, ya que a los ejemplares residentes habituales se suman los que invernan en el norte de África, que son la mayoría (migradoras parciales). El paso prenupcial lo realizan entre marzo y mayo, con máximos a primeros de abril, y el posnupcial lo llevan a cabo entre agosto y octubre, con máximos a principios del mes de septiembre.
A diferencia de la mayoría de las currucas, sus hábitats preferidos son áreas más secas, áridas y abiertas, desprovistas de vegetación (desarboladas), siempre que cuenten con la existencia de matorrales o arbustos bajos, como tomillares, brezales, matas de salicornia, de artemisa, romeros o aulagares, entre los que se oculta y se desplaza de manera muy inquieta y escondidiza. También las podemos encontrar en los bordes de las marismas y de las salinas y en los saladares. Esos hábitats se pueden encontrar desde el nivel del mar hasta los 1.800 metros de altitud en el Sistema Ibérico.
Se alimentan fundamentalmente de pequeños invertebrados como insectos y sus larvas, arácnidos, hormigas, saltamontes, larvas de mariposas y de moluscos. En primavera y otoño, también consumen bayas, frutos y semillas de plantas herbáceas.
Su periodo reproductivo abarca al periodo entre los meses de marzo y julio pudiendo llegar a efectuar 2-3 puestas por temporada.
Una vez que el macho elige el territorio adecuado, ambos sexos se ocupan de construir un nido con forma de cuenco utilizando para su elaboración pequeñas ramas, hojas, raicillas y hierbas secas que posteriormente tapizan con hierba, pelos y plumón vegetal y que sitúan a baja altura entre la vegetación densa (matorrales).
La puesta se compone habitualmente de 2-5 huevos. La incubación se extiende durante dos semanas aproximadamente y corre a cargo casi completamente de la hembra, aunque el macho está presente por cortos intervalos.
Ambos adultos alimentan con insectos a las crías y a los 12-13 días abandonan el nido, pero por lo menos durante otras tres semanas más siguen siendo atendidos por alguno de los padres.
Esta curruca no se encuentra especialmente amenazada, aunque podría verse afectada por la alteración de los hábitats que frecuenta, debido sobre todo a la intensificación agrícola, la sobre explotación ganadera, el desarrollo urbanístico y la reforestación de páramos. Está considerada como “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas. Las poblaciones canarias se han evaluado en la categoría de “Datos insuficientes” en el Libro Rojo de las aves de España.
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