Pues sí, parece que no cabe discusión a la hora de considerar el canto Ruiseñor común como el más bello y espectacular de los canticos de nuestros pájaros y del que podemos disfrutar habitualmente en primavera tras su retorno de los cuarteles de invierno en África tropical. El canto del ruiseñor está tan bien valorado a nivel popular, que no es nada extraño que a las personas que cantan bien se les diga que cantan como un ruiseñor.
Otra cosa mucho más complicada es poderlos observar en sus hábitats habituales, ya que suelen permanecer ocultos en la espesura de los matorrales o las ramas más frondosas de los árboles y tan solo acostumbran a dejarse ver fugazmente cuando cambian de posadero o cuando se mueven sigilosamente entre la densa vegetación.
Las pocas oportunidades que te permiten poderlos observar más fácilmente, es durante la época reproductiva, en la que en ocasiones eligen algún posadero más visible desde el que emitir sus bellos cánticos. Esas pocas ocasiones hay que aprovecharlas para fotografiarles medianamente bien y poderles ver desgañitándose en su afanado canto, dando la impresión de que en cualquier momento van a desfallecer por la falta de respiración.
En esas escasas ocasiones en los que les podemos ver al descubierto, es bastante habitual observarlos adoptando una postura muy característica consistente en colocar las alas como colgando y con la cola levantada hacia arriba.
A cualquier observador de aves, le parecerá mentira que tras sentirte atraído por su melodioso, incesante y potente canto y situarse más o menos camuflado y a una considerable distancia, sea incapaz de poder realizarle unas pocas fotografías a pesar de saber que se encuentra dentro de un pequeño matorral, zarza o en alguna rama baja de algún árbol. Lo que está claro, es que si lo quieres conseguir, te tienes que armar de paciencia porque su habilidad para permanecer oculto es impresionante y pone a prueba al más paciente de los observadores.
A ello contribuye notablemente la simplicidad del colorido de su plumaje que resulta sumamente críptico, por lo que como ocurre en alguna que otra especie, su detección se realiza fundamentalmente por su peculiar canto.
La mejor época para poder escuchar los mejores canticos del ruiseñor, es durante la temporada de apareamiento, donde despliega todas sus dotes de cantor para poder atraer a la hembra.
Un canto que curiosamente realizan incansablemente tanto por el día, cuando en ocasiones llegan a establecer competiciones con otros machos, como incluso durante la noche, para así intentar atraer a las hembras con sus melodiosos, aflautados y tristes cantos. Por esta última característica, no es de extrañar que su nombre en varios idiomas incluya la palabra "noche". De hecho, en inglés su nombre se podría traducir como el “galán nocturno que canta”.
Se han llegado a describir dos tipos de cantos diferentes del ruiseñor. Durante el cortejo, el canto de estas aves es fuerte y sonoro y puede oírse con mayor insistencia durante el amanecer y durante la tarde. Después del apareamiento y ya más cerca de la llegada del verano, los sonidos emitidos son menos vigorosos, pero más sostenidos, destacándose una enorme variedad de sonidos suaves y de una gran riqueza musical.
Los machos profieren un canto muy elaborado e inconfundible por su musicalidad, variedad y por la fuerza con que es emitido. El comienzo del canto es con unos piídos suaves, que van emitiendo con intensidad y frecuencia crecientes, tipo “puiii-puiii-puii-puii-puii”, para a renglón seguido romper con sonoras notas tipo “choqui-choqui-choqui” muy sonoro y un “piu” aflautado y piante, primero lento y luego alcanzando un crescendo. Cada nota la repite de tres a ocho veces in crescendo, hasta que cambian de nota, o bien producen un chasquido o gorjeo con el que rematan la melodía bruscamente.
El nombre científico del Ruiseñor común es el de “Luscinia megarhynchos”, que proviene del término latino “luscinia”: de “lucius”, delicia, delicioso (por el canto) y del griego “megarhynchos”: de “megalos, -e, -on”, grande y de “rhyngchos, -ou”, hocico o pico.
Actualmente se le encuadra dentro de la familia de los “Muscicapidae”, aunque anteriormente era clasificado como un miembro de la familia “Turdidae”. Es un ave migratoria originaria de Europa y Asia, pero que elige el continente africano para pasar el invierno boreal. En la primavera retorna a su hábitat natural con el fin de aparearse.
Su tamaño viene a ser de unos 16 cm de longitud pudiendo alcanzar los 26 cm de envergadura. Su peso puede llegar a los 27 gramos. Su longevidad puede alcanzar hasta los siete años, aproximadamente. Existe un discreto dimorfismo sexual consistente en que las hembras tienen una coloración más rojiza en la cola y en el obispillo que los machos. Se han descrito varias subespecies.
Todo lo que tiene de exhibicionista el canto del Ruiseñor común queda compensado por la simpleza de su plumaje ya que no es un ave que se destaque notoriamente por sus aspectos morfológicos, sólo su plumaje de un marcado color pardo ligeramente rojizo por su parte superior (incluyendo la cabeza) y en las plumas supracobertoras y las de la cola, puede destacarse como característica fundamental.
El plumaje de la garganta es de color blanquecino y tanto el pecho como los flancos son de color grisáceo blanquecino con tintes parduzcos. La parte inferior es grisácea blanquecina. Las alas son cortas, anchas y redondeadas.
La cola es larga, está ligeramente redondeada en su extremo y por la parte superior es de color pardo rojizo intenso, pero la pareja central de rectrices tienen un tono más apagado, menos rojizo.
El pico es pequeño, fino y puntiagudo. Su coloración es pardo oscuro, excepto en la base da la mandíbula inferior que es más clara.
Los ojos son grandes, con el iris de color marrón muy oscuro y están rodeados por un fino anillo periocular blanquecino.
Los jóvenes por la parte superior son también de color pardo rojizo pero con un moteado amarillento y un aspecto ligeramente escamoso, ya que los bordes de las plumas son más oscuros. Por la parte inferior son de color blanquecino punteado de marrón.
Su área de distribución para reproducirse (primavera/verano) abarca a la mitad meridional de Europa y Asia, desde Turquía hasta el mar Caspio.
Las poblaciones europeas son migradoras totales y entre los meses de agosto y octubre se produce el paso otoñal por España para poder pasar la temporada invernal en África occidental y central.
En nuestro país están presentes en toda la Península, Baleares, Ceuta y Melilla, aunque resulta muy escaso en la mitad norte de Galicia y en la vertiente septentrional de la Cordillera Cantábrica. También se enrarece en la parte más alta de las montañas y en algunas zonas totalmente deforestadas de la depresión del Guadiana, el valle del Ebro y el sureste árido.
Su hábitat preferido son los lugares con elevada humedad, frescos y de umbría por ello se encuentran en las arboledas de vaguadas, en los carrizales y en las riberas de los ríos, arroyos, lagos y lagunas con densa vegetación herbácea y arbustiva. También resulta frecuente en los linderos y en los claros de los bosques con abundante sotobosque y matorrales e incluso en los parques y jardines.
Su alimentación es fundamentalmente insectívora a base de escarabajos, hormigas, mosquitos, arácnidos y gusanos. A finales del verano, y ya en plena migración, completa su dieta y acumula reservas grasas con la ingesta de frutos y bayas.
El vuelo del Ruiseñor común es bajo, directo y fuerte entre los arbustos de los parajes que habita.
Son aves muy territoriales y su periodo de reproducción lo realizan entre los meses de abril y junio. Los machos suelen llegar unos diez días antes que las hembras a los territorios de cría y demarcan su área de reproducción con el canto. En su cortejo nupcial, el macho se aproxima a la hembra con la cola desplegada, subiéndola y bajándola, a la vez que abre y agita las alas y se inclina, bajando el pico casi hasta el nivel de la rama donde ambos están posados.
Construyen el nido muy oculto entre la espesura de la vegetación, bien en el suelo, bien sobre algunas ramas caídas; para su elaboración emplean pequeñas hierbas y hojas secas, luego lo recubren con hierbas y pelos. Todos los años anidan en el mismo lugar.
La única puesta se compone habitualmente de cuatro a seis huevos. La incubación dura unas dos semanas aproximadamente y las crías abandonan el nido cuando tienen unos 12 días de edad pero siguen siendo atendidas por sus padres durante otros 15 días más.
Cuando las crías comienzan a volar, los machos toman a su cargo la tarea de enseñarles a cantar. Los adultos emiten su canto y las crías tratan de emularlo, por eso durante estos períodos es posible escuchar armónicas sinfonías que parece replicarse de manera constante.
Los principales peligros para esta especie se deben a la destrucción de la vegetación ribereña por la canalización de los ríos y arroyos, así como por la utilización indiscriminada de plaguicidas. El Ruiseñor común está considerado “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.
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