La semana pasada dedique unas cuantas horas a observar y fotografiar a un ejemplar de Zampullín cuellirrojo que a finales del mes de noviembre detecto Juan Villar Sordo en el puerto de Llastres.
El plan era bastante atrayente ya que se trataba de acudir una tranquila mañana de un día laborable, en el que apenas encuentras algún turista despistado, a un lugar de una belleza que no voy a descubrir yo aquí ahora, no en vano, desde hace tiempo, viene incluyéndose a Llastres en el selecto club de los “Pueblos más bonitos de España” y está declarado Conjunto Histórico.
Cuando llegas a su pequeño y coqueto puerto, enseguida puedes apreciar un típico ambiente de gente marinera, con su lonja y los pequeños talleres donde se guardan y reparan los aperos de pesca, así como un pequeño número de pequeñas embarcaciones pesqueras que entran y salen con cierta frecuencia y alguna que otra de recreo.
Y siempre, con el fondo escalonado de las casas emplazadas en la ladera de esta bella localidad marinera, mirando todas al núcleo principal del pueblo que lo conforma su puerto y que en su conjunto constituyen una de las imágenes más representativas de la esencia marítima de Asturias.
Con este panorama, la visita ya merecía la pena, ahora tan sólo había que tener la suerte de que el pequeño protagonista de esta entrada no se hubiera marchado y tuviera a bien exponer toda su belleza a este humilde observador.
La verdad es que no tenía muchas esperanzas de verlo, ya que habían transcurrido varios días desde su primera observación, el movimiento de embarcaciones era relativamente elevado, así como el trasiego de personas por sus pantanales para realizar tareas de mantenimiento de las embarcaciones. Todo esto unido a que es un puerto de reducidas dimensiones, me hacía ser relativamente pesimista a la hora de poder observar al pequeño Zampullín cuellirrojo, pero bueno, merecía la pena intentarlo.
Otra cuestión diferente era barajar la posibilidad de que aun viéndole, se dieran las condiciones adecuadas para poderle realizar alguna fotografía que mereciera la pena publicar.
Cuando llegué allí los augurios no eran muy favorables, pues aparte de no ver al zampullín por ninguna parte, el día estaba bastante nublado e incluso empezaba a orballar, con lo que me dedique a disfrutar de ese bonito ambiente y a esperar a ver si por casualidad aparecía y el día abría, tal como habían previsto los meteorólogos.
Como ya habréis imaginado, efectivamente el pequeño “patito” de repente emergió de las profundidades aunque a una considerable distancia.
Ahora se trataba de tener paciencia y esperar a que en sus continuas inmersiones, se fuera adentrando más en el interior del puerto para poderle fotografiar decentemente y sobre todo, rezar para que no lo hiciera al revés, saliendo hacia el mar abierto.
Como todos sabéis, la paciencia en esta afición es tal vez, el arma más importante y habitualmente tiene su recompensa, y ese día no iba a ser la excepción, ya que tal como yo esperaba, el zampullín se fue aproximando a la zona de los pantanales a buscar alimento, al igual que también lo hacía algún cormorán vecino.
La cosa pintaba bien pero nuevas dificultades fueron apareciendo, ya que había varios paisanos por los pantanales revisando sus pequeñas embarcaciones y arrancando sus motores para mantenerlas en condiciones, lo cual, casi seguro, echaría al traste esa aproximación.
Por otra parte, eso favorecía mis pretensiones de poder realizarle alguna fotografía decente, ya que pude acceder a los pantanales sin ninguna dificultad, lugar que parecía idóneo para mis pretensiones.
Me imagino que más de un lector que haya vivido una situación similar me comprenderá si le digo que lo que parecía una gran ventaja, no era tal, ya que el mar estaba un poco revuelto y los pantanales no paraban de moverse, lo cual dificulta bastante a la hora de fotografiar un ave en continuo movimiento y con una luz bastante penosa, con lo que las velocidades de obturación que puedes utilizar son bajas y tienes que tirar de aumentar la sensibilidad (ISO) para intentar sacar alguna fotografía decente y eso, claro está, aumenta notablemente el “ruido” en la imagen.
En fin, todo disculpas, mi situación era privilegiada, había aparecido el Zampullín cuellirrojo, le podía hacer un minucioso seguimiento y además, afortunadamente, el día iba abriendo poco a poco para al final de la mañana quedar un día espléndido.
Fue precisamente al final de la mañana cuando le pude fotografiar bastante cercano, aunque no sin tenerme que estar ocultándome continuamente, ya que me tenía continuamente en su punto de mira y a la mínima aproximación no dudaba en sumergirse una y otra vez para aparecer en un sitio diferente, aunque siempre me permitía hacerle alguna toma antes de ello, siempre y cuando mi equilibrio lo permitiera y no me fuera al agua con algún movimiento del estrecho pantalán.
Tras esta extensa crónica del “making-of” de esa jornada, paso, como es costumbre a describir las principales características de este componente del género Podiceps, familia de los Podicipediformes, que como muchos ya sabéis, también incluye a otros zampullines como el Z. cuellinegro, el Z. Chico y el Z. Picogrueso y al Somormujo lavanco y al S. cuellirrojo.
Toman su nombre científico de la etimología de la palabra latina “podicis” que significa ano y “pes” que significa pie, en clara referencia a que sus patas se unen al cuerpo en su extremo posterior (al lado del ano). Por su parte, el término “auritus”, procede de “auris” (oreja), que significa “con orejas”, en alusión a la forma del plumaje de su cabeza en época nupcial, del que luego hablaré, al igual que su nombre común “cuellirrojo”.
Están descritas dos subespecies: P. a. auritus, que habita en Eurasia y el P. a. cornutus, que está presente en Norteamérica.
Tienen un tamaño pequeño ya que miden entre los 31-38 cm de longitud, con una envergadura que oscila entre los 59-65 cm. Su peso puede alcanzar 500 gr. No existe dimorfismo sexual en esta especie aunque los machos son ligeramente más grandes que las hembras.
Tenemos que diferenciar claramente dos tipos de plumajes:
En la época reproductiva el dorso, la parte superior de las alas y la parte posterior del cuello son de color negro. La parte anterior y los laterales del cuello, así como los flancos y el pecho, son de color castaño rojizo intenso. El vientre y la parte inferior de sus alas son blancos, aunque quedan ocultos cuando nadan.
Las alas son negras, excepto las plumas secundarias que son blancas.
La parte posterior del cuerpo, o popa, desciende hasta el nivel del agua de forma más progresiva y no resulta tan empinada o prominente como en el Zampullín cuellinegro que queda ligeramente por encima del agua (con forma de borla de polvera). La cola está poco definida.
Pero tal vez, lo más llamativo durante esta época sea la cabeza que presenta un plumaje muy llamativo y contrastado, ya que es de color negro, excepto un penacho de forma triangular de plumas largas y filiformes de color amarillo anaranjado, que parten desde el ojo hacia atrás y hacia arriba, sobresaliendo un poco por la parte posterior de la cabeza, y que al parecer, pueden levantar y bajar a voluntad.
Presentan también una delgada línea de color rojizo que va dese la parte anterior del ojo hasta la base de la mandíbula inferior. Las plumas negras de los carrillos cuelgan un poco a los lados asemejándose a una pequeña barba.
El pico es corto, fino, puntiagudo y es recto en su totalidad (en el Z. Cuellinegro está ligeramente curvado hacia arriba en su extremo). Es de color negro con la punta pálida que se hace visible a distancia.
Los ojos son pequeños y durante esta época son de color rojo intenso con la pupila rodeada por un fino anillo de color dorado.
Las patas son cortas, de color gris negruzco y con los dedos muy palmeados que funcionan como las palas de una hélice.
En su plumaje invernal, como podemos ver en las imágenes, presentan las partes superiores de color gris negruzco y los flancos de color grisáceo blanquecinos. Las partes inferiores son blancas, incluida la parte frontal del cuello.
En la cabeza podemos apreciar que el píleo es plano con discreta pendiente hacia delante (con la frente achatada) y que por detrás termina en punta, lo cual le proporciona un perfil de la cabeza más triangular, en comparación con la cabeza del Z. cuellinegro (enlace) que es más redondeada.
La mitad superior de la cara, el píleo y la parte posterior y los laterales del cuello son de color negruzco que contrastan notablemente con la mitad inferior de la cara, las mejillas y las zonas laterales de la nuca que son de color blanco. La delimitación entre las zonas negruzcas y las blancas de la cara es bastante recta y va desde el pico al ojo y es mucho más nítida que en el Z. cuellinegro, que la tiene mucho más difuminada y con las auriculares oscuras. Tampoco tiene o es mínima, una extensión de la zona blanca de la cara hacia la parte superior de la nuca como lo tiene el Z. cuellinegro.
El pico en esta época es de color gris azulado.
Los ojos en esta época son de color rosáceo.
Los jóvenes tienen el color del plumaje como los adultos en invierno, aunque su cabeza es más redondeada y los ojos son de color marrón.
Son excelentes nadadores y buceadores y acostumbran a estar continuamente zambulléndose, lo cual no lo hacen iniciando un salto sino suavemente, sin apenas mover el agua de la superficie.
Aunque pueden andar o correr cortas distancias, son propensos a caerse, ya que tienen sus patas colocados muy atrás en el cuerpo (Podicipedidae), lo cual les facilita el buceo pero sin embargo hace que sean muy torpes en tierra firme.
Tienen las alas estrechas y al contrario que la mayoría de los patos, son reticentes a volar, respondiendo a los peligros por medio del buceo en lugar de volar.
Se distribuyen por Europa, Asia y América del norte. En Europa se reproduce mayoritariamente en Finlandia (68%), Islandia, Noruega, Suecia, Dinamarca y Rusia. Tras el periodo reproductor, las aves europeas efectúan desplazamientos hacia el sur y concretamente en el litoral de las islas Británicas, el mar del Norte y el noroeste de Francia.
En España se trata de un ave invernante escasa e irregular que acostumbran a aparecer en lugares concretos como la costa cantábrica, fundamentalmente en las marismas de Santoña y de forma mucho más esporádica, en Galicia y Cataluña.
Su hábitat durante la época reproductiva se encuentra en los ríos, lagos y lagunas poco profundas, ricos en nutrientes y con abundante vegetación en las orillas. En invierno se desplaza principalmente hacia zonas resguardadas de la costa, bahías, rías, marismas y a veces también en los grandes lagos.
Su dieta durante la invernada en zonas costeras se compone principalmente de peces pequeños, aunque también comen, especialmente durante el verano, insectos acuáticos y sus larvas, así como crustáceos.
Su periodo de reproducción lo realizan entre los meses de abril y junio. Los dos miembros de la pareja participan en la construcción de un nido a modo de plataforma flotante que construyen con materia vegetal y que sujetan a la vegetación sumergida. La puesta es por lo general, única, aunque puede ocurrir que se efectúen dos en la misma temporada si pierden la primera. Se compone normalmente de 4-5 huevos que incuban durante 22 y 25 días. Las crías son seminidífugas ya que a los dos días abandonan el nido, pero luego se suben encima de la madre, ya que ésta les sirve de nido flotante y los cuida durante unos 45 días, al cabo de los cuales, ya estarán listos para independizarse.
El Zampullín cuellirrojo no se encuentra amenazado de forma global, aunque, eso sí, es una especie poco abundante. En el norte de Europa, sus poblaciones se encuentran en regresión, lo que se achaca a la acidificación de las aguas de los lagos donde cría. Es posible que la especie también resulte afectada por accidentes en redes de pesca. Por otro lado, la contaminación de las aguas costeras por vertidos de hidrocarburos y otras sustancias tóxicas puede representar un problema en sus áreas de invernada.
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