Aprovechando uno de los muchos días de bonanza climática de los que estamos disfrutando este atípico otoño que ahora acaba, dedique una tranquila mañana (30 de nov) a disfrutar de un día soleado en el entorno del Cierrón (Villaviciosa).
Tras varios paseos por la zona, enseguida percibí que no iba a encontrar grandes novedades por las fechas que corrían y sobre todo, por la estabilidad climática que se había establecido desde hacía días. Además, la visibilidad de las charcas más cercanas al paseo, presentaba un exceso de vegetación que dificultaba notablemente la observación de aves acuáticas que pudieran encontrarse en su interior.
Así que, como suele ser costumbre, decidí disfrutar del paseo en un agradable entorno y con un sol mañanero radiante, fotografiando especies bastante habituales de la zona en esta época como garcetas comunes, ánades reales, cercetas comunes y alguna otra especie que supone una mayor dificultad como es el caso del Rascón europeo, que aunque no lo parezca, siempre está ahí para darte alguna que otra satisfacción, o alguna otra no tan frecuente, como es el caso del Archibebe oscuro o las avefrías, que aunque escasas, siempre son fieles a visitarnos por esas fechas en Villaviciosa.
De vez en cuando, sobrevolaba la zona alguna que otra anátida (Azulón, Cerceta, etc), Estornino o algún ejemplar de Garceta común, Busardo ratonero, Corneja o incluso, alguna espátula que cambiaba de charca para alimentarse. También se podían observar a los habituales y frecuentes “pajarillos” de la zona como tarabillas, lavanderas, petirrojos, buitrones, carboneros, gorriones, etc.
En un momento dado, en el que estaba fotografiando cercetas comunes, pude divisar a larga distancia una pequeña ave rapaz que poco a poco se iba acercando a mi posición realizando los típicos movimientos cicleantes y que me dio la impresión inicial, de que se trataba del típico Busardo ratonero buscando algún alimento que echarse al pico.
No le presté mayor atención, hasta que de repente hubo una huida hacia la espesura de la vegetación palustre de la mayoría de las cercetas y azulones que se encontraban tranquilamente alimentándose en la charca y que ya se habían adaptado a mi presencia. No parecía probable que esa espantada la produjera ninguna persona o perro que se acercara por la zona, por lo que deduje que el potencial peligro estaba sobrevolando la zona.
Prismáticos en mano, inmediatamente pude apreciar que no se trataba de un Busardo ratonero, sino de un Águila calzada que se aproximaba poco a poco a la charca trazando círculos. Este acontecimiento hizo que inmediatamente me dedicara a intentar fotografiarla lo mejor posible, mientras me preguntaba a mí mismo la extraña localización y sobre todo en las fechas que corrían (30 de nov), casi en el mes de diciembre.
Que fuera un Aguilucho lagunero o un Busardo ratonero por su aspecto, tamaño y por la localización parecía mucho más razonable que la posibilidad de que se tratara de una Águila calzada en fase oscura, ya que estas son especies eminentemente forestales (pinares, encinares, etc.) aunque muy ocasionalmente puedan observarse en espacios abiertos a nivel del mar como son las marismas o estuarios.
Pero es que además, en nuestro país, este ave rapaz es relativamente habitual durante el período estival, permaneciendo aquí desde marzo-mayo hasta agosto-septiembre para después emigrar a África, salvo claro está, escasas excepciones que se quedan con nosotros a invernar, pero lo hacen preferentemente en el sur y el este de la Península.
Decía antes que esta especie es bastante habitual en España, pero lo es sobre todo en las regiones del centro y el oeste de la Península, siendo su presencia mucho más escasa en áreas del litoral cantábrico o del atlántico.
En cualquier caso, tocaba disfrutar de esta interesante ave que además no demostraba tener la más mínima timidez ni recelo de acercarse a lugares habitados como en el que yo me encontraba, sino por el contrario, cada vez se aproximaba más a mi posición, todo un lujo y además en un día con buena luz y dando múltiples vueltas para poderla captar por todos sus lados una y otra vez.
Pero ahí no iba aquedar mi suerte, pues al fin y al cabo, el fotografiar a un ave en pleno vuelo, en el mejor de los caso, te permite obtener un pequeño número de poses de un lado u otro y/o con las alas arriba o abajo y pare usted de contar.
Y es que, según estaba “ametrallándola” en pleno vuelo, se aproximó a ella un auténtico "kamikaze", lanzando unos potentes graznidos y realizando repetidos y agresivos ataques a la protagonista de esta entrada.
Efectivamente, se trataba de una furibunda Gaviota patiamarilla que con todas sus armas, es decir, pico, patas y graznidos, intentaba expulsar de ese territorio a este incomodo intruso.
Los ataques se repetían una y otra vez y los requiebros en el aire de una y otra eran un auténtico espectáculo. Era increíble la agresividad que ponía de manifiesto la gaviota, parecía como si le fuera la vida en ello.
Yo mientras tanto, hacía que la cámara de fotos echara humo de la cantidad de disparos que también hacía, colaborando de alguna manera en ese metafórico “ametrallamiento” que ahora no solo ocurría desde el aire, sino también desde tierra.
Pero el festival no acababa más que empezar, ya que a la “buena” de mi Águila calzada le sobrevenía un nuevo contrincante, si cabe aún más agresivo que la anterior, se trataba de una Corneja que también con una actitud súper agresiva lanzaba repetidos ataques a la rapaz.
Estaba resultando notablemente injusto que el ataque fuera de dos contra uno, alternando sus lances por un lado y otro, a los que mi heroína favorita resistió como una campeona una y otra vez, demostrando una gran habilidad en la maniobrabilidad aérea.
Al final, la gaviota decidió que no podía más y opto por tomar las de Villadiego, saliendo del escenario del combate y retirándose, me imagino a descansar y reponer fuerzas.
Podría parecer que la cosa estaba ya más o menos decidida, pero fue a partir de esa retirada de la gaviota, cuando la corneja echó toda la carne en el asador, persiguiéndola y utilizando toda su agresividad sobre el águila y siempre lanzando unos potentes graznidos intimidatorios.
Al principio del combate a solas entre la corneja y el águila, daba la impresión de que se iba a tratar de un "toma y daca". Es decir, una vez atacas tu y otra te replico yo, protagonizando sendas persecuciones alternativas.
Nada más lejos de la realidad, ya que pronto se puso de manifiesto que allí la única atacante era la corneja y que el águila se limitaba a escapar del fragor del combate que no era precisamente de poca intensidad y bastante constante.
Como podréis observar en estas imágenes, la cosa no iba de amagos y en varias ocasiones se llegó al contacto físico entre ambos contrincantes, consiguiendo la corneja en más de una ocasión, arrearle unos buenos picotazos al Águila calzada.
No había respiro posible y el combate proporcionaba unas bellas imágenes para el espectador.
Los que ya sois expertos en esto del pajareo, me imagino que al igual que me pasa a mí, os parecerá increíble que unas aves mucho menos dotadas de instrumentos o armas de ataque como son el pico o las garras, sean capaces de poner a la fuga a otras que potencialmente las tienen mucho más desarrolladas para el ataque, como es el caso de las aves rapaces en general.
En cuantas ocasiones hemos sido testigos de ataques de este tipo de “pajarillos” o aves de mucha menor envergadura a grandes aves rapaces que increíblemente, terminan huyendo de esos combates "a priori" desproporcionados.
Cabría pensar que esa agresividad se deba al temor por perder su vida en una ataque de la rapaz, o por preservar a sus polladas o desviar la atención del área de cría, pero obviamente ese no era en caso en esta ocasión, ni en otras similares que todos hemos podido observar.
Evidentemente, el sentido de la territorialidad en algunas especies debe ser muy potente, llegando a ocasionar lances a todas luces desequilibrados, pero que obtienen sus buenos resultados. Es decir, muchas veces se impone el coraje y la “mala leche” a la fuerza bruta.
Como podréis imaginar, para mí la mañana fue redonda, siendo testigo de primera fila de semejante batalla y pudiendo realizar un interesante reportaje fotográfico a un ave que a mí particularmente me encanta, y todo ello en un ambiente privilegiado.
Como es evidente, al final la sangre no llego al río y se produjo un “tablas” en la batalla, siguiendo cada uno de los contrincantes su camino.
Después de esta manifiesta hostilidad ante una ocasional turista que visita esa bonita zona, no me extraña que, dada la buena hospitalidad recibida, exista una menor población de esta interesante especie de ave rapaz en la cornisa cantábrica.
Aprovecho la ocasión para daros las gracias por visitar este blog y desearos unas felices fiestas navideñas.
Vaya colección de fotos!!!. Enhorabuena y gracias por compartirlas. Que pases unas Felices Fiestas.
ResponderEliminarMuchas gracias Guillermo. No había visto tu comentario hasta ahora porque he tenido problemas con el correo. También yo te deseo unas felices fiestas y un estupendo año 2017. Saludos.
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