miércoles, 9 de noviembre de 2016

La gran adaptación evolutiva del más conocido de los pájaros carpinteros. Pico picapinos (Dendrocopos major). Picatueru.

Durante el pasado mes de octubre me propuse hacer un reportaje fotográfico de un ave que emite uno de los sonidos más característicos que se puede escuchar al pasear por un bosque, me estoy refiriendo obviamente al Pico picapinos que podemos considerar como el más popular y llamativo de los pájaros carpinteros europeos. 





Su localización es relativamente fácil si seguimos su característico tamborileo o su escandaloso reclamo que con frecuencia resuenan en el silencio del interior del bosque. Por otra parte, su llamativo aspecto es inconfundible y le hace fácilmente reconocible, lo cual le favorece a la hora de hacerse ver y poder defender su territorio frente a potenciales adversarios.





Otra cuestión diferente es poderles fotografiar con una cierta tranquilidad, ya que aparte de ser bastante desconfiados, acostumbran a moverse por las alturas de los árboles y en muchas ocasiones la espesura del bosque te impide poderles enfocar adecuadamente o hacerlo con unas condiciones de luz adecuadas.





Indistintamente de su indudable belleza, si hay algo que me llama poderosamente la atención de esta especie, y en general de los denominados popularmente como pájaros carpinteros, es su interesante comportamiento y sobretodo las adaptaciones morfológicas evolutivas que han llevado a cabo para adecuarse al medio forestal en el que habitualmente se mueven y que podremos ir analizando a lo largo de esta entrada.





La denominación científica del Pico picapinos es la de “Dendrocopos major” que proviene de los términos griegos: “dendron”, árbol, al que se le añade el de “kopos, -ou”, fatiga, cansancio, trabajo (golpear, sacudir, cortar, picotear, etc.) y el calificativo procedente del latín “maior, oris”, mayor, más grande, que en su conjunto podríamos resumir como “el ave más grande que golpea los árboles”. 





La familia de los “Picidae” (Picidos) a la que pertenece el Pico picapinos, está representada en nuestro país por seis especies más: Picamaderos negro, Pito real, Pico mediano, Pico menor, Pico dorsiblanco y el aberrante Torcecuello. Si a estas siete especies les añadimos el Pito cano, Pito de Levaillant, Pico sirio y el Pico tridáctilo euroasiático, llegaríamos a los once representantes de esta familia en Europa.





Como comentaba antes, todas estas especies a excepción del Torcecuello han realizado unas interesantes adaptaciones morfológicas como:

Tener los pies con dos dedos apuntando hacia delante y otros dos hacia atrás para una mejor sustentación (zigodáctilos) y unas uñas puntiagudas.





Que sus las plumas rectrices sean rígidas y que actúen como una tercera pata para mejorar la sujeción al tronco en la posición vertical en la que se suelen mover estas aves.





Disponer de un pico fuerte y poderoso para taladrar las maderas más resistentes, a modo de cincel, para lo cual han tenido que desarrollar mucho los músculos del cuello. 





Tener un cráneo protegido para no sufrir daños al golpear la madera en busca de larvas de insectos y construir sus nidos, para lo cual su cráneo está compuesto por huesos esponjosos llenos de pequeñas cámaras que alojan aire y que amortiguan los impactos cuando taladran el tronco de los árboles a un ritmo de unos 20 golpes por segundo. Además, el espacio entre el cráneo y el cerebro de estas aves es muy reducido y la masa cerebral no se sacude con los golpes.





Tener una larga lengua pegajosa para lograr capturar las larvas xilófagas de las que se alimentan en diversos tipos de cavidades y galerías donde se esconden.





En cuanto al comportamiento también cabe destacar como adaptaciones de estas especies:

Lo referente a la construcción de sus nidos y la cría de sus polluelos en los huecos de los árboles.





La de utilizar el tamborileo que realizan golpeando con su pico contra un tronco hueco, para comunicarse con sus semejantes, marcar el territorio o para atraer la atención de las hembras.





En fin, como habréis podido comprobar, un buen compendio de adaptaciones morfológicas y etológicas, que hace las delicias de cualquier ornitólogo amante de la evolución y del desarrollo anatómico de las aves.





El Pico picapinos es un ave de tamaño medio que mide unos 24-26 cm de longitud y tienen una envergadura alar de entre los 38-44 cm. Su peso ronda los 80-85 gr. Su longevidad puede llegar hasta los 10 años. Existe un mínimo dimorfismo sexual en esta especie.





Los machos adultos tienen las partes superiores de color negro al igual que las alas, pero en estas destaca una gran mancha alargada de color blanco en las plumas escapulares y otras con forma de barras compuestas por pequeños puntos blancos en la parte superior e inferior de las plumas primarias y secundarias.





Las partes inferiores son blanco ocráceas y a partir de la mitad del vientre para abajo, las plumas tienen color rojo vivo, extendiéndose por debajo del nacimiento de la cola (zona anal).





La cola es relativamente corta y de color negro en las rectrices centrales (dos pares) y negra y blanca en las dos rectrices exteriores de cada lado, que tienen bandas negras y son muy visibles cuando el pájaro apoya la cola contra la superficie del árbol. El obispillo es negro. 





El píleo es de color negro, la nuca roja y la frente amarillenta. La cara, la garganta y un parche pequeño a los lados del cuello son blancos ligeramente teñidos a veces de ocráceo muy claro o parduzco y variable de unos individuos a otros. Los blancos carrillos están separados de la garganta por una estrecha banda negra que la bordea por su parte inferior uniéndose por delante al pico en forma de bigotera mientras que por detrás se une al negro de la nuca y por la parte inferior se ensancha bastante en la zona lateral del cuello y luego se estrecha y se incurva hacia delante hasta llegar al pecho donde termina en forma de punta.





El pico es fuerte, corto, cónico y puntiagudo; es de color gris plomo algo más pálido en la base. Ese pico tiene una gran fortaleza lo que le permite taladrar las maderas más resistentes, cosa que no pueden hacer otros pícidos.





Los ojos son pequeños y el iris de color rojo.





Las patas son cortas, tienen unos dedos provistos de unas fuertes uñas curvadas y son de color gris verdoso. Al igual que los demás pícidos sus patas también poseen zigodactilia, esto es, tienen dos dedos dirigidos hacia delante y dos hacia atrás. Son unos expertos trepadores que se agarran a los troncos con sus uñas y se apoyan en ellos con las rígidas plumas de su cola.





Las hembras tienen todo el píleo y la nuca de color negro (carecen de la mancha roja en la nuca), siendo el resto del plumaje igual al de los machos.





El plumaje de los jóvenes resulta más difuso, con las partes ventrales de color blanco sucio y una menor intensidad de rojo en la zona caudal. Los jóvenes también se distinguen de los adultos por tener todo el píleo de color rojo. La mancha o banda estrecha negra que nace en la base de las mandíbulas es discontinua y a menudo está punteada de blanco. Las partes inferiores son más pálidas que en los adultos. El pico es gris plomo algo más pálido en la base y las patas y pies grises o gris verdoso. El iris de los ojos es de color marrón.





El vuelo del Pico picapinos es muy característico. Realiza un fuerte aleteo seguido de un planeo en el que pierde altura rápidamente, seguido de un nuevo aleteo; produciendo un vuelo ondulado no demasiado alto y bastante rápido.






El sonido que más habitualmente emite esta especie es un “tchik- tchik” fuerte y sonoro, que repite a intervalos de tiempo irregulares y que parece utilizar como llamada de alarma o cuando está nervioso y también como nota de vuelo o comunicación.




Con cierta frecuencia también emiten un reclamo más llamativo, compuesto por una rápida secuencia: “chrett-chrett-chrett”, conocida como “relincho”.




Otros sonidos característicos de los pícidos son los tamborileos, que utilizan para marcar el territorio y para atraer la atención de las hembras. Los tamborileos de reclamo se distinguen de los alimentarios o taladradores, porque en los primeros los golpes son muy rápidos y consecutivos. El Pico picapinos es el pájaro carpintero que más rápidamente tamborilea, lo hace a cortos intervalos 12 veces seguidas preferentemente sobre la superficie sin corteza de un árbol seco o hueco. Habitualmente, acostumbran tener preferencia por algún determinado árbol del entorno para hacerse oír desde él.




El tamborileo es efectuado por la acción muy rápida del pico contra lo que podemos llamar caja de resonancia y que suele ser buscada en la parte alta de un tronco desmochado y seco. A pesar de la rapidez y dureza con que este golpeteo se produce, no quedan en el tronco marcas apreciables y es más el efecto de resonancia que posee el tronco que la potencia real del golpe continuado. Ambos sexos tamborilean y su significación pudiera ser netamente amorosa o de llamada entre los miembros de una pareja. Sin embargo, el tamborileo no tiene este significado exclusivo en opinión de algunos ornitólogos. Como prueba de ello se aduce que también en el invierno puede ser escuchado, aunque por supuesto no con la frecuencia con que lo efectúan en primavera a partir del mes de febrero. 





El Pico picapinos es el pícido más ampliamente distribuido de toda la avifauna europea. Se extiende por la totalidad del Paleártico hasta el sur del Atlas, Anatolia, el Cáucaso, el norte de Irán y Mongolia. Falta en Irlanda y en algunas islas del mar del Norte y el Mediterráneo. Se reconocen numerosas subespecies. En la Península Ibérica se encuentra la subespecie “hispanus”, que se extiende por todo el territorio. 


Al tratarse de una especie marcadamente forestal, resulta más abundante y se encuentra más homogéneamente repartida por la mitad norte peninsular, con la excepción de las regiones áridas del valle del Ebro. En el sur se concentra en comarcas montañosas, si bien escasea o falta en Levante, el valle del Guadalquivir y las llanuras de La Mancha y Extremadura. Falta en Baleares, Ceuta y Melilla. En las islas Canarias aparece en Tenerife y Gran Canaria, representado por las subespecies endémicas “numidus” y “canariensis”, respectivamente.


En España son residentes habituales aunque los que se encuentran en la zona norte de la Península Ibérica a veces realizan desplazamientos cuando los inviernos son muy crudos. También realizan movimientos dispersivos tras la reproducción.





Sus hábitats preferidos son zonas forestales o semiforestales, desde pinares de montaña (su preferencia) hasta hayedos, robledales, encinares, alcornocales o choperas. También frecuentan los parques y jardines con abundancia de árboles. 





Se alimentan principalmente de insectos (xilófagos) y sobre todo de sus larvas que buscan excavando con el pico en el interior de la madera o bajo las cortezas y también en el suelo. Tras hacer un fino agujero sacan su larga lengua de un estuche situado en el cráneo y alcanzan la larva. Tienen además una saliva pegajosa y viscosa que se adhiere al insecto y por si fuera poca especialización, el final de la lengua tiene unos pelillos córneos ásperos que sirven como ganchos.





También comen frutas como las cerezas y frutos secos (piñones, bellotas, nueces y avellanas) especialmente durante el invierno. Para poder comer estos frutos secos, los cogen con las patas o el pico y los llevan a un lugar adecuado donde sujetándolas bien en alguna rendija o hueco de la madera (usado como yunque), les taladra su cáscara y van extrayendo las semillas o los piñones. De no haber un árbol adecuado en las cercanías que les sirvan para estos propósitos, son capaces de excavar en los árboles próximos, un pequeño agujero u oquedad donde puedan colocar las piñas o frutos secos con cáscara, para posteriormente ir despojándolas de las semillas.





A menudo, perforan surcos en los pinos para producirles una pequeña herida de la que succionan la savia, rica en minerales y azúcares. Durante la reproducción pueden llegar a comer también los pollos y los huevos de otras aves forestales, obteniendo así una dosis extra de valiosas proteínas.





Su periodo reproductivo lo llevan a cabo entre los meses de marzo y junio. La construcción del nido forma parte del cortejo. Ellos taladran los troncos mientras las hembras escuchan el golpeteo, que les atrae, y cuando localizan al macho observan con paciencia la construcción de lo que en principio será la cámara nupcial y luego el nido donde incubarán los huevos. Una vez terminado, ella entra y allí copulan.





Sitúan su nido en una cavidad que taladran con sus picos en los troncos de los árboles, generalmente a 3 ó 4 m de altura y que luego tapizan con alguna viruta. El agujero de entrada tiene medidas que oscilan entre los 5-6 cm, poco más o menos, y penetra 12-13 cm para descender verticalmente ensanchándose al final en forma de bolsa. Tardan entre una y tres semanas en taladrarlo según la dureza de la madera elegida. No siempre hacen un nuevo agujero, sino que a menudo utilizan uno viejo de ellos mismos o de otra especie que es usado año tras año. En ocasiones también utilizan las cajas nido. 





La puesta se compone de 4-7 huevos de color blanco. La incubación dura unos 15 días aproximadamente y es llevada a cabo en gran parte por la hembra, sobre todo durante el día y por la noche parece ser el macho quien ocupa el nido. Las crías abandonan el nido cuando tienen unos 20 días de edad. Tras la época de cría, los jóvenes Picos picapinos se dispersan.







No existen grandes amenazas de conservación en las poblaciones de Pico picapinos establecidas en la Península. No obstante, se pueden ver afectadas por la tala de bosques, los incendios, la eliminación de árboles muertos y, en general, por prácticas silvícolas inadecuadas, que impiden que se den buenas densidades de la especie en algunas zonas. El pico picapinos aparece incluido en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas en la categoría “De interés especial”.

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