En la entrada anterior que pude dedicar a “Su majestad, la reina de todas las aves, el Águila real (Áquila chrysaetos)”, ponía de manifiesto las múltiples peripecias que había tenido que pasar para poder observar y conseguir un buen puñado de fotos de esa impresionante ave rapaz, pero la principal conclusión que extraje de aquella experiencia era que, sin ningún género de dudas, había merecido la pena y que no me resultará nada fácil olvidar.
Digo esto porque, tal como ya comenté en esa anterior entrada, la visita a esa concreta zona de la denominada Sierra Oeste de Madrid, no sólo me permitió la posibilidad de observar y fotografiar a una distancia relativamente corta a la emblemática Águila real, sino que además, durante los largos periodos de espera que allí pasé, por allí fueron apareciendo otras especies de aves rapaces como el Buitre leonado, Buitre negro y también a la protagonista de esta nueva entrada, "nuestra emperadora, la rapaz más amenazada de Europa, el Águila imperial ibérica (Aquila adalberti)".
Cuando me encontraba yo medio oculto entre los matorrales y las rocas a media altura de una montaña de mediano tamaño, a la espera de que apareciera el Águila real realizando su rutina diaria en busca de alimento, fueron apareciendo por allí un buen número de buitres leonados a muy escasa altura de mi ubicación, con los que me fui distrayendo realizándoles fotografías a muy escasa distancia ya que no me tenían localizado. Eso sí, cuando se percataban de mi presencia tan próxima, dejaban de planear y agitaban bruscamente sus enormes alas, lo que provocaba un importante sonido del batir de sus alas que casi llegaba a intimidar.
Pues bien, fue en una de esas pasadas de un buen grupo de buitres leonados, cuando me percaté a través del visor de mi cámara, de que uno de ellos parecía distinto. No tarde mucho tiempo en darme cuenta de que, efectivamente, se trataba, ni más ni menos, de un ejemplar joven de Águila imperial ibérica que se desplazaba en compañía de los buitres leonados.
El haber tenido contacto con otro ejemplar similar (joven del primer año) hace ya casi cuatro años, me facilitó su rápida identificación, lo que me permitió centrarme en él y realizarle unas cuantas fotografías para poderlas compartir con todos vosotros en esta nueva entrada, a la que he añadido otras de archivo que pude realizar en mi última visita a Monfragüe y al GREFA.
Fue una breve pasada por la zona y la verdad es que cuando la vi marchar, enseguida me pude dar cuenta de lo fácil que resultaba confundirla con un ejemplar más del numeroso grupo de buitres leonados con los que se desplazaba, máxime si la observas junto a ellos y a cierta distancia.
Pero las sorpresas aún no habían acabado con esa inesperada aparición, pues a escasos minutos apareció también por allí, todo un ejemplar adulto de Águila imperial ibérica, que esta vez sí, resultaba inconfundible por sus llamativas marcas blancas en los hombros y su coloración castaño oscuro.
Yo que estaba concentrado en intentar descubrir la aparición del Águila real entre los buitres leonados que poco a poco iban apareciendo a lo lejos de mi posición, siguiendo unas rutas parecidas a mayor o menor altura, me puse de los nervios cuando de forma inesperada, apareció primero el ejemplar joven de Águila imperial ibérica y al poco rato, por mi espalda, el ejemplar adulto, que hizo que para poderla fotografiar me tuviera que retorcer sobre mis propios pies, dado lo inestable de mi posición en una empinada e irregular pendiente. No es de extrañar por tanto, la deficiente definición de alguna de las escasas imágenes que, a duras penas, le pude tomar, ya que siguió su paso sin detenerse por la zona y siguiendo al resto de rapaces.
Como podréis comprender mi satisfacción fue enorme, ya que no todos los días te puedes permitir el lujazo de permanecer en la soledad de un monte disfrutando de unos bellos paisajes y unos esplendidos aromas, mientras poco a poco vas viendo desfilar delante de tu estratégica posición, a ese elenco de aves rapaces que entes mencioné. Ni en el mejor de los privilegiados hides que existen preparados al efecto se puede conseguir una semejante situación. Toda una experiencia muy difícil de olvidar.
No debemos olvidar que el Águila imperial ibérica (Aquila adalberti) es una de las aves más emblemáticas y que a finales del siglo XX se había convertido en la especie de ave rapaz más amenazada del mundo, llegando a estar al borde de la extinción, aunque, afortunadamente se ha venido recuperando en las últimas décadas.
Se trata de una especie de ave rapaz endémica de la Península Ibérica (no habita en ningún otro lugar del planeta) que representa un patrimonio natural muy importante para nuestro país. Actualmente sigue estando considerada como la rapaz más amenazada de Europa y todavía se encuentra “En Peligro de Extinción” según el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, como más tarde veremos.
El Águila imperial ibérica (Aquila adalberti), también denominada en términos anglosajones “Spanish Imperial Eagle”, fue identificada como especie en 1860 por el famoso naturalista alemán Christian Ludwig Brehn y recibió el nombre científico de “Aquila Adalberti” en memoria del príncipe almirante, Enrique Wilhelm Adalberto de Prusia (1811-1873), personaje que financió las expediciones de Brehn a España. Está estrechamente emparentada con el Águila imperial oriental (Aquila heliaca) con la que guarda un gran parecido. Hasta el año 1996 se consideraba una subespecie del Águila imperial, pero gracias a estudios de ADN realizados por los estudiosos, se demostró que ambos animales eran lo suficientemente diferentes para pertenecer a una especie diferente.
Es una de las denominadas “águilas grandes” que pertenece a la familia “Accipitridae”, genero “Aquila” que vienen a medir aproximadamente entre los 78 a 83 cm de longitud, aunque las hembras pueden llegar al metro. Su envergadura oscila entre los 180-210 cm. El peso de los machos ronda los 2,8 Kg. mientras que el de las hembras es de 3,5 Kg. No hay dimorfismo sexual aunque, al igual que ocurre en el caso de otras muchas aves rapaces, las hembras son ligeramente más grandes (un 10% aprox.) que los machos. Es un ave de gran longevidad, que vive una media de 20 años, aunque se han encontrado casos de individuos con 27 años en libertad y de hasta 41 en cautividad.
A la hora de describir morfológicamente a esta rapaz, debemos tener en cuenta que una vez que los pollos abandonan el nido y hasta que son adultos (a los 5-6 años), su plumaje atraviesa distintas fases de coloración en función de la edad del ave. Se denominan: primer pajizo, segundo pajizo, damero, damero oscuro, subadulto y adulto.
El plumaje de adulto alcanza su aspecto definitivo a partir de los seis años de edad y en términos generales es de color pardo muy oscuro, casi negruzco, con tonos rojizos en la parte superior de la espalda, en algunos ejemplares.
El píleo, la nuca y los laterales de la cabeza son de un color pardo más pálido (ocráceo) y de característica forma lanceolada, que se torna más claro cuanto más vieja es el ave. La frente es de color pardo, a veces casi negra. Al igual que sucede con otras águilas, las plumas de la parte posterior de la cabeza, así como las de la nuca, se pueden erizar en determinadas circunstancias.
Cuando la vemos en vuelo podemos apreciar como las alas son largas y relativamente rectangulares, destacando sobre el resto del plumaje oscuro, unos característicos hombros y parte alta de las alas de color blanco y extensión variable (en relación con la edad), lo cual hace que se vea una franja blanca en el borde anterior del ala.
El pico es de un gran tamaño, fuerte y está curvado hacia abajo con forma de gancho. Es de color gris azulado en el tercio anterior y negro en el extremo. La cera del pico, al igual que las comisuras, son de color amarillo y estas llegan hasta la altura de la parte media del ojo.
Los ojos son grandes y el iris es de color avellana. Su vista es excelente.
La cola que generalmente lleva cerrada, es larga (no tanto como en el águila real), ancha y apenas está redondeada en su extremo. Su base es de color gris claro, casi blanco, muy a menudo con puntos marrones y con dos franjas, una subterminal que es ancha y de color marrón negruzco y otra terminal (puntas de las rectrices), más fina, de color blanco.
Las patas son fuertes y están cubiertas de calzas de plumas. Son de color amarillo y acaban en unas garras que están provistas de unas uñas grandes y afiladas de color negro (mucho menos potentes que las del A. real), excepto la posterior que es más corta.
Los ejemplares jóvenes (1er año de vida o primer pajizo) pasan de un color pardo-rojizo anaranjado, que es más claro que el de los adultos, a un amarillo pajizo (2º año de vida o segundo pajizo) durante sus dos primeros inviernos, con las plumas de vuelo más oscuras y la garganta y el obispillo de color blanquecino.
Cuando vuelan se les aprecia una extensa mancha blancuzca en la base de las plumas primarias. La cola puede ser de color marrón rojizo o grisáceo con el extremo amarillento ocráceo, color que pronto pierden en la primera muda. Sus ojos son de color marrón oscuro.
Los ejemplares jóvenes, tras llevar a cabo sucesivas mudas se convierten en “Dameros” (2º y 3er año) debido al diseño "ajedrezado" de sus plumas en el que se mezcla el color pardo-amarillento (jóvenes) con algunas plumas negras (adultas), para posteriormente pasar al plumaje de damero oscuro (3er y 4º año) en el que domina el color pardo-negruzco entremezclado con pardo-amarillento.
En el plumaje de subadulto (4º y 5º año) existe un dominio del color pardo-negruzco aunque entremezclado con algunas plumas tipo damero.
Cuando vemos en vuelo a estos subadultos o “Dameros”, podemos apreciar como el cuerpo y las axilas pardo rojizos contrastan con las secundarias oscuras. Las primarias muestran una zona más pálida, y la garganta y la cola son oscuras. En las partes superiores, el patrón es similar, pero se añade el obispillo pálido.
El Águila imperial ibérica es muy silenciosa, pero durante la cría se vuelve bastante ruidosa, emitiendo una especie de sonoro ladrido: "jrao, jrao, jrao". Esa especie de graznido ha llegado a ser confundido con los del cuervo.
Su distribución mundial se limita exclusivamente a la Península Ibérica, principalmente en España. Algunos ejemplares han alcanzado el norte de África.
En nuestro país son residentes habituales. Ocupa el cuadrante centro-occidental de la Península Ibérica reproduciéndose en el Sistema Central (Sierra de Guadarrama, Gredos y Sierra del Oeste), Montes de Toledo, Extremadura (sierras de Monfragüe, Llanos de Trujillo, embalse de Alcántara, sierras de Coria y Tierra de Barros), sierras de Almadén-Guadiana, Sierra Madrona-Sierra Morena oriental, Sierra Morena de Sevilla y Córdoba, y Doñana y marismas del Guadalquivir.
Casi toda la población europea se encuentra en España, con unas 500 parejas reproductoras de Águila imperial ibérica que hay en el mundo. Si no me equivoco, Castilla La Mancha es, con el 40% de la población, la comunidad que más tiene, la siguen Andalucía, Castilla y León, Madrid (con 55 parejas a pesar de su pequeña extensión) y Extremadura.
Los adultos reproductores son sedentarios, mientras que los ejemplares jóvenes realizan movimientos dispersivos. Cuando los jóvenes alcanzan la madurez sexual y van en busca de pareja son atacados por los individuos adultos si es que han invadido su territorio.
En lo referente a sus habitas preferidos decir que pueden ser muy diversos ya que van desde los pinares de las zonas montañosas, como en las marismas y zonas con dunas de la costa, pero tienen predilección por las dehesas y el monte bravío donde los árboles alternan con espacios abiertos y abundan los conejos. Debido a la persecución que ha sufrido esta especie, obligó a muchos ejemplares a refugiarse en territorios montañosos de difícil acceso, pero en la actualidad, al no estar perseguidas, están volviendo a los terrenos más llanos.
La dieta principal de esta rapaz son los conejos y su supervivencia se halla muy ligada a la presencia de esta presa. Lógicamente, esta circunstancia ha influido negativamente en su supervivencia al haber disminuido enormemente el número de éstos debido a la mixomatosis, no obstante también cazan liebres, aves, pequeños roedores y reptiles e incluso ocasionalmente zorros. Si se ven muy apuradas por falta de alimento, también recurren a la carroña.
Tras unos espectaculares cortejos nupciales durante el celo a partir del mes de diciembre, el periodo reproductivo lo llevan a cabo entre los meses de febrero a mayo pero no siempre todos los años. Son sedentarias y las parejas, que son monógamas, defienden su zona de caza y reproducción durante todo el año.
Ambos sexos (sobre todo la hembra) construyen unos nidos voluminosos en árboles de gran porte tales como alcornoques, pinos, encinas o eucaliptos, a una altura de 10 a 25 metros. Cada año ocupan indistintamente uno de los varios nidos que han construido en la misma zona a base de palos y ramas secas.
La puesta se compone normalmente de 2-3 huevos y la incubación, que es llevada a cabo por ambos sexos, dura unos 45 días aproximadamente. Las crías abandonan el nido cuando tienen unos 70 días de edad pero se mantienen cerca ya que siguen siendo alimentadas por sus padres durante 4 meses más. Posteriormente se dispersan a grandes distancias, aunque tienen querencia por el lugar de origen.
A modo de curiosidad decir que cuando salen a cazar los padres cubren a los huevos o a las crías con hojas y ramas para evitar que sean descubiertos por los depredadores, cosa que no siempre consiguen. Normalmente, las crías no practican el cainismo, esto es, la cría que nace primero no asesina a sus hermanos más débiles, no obstante en años de escasez el pollo más fuerte acapara toda la comida con la consiguiente muerte de sus hermanos.
Los mayores peligros que acechan a esta especie son en primer lugar la escasez de conejos (mixomatoxis y la NHV), es decir los recursos alimenticios, luego la electrocución en tendidos eléctricos (considerada el principal problema en los ochenta y noventa, aunque en la actualidad ha disminuido considerablemente), pero también los venenos que se emplean ilegalmente en los cotos de caza, y la destrucción y fragmentación del hábitat (roturaciones, transformación de masas naturales en pinares o eucaliptales, infraestructuras y obras públicas). Mo debemos olvidar tampoco la incidencia de la contaminación (organoclorados, plumbismo) y la afortunadamente cada vez menos frecuente caza por disparos de desaprensivos.
Hace algunos años estuvo al borde de la extinción pero su elevada fertilidad y la buena gestión de los hábitats en donde campea (conocimiento de su biología, programas de detección y corrección de tendidos eléctricos peligrosos, campañas antiveneno y alimentación suplementaria) están teniendo excelentes resultados en su recuperación. En los años setenta se censo la población en toda la península ibérica en unas 50 parejas mientras que en 2015 ronda las 500 parejas. España, que acoge el 99% de la población reproductora mundial, es el máximo responsable de su supervivencia.
El águila imperial ibérica en la actualidad aún está incluida en el Libro Rojo de las aves de España en la categoría de “En peligro” y aparece como “En peligro de extinción” en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial. A nivel europeo la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) la cataloga como “vulnerable”. Además, está amparada por la Estrategia para la Conservación del Águila imperial ibérica.
Bonitas fotos y bonito audio.
ResponderEliminarMuchas gracias Esperanza. Saludos.
ResponderEliminarAyer en nuestro cortijo vimos una practicante negra. Llevan unos años criando allí, pero de un color más marrón,la que vimos ayer era practicante negra con unos pocos matices blancos.
ResponderEliminarFenomenal. Por cierto, donde está tu cortijo?
ResponderEliminar