El Zampullín Común (Tachybaptus ruficollis), también conocido como el Zampullín chico, es el más pequeño y a la vez el más abundante de los somormujos europeos y quizá el más esquivo y escondidizo de todos, por lo menos durante la época de la reproducción.
Precisamente por eso, no resulta nada fácil obtener unas fotografías decentes de él, o al menos eso me ha ocurrido a mí, que para conseguir unas cuantas con sus distintos plumajes, me las he visto y deseado, pues en cuanto detecta la minina presencia de algún extraño, hace honor a su denominación común y se zambulle, para aparecer en la otra punta de la charca donde habita.
Como todos los somormujos (Podicipediformes) son unas aves acuáticas especializadas en la técnica del buceo, con un cuerpo muy hidrodinámico en el que destaca esa posición muy atrasada de sus patas, que junto con los dedos muy lobulados, les facilitan notablemente las zambullidas y el buceo. A cambio son extremadamente torpes cuando se trata de caminar en tierra firme, por lo que no es nada fácil verles desenvolverse en ella.
El Zampullín común o chico (Tachybaptus ruficollis), es uno de los componentes de la familia de los “Podicipediformes”, que como muchos ya sabéis en nuestro entorno, también incluye a otros zampullines como el Z. cuellirrojo (“Podiceps auritus”) Z. cuellinegro (“Podiceps nigricollis”), el Z. Picogrueso (“Podilymbus podiceps”) y a los somormujos lavanco (“Podiceps cristatus”) y cuellirrojo (“Podiceps grisegena”).
Toman el nombre científico de la familia a la que pertenecen, de la palabra latina “podicis” que significa ano y “pes” que significa pie, en clara referencia a que sus patas se unen al cuerpo en su extremo posterior (al lado del ano).
Por su parte, la etimología del nombre de su género, “Tachybaptus”, procede del griego; es la combinación de las palabras “takys (ταχúς)”; rápido y “baptos (βαπτός)”: sumergido, hundido. Por su parte, el nombre de su especie, “ruficollis”, procede de las palabras latinas “rufus”; rojo, rojizo y “collis”; cuello. Es decir, en su conjunto (Tachybaptus ruficollis), “el ave que tiene la capacidad de sumergirse de manera súbita (zambullirse) y de cuello rojizo”. A la vista de esto y teniendo en cuenta de la existencia del Zampullín cuellirrojo (Podiceps auritus), no me parece que estuvo muy acertado un tal Ludwig Reichenbach que fue quien le puso esa denominación en 1853, pero bueno, qué se le va a hacer.
Sin embargo, como muy acertadamente dice su denominación vulgar de Zampullín común o Zampullín chico, se trata del más abundante de los zampullines de nuestro entorno y el de menor tamaño ya que tan solo alcanzan los 25-30 cm de longitud y su envergadura viene a rondar los 40-45 cm. Su peso puede llegar a los 235 gr. En esta especie, no existe dimorfismo sexual, aunque las hembras tienen una coloración más apagada y pesan menos que los machos. Se han descrito hasta ocho subespecies distribuidas por otros continentes. En España habita la subespecie “ruficollis”, la misma que ocupa el resto de Europa y el norte de África.
En conjunto esta pequeña ave acuática presenta un aspecto redondeado y de cuerpo romo, como sin cola. Al igual que ocurre en el resto de las especies de somormujos, también en el Zampullín común hay que diferenciar claramente dos tipos de plumajes.
El más llamativo, como es lógico, es el que podemos observar durante la época reproductiva, en la que la parte superior del cuerpo, la cabeza y la nuca son de color negro.
También es de color negruzco el pecho.
Sin embargo, los flancos adquieren un color parduzco.
La zona caudal y el vientre son blanquecinos.
En la cabeza, el píleo y la mitad superior de la cara son de color negruzco, mientras que la mitad inferior de la cara es de color castaño rojizo intenso.
El cuello presenta un llamativo color castaño rojizo intenso en su parte anterior y en las zonas laterales, mientras que por su parte posterior es de color negruzco.
Su pico es corto, cónico y de color negruzco. En él llama poderosamente la atención la presencia de una mancha diagonal de color amarillento que durante la época reproductiva cambia a un color amarillo más intenso, localizada en la base de la mandíbula inferior, junto a la comisura del pico.
Los ojos son pequeños, tienen el iris de color pardo rojizo oscuro y están rodeados por un fino anillo periocular de color marrón.
La cola está poco definida, y en su conjunto toda la zona caudal posterior o popa, tiene un aspecto algodonoso, con forma de “borla de polvera” y de tonos blanquecinos.
Las patas y pies son de color gris verdoso y tienen unos grandes dedos lobulados.
El plumaje invernal cambia notablemente presentando las partes que en verano eran de color negro, una coloración parda oscura, es decir; la parte superior del cuerpo, la cabeza, la nuca, así como la mitad superior de la cara, del cuello y el pecho.
Las zonas inferiores, incluyendo la mitad inferior de la cara, la garganta y la parte anterior y los laterales del cuello, que antes eran de color castaño rojizo, pasan a tener una coloración crema o beige claro.
La popa o zona caudal y el vientre siguen siendo blanquecinos.
El pico se vuelve de color naranja amarillento con el culmen y el extremo negruzcos.
Las crías presentan abundantes líneas negras sobre el fondo crema y el pico rojizo rosáceo.
Los jóvenes del año pueden ser distinguidos por las manchas blancas bien definidas que tienen en los lados de la cabeza.
En lo referente a su comportamiento, decir que acostumbran a estar continuamente zambulléndose, tanto para alimentarse como para escaparse cuando se sienten en peligro. Son unos excelentes buceadores pudiendo permanecer bajo el agua durante minutos, recorrer varios metros buceando y aparecer luego en superficie en un punto distinto tras cada inmersión.
Suele utilizar la vegetación para esconderse siendo a veces difícil de descubrir, pues permanece entre la vegetación acuática mostrando solamente el cuello y la cabeza. Esta actitud es muy corriente en él.
Ocasionalmente, realizan vuelos cortos, rectos y a ras de agua con el cuello estirado y las patas colgando.
Despega del agua chapoteando con las patas.
Su canto es muy característico y consiste en un sonido largo y agudo, tipo “bip-bip-bibibi”, tembloroso y muy característico. En invierno son muy silenciosos.
El zampullín común se distribuye por el sur de Europa, Asia, África y Australia.
En nuestro país son residentes habituales y de distribuyen por todas las comunidades autónomas, excepto en las islas Canarias. Durante el invierno pueden realizar desplazamientos hacia lugares menos fríos, donde las aguas no se hielen como es el caso de los humedales costeros, tipo marismas litorales. En el invierno también se les suelen unir ejemplares procedentes de Europa.
Su hábitat preferido son los humedales del interior, pequeñas lagunas, ríos remansados, marismas, embalses y otros depósitos de agua (graveras abandonadas, balsas de riego, canales), tanto naturales, como artificiales, pero siempre que exista vegetación palustre y sumergida (carrizales, cañaverales), donde llegado el caso, puedan esconder el nido.
Se alimentan de insectos acuáticos y sus larvas, peces pequeños, moluscos, anfibios y alevines de peces.
Su periodo reproductivo lo llevan a cabo ente abril y junio, pudiendo realizar entre 2-3 puestas al año. Construyen el nido, tanto el macho como la hembra, con materia vegetal a modo de plataforma flotante y lo enganchan a la vegetación palustre, para así pasar inadvertido.
La puesta se compone normalmente de 4-6 huevos que incuban durante aproximadamente tres semanas.
Las crías son seminidífugas ya que a las pocas horas de nacer abandonan el nido pero se suben a la espalda de los padres para salir en busca de comida.
Los pollos, que casi nadan al nacer, trepan al dorso de los padres, ocultándose allí en respuesta a una característica y estridente nota de alarma, tipo “uit-uit”.
Habitualmente es la madre la que les sirve de nido flotante y la que los cuida durante unos 40 días hasta que los jóvenes son ya capaces de independizarse, aunque a veces permanecen algunos días más con los progenitores.
Las principal amenaza para esta especie lo constituye la pérdida o degradación del hábitat, sobre todo como consecuencia de la contaminación o la eutrofización, así como las subidas del nivel de agua que pueden malograr las nidadas y la quema de la vegetación palustre que se suele realizar en algunos lugares.
También sufren grandes pérdidas todos los años, cuando los pequeños pollos dejan a duras penas el nido y se lanzan al agua, siendo enemigos habituales el Aguilucho lagunero y otras aves de presa, sin olvidarnos de las fochas y de ciertos peces voraces como el Lucio.
En el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, el Zampullín común aparece como “De interés especial”.
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