martes, 12 de junio de 2018

La más ágil, agresiva y bella de nuestras águilas. Águila perdicera (Aquila fasciata). Águila bragada.

En la entrada de hoy quiero compartir con todos vosotros una de las experiencias más reconfortantes que he tenido desde que me aficioné a la observación y fotografía de aves. Fue una jornada fotográfica que no va a ser nada fácil superar y que hoy vuelvo a recordar publicando estas imágenes. 




Parece que fue ayer y son ya 205 las entradas que he publicado en este blog desde que a finales de 2014 lo inicié. Recientemente, al cumplir las primeras cien mil visitas, quise recopilar esas entradas (multienlace) dando las gracias a todos los que quisieron conocer mis experiencias fotográficas en la naturaleza, y tras revisar esa recopilación, he llegado a la conclusión que os comentaba al principio, de que tal vez sea, junto con alguna otra emblemática, como la que dediqué al Quebrantahuesos (enlace) en Asturias, una de las experiencias más reconfortantes que últimamente he podido disfrutar, en lo referente a la fotografía de aves. 




Todo un privilegio de observación, ya que la protagonista de la misma fue, ni más ni menos, que el Águila perdicera (Aquila fasciata), conocida también como Águila-azor perdicera o Águila de Bonelli. Estamos hablando de la que sin lugar a dudas, es la más ágil, acrobática y agresiva de nuestras águilas y una, si no la más, bella de las que surcan los cielos de la Península Ibérica. 




Un águila, que como más adelante veremos, es sumamente difícil de ver, no solo por las latitudes por las que habitualmente me muevo (Asturias), sino que me atrevería a decir que también por el resto de España, incluidos los ambientes mediterráneos que le son más propicios. Esta circunstancia es debida al lamentable declive que la especie viene padeciendo desde hace años y que ha llevado a incluirla en el Libro Rojo de las aves de España, en la categoría de “En peligro”, apareciendo también como “Vulnerable” en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial. Este preocupante declive también hizo que se la considerara como ave del año 2005, debido a su precaria situación de conservación. 




Esta interesante experiencia comenzó en una reciente visita que realicé al Parque Nacional de Monfragüe a mediados del mes de mayo. Concretamente, y como ya viene siendo habitual en mis visitas allí, me hospedé en la localidad de Villarreal de San Carlos, en pleno corazón del parque, donde mi buen amigo Faustino, me acoge de maravilla en su bonita casa rural Al-Mofrag. Hospedaje que recomiendo efusivamente a cualquier visitante, ya que su ubicación dentro del parque es inmejorable y tanto la relación calidad precio, como la atención al cliente, son muy buenas. 




Fue precisamente en una charla informal con Faustino mientras degustaba en su chiringuito de su maravillosa cerveza, cuando me informó de las novedades de esta primavera en el parque, comentándome que a escasos metros de allí, este año estaba anidando un Águila perdicera y que ese acontecimiento estaba atrayendo la atención de la mayoría de los visitantes, sobre todo la de los extranjeros. 




Dada la cercanía del lugar, decidí acercarme hasta la zona donde la pareja de águilas ha elegido este año para anidar. Aunque parezca cosa de broma, el nido está ubicado en un pequeño bosquete de eucaliptos (que tiene narices la cosa; mira que hay árboles en Monfragüe, pero…), situado en la ladera de una pequeña colina cercana a Villarreal de San Carlos. Además, curiosamente, como luego veremos, el Águila perdicera habitualmente construye sus nidos sobre cortados rocosos (rupícola), siendo la nidificación sobre árboles (alcornoques, pinos y eucaliptos) o torretas eléctricas, excepcional, limitándose esta especialmente a el sur y el oeste peninsular. 




Encontrar el lugar fue relativamente fácil, ya que como suele ser habitual, desde primeras horas de la mañana, y a lo largo del resto del día, se podía ver en los alrededores de la zona a varios observadores apostados en la distancia más corta y con el mejor ángulo posible, buscando efusivamente el famoso nido. Eran fácilmente reconocibles ya que iban dotados de sus respectivos telescopios, prismáticos y de algunos teleobjetivos que tan solo verlos, producían vértigo, dado su espectacular tamaño. 





Para acceder a las proximidades de la zona donde anida este águila, existe una pista de tierra bien cuidada y señalizada, en donde al poco de iniciarla, se puede leer claramente un cartel que prohíbe continuar el acceso a la misma, dada la crianza en la zona de un ave rapaz en peligro de extinción. Desde ese punto concreto hasta donde supuestamente está el famoso nido, hay una distancia insalvable para cualquier teleobjetivo o prismáticos de los que podemos considerar como “normales”, con lo cual, mi gozo en un pozo, y ya tan solo me quedaba cruzar los dedos por si en algún vuelo de aproximación al nido, alguno de los progenitores se dejara ver en vuelo. 




Tras descartar que tal posibilidad pudiera suceder, desistí en mi intento y decidí trasladarme a otro lugar emblemático del parque como es el Puente del Francés, donde la distracción suele estar asegurada, ya que en esta época del año se puede ver en ese lugar al más grande de los vencejos, el Vencejo real (Tachymarptis melba), que nidifican allí junto con una colonia de aviones comunes (Delichon urbicum) y palomas bravías (Columba livia)​. Todo un reto intentar fotografiar en vuelo a estos nerviosos pajarillos con sus continuos quiebros. 

Puente del Francés,
Vencejo real (Tachymarptis melba)

Vencejo real (Tachymarptis melba)

Avíón común (Delichon urbicum)

Palomas bravía (Columba livia)

Palomas bravía (Columba livia)
También en los alrededores de ese puente, suele verse en esta época del año, al Milano negro (Milvus migrans). Acostumbra a estar cicleando bajo por la zona, o posado en un árbol seco cercano, que le sirve de oteadero para vigilar su entorno y avistar a sus potenciales presas. 

Milano negro (Milvus migrans)
Milano negro (Milvus migrans)
Milano negro (Milvus migrans)
Una vez llegado allí, me situé en uno de los extremos de la pasarela que tiene este puente y cuál fue mi gran sorpresa, cuando al poco rato vi aparecer volando bajo y de frente hacia mi posición, a un ave rapaz que lógicamente pensé que se trataría de un Milano negro. Pero, ¡oh sorpresa!, se trataba, ni más ni menos, de toda un Águila perdicera que estaba realizando una ronda de búsqueda de alguna presa que echarse al pico. Aprovechaba perfectamente las corrientes termales que se dan entre los dos márgenes del río Tajo, lo que le permitía ir deslizándose suavemente a lo largo del mismo, sin apenas mover las alas. 




Como podréis imaginar, tras confirmar su identificación, el pulso se me aceleró mientras trataba de ajustar lo más rápidamente posible, los parámetros y el enfoque de mi cámara. Enseguida pude apreciar a través del visor de mi cámara, la belleza y majestuosidad de esta soberbia ave rapaz, planeando suavemente y moviendo continuamente su cuello, de un lado a otro, oteando los márgenes del río e ignorando totalmente mi cercana presencia. 





A la vez que se desplazaba planeando, poco a poco se iba elevando, aprovechando perfectamente las corrientes termales, llegando a alcanzar una buena altura, pero describiendo círculos sobre el trazado del puente, para lo cual tan sólo tenía que realizar unas pequeñas torsiones de su cola. 





Mi cámara, como podréis imaginar, echaba humo tratando de aprovechar al máximo esos privilegiados momentos que me regalaba esta preciosa águila a la que jamás pensé poder fotografiar en unas condiciones tan favorables. Hasta ahora, la mayoría de las imágenes que había visto del Águila perdicera, había sido en internet, posadas y realizadas en hides preparados al efecto, o volando, pero a gran distancia. Verla y poderla fotografiar volando a baja altura, desde todos los ángulos posibles y poder apreciar así mejor su gran belleza, fue sin lugar a dudas, un gran privilegio difícil de repetir. 




Hay que tener en cuenta que, aparte de ser un águila bastante escasa y circunscrita a unos territorios muy concretos, es un ave difícil para el fotógrafo, ya que suele volar bastante alto y no acostumbra a bajar a comer carroña. Además vive en los sitios más recónditos de nuestras sierras rocosas. 




Pero las emociones no acababan allí, pues una vez que vi como alcanzaba una altura considerable, oteando continuamente el paisaje de un lado a otro, pude observar medio atónito, como realizaba un increíble y rápido descenso en picado, con alas medio plegadas, sobre las palomas que se desplazaban en pequeños grupos a un lado y otro del puente. Me quedé totalmente sorprendido de su brusco descenso y de la gran velocidad de picado que alcanzaba, lo cual apenas me permitió poderle realizar alguna fotografía de esos increíbles momentos. 





Tras el brutal picado inicial sobre las palomas, comenzaba de nuevo, una y otra vez, la misma rutina de dejarse llevar por las corrientes termales, alcanzando una altura considerable y realizando nuevos picados. Todo un gran espectáculo que tuve el privilegio de presenciar y de alguna manera, fotografiar. 




Espectacular, ver como se lanzaba en picado desde gran altura, proyectando sus patas hacia adelante con las garras abiertas, en el último momento. El ataque de esta peculiar águila, es muy similar al que efectuaría un Halcón peregrino, ya que es capaz de capturar pájaros al vuelo golpeándolos en seco con sus potentes garras y matando a la víctima simplemente por choque. 







Tras presenciar esos espectaculares picados, enseguida me vino a la cabeza aquella frase cuya autoría desconozco, de que en el Águila perdicera coinciden dos características de rapaces tan perfectas como el Halcón peregrino y del Azor común: del primero toma su velocidad y sus hermosos picados, y del segundo, la habilidad para maniobrar entre la vegetación de su ecosistema, el bosque mediterráneo. Esto es debido en gran parte a que tienen la cola en proporción más larga que en las otras grandes águilas (real e imperial) y las alas más cortas y redondeadas. Son estas unas características que comparten con azores y gavilanes (de ahí su relativamente nueva denominación, de Águila-azor perdicera). Parece ser que este tipo de designación científica viene a querer imitar el modelo de nomenclatura británica, donde algunas especies del género “Hieraaetus” se nombran con el término “Hawk-eagle” (halcón-águila). No obstante, y a diferencia de lo ocurrido para otras especies de la aviafauna española, este cambio no parece haber arraigado, a veces, ni tan siquiera entre la propia comunidad científica. 




Estas características morfológicas tan particulares (alas más cortas y redondeadas y cola larga) que le proporciona una gran agilidad y habilidad para maniobrar entre la vegetación, a su vez le crea el problema de la poca sustentación en el aire, por lo que no es un águila tan velera como las reales e imperiales y la obliga a vivir en lugares con abundantes térmicas con las que remontar el vuelo. 





El Águila perdicera, perteneciente a la familia “Accipitridae” y al género “Aquila”, es un águila de tamaño mediano,tirando a grande, que vienen a medir unos 60-70 cm de longitud, con una envergadura de entre 142-175 cm. Su peso puede llegar a los 2,2 Kg. No existe dimorfismo sexual en esta especie, pero al igual que sucede con otras rapaces, la hembra es algo más grande y tiene mayor peso que el macho. Concretamente, las hembras son aproximadamente un 13% mayores que los machos, siendo el peso de los machos entre los 1,5-2,2 kg y el de las hembras de 2-2,5 kg. Su longevidad aproximada es de unos 30 años, pudiendo empezar a reproducirse a partir de los dos o tres años de edad. 





Los ejemplares adultos tienen las partes superiores de color pardo oscuro, con algunas pequeñas manchas blancas en la base de las plumas. El manto es de color blancuzco. 





Por la parte inferior son de color blanquecino, presentando múltiples pintas parduzcas alargadas, distribuidas longitudinalmente, que son muy características en la edad adulta. La garganta también es blanca con un rayado vertical de color parduzco. 




Cuando la vemos en vuelo, se puede apreciar claramente que sus alas son cortas, anchas y redondeadas. Tienen las plumas primarias de color negro y el borde de ataque de color blanco. Las alas por la parte inferior tienen una característica banda oscura, ancha y oblicua que va desde el cuerpo al borde delantero. Cuando se la ve volar, el color de las alas parece oscuro en contraste con el blanco del cuerpo, lo que constituye un buen detalle para identificarla. 





La cola es larga y ancha, siendo por su parte superior de color gris parduzco, mientras que por la inferior, es blanquecina o pardo grisácea con múltiples finas rayas transversales de color marrón oscuro y una característica franja negra subterminal. 







El pico es de color negro en su extremo y gris en su inicio, es de tamaño medio y está curvado hacia abajo con forma de gancho. La cera del pico es amarilla. 





Los ojos son grandes en comparación con el tamaño de su cabeza y tienen el iris de color amarillo vivo. 




Las patas son fuertes y de color amarillo. Están cubiertas por unas calzas de plumas que son mayoritariamente de color marrón y acaban en unas fuertes garras que están provistas de unas uñas grandes y afiladas de color negro. 





Los ejemplares jóvenes tienen la parte superior de un color más pardo rojizo uniforme. Carecen de la mancha blanca de la espalda y no tienen la barra terminal oscura de la cola. 




Por la parte inferior son de color acastañado claro con rayas finas en el pecho y la cola barrada. La parte inferior de las alas es parda, muy clara, incluso más que el cuerpo. En el plumaje de transición de jóvenes a adultos se van desarrollando los bordes oscuros en ala y cola. El plumaje total de adulto lo adquieren a los tres o cuatro años de vida. 




Tienen la cabeza de color marrón claro, lo mismo que el cuello, y ambas partes están muy rayadas de negro.  Los ojos tienen el iris de color marrón claro, en vez del amarillo de los adultos. 




En lo referente a su comportamiento, decir que el Águila perdicera es la más pequeña de nuestras tres grandes águilas, pero es sin duda, la más ágil y la que está más capacitada para cazar en vuelo, debido a su especial morfología. La nerviosidad, rapidez, potencia, habilidad y los fulgurantes reflejos de esta águila, hacen que sea un pájaro cazador muy notable y sobre todo ágil para su talla. Además es la más agresiva, ya que cuenta con unas garras muy fuertes y desmesuradas para su tamaño (similares a las del águila real), en especial su uña posterior. 




Su visión es extraordinaria y puede distinguir presas situadas en el suelo a distancias de 500 a 800 m., aunque éstas se mimeticen perfectamente con la tierra. Si en lanzamientos en picado sobre la presa es cien por cien eficaz, no lo es menos cuando descubre a su víctima desde un posadero. Entonces hace gala de una gran astucia y aprovecha los accidentes del terreno para volar rápidamente hasta las proximidades de la presa y allí, en un rápido giro, atacar por sorpresa. 





Se trata de un ave de presa en el más exacto sentido de la palabra, ya que es muy agresiva para otras especies, incluso las de mayor tamaño como el Buitre leonado (Gyps fulvus), al que ataca con frecuencia cuando sus territorios están próximos. Entre el Águila real y el Águila perdicera existe una gran similitud ecológica y biológica, por lo que existe una gran competencia entre ambas especies en los lugares donde sus áreas de reproducción se sobreponen. Parece ser que acostumbra a ser el Águila real la que ocupe los territorios que deja libres el Águila perdicera. En líneas generales, se puede decir que debido a su agresividad, es el Águila perdicera la que, a pesar de su menor tamaño, domina al Águila real y la obliga a permanecer en su zona. 




Pasa mucho tiempo planeando sobre el territorio elegido para la caza. La pareja, muy unida, no se separa apenas durante el año y es frecuente observar dos aves, macho y hembra, recorriendo largas distancias, a gran altura, dispuestas a sorprender a alguna de sus habituales presas (de las pocas águilas que caza en pareja). 





El Águila perdicera se distribuye por el sur de Europa (cuenca ibérica del Mediterráneo), en el sur de Asia y en el norte de África (Magreb). La población europea se estima en unas 860-1100 parejas (datos del año 2000), de las que más del 70-80% se encuentran en España, con una población censada de 733 y 768 parejas en el año 2005 (SEO/BirdLife). 


Su distribución en nuestro país es fundamentalmente en las sierras costeras mediterráneas, las sierras béticas, Sierra Morena y Extremadura. También se encuentra en el centro y el norte, aunque de forma más irregular. En la Cordillera Cantábrica es muy rara. Está ausente de ambos archipiélagos y de Ceuta y Melilla 


En España son residentes habituales, estando ligados todo el año a su área de cría, aunque en zonas con menor disponibilidad de alimento pueden desplazarse algunas decenas de kilómetros fuera de la época reproductora. Solamente los individuos jóvenes realizan movimientos de dispersión hacia el sur y sureste, siendo estos habituales en zonas como la depresión de Lérida, la sierra de Escalona (Alicante-Murcia), la campiña de Albacete, el suroeste de Madrid, Toledo, los encinares de Trujillo (Cáceres), La Serena (Badajoz) y La Janda (Cádiz). Estas áreas de dispersión se caracterizan por la ausencia de adultos y la gran abundancia de presas, principalmente conejo y perdiz. 




Su dieta se compone de mamíferos y aves de tamaño medio o pequeño, principalmente conejos, perdices, liebres, también palomas, córvidos (grajillas) y lagartos, además atacan a las gallinas con bastante frecuencia. 





Sus hábitats preferidos se encuentran habitualmente en zonas rocosas de montaña (altura superior a los 2.000-2.500 msnm) con cárcavas, hoces y relieves alomados o llanuras. Acostumbra a ser muy fiel a un determinado lugar y cada pareja permanece en un reducido territorio todo el año.




Su periodo de cría es muy precoz ya que se extiende desde el mes de febrero al de marzo. Habitualmente corre a cargo de la hembra (con los aportes del macho) la tarea de construir el nido con ramas que luego tapiza con una fina capa de hierbas. 




Sitúa el nido en las grietas o entrantes de las paredes rocosas (95,5%), siempre procurando que un saliente sobre estas repisas les proteja de los agentes atmosféricos. Muy raramente lo sitúan sobre árboles (alcornoques, pinos y eucaliptos) (4%) o torretas eléctricas (0,5%), especialmente en el sur y el oeste peninsular. Siempre utilizan el mismo nido de modo que éste adquiere unas dimensiones considerables debido al material de construcción acumulado. El sustrato de nidificación mayoritariamente utilizado es el cortado rocoso 




La puesta se compone de 2 huevos y la incubación, que es llevada a cabo principalmente por la hembra, se prolonga durante unos 37-40 días aproximadamente. Los pollos son cuidados por ambos padres y las crías abandonan el nido alrededor de los 65 días de edad, aunque aún permanecen otros tres meses con los padres, tras lo cual se dispersan a entre 100 y 1.000 km del área de nacimiento. Durante el periodo de inmadurez, los ejemplares realizan continuos desplazamientos por zonas de dispersión. 




La población europea es muy pequeña y se encuentra en declive desde los años ochenta. Se estima en unas 860-1.100 parejas (datos del año 2000), de las que más del 75-80% se encuentran en España (SEO/BirdLife). El 80% de los efectivos españoles (entre 733 y 768 parejas) se encuentra en cuatro comunidades autónomas (datos de SEO/BirdLife en 2006): Andalucía (45%), Comunidad Valenciana (14%), Extremadura (12%), y Castilla-La Mancha (10%), lo que indica que el cuadrante noroccidental de la Península apenas tiene importancia para la especie. El resto de la población se encuentra disperso por distintas regiones que se localizan en el borde de distribución de la especie en España.




Las provincias costeras mediterráneas: Cádiz, Málaga, Granada, Almería, Murcia, Alicante, Valencia, Castellón y Tarragona, acogen el 52% de esta población y junto con otras provincias más interiores: Cáceres, Badajoz, Córdoba, Jaén, Albacete y Ciudad Real llegan a acumular el 82% de las parejas localizadas en España. En las comunidades de Asturias, Baleares, Canarias, Cantabria, Galicia y en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla no se encuentra la especie como reproductora. 




En las últimas décadas se han observado importantes declives en las poblaciones del sureste, levantinas y catalanas (entre un 25-50%), donde anteriormente se encontraban las mejores densidades en nuestro país. El declive también ha sido acusado en Castilla y León (más del 50%) y Aragón (cerca de un 30%). Otras poblaciones de menor importancia también se han visto mermadas en comparación con la situación de los años setenta y ochenta: Madrid, Navarra y País Vasco. 


En la actualidad esta ave se encuentra bastante amenazada por la desaparición de parejas reproductivas. Sin estas parejas es imposible la continuidad de la especie. Su principal amenaza radica en un alto índice de mortalidad adulta derivado de la persecución directa (disparos, trampas o venenos en cotos de caza menor) y de la electrocución y colisión con tendidos eléctricos. Además se ve considerablemente afectada por la transformación del hábitat (infraestructuras, reforestaciones que implican un descenso de su alimento), la escasez de recursos tróficos (motivada fundamentalmente por las enfermedades del conejo) y las molestias humanas en áreas de cría. También se ha citado la competencia con el Buitre leonado y el Águila real por los lugares de nidificación. Está incluida en el Libro Rojo de las aves de España en la categoría de “En peligro” y aparece como “Vulnerable” en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial.

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