En mi reciente visita a los humedales castellano manchegos he podido disfrutar, un año más, de la belleza del Flamenco común. Un ave a la que para cualquier aficionado a la fotografía de la naturaleza y de las aves en particular, constituye un verdadero privilegio poderla fotografiar.
Si a esa espectacular belleza y elegancia, le añades un entorno francamente bonito y una climatología muy favorable para la fotografía, el disfrute es muy grande. Máxime si además tienes la oportunidad de observar y fotografiar a placer a otras muchas especies a las que habitualmente no puedes ver en la comunidad donde resides (Asturias) y que en primavera lucen sus más espectaculares plumajes nupciales.
Lucen esos llamativos plumajes para atraer a sus respectivas parejas, aparearse y así poder perpetuar la especie, pero previamente a ese apareamiento, la mayoría de las especies desarrolla un ritual o cortejo previo para “enamorar” a esos posibles candidatos.
Un cortejo nupcial que en algunas especies resulta sumamente complejo y vistoso, y que en el caso concreto del Flamenco común, aunque normalmente lo inicia un macho, lo llevan a cabo en grupo, ya que tiene un efecto contagioso y es seguido inmediatamente por actitudes similares en otros pájaros del grupo.
El cortejo es un espectáculo fenomenal que se lleva a cabo en aguas poco profundas. Los machos realizan al unísono una exhibición durante la cual se desplazan de un lado a otro, estirando el cuello, girándolo de un lado a otro, moviendo la cabeza a la vez y mirándose mutuamente. Ellas también suelen efectuar algunos movimientos, pero son más sutiles que los de sus pretendientes. Machos y hembras solo se diferencian en el tamaño, los primeros algo mayores que ellas.
Mientras realizan estos movimientos rituales y con el propósito de llamar la atención de las hembras en general, van emitiendo unas sonoras vocalizaciones nasales y guturales muy similares a los que emiten los ánsares comunes (gansos). En casos de grupos numerosos, estos sonidos llegan a provocar un ruido considerable que se pueden escuchar a grandes distancias.
Cuando se paran, extienden y mueven repetidamente sus alas, exhibiendo el llamativo color rosado/rojizo y negro de sus alas.
También acicalan su plumaje ritualmente y realizan inclinaciones de todo el cuerpo, colocando el cuello lo más alargado posible, en línea con la cabeza y el pico y poniéndolo en posición horizontal a ras del agua.
Cuando puntualmente una hembra selecciona a un macho, no todo termina ahí. El macho escogido tiene que seguir cortejando, pero únicamente a ella, que se alejará poco a poco hacia otra sección de aguas de baja profundidad mientras él la seguirá de cerca.
Una vez que ha congeniado una pareja, inician una serie de movimientos rituales entre ambos que se prolongara durante varios minutos y que culminará en la cópula.
Las escenas que se originan en esos momentos son de una belleza y plasticidad importante, ya que son llevadas a cabo por unas aves de por sí, muy bellas, elegantes y exóticas.
Mientras sus plumas parecen erizarse, entrelazan repetidamente sus larguísimos cuellos y, una y otra vez, “se van dando el pico” (nunca mejor dicho). Se generan así, escenas que pudieran emular perfectamente a las que se pudieran desarrollar en una auténtica relación amorosa realizada por cualquier pareja cinematográfica. Si la hembra no queda impresionada, entonces el macho tendrá que repetirlo hasta que logre emparejarse.
Una vez que la hembra se dispone a copular, inclina la cabeza sumergiéndola en el agua y extiende las alas para invitar al macho a acercarse más. Entonces este se posiciona encima de ella y ambos se aparean durante unos minutos. Después acuden al sitio de anidación, en donde otras parejas comienzan a preparar su nido.
Por lo general, la madurez sexual en los flamencos es alcanzada entre los 3 y los 6 años de edad, pero habitualmente no suelen comenzar a reproducirse hasta que alcanzan el sexto año.
Los expertos creen que la mayoría de los flamencos son monógamos y que las parejas, que construyen un vínculo sólido, permanecen juntas durante un tiempo capaz de prolongarse durante varios años o varias temporadas reproductivas. Algunas parejas solo se separan cuando uno de los dos muere o si el apareamiento no produce crías, tras lo cual la hembra suele buscar una nueva pareja.
Otro momento espectacular cuando estamos observando a los flamencos, es verlos volar. Es precisamente en vuelo cuando mejor apreciamos la gran longitud de estas aves, con sus largos cuellos y patas estiradas, al igual que las espátulas, las cigüeñas o las grullas, lo que les proporciona una figura muy estilizada.
Algo que a mí especialmente me llama la atención es verlos despegar desde el agua, dando enormes zancadas, como si corrieran por encima del agua, para coger carrerilla y poder así alzar el vuelo. Estas enormes aves llegan a medir entre 1,25 y 1,45 m y a tener una envergadura de entre 1,25 y 1,45 m, pero hay que tener muy en cuenta que a pesar de su gran envergadura, su peso oscila tan solo entre los 0,8 y 1,9 Kg.
Cuando vemos volar a individuos adultos, podemos apreciar que aunque la mayor parte del plumaje de su cuerpo es rosa claro, este se hace más intenso en las plumas coberteras e infra-coberteras alares, llegando en primavera, a ser de color un rosa carmesí que contrasta notablemente con el color negro de sus plumas primarias y secundarias.
Se sabe que el color rosa de su plumaje es debido a su alimentación rica en alfa y beta carotenos que obtienen de los microorganismos que componen su dieta. El flamenco tarda seis años en alcanzar la madurez sexual, por lo que poco a poco van acumulando los pigmentos carotenoides que le harán tener un plumaje colorido, tan importante para el cortejo.
No es de extrañar que la denominación común de flamenco derive del "flamear" de sus alas cuando vuela. Un bonito espectáculo que al que resulta difícil acostumbrarse y máxime si tienes la oportunidad de poder fotografiarlos de cerca.
Es habitual verlos desplazarse en bandadas más o menos numerosas y manteniendo una formación en hilera ondulante, muy vistosa.
Estéticamente tampoco es nada desdeñable verlos posarse en el agua tras el vuelo, para ello despliegan sus larguísimas patas palmeadas que traían estiradas y pegadas al cuerpo cuando volaban y despliegan totalmente sus coloridas alas para así frenar y amortiguar su caída.
En cierta manera, verles tomar contacto con el agua, me recuerda a los pasos de las bailarinas de ballet, pero bueno esto tan solo son apreciaciones mías.
También llama poderosamente la atención la diferencia aparente de tamaño entre los que están descansando o durmiendo y los que se mantienen activos o despiertos. A ello contribuye notablemente sus largos cuellos compuestos de 19 vértebras cervicales alargadas, que les proporciona una gran capacidad flexibilidad y torsión y que habitualmente lo tienen doblado en forma de “S” y en muchas ocasiones, inclinado para abajo para poder sumergir la cabeza en el agua.
Son extraordinariamente gregarios, llegando a juntarse miles de parejas en las zonas de cría. En esa situación, también resulta llamativo ver como mantienen en una zona separada del resto del grupo de adultos, a los individuos más jóvenes, en lo que se ha llegado a denominar como “guardería infantil".
Curioso resulta saber que los padres pueden reconocer a su propio polluelo entre miles, tan solo con escuchar la vocalización del pequeño.
Los flamencos comunes son aves bastante longevas pudiendo llegar a vivir hasta 20-30 años, aproximadamente. En situaciones de cautiverio esa longevidad se puede prolongar hasta los 50 años.
Para reproducirse precisan de la existencia de humedales con aguas someras, de nivel generalmente constante a lo largo de todo el periodo reproductor, y con islas o zonas terrestres emergidas a salvo de predadores.
El principal riesgo al que se enfrenta la especie reside en la concentración de la mayor parte de su población reproductora en unos pocos enclaves de cría, por lo que cualquier incidencia o situación ambiental adversa puede acarrear el fracaso reproductor de una parte importante de la población en una temporada determinada.
Una primavera con escasas lluvias puede causar una desecación más temprana del humedal en el que se asienta la colonia, lo que puede hacer fracasar la reproducción, bien por falta de alimento o por la predación de perros, zorros o jabalíes, que, ante la ausencia de agua, pueden acceder fácilmente a las isletas donde se sitúan los nidos. En esa época reproductiva no solo son muy sensibles a las injerencias por factores naturales, sino también a las provocadas por el ser humano.
El Flamenco común se incluye en el Libro Rojo de las aves de España como “Casi amenazado” y aparece en la categoría “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.
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