En uno de los habituales paseos que acostumbro a realizar por la localidad costera de Verdicio (Gozón), he tenido la enorme satisfacción de encontrarme con una gran colonia de Escribano palustre que se movía nerviosamente en una de los escasas parcelas que aún quedan sin roturar en la zona y en la que se concentraban un gran número de plantas gramíneas silvestres de gran porte, cuya denominación desconozco.
Se trata de una parcela de erial de un tamaño aproximado a medio campo de futbol en cuyas proximidades se encuentran otras parcelas de rastrojos, y en ella, con un poco de paciencia, pude observar varias colonias de aves paseriformes que continuamente entraban y salían de la zona, a veces en bandos numerosos y en otras de forma individual o en parejas.
Entre las especies más numerosas que allí pude observar destacaban los escribanos palustres, pinzones vulgares, pardillos, jilgueros, gorriones comunes y algún bisbita aislado. Todo un hervidero de paseriformes que se sentían atraídos por las pequeñas semillas de las citadas plantas silvestres.
En el caso concreto de los escribanos palustres me llamó poderosamente la atención el gran número de ejemplares que se concentraban en una parcela relativamente pequeña y que llegue a estimar en varias decenas.
Aunque durante la temporada invernal, es frecuente ver a esta especie formando grandes bandos y agruparse en grandes dormideros, en mis anteriores encuentros con esta especie los había encontrado en grupos mucho más reducidos. También es habitual en esta época, verlos moverse en compañía de otras aves granívoras, como ha ocurrido en esta ocasión.
Entre los muchos ejemplares que pude fotografiar (machos, hembras y juveniles) pude distinguir a un ejemplar que difería del resto y que tras examinarlo detenidamente, me ha hecho pensar en la posibilidad de que se tratara de un Escribano pigmeo ("Emberiza pusilla"), pero dejo esa posible calificación para la valoración de verdaderos expertos en esta especie, por si tienen a bien ilustrarme al respecto.
También encontré alguno de ellos anillado, y es precisamente el anillamiento de esta especie lo que ha puesto de manifiesto que este pájaro no solo resulta ser muy fiel a su lugar de nacimiento, volviendo a él o a sus proximidades para criar, sino que también se mantiene constante al elegir la zona de invernada.
También encontré alguno de ellos anillado, y es precisamente el anillamiento de esta especie lo que ha puesto de manifiesto que este pájaro no solo resulta ser muy fiel a su lugar de nacimiento, volviendo a él o a sus proximidades para criar, sino que también se mantiene constante al elegir la zona de invernada.
Una vez que los pude identificar con los prismáticos pasé a la nada fácil tarea de intentar fotografiarlos, aspecto este que no me resultó nada, pero lo que se dice nada fácil, conseguirlo pues se trata de una especie con un carácter bastante esquivo y huidizo con la que tienes que establecer unas largas distancias de seguridad, lo cual unido a su pequeño tamaño y a su fácil camuflaje con el entorno, dificultaba enormemente el poderlos fotografiar.
Si a este aspecto le añades que las condiciones climáticas no fueron nada favorables, con días nublados y con rachas de viento frecuentes (propios de esta rasa costera), que hacían que no parasen de moverse continuamente los altos tallos de estas plantas en los que se posaban, su captura fotográfica resultó bastante complicada, teniendo que disparar un gran número de fotos para conseguir alguna decente.
La secuencia habitual era verlos desplazarse en pequeños grupos con un vuelo ondulante muy rápido, para descender bruscamente de forma casi vertical en el espesor de la vegetación donde, a duras penas, los podías localizar a media altura entre un espeso tramado de tallos, alimentándose compulsivamente de semillas.
Al tratarse de una zona de campiña al descubierto en la que no te puedes situar en alguna zona discreta, como árboles, setos, rocas u algún obstáculo donde pasar desapercibido, los pájaros evitaban posarse en zonas contiguas a mi presencia y tan sólo después de permanecer durante un buen rato más o menos inmóvil, iban tomando algo de confianza aproximándose a mi posición y posándose unos instantes en lo más alto de las plantas, pero claro, al tener estas una altura considerable, solo podías captar a los más próximos, pues el resto de las plantas formaban un muro infranqueable a la visión.
Como curiosidad, comentar que en un momento dado, en el que me encontraba observando por el visor de mi cámara las evoluciones de un bonito ejemplar de E. palustre, me sorprendió que adoptara una postura un tanto extraña, como estirándose para parecer más alto. Tras proceder a realizarle varias fotografías en esa extraña postura, el pájaro echó a volar pero en vez de hacerlo hacia afuera, en el exterior, lo hizo hacia abajo, metiéndose en el espesor de la vegetación.
Al levantar la vista del visor de mi cámara pude comprender perfectamente a que se debió tal actitud, pues justo en ese momento sobrevolaba por encima mía y a baja altura, como suele ser habitual en esa especie, un bonito ejemplar de Aguilucho pálido (hembra) que estaba realizando sus rutinas de caza y de la que tan solo pude obtener unas pobres instantáneas, ya que apenas tuve tiempo para poder reconfigurar los parámetros de mi cámara para captar un ave en vuelo.
El vuelo del Escribano palustre es bastante característico, muy rápido y como a sacudidas, pudiéndoseles distinguir fácilmente del resto de especies con las que compartían este hábitat, por su cola con franjas blancas que habitualmente despliega al volar o al desplazarse entre las plantas.
Durante la larga espera para poderles fotografiar, no me podía abstraer de pensar que estaba viendo a individuos de la subespecie nominal (Escribano Palustre Norteño) que provienen de Europa central, y en menor medida, de Europa septentrional u oriental y que son los que habitualmente invernan en nuestro territorio (“E. Schoeniclus Schoeniclus”).
Era consciente de que lamentablemente, las imágenes no eran de ninguna de las dos subespecies que todavía (y a duras penas) se reproducen en España: el Escribano palustre iberoccidental (“E. Schoeniclus Lusitanica”) y el Escribano palustre iberoriental (“E. Schoeniclus Witherbyi”), y que se pueden considerar como una de las paseriformes más amenazadas de la Península Ibérica (junto con la Alondra de Dupont “Chersophilus duponti” y el Alzacola rojizo “Cercotrichas galactotes”), ya que su población reproductora en el último censo (2005, SEO/BirdLife) tan solo llegaba a las 431 parejas. La población de la subespecie iberoriental (“E. s. witherbyi”), era de 254-360 parejas, mientras que la de la subespecie iberoccidental (“E. s. lusitánica”), se situaba en 65-71 parejas.
En ese censo, de las 198 localidades censadas solo 35 presentaron un censo positivo repartidos de la siguiente forma: Castilla-La Mancha (14), Galicia (13), Cataluña (3), Navarra (2), Cantabria (1), Comunidad Valenciana (1) e Islas Baleares (1). Las comunidades autónomas con mayor población son Castilla-La Mancha (50%), Cataluña (21%) y Galicia (19%), y entre las tres acogen el 90% de la población. Hay dos localidades que destacan del resto por el porcentaje de población que suman: Parque Nacional de las Tablas de Daimiel (90-120 parejas) con al menos un 28,2% de todas las parejas de Escribano palustre que se reproducen en España y el Parque Natural del Delta del Ebro (50-100 parejas) con el 15,7% de la población reproductora.
El hecho de que los pocos ejemplares que aún se reproducen en España y norte de Portugal, no pertenezcan a una sola población, sino a dos subespecies diferentes que, además, son casi endémicas, no hace más que aumentar su grado de amenaza. La “E. s. lusitánica” (Escribano palustre iberoccidental) ocupa humedales de la cornisa cantábrica y atlántica de la Península Ibérica, mientras que la “E. s. witherbyi” (Escribano palustre iberoriental) ocupa humedales del interior de la península y costa mediterránea española y francesa, así como la vertiente atlántica de Marruecos.
Hemos de tener en cuenta que aunque las poblaciones reproductoras están consideradas “En Peligro de Extinción” en el último Libro Rojo de las Aves de España, no debemos olvidar que el contingente invernante procedentes de Europa, aunque presenta un tamaño poblacional mucho mayor, también se considera amenazado, y está incluido en la categoría de “Vulnerable” en el Libro Rojo de las Aves de España.
Según se refleja en el Atlas de las Aves Nidificantes de Asturias (1990-2010) la población asturiana (E. s. lusitánica) pasó de ser de 10-15 parejas (1990-2000) a 0-1 parejas en el periodo (2005-2010) y lamentablemente, en la actualidad, la especie se ha extinguido como nidificante en Asturias al igual que en la vecina comunidad de Cantabria.
Los dos últimos entornos en los que se confirmó la nidificación en Asturias fueron la Ría del Nalón y la Ría de la Villa, aunque al parecer también se sospecha que pudo haber en la Ría de Navia, la Ría de Eo y la de Tinamayor.
El Escribano Palustre es un escribano de un tamaño mediano con una longitud de entre 14-16 cm, una envergadura de entre 21-28 cm y un peso aproximado de 25 gr. En esta especie existe un claro dimorfismo sexual.
Desde finales de invierno, el macho presenta su plumaje nupcial con las partes dorsales de color castaño-rojizo con abundante rayado de color negro, sobre todo en los hombros (si quieres ver imágenes de este plumaje nupcial, pincha en este enlace).
Las alas tienen las plumas coberteras de color castaño rojizo con una franja central de color negruzco. Las plumas primarias y las secundarias son de color pardo negruzco con los bordes anteriores de color pardo rojizo claro.
El obispillo es de color gris azulado.
La cabeza, garganta y parte superior del pecho los tiene de color negro.
El centro del píleo es de un color castaño más claro y en ciertas situaciones pueden erizar sus plumas a modo de cresta.
También presenta una bigotera blanca en la cara que desde la base de la mandíbula inferior se dirige oblicuamente hacia el cuello hasta unirse con el collar blanco que tienen en él.
En el cuello tienen un ancho collar de color blanco que rodea los laterales del cuello y que está incompleto ya que no lo abarca en su parte anterior. Durante el cortejo nupcial el mancho tiene la capacidad de inflar este collar blanco.
En la garganta tienen una mancha negra que se extiende por la parte delantera del cuello y parte de la zona superior del pecho.
Los flancos son de color blanquecino con algunas finas rayas de color castaño.
Por la parte inferior son de color blanquecino.
El pico es cónico, puntiagudo y tiene el culmen curvado hacia abajo. Es de color pardo grisáceo claro en la mandíbula inferior y negruzco en la mandíbula superior. El grosor del pico de la subespecie española iberoriental (“E. s. witherbyi”), es mayor que el de la europea y tiene el culmen convexo. Por su parte, el Escribano Palustre Iberoccidental (“E. s. lusitánica”), se caracteriza por ser más pequeño y tener un pico más fino y con un culmen bastante recto.
Los ojos son de un color pardo tan oscuro que parece negro y están rodeados de un fino anillo periocular de color negruzco.
La cola es larga y está algo bifurcada. Es de color pardo negruzco, salvo las dos rectrices externas de cada lado que son de color blanco y muy visibles, puesto que el pájaro tiene la costumbre de desplegarlas cuando se mueve entre los carrizos o al volar.
Las patas son medianamente largas y son de color pardo negruzco.
Las hembras en esa época, tienen el plumaje mucho más apagado y se parecen bastante a las de otros escribanos. El dorso de las alas es pardo rayado de marrón oscuro o negruzco, no tan marcado como en los machos. Las plumas cobertoras alares son de color castaño muy parecidas a las del macho.
En esa época, también la cabeza de la hembra tiende a oscurecerse, presentando un color pardo con las plumas auriculares de color marrón muy oscuro, llegando a ser en algunos ejemplares prácticamente negras.
Destacan en ella una gran lista superciliar de color cremoso blanquecino del mismo color que la bigotera a la que se une en la parte delantera, pero eso sí, siempre sin el collar blanco que presenta el macho y que en ella está difuminado con un matiz parduzco.
Tienen unas manchas marrones en los lados de la garganta en lugar de la mancha negra que presenta el macho en la garganta. El pecho también tiende a oscurecerse, siendo de un color más pardo que en el macho.
Las partes inferiores están muy rayadas de pardo sobre fondo blancuzco y en los flancos las rayas son netamente acastañadas.
El píleo es de color pardo rojizo finamente rayado y también de color marrón oscuro.
El obispillo lo tienen de color pardo y algunas listas de color marrón oscuro en el pecho.
En otoño-invierno, después de la muda postnupcial (completada en octubre), el macho y la hembra (incluso los juveniles) son más parecidos y presentan el dorso pardo listado de oscuro con los flancos listados de ocre y las partes inferiores claras.
La cabeza es castaño-rojiza, con la ceja y la bigotera de color ocre y la garganta blancuzca.
La hembra en esa época, carece de blanco en el cuello así como de la mancha del cuello. La base gris de las plumas del capirote tiene forma de punta de lanza. El obispillo es fundamentalmente pardo.
La cola es larga, muy oscura, casi negra, excepto las dos rectrices externas que son blancas en gran parte y muy visibles, puesto que el pájaro tiene la costumbre de desplegarlas cuando se mueve entre los carrizos o al volar.
Los ojos son de un color pardo tan oscuro que parece negro y están rodeados de un fino anillo periocular de color claro.
El pico es cónico con el culmen curvado hacia abajo y de color pardo grisáceo claro en la parte inferior y negruzco en la superior.
Las patas y los pies son pardo oscuros.
Los jóvenes se parecen mucho a las hembras adultas, pero poseen una coloración en general más clara ya que tienen el dorso con los bordes de las plumas más pálidas. La garganta y el pecho son pardo amarillentos y el vientre algo más claro y con abundantes estrías.
En cuanto a su distribución, decir que la subespecie (Emberiza Schoeniclus Schoeniclus) aparece en toda Europa, Asia y norte de África.
En la Península Ibérica se encuentra la subespecie E. S. Lusitanica, endémica de Galicia y Portugal y la subespecie E.S. Witherbyi en el Valle del Ebro, Levante, la Mancha, S.E. de Madrid y norte de Mallorca. Estas dos subespecies son residentes y no realizan desplazamientos de interés, mientras que la procedente del centro y norte de Europa (E. S. Schoeniclus) es invernante y se mezcla en esa época con las residentes en la península.
Su hábitat habitual sobre todo en primavera y verano, son las zonas de humedales con abundante vegetación acuática en especial los carrizales aunque también gustan de las riberas de los ríos, marismas, pantanos, charcas, pero siempre con gran cantidad de vegetación palustre. En el otoño e invierno es frecuente verlos en las rastrojeras, tierras de barbecho, lindes de campos cultivados o en prados cercanos a esos humedales, alimentándose de semillas y formando grupos de su misma especie o con otras especies de escribanos u otras paseriformes.
Se alimentan fundamentalmente de semillas de plantas palustres, hierbas y de semillas de gramíneas, así como de las de muchas especies que crecen en los campos después de retirar los cultivos, sobre todo en el otoño e invierno. También y sobre todo en época de cría (primavera y verano), complementa su dieta con multitud de insectos y sus larvas, gusanos, orugas e incluso de pequeños moluscos.
Al parecer, en época de cría (que tristemente nosotros no podemos observar en Asturias), es un pájaro que canta mucho, en especial el macho que cuando detecta una amenaza en su territorio de cría, emite una voz de alarma y eriza las plumas del píleo. La hembra se esconde más y rara vez sale al descubierto. En esos casos de amenaza y al igual que hacen otras especies, los escribanos se acercan mucho al observador y revolotean por entre los carrizos como queriendo atraer su atención y siempre emitiendo un breve y metálico sonido.
Su época reproductora abarca los meses de mayo a junio pudiendo realizar entre 2-3 puestas por temporada. La hembra construye el nido en la base de la vegetación palustre (carrizos, juncos) y utiliza para ello hojas secas, raíces, hierbas, pelos, etc. dándole forma de cuenco.
La puesta se compone habitualmente de 3-7 huevos cuyo color varía desde el ocráceo al oliváceo con delgadas líneas sinuosas y algunas manchas y puntos de color marrón negruzco. A propósito de esto, me parece muy interesante destacar que el nombre de la especie “escribano” proviene de las líneas, trazos o motas muy variadas que presenta la cáscara de los huevos de todos sus representantes, que se asemejan a una escritura hecha con plumilla.
La incubación dura entre 12-15 días aproximadamente y la lleva a cabo principalmente la hembra. Las crías abandonan el nido alrededor de los 9-13 días de edad pero siguen siendo atendidas por sus padres durante unos días más.
Los resultados del último censo del Escribano palustre en España son muy alarmantes, ya que en tan solo una década, las ya muy escasas poblaciones españolas de escribano palustre se han reducido entre un 58-67%. Según los datos publicados, el Escribano palustre iberoccidental (E.s. lusitanica) pasa de 62-75 pp en 2005 a 11-12 pp censadas en 2015, con un descenso del 50% en el que desaparece de 9 localidades, y cuyos efectivos se concentran en tan solo 5 humedales gallegos, tras haber desaparecido de Cantabria. Por el contrario, las poblaciones lusas parecen mantenerse.
En el caso del Escribano palustre iberoriental (E.s. witherbyi) el descenso es aún mayor, superando el 80%. De las 254-360 pp censadas en 2005, tan solo se localizan 122-136 en 2015, pasando de 25 a 9 localidades en los respectivos censos, estando presente únicamente en algunos humedales de Castilla-La Mancha, Cataluña, Comunidad Valenciana, Navarra e Islas Baleares, siendo esta última la única región donde aumenta la especie.
Entre las posibles causas de esta situación parecen tener un especial protagonismo la pérdida de los carrizos y la desecación de los humedales debido a la intensificación agrícola que ha sustituido los carrizales por regadíos y cómo no, el uso incontrolado de herbicidas y plaguicidas que contribuyen a diezmar su población al reducir sus fuentes de alimento, tanto animal como vegetal.
No es casualidad que esta situación de estar al borde de la extinción haya ocurrido al mismo tiempo que la de otras especies de aves ligadas a hábitats agrícolas que dependen de semillas de especies vegetales que conviven con los cultivos, su principal alimento en invierno y de insectos con los que dar de comer a sus crías. El aumento del uso de insecticidas y herbicidas, la concentración parcelaria, el incremento de los regadíos y una mayor mecanización de la agricultura impiden la presencia de estas especies vegetales y de insectos.
En cualquier caso, la triste realidad es que las dos subespecies ibéricas, E. S. Lusitanica y E. S. Witherbyi, están catalogadas como “En peligro” en el Libro Rojo de las aves de España y no es casualidad que hasta no hace mucho tiempo, el escribano se reproducía en todo el país, y en la actualidad tan sólo lo hace en 43 localidades. Por su parte, La subespecie europea E. S. Schoeniclus, actualmente tiene la consideración de “Vulnerable”.
Según se recoge en la última edición de Junio de 2017 de la publicación “Programas de Seguimiento de Avifauna y Grupos de Trabajo” de SEO/BirdLife, existe un alto riesgo de un declive aún mayor en los próximos 25 años. De acuerdo a los datos recogidos en este censo, la especie debería ser clasificada como “Críticamente Amenazada” de acuerdo a los criterios de UICN, y deberían ponerse en marcha con carácter de urgencia los mecanismos necesarios para elaborar y poner en práctica el plan de recuperación de la especie en cada comunidad autónoma y los planes de gestión de los humedales en los que habita. Es la única vía factible para preservar todas las poblaciones que aún se mantienen y su diversidad genética.
El Escribano palustre fue declarado Ave del Año en 2009 por SEO/BirdLife para alertar de su delicada situación.
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