sábado, 30 de septiembre de 2017

La gran acróbata de nuestros cielos. Golondrina Común. Hirundo rustica. Andarina.

Repasando las imágenes que a lo largo de este verano he podido realizar, no me resisto a la tentación de dedicar una entrada en este blog a uno de los pájaros más populares de nuestro entorno que me ha hecho disfrutar de lo lindo en las distintas ocasiones en las que a lo largo de esta temporada me he encontrado con el.




Una entrada que ahora que nos han dejado, tras marchar a sus cuarteles de invierno en el continente africano, quiero que sea una especie de homenaje a esta bella e inquieta ave que, año tras año, nos anuncia con su presencia la llegada de la primavera y del periodo estival.




Se trata de una especie muy común, conocida y muy ligada al ser humano, que constituye todo un símbolo de nuestro medio rural y de la que existen múltiples referencias culturales que relacionan a esta pequeña ave como un icono de la primavera, un símbolo del paso del tiempo y que ha inspirado a poetas y enamorados durante generaciones, y no por ello ha dejado de tener un gran interés desde el punto de vista ornitológico, ya que constituye un buen indicador de la calidad ambiental y del respecto de los humanos por la naturaleza.




Pero a pesar de su abundancia y a ser una de las aves migratorias más extendidas en el mundo (en 2004 se calculó que había cerca de 30 millones de ejemplares de golondrina en España), los diversos estudios realizados sobre su población (programa SACRE sobre Tendencia de las Aves en Primavera) han obtenido unos resultados que reflejan un descenso de la población del 32,1% en el periodo 1998-2013, es decir que se habrían perdido unos 10 millones de ellas, o lo que es lo mismo, un millón de ejemplares por año. En Europa su población experimenta un declive aún mayor que en España y así lo constatan los datos del European Bird Census Council (EBCC), que indican un descenso en toda Europa del 35% para el periodo comprendido entre 1990-2011. 




Debido a este importante declive de su población, podemos decir que la Golondrina común (“Hirundo rustica”= del latín “rusticus-a-um”: campestre) poco a poco está pasando de ser todo un símbolo de nuestros campos y pueblos, a convertirse en un auténtico símbolo pero del deterioro de nuestros paisajes rurales, debido fundamentalmente a factores como el despoblamiento rural, el uso inadecuado de insecticidas o la falta de lugares de nidificación que han provocado esa pérdida de un 30% de la población de esta especie en la última década.




Este importante declive llevo a la SEO/BirdLife a considerar a esta especie como Ave del Año en 2014 y así fomentar el conocimiento de esta especie por parte de la sociedad y al mismo tiempo, promover acciones para mejorar su estado de conservación. Para que nos hagamos una idea, según los criterios de la “Unión International para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la Golondrina común podría considerarse en España dentro de la categoría de amenaza “Vulnerable”, una categoría similar a la de la Cigüeña negra o el Buitre negro.




La Golondrina común es un ave tan común que quizá no le prestamos mucha atención, pero hay algunas facetas de su comportamiento que merecen la pena conocerse. De entre todos ellos, desde mi particular punto de vista, si tuviera que destacar alguno sería el de que se trata de la gran acróbata de nuestros cielos, que junto con sus parientes próximos, los vencejos y en menor medida por los aviones, nos alegran con sus vuelos y cánticos cada primavera y verano y que me hacen relacionar su presencia con el buen tiempo, los cielos azules y los días de luz prolongada.




Son aves sumamente inquietas, que están adaptadas a pasar la mayor parte del tiempo en el aire, volando de un lado para otro para capturar sus presas abriendo sus grandes bocas. Realizan repentinos quiebros o ascensos y descensos, batiendo suavemente las alas y alternando con prolongados y rápidos planeos. Lo mismo vuelan a gran altura, casi fuera del alcance de la vista humana, como lo hacen rasante sobre el suelo o la superficie del agua, aunque habitualmente vuelan en un nivel más bajo que los aviones y aún más del de los vencejos.




Los cambios inesperados en su trayectoria o los giros repentinos son características inconfundibles de una gran acróbata, y he de reconocer que desde hace tiempo he estado intentado fotografiarla en vuelo y los resultados no han sido muy buenos que digamos, pero bueno, algo es algo y eso si, pienso seguir intentándolo, ya que sigue siendo todo un reto para mí.




A cambio de esta frustración, lo que sí que creo haber conseguido de una manera medianamente aceptable, es la de plasmar en fotografías los principales aspectos que podemos observar durante su estancia en nuestro país y que me van a permitir realizar una revisión de esta especie más o menos en profundidad.




La Golondrina común (“Hirundo rustica”) es un ave paseriforme que pertenece a la familia de los Hirundínidos (“Hirundinidae”), que comprende a los aviones (común, roquero y zapador) y a las golondrinas (común y dáurica), pero no a los vencejos (común, pálido, real, cafre, moro), que se encuentran dentro de otro grupo, en concreto en el orden Apodiformes. Su aspecto es el de unas aves de pequeño tamaño, con un cuerpo muy estilizado y con alas largas y puntiagudas que les hace aparentar un tamaño mayor y les proporciona una forma claramente aerodinámica.




Miden unos 18 cm de longitud y su envergadura puede alcanzar los 33 cm. Vienen a pesar unos 25 gr. Se estima que su longevidad puede llegar hasta los 15 años. Como a continuación veremos, aunque ambos sexos son similares, en esta especie existe un mínimo dimorfismo sexual.




En el caso de los machos, presentan sus partes superiores de color negro con irisaciones metálicas de color azul.




La garganta y la frente son de color rojizo castaño. Presentan una ancha franja pectoral a modo de collar de color negro azulado que se une al negro del cuello por ambos lados.




Por las partes inferiores son de color blanco crema o rosáceo.




Las alas son largas, algo curvadas, puntiagudas y de color negro. Vistas por debajo, se les puede apreciar un área blanquecina en su zona anterior.




El pico es corto, ancho, aplanado, puntiagudo y de color negro. La boca es muy ancha.




Los ojos son grandes, con el iris de color pardo muy oscuro y están rodeados de un fino anillo periocular ligeramente blanquecino.




La cola es muy larga, ahorquillada y tiene las rectrices externas muy largas y delgadas. Es de color negro y cuando se la ve extendida se puede apreciar la presencia de unos grandes puntos de color blanco ubicados cerca del extremo de cada una de sus plumas, tanto por la parte superior como por la inferior.




Cuanto mayor es la longitud de la cola de los machos mayor aceptación tienen por las hembras, también es mayor su fecundidad y son más resistentes a las enfermedades. Además, las hembras se sienten particularmente atraídas hacia los machos con alas y colas simétricas. Los machos que exhiben un mayor grado de simetría consiguen compañera más rápidamente que los asimétricos.




Las patas son muy cortas, carecen de plumas y son de color negro.




Las hembras por la parte superior son de color negro pero con menos brillo que los machos.




Por sus partes inferiores son más blancas que los machos.




La frente y la garganta son de color rojo herrumbroso.




El collar es más parduzco y está menos definido que en los machos.




Tienen la cola más corta que los machos.




Los jóvenes por la parte superior son de color negro mate parduzco.




La frente y la garganta son de color anaranjado.




Tienen la base del pico de color amarillento.




Su cola es más corta que la de los adultos.




Su canto más común son unos gorjeos encadenados tipo “tsuit-tsuit-tsuit”, con un final característico, tipo ”prrr” áspero. Su nota de alarma una “tsuii” doble. El gorjeo es emitido tanto si el ave está posada como en vuelo (enlace canto).





La Golondrina común está ampliamente distribuida por Europa (Francia y Rusia), Asia, África, América y Australia.





En nuestro país las podemos disfrutar durante en época de cría y durante los pasos migratorios en todo su territorio incluidas las Islas Baleares, Ceuta y Melilla y también en las Islas Canarias (en Gran Canaria y en mucho menor cantidad), más tarde emigran a África (Golfo de Guinea, Zaire y Unión Sudafricana) donde pasan el invierno, excepto un pequeño número de ejemplares que invernan en el sur de Andalucía (bajo Guadalquivir). Cubrir los 3.500 km que separan Madrid de África les lleva 30 días.





La migración prenupcial la realizan de forma paulatina al área de cría, con un desfase de hasta tres meses entre el norte y el sur. En Andalucía y Extremadura normalmente empiezan a verse en enero, con llegada masiva desde febrero; en el centro y el este de la Península suelen hacerlo un mes después, y en la Meseta norte y la cornisa cantábrica no se vuelven comunes hasta abril. Los machos más viejos retornan antes, y en décadas recientes se ha constatado un regreso más temprano, unas tres semanas antes. Durante el paso otoñal las golondrinas españolas abandonan las zonas de cría desde julio, en el sur, hasta principios de septiembre, mientras que los ejemplares en paso suelen moverse, siguiendo la costa mediterránea, en septiembre y octubre.




El hábitat preferido de la Golondrina común son los prados a campo abierto con vegetación baja (zonas de pastos) y terrenos agrícolas, preferentemente con agua en las cercanías.




Para colocar sus nidos eligen construcciones campestres y urbanas, como graneros, establos, porches, patios y terrazas, y en zonas de altitud media y baja donde es más numerosa (cría hasta los 1.600 msnm). En migración prefieren humedales, sobre todo costeros.




Es muy habitual verlas posadas en solitario o en grupos más o menos numerosos sobre las alambradas y los cables del tendido eléctrico o telefónico, así como en los clavos y alambres situados en las paredes de las casas.




A diferencia de los vencejos, las golondrinas también se pueden posar horizontalmente en el suelo, ya que la longitud de sus patas les proporciona un apoyo adecuado para iniciar el vuelo de nuevo desde el suelo. Para iniciar posteriormente el vuelo deben levantar mucho las alas, para a continuación plegarlas y moverlas suave, aunque torpemente debido a que poseen unas patas cortas y relativamente débiles. Acostumbran a realizarlo en los bordes de las charcas, donde se alimentan de insectos o beben agua poco a poco, pero fácilmente.




Su alimentación es insectívora a base de insectos voladores, principalmente moscas, mosquitos, saltamontes, grillos, pequeños escarabajos, libélulas, polillas, hormigas voladoras, avispas y otros insectos voladores que componen el 99% de su dieta y que las golondrinas cazan al vuelo abriendo su gran boca. Realizan grandes acrobacias y vuelos rasantes tanto a nivel del suelo como del agua, siendo capaces de beber mientras vuelan con el pico abierto. No debemos olvidar que su alimentación insectívora contribuye a la tolerancia de los humanos hacia esta especie.




Su periodo reproductivo es variable y lo llevan a cabo fundamentalmente entre los meses de mayo a junio aunque también puede abarcar desde marzo (en el sur) hasta agosto dependiendo del lugar en el que se encuentren. A menudo crían en pequeñas comunidades, (grupos de 4-12 parejas) reuniéndose con sus próximos parientes, los aviones, en época de migración o cuando se trata de buscar alimento.




Los machos durante la reproducción se vuelven más agresivos y territoriales y aunque se trata de un ave monógama, en ocasiones un macho cría con dos hembras simultáneamente (poligamia).




Ambos sexos construyen su nido en unos 10 días, para ello utilizan como sostén las construcciones humanas, preferentemente del medio rural, y muy frecuentemente bajo los aleros de los tejados. Para su elaboración utilizan el barro que recogen con sus picos y que adhieren a una pared moldeándolo en pequeñas bolas que van uniendo junto a paja y hierbas hasta formar una especie de copa abierta en su parte superior pero que a su vez queda protegido por arriba porque queda cubierto normalmente por el alero de un tejado, un techo, puentes, terrazas, vigas del techo, etc. Suelen tapizar el interior con plumas y hierba seca.




Todos los años anidan en el mismo lugar limitándose a reparar el antiguo nido. Las hembras a veces ponen sus huevos en los nidos de otras aves de su misma especie.




La puesta se compone habitualmente de 4-5 huevos. Normalmente efectúa dos puestas, ocasionalmente tres. La incubación es llevada a cabo por la hembra y dura 15 días aproximadamente. Ambos padres alimentan y protegen a los pequeños y remueven los sacos fecales del nido, pero son las hembras las que proporcionan un mayor cuidado parental.




La pareja ceba con mucha frecuencia a los pollos (hasta 400 veces por día), hasta que vuelan a los 20-25 días de edad. Alimentan a sus pequeños con insectos comprimidos en una bolita, que es transportada al nido en la garganta del adulto. En ocasiones, los polluelos de la primera nidada ayudan en la alimentación de los de la segunda.




Al nacer los pollos tienen un plumón bastante largo, pero escaso y de color gris. El interior de la boca es amarillo pálido. 




A los 12 días pueden asomarse al borde del nido en demanda de alimento, pero no es hasta los 14-15 días en que colocados en línea permanecen continuamente con las cabezas fuera. A veces, forzados por la tardanza en recibir alimento caen al suelo donde son presas fáciles para los gatos.




Las crías abandonan el nido alrededor de los 20 días de edad pero siguen siendo atendidas por sus padres durante otros 12 días más. Son capaces de alimentar a sus polluelos mientras vuelan.




Algunos vuelan a los 18 días, aunque normalmente no lo hacen hasta los 23-24. Durante los primeros días después de abandonar el nido los jóvenes vuelven a dormir a él al atardecer.




Fuera de la época reproductiva pueden reunirse a veces por millares, jóvenes y adultos en grandes dormideros (generalmente carrizales), a los que también acuden otras especies afines, antes de emprender su definitivo vuelo migratorio.




No es una especie amenazada. Entre los principales problemas cabe citar el uso indiscriminado de plaguicidas y otros agentes químicos en el campo, que reducen la cantidad de insectos de los que se alimentan y merman su potencial reproductor. Otra amenaza que se cierne sobre ellas es la eliminación deliberada de nidos con la excusa de que ensucian, la dificultad para nidificar en nuevas construcciones rurales, así como el abandono del espacio rural, con la consiguiente ruina de muchas edificaciones y la escasez de materiales (barro) para construir el nido en algunas zonas urbanas.




Hay que recordar que la destrucción de sus nidos en periodo reproductor es una infracción administrativa, ya que se trata de una especie protegida por las leyes europeas (Directiva Aves y Convenio de Berna), españolas (Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial) y autonómicas, quedando amparados por estas leyes no sólo los ejemplares adultos de la especie, sino también sus nidos, crías y huevos. La Golondrina común aparece como “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.

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