viernes, 8 de septiembre de 2017

Desafiando el equilibrio por un trago de agua. Rabilargo ibérico (Cyanopica cooki). Pegazuere.

Andaba yo caminando una calurosísima mañana de este pasado mes de agosto, por una senda que discurría entre pinares y dehesas de encinas en tierras castellanas, a la búsqueda de algún pajarillo de los que habitualmente no podemos disfrutar en tierras asturianas y, al igual que me ha ocurrido en otras muchas ocasiones, cuando ya daba por perdida la mañana y me dirigía de retorno a casa, pude tan solo escuchar a una distancia considerable, los inconfundibles graznidos de un grupo de rabilargos.




Conociendo a este “personaje” con el que ya me he encontrado en otras ocasiones, sabía que iba a ser una misión casi imposible el poderles realizar alguna fotografía, dado el carácter sumamente desconfiado que habitualmente tienen, máxime cuando, como suele ser habitual, se desplazan en grupo emitiendo sonidos de alerta a la mínima amenaza que crean pueda existir.




Se desplazaban continuamente de árbol en árbol, protegiéndose del potente sol realizando vuelos cortos entre las sombras que proporcionaban sus ramas y sin apenas realizar pausas, con lo cual era prácticamente imposible poderles realizar alguna fotografía.




Además de posarse en los árboles, también lo hacían ocasionalmente en el suelo, donde acostumbran a saltar con agilidad, pero sin llegar a andar como lo hace su familiar, la Urraca común, con la que guardan un gran parecido. Tan solo en esas contadas ocasiones, pude aprovechar para, a duras penas, hacerles alguna fotografía.




La senda en cuestión estaba bordeada a ambos lados por unos generosos muros de piedra de granito, que tanto abunda por la zona, y a duras penas por encima del muro, pude observar como uno de esos rabilargos que se desplazaban en un numeroso grupo, se posaba en un hermoso abrevadero para las vacas que se encontraba a poca distancia del muro.




Un abrevadero construido con potentes muros de hormigón que debería contener algo de agua que yo no alcanzaba a ver, pero sí la humedad que dejaba en sus paredes.




Poco a poco y realizando unos movimientos sumamente sigilosos, conseguí acercarme al muro y asomar lo mínimo posible el objetivo de mi cámara, sin que se diera la voz de alarma por parte de algún componente del grupo y la consecuente espantada colectiva.




Intente mimetizarme contra el muro y permanecer sumamente inmóvil mientras comenzaba a disparar fotografías a esta bella ave, conocida en ambientes anglosajones con una denominación que a mi particularmente me encanta, “la Urraca de alas azules”, dado su gran parecido con la esa especie en concreto.




Como comentaba antes se trata de unas aves muy gregarias y sociales que viven en constante comunicación con su grupo al que mantienen informado y cohesionado, llegando a formar grupos de hasta 100 individuos. Precisamente, debió ser ese sistema de comunicación el que funcionó perfectamente ante el hallazgo por uno de sus componentes de ese aprovisionamiento de agua, porque al poco rato empezaron a llegar un buen puñado de aves a los muros de ese abrevadero, para así mitigar un poco su sed.




Para mí como podréis comprender, aquello que estaba viendo a escasos metros y sin que detectasen mi presencia, constituía un verdadero espectáculo, observando las idas y venidas de un buen puñado de estas bellas aves que continuamente interactuaban entre ellas, estableciéndose claramente las jerarquías. 




Había bastantes ejemplares jóvenes que eran acompañados continuamente por alguno de sus progenitores, para defenderles de algún que otro ataque de otros componentes del grupo que de vez en cuando se producían con el objetivo de conseguir las mejores posiciones de acceso al agua.




A este respecto, quiero ahora recordar que el Rabilargo ibérico es una especie bastante agresiva, sobre todo durante la época reproductiva, no dudando en atacar a cualquier intruso, incluidas las personas, por lo que incluso otras aves buscan seguridad permaneciendo junto a ellos. Cuando se sienten amenazados sus gritos congregan en pocos segundos a varias parejas y grupos dispersos por los alrededores y todos chillan y rodean al intruso, lanzándole furibundos ataques. Las diferentes poblaciones de esta especie suelen constituir núcleos separados entre sí, a menudo por considerables distancias, para así evitar confrontaciones.




Mientras les estaba fotografiando me venía a la cabeza las grandes diferencias que se dan entre esta especie y la mayoría del resto de los componentes de la familia de los córvidos, ya que el Rabilargo ibérico tiene una fisionomía mucho más grácil y estilizada que el resto, destacando notablemente su colorido plumaje de suaves tonos cremosos y azulados que le proporciona una belleza exótica, a diferencia de los habituales colores negros de sus congéneres, por lo que, al menos para mí, le hacen ser con diferencia, el más bonito de la gran familia de los córvidos.




Esos suaves tonos cremosos y azulados resaltaban mucho más cuando, como ocurría en esta ocasión, incidían los rayos solares sobre su plumaje, añadiéndoles un brillo especial.




Ahora tan solo faltaba para conseguir unas bellas y más variadas fotografías, que iniciaran diferentes poses para poder disfrutar mucho más de su belleza.




Y dicho y hecho, según iban llegando a fin de conseguir algo del preciado y escaso líquido, dado que se encontraba a una considerable profundidad para ellos, se veían forzados a adoptar unas posturas casi, casi imposibles, inclinándose al máximo y recuperando de nuevo la posición, para a continuación tragar el escaso contenido de agua que conseguían atrapar en sus picos.




Esas posturas ya estamos acostumbrados a verlas en otras especies, pero en esta en especial, debido a lo largo de sus colas, les obligaba a realizar unos equilibrios muy particulares, adoptando unas posturas muy fotogénicas, tal y como podréis observar en varias de las tomas que pude hacerles.




El Rabilargo ibérico (“Cyanopica cooki”) mide unos 34-35 cm de longitud, pudiendo alcanzar una envergadura de unos 38-40 cm. Está considerado como el más pequeño de los córvidos ibéricos. Su peso puede llegar a los 75 gramos. La longevidad de estas aves oscila entre los 5-10 años. No existe dimorfismo sexual en esta especie, aunque los machos tienen un tamaño algo mayor.




Tienen la parte dorsal de un color pardo rosáceo algo más oscuro que el del pecho y el vientre.




Presentan un capirote de color negro brillante que se extiende hasta sobrepasar el ojo por su parte inferior y que contrasta notablemente con el color blancuzco de la cara y garganta.




En cuanto a las alas hay que decir que son anchas, redondeadas y que destaca llamativamente (especialmente cuando les da la luz) su color azul celeste. Las coberteras pequeñas y medianas son de color pardo rosáceo y las primarias tienen el borde interior de color negro.




La cola es muy larga (19.0-19.7 cm) y es la característica que le proporciona su nombre común. Tiene forma escalonada y también es de color azul celeste. 




Los ojos son de un color marrón tan oscuro que parece negro y están rodeados de un fino anillo periocular negruzco. El pico es fuerte y de color negro. Las patas son medianamente largas y de color negro.




Las diferencias entre adultos y jóvenes son poco evidentes y tan solo cabe destacar que el color de su plumaje es más parduzco y menos brillante y contrastado. Además, los jóvenes tienen el capirote de un color negro deslucido en la zona de la cara y en el píleo tienen una gran cantidad de pequeños puntitos grisáceo blanquecinos, lo que constituye un excelente sistema de camuflaje, sobre todo en la fase de estancia en el nido. Además, los jóvenes tienen la cola más corta con el reborde terminal grisáceo blancuzco.




En cuanto a su distribución mundial decir que se ha convertido en una de las mayores incógnitas de la ornitología moderna, pues esta especie habita en exclusiva en dos regiones del planeta separadas por miles de kilómetros de distancia, el extremo oriente asiático y la Península Ibérica. Si estáis interesados en profundizar en este interesante “misterio” recientemente desvelado, os recomiendo que pinchéis en este enlace, en el que encontrareis las suficientes explicaciones.




En este punto quiero recordar que desde hace años se vienen realizando serias investigaciones paleontológicas y genéticas para comparar las poblaciones de rabilargos europeas y asiáticas, habiéndose puesto de manifiesto unas marcadas diferencias entre ambas poblaciones, llegándose a la conclusión, tras los resultados obtenidos por los diferentes grupos de investigación, que esas diferencias son lo suficientemente importantes como para que, en vez de considerar, como hasta hace poco tiempo, al Rabilargo ibérico como una subespecie del asiático, se debe crear una nueva especie monotípica para la población ibérica: la “Cyanopica cooki”, dejando la denominación de “Cyanopica cyanus” para las poblaciones asiáticas.




Como curiosidad, decir que esta denominación científica de “Cyanopica cooki” al parecer se debe a que esta especie fue encontrada por primera vez en España en 1831 por el capitán SE Cook. 




El caso es que el Rabilargo ibérico (“Cyanopica cooki”) ha logrado el pleno reconocimiento como especie monotípica, convirtiéndose en la cuarta ave endémica de la Península junto con el Pito real ibérico (“Picus sharpei”), el Águila imperial ibérica (“Aquila adalberti”) y también, si no me equivoco el Mosquitero ibérico (Phylloscopus ibericus), también catalogado recientemente como especie, tras su disociación del mosquitero común.




En Asia ocupa el este de China y de Siberia, Mongolia, Corea y Japón, y en Europa, la zona sur meridional de la Península Ibérica. El Rabilargo ibérico (“Cyanopica cooki”) es muy difícil de distinguir del Rabilargo asiático (“Cyanopica cyanus”). Los rabilargos asiáticos tienen una mancha blanca en el extremo de su cola que no tienen los ibéricos.




En España el Rabilargo ibérico es un residente habitual pero únicamente en la Península, siendo una especie bastante común en las zonas donde habita, fundamentalmente en la zona de Extremadura, las provincias occidentales de Castilla-La Mancha (si bien alcanza el occidente de Albacete) y Andalucía, donde ocupa el norte de las provincias de Jaén, Córdoba, Sevilla y Huelva y un área aislada en la cuenca del Genil. En la zona centro se extiende por Madrid, Segovia, Soria y el sur de Burgos, y llega por el oeste hasta Salamanca. No está presente en los archipiélagos ni en los territorios norteafricanos. 




Como podemos apreciar claramente en el mapa de distribución, en la Península Ibérica tiene un rango de distribución restringido, ya que lo podemos encontrar en el sur de Portugal y en el centro y suroeste de España, evitando la costa mediterránea y el extremo norte. Esta distribución probablemente se deba a su incapacidad para tolerar climas más fríos o zonas más secas.




Realizan pocos desplazamientos por su toda su área de distribución, comportándose como aves bastante sedentarias y aunque pueden realizar movimientos dispersivos, estos son de escasa entidad no alejándose del territorio de reproducción incluso cuando las condiciones meteorológicas no le son propicias. Se comportan como aves bastante territoriales que realizan desplazamientos rutinarios siguiendo siempre los mismos itinerarios.




Dentro de Europa, las únicas poblaciones de rabilargo se localizan en la Península Ibérica, que alberga a 250.000-360.000 parejas reproductoras, de las cuales 240.000-260.000 se cree que habitan en territorio español y el resto, en Portugal. La tendencia poblacional de este córvido, según los datos obtenidos por el programa SACRE, es muy positiva, pues se han registrado incrementos anuales que superan el 7%. Teniendo en cuenta este dato y considerando la expansión territorial que experimenta la especie, parece bastante probable que la población real sea actualmente mayor que la estimada.




Su hábitat es bastante forestal, encontrándose en zonas arboladas no muy densas, en las que existan claros libres de matorral en donde poder alimentarse, en especial dehesas de encinares, alcornocales, olivares y pinares próximos a algún curso de agua y en altitudes que van desde el nivel del mar hasta los 1.700 msnm de altitud. Están ausentes en los bosques muy cerrados. También aparecen en territorios agrícolas con isletas boscosas, en las cercanías de las poblaciones rurales y en los vertederos, merenderos y muladares.




Su canto es muy variado siendo bastante frecuente oírlos cuando se desplazan en bandos, cosa que realizan con bastante asiduidad. Se trata de un “grruií-grruií” áspero y algo nasal. Los gritos continuos mantienen la cohesión entre los componentes del grupo. No obstante, como sucede con otros córvidos, la variedad de voces es grande, en especial, referidas en cada momento a una situación determinada de alarma, sorpresa o miedo.



Su alimentación es muy variada (omnívora) siendo principalmente base de insectos (en primavera y parte del verano), frutas, bayas, granos, semillas (en el otoño e invierno), carroña y desperdicios de la basura. Rara vez depreda sobre pequeños vertebrados. Tienen la capacidad de almacenar comida (bellotas, aceitunas, semillas de pino) debajo de la tierra, presumiblemente para su consumo posterior.




Como comentaba antes, son aves muy sociales que pueden nidificar juntos y aunque no constituyen colonias de cría propiamente dichas, siempre buscan la vecindad de otras parejas, llegando a juntarse hasta 40 parejas. Esta actitud les permite llevar a cabo la cría en cooperativa, en la que la pareja cuenta con ayudantes, estos son otros machos adultos que colaboran en la alimentación, limpieza y defensa del nido, consiguiendo así que sobrevivan un mayor número de pollos. Es una de las pocas especies de Europa y Asia que lleva a cabo esta cría en cooperativa, lo cual viene a corroborar que estamos ante una especie de ave muy evolucionada, que posee una gran inteligencia y un fácil aprendizaje, al igual que otros miembros de esta familia.




El periodo de reproducción lo realizan entre los meses de abril a junio. Construyen un nido con forma de cuenco en las horquillas de los árboles (encinas, alcornoques, robles o pinos); para su elaboración emplean pequeñas ramitas, pequeñas raíces y barro, después tapizan el interior con pequeñas fibras vegetales, musgo, lana y pelos.




El Rabilargo ibérico es una especie monógama, ya que los lazos entre la pareja se mantienen con frecuencia de una estación reproductora a la siguiente, y aunque la mayor parte de las rupturas de pareja se producen por la desaparición de uno de los miembros que la conforman, también se han observado casos de divorcios.




La puesta se compone de 4-9 huevos y la incubación, llevada a cabo exclusivamente por la hembra, dura 15 días aproximadamente. Las crías abandonan el nido alrededor de los 15 días de edad pero siguen dependiendo de sus padres durante varias semanas más.




El principal factor de amenaza es la persecución directa del hombre a causa de los daños provocados por la destrucción y/o pérdida de calidad de sus hábitats, principalmente en los cultivos de frutales y viñedos, así como la masiva utilización de pesticidas en las áreas donde se reproducen.




El Rabilargo ibérico es presa frecuente de múltiples depredadores, tanto aéreos como terrestres, a pesar del intenso nivel de defensa comunal que realizan. Entre sus principales depredadores están en el grupo de las aves: el Milano negro real, Busardo ratonero, Cuervo común, Alcaudón común. Entre los mamíferos están: la Jineta, Gato doméstico, Lirón careto. Y entre los reptiles: la Culebra de escalera y el Lagarto ocelado. 




Actualmente aparece incluido en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas en la categoría “De interés especial”.

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