Como cada verano, este año no me he podido resistir en mis salidas al campo a perseguir, al igual que hacían las ratas con el flautista de Hamelin, a ese peculiar e inconfundible canto de la Abubilla, de cuyo sonido onomatopéyico “up-pu-pu-pu” toma su nombre científico “Upupa epops”. Sonido que la mayoría de los que leáis esta entrada ya conocéis y que consiste en un sonido repetitivo, grave, aflautado y de largo alcance.
Y es que para un aficionado a la fotografía el hecho de poder fotografiar a esta preciosa ave en su entorno natural, es un verdadero lujo, dada su peculiar, y me atrevería a decir extravagante, estética y en particular su larga y eréctil cresta que a modo de abanico exhibe en determinadas circunstancias y que le proporciona una fotogenia muy difícil de igualar.
Esta estética tan particular que le proporciona su colorido plumaje y más en particular esa cresta eréctil que mencioné antes, junto con su largo y curvo pico, no nos debía sorprender si tenemos en cuenta que estamos ante un ave de origen tropical que es la única representante de su género en nuestro entorno (Europa).
En este sentido recordemos que efectivamente, la Abubilla es un ave que pertenece a un orden de aves muy coloridas, las Coraciformes (como el Martín pescador, la Carraca o el Abejaruco, entre otras), familia “Upupidos”, género “Upupa” y especie “Upupa epops”.
A estas peculiares aves las podemos encontrar en hábitats muy variados, como pueden ser las dehesas, viñedos, olivares, campos de cultivo, sotos fluviales, bosques abiertos (pinares, carrascales, etc.) y hasta en parques y jardines.
En esta ocasión he tenido la oportunidad de poder combinar dos de estos hábitats habituales para esta especie, unas dehesas y un parque público.
Pero lo más peculiar de las sesiones fotográficas que este verano he podido realizar a esta especie, ha sido la oportunidad de poderlas fotografiar en un grupo familiar completo.
Habitualmente se las acostumbra a ver en solitario o en parejas pero normalmente guardando una distancia apreciable entre una y otra.
La verdad es que teniendo en cuenta que la mayoría de estas aves tiene un comportamiento bastante tímido y huidizo, que tolera muy mal la presencia humana y emprenden el vuelo a la mínima señal de alarma, el poder realizarles un reportaje fotográfico completo a pulso, es todo un compendio de estrategias que tienes que aplicar para situarte a una distancia más que prudencial sin ocasionar su huida y combinarlas con posiciones que no supongan grandes inconvenientes como son los contraluces o los obstáculos ya sean de tipo vegetal (troncos de árboles, ramas, vegetación baja en general) o del propio terreno como son las rocas, piedras u oquedades del terreno donde se pueden llegar a ocultar parcial o totalmente.
Cierto es que en esta especie también se dan casos (los menos) de ejemplares que están mucho más habituadas a la presencia humana y te permiten acercarte algo más (pero tampoco mucho) para poderlas fotografiar. Es el caso de las que podemos encontrar ocasionalmente en parques y jardines.
Habitualmente, al caminar se mantienen distantes unas de otras y lo hacen con pasos cortos pero rápidos, deteniéndose continuamente a observar el suelo o los posibles amenazas que se aproximen.
En el caso de esta familia de abubillas estaba compuesto de cinco ejemplares, de los cuales cuatro se mantenían más o menos unidas, alimentándose en grupo, mientras que la quinta permanecía separada del grupo, vigilando y avisando al resto de potenciales peligros para el grupo.
Su marcha es elegante, tanto si caminan moviendo la cabeza de atrás a adelante, como si trotan ligeramente, asemejándose al caminar de los estorninos.
Es habitual verlas comiendo en el suelo, tanto en praderas, como en barbechos, terrenos de cultivo, en los claros de los pastizales o en los estercoleros, no obstante también buscan alimento en las grietas de las cortezas de los árboles.
Con su pico eficazmente adaptado, perforan la tierra en busca de gusanos y larvas de insectos, facilitándoles su captura y permitiéndoles llegar incluso a aquellos lugares escondidos en grietas de las cortezas de árboles o en galerías o túneles subterráneos.
Su alimentación es insectívora a base fundamentalmente de gusanos, lombrices y orugas, teniendo especial predilección por la oruga procesionaria del pino, así mismo les encantan los escarabajos, en especial el ciervo volante, los abejorros, el grillo topo, los ciempiés, los saltamontes, los arácnidos, mariposas, hormigas, ciempiés, moscas, etc. En algunas ocasiones (época de reproducción) pueden llegar a comer caracoles, lagartijas o pequeñas ranas.
La Abubilla es una especie migradora transahariana que en gran parte marcha a África para invernar, siendo en el mes de marzo cuando se produce el mayor paso de abubillas por nuestra campiña. El paso otoñal comienza también pronto, muy a menudo a finales de julio, pero sobre todo durante agosto y continúa en septiembre y octubre. En el Sur de España residen todo el año y no emigran.
En España son residentes habituales (incluidas baleares, Canarias y Melilla) y alberga una densa población (excepto al norte de la Cordillera Cantábrica), a la que en primavera se une las aves procedentes de África. En nuestro país se encuentra la mayor población europea de esta especie (más de la mitad de sus efectivos).
La Abubilla se reproduce en la casi totalidad de Europa salvo en los países situados más al norte como es el norte de Inglaterra, Islandia, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia y la Siberia europea. También están presentes en toda África excepto el desierto del Sahara y en la casi totalidad de Asia, salvo en la Siberia asiática, en casi toda la península arábiga y en el Tíbet.
En cuanto a la anatomía de la Abubilla mencionar que presentan unos tonos pardos rojizos (color vinoso intenso) en la mitad anterior del cuerpo (garganta y pecho) y más anaranjados en cabeza, cara, cuello y mitad superior de dorso, que contrastan notablemente con las listas negras y blancas en la mitad postero-inferior del dorso y de la cola, así como con el color blanco de las partes inferiores.
Las alas muy anchas y redondeadas, tienen barras blancas y negras, excepto en la zona de los hombros que son de color pardo rojizo.
En la cabeza destaca un gran penacho de plumas ocres anaranjadas con listas blancas y negras en su extremo, que habitualmente lo tienen plegado hacia atrás, sobresaliendo claramente por detrás de la cabeza, pero que en situaciones de alarma, enfado o durante el cortejo, lo pueden desplegar como una cresta en forma de abanico. También la despliegan siempre, pero de forma breve, en los aterrizajes.
El pico es muy largo (5-6 cm), fino, está ligeramente incurvado hacia abajo en su extremo y es de color negro, excepto en la base de la mandíbula inferior donde es gris pálido. Lo utilizan hábilmente para desenterrar larvas que encuentran mientras caminan sobre la tierra.
Los ojos son pequeños, de color marrón negruzco y están rodeados por un fino anillo periocular blanquecino.
El obispillo es blanco y la cola es ancha, recta en su extremo y de color negro con una ancha banda transversal de color blanco en su parte central.
Las patas son cortas y al igual que los pies, son de color pardo grisáceo.
Las hembras tan solo se diferencian de los machos en que tienen un tamaño menor, en que acostumbran tener la garganta más pálida (babero blanco, bajo el pico) y el pecho marrón-ocráceo (en los machos es más rosado y con un tinte vináceo), con los lados del vientre y del propio pecho algo más estriados que en el macho.
Las hembras a diferencia de los machos, presentan un manto con tinte rosado. Los machos además tienen el pico proporcionalmente más largo que las hembras.
Los juveniles muestran una coloración parecida a la de las hembras, destacando a primera vista, sobre todo, la posesión de un babero de color casi blanco bajo el pico y el vientre con numerosas líneas oscuras longitudinales. El plumaje, con tonos marrones en general, es de color más apagado que el de los adultos, volviéndose canela-grisáceo al poco de salir del nido.
Los jóvenes además tienen la pluma más externa de la cola con la punta redondeada, mientras que la de los adultos es cuadrada. Además tienen el pico bastante más corto y recto que los adultos. Juveniles similares a una hembra, pero con
En vuelo, sus anchas alas redondeadas que baten irregularmente, les proporcionan un aspecto similar al de una gigantesca mariposa de alas blancas y negras.
El periodo de celo comienza a manifestarse a mediados de abril cuando los machos luchan entre sí, pero más frecuentemente parece que lo hacen por un nido viejo que por una determinada hembra. Al parecer se emparejan de por vida y está bien comprobado que la misma pareja, si sobrevive, ocupa idéntico lugar para anidar e incluso el mismo agujero en un árbol del año anterior.
El periodo reproductivo lo realizan entre los meses de abril y junio. Anidan en los huecos de los árboles o en las oquedades de paredes, muros, grietas, desagües, bocas de alcantarillas, etc. La puesta se compone de 5 a 7 huevos. La incubación dura unos 18 días aproximadamente y es realizada sólo por la hembra. Los pollos, alimentados por ambos padres, abandonan el nido alrededor de los 24 días de edad. Ocasionalmente hacen dos puestas.
Como curiosidad decir que las Abubillas tienen fama de ser aves sucias, a causa de sus nidos malolientes, situados generalmente en los agujeros de árboles. Al final de la cría de los pollos es cuando el nido desprende un olor tan nauseabundo, por lo que es fácil descubrirlo. Se ha calificado a las Abubillas de negligentes, pero esto no es cierto. Lo cierto es que en el fondo del estrecho agujero, que los padres se esfuerzan por mantener limpio, pueden quedar restos de comida y deyecciones, pero en realidad lo que causa este olor desagradable es una secreción de un espeso líquido de olor fétido (diferente de la de las otras aves) de la glándula uropigial (situada en la base de la cola) de las hembras y de las propias crías, cuyo cometido es, debido a la acción de las bacterias que viven en su glándula, proporcionar defensas frente a posibles patógenos. Al parecer también pueden utilizar estas secreciones lanzándolas a modo defensivo contra posibles depredadores. Las hembras impregnan su cuerpo con esa secreción oscura con frecuencia, pero además recubren voluntariamente los huevos con ella untándosela con el pico, lo que aumenta su éxito de eclosión.
Entre las amenazas que se ciernen sobre esta especie se encuentra el excesivo uso de insecticidas en los cultivos agrícolas que, por un lado, reducen el número de insectos de los que se alimentan, y por otro, pueden provocar la muerte directa de ejemplares por envenenamiento. En las últimas décadas se han reducido drásticamente los lugares apropiados de nidificación al haberse derruido muchas casetas de campo y eliminado miles de almendros, olivos y otros árboles presentes en márgenes, acequias y linderos. Entre los depredadores de los individuos adultos, hay que reseñar que son presa de aves rapaces, como halcones y azores, mientras que los polluelos son presa fácil de comadrejas, culebras, y otros que se aventuren dentro del repugnante nido. Esta peculiar especie está catalogada “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.
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