El año pasado por estas fechas
tuve la oportunidad de publicar mi primer encuentro con el Correlimos pectoral (Calidris melanotos), circunstancia que me produjo una gran
satisfacción ya que por esas fechas no era muy frecuente encontrarle por
nuestro entorno y de hecho estaba considerado en nuestro país como una rareza
ocasional (divagante). Posteriormente, en el año 2016 el comité de rarezas de la SEO ha
dejado de considerarlo como tal, siendo por tanto el año 2015 el último año que
fue homologado como tal.
Este año he vuelto a tener esa
oportunidad de encontrarme con esta curiosa especie, pero en unas
circunstancias mucho más favorables que las del pasado año, ya que su confianza
con el ser humano llegaba a llamar poderosamente la atención, pues no sólo
dejaba aproximarse a él sin mostrar el más mínimo recelo, sino que era él mismo
el que se acercaba a las varias personas que nos encontrábamos
observándole.
Esta circunstancia era tan
llamativa que te llegaba a dificultar de manera considerable, poderle realizar
fotografías con un teleobjetivo de mediana distancia focal, obligándote a
retirarte de él constantemente para poderlo enfocar bien.
El resultado, como es lógico, son
unos primeros planos que me han permitido plasmar adecuadamente la belleza de
su plumaje y del entorno por donde se movía (Playa de Bañugues). Además, para poder obtener estas
bonitas tomas, contribuyó notablemente el comienzo del último día soleado que
pudimos disfrutar la semana pasada en Asturias, ya que posteriormente nos vino
una borrasca de considerables dimensiones, que permaneció el resto de los días
de esa semana con nosotros.
Como muchos de vosotros ya
conocéis el Correlimos pectoral se reproduce (50%) en la costa ártica de Norteamérica
(Alaska y NE de Canadá) y en periodo invernal atraviesan en migración todo el
territorio de América del Norte, para pasar ese periodo en Sudamérica (Perú,
Chile, Brasil, Argentina y Uruguay), donde se le conoce como el “Playerito
pectoral”.
También tienen un territorio de
reproducción en el NE de Siberia (50%) y se cree que estas aves migran hacia el
este a través de Alaska, para unirse a la ruta de migración común utilizado por
las aves reproductoras de América del Norte. Un pequeño número de estas aves
(posiblemente dispersantes juveniles) se cree que migran hacia el sur de
Siberia a lo largo de la Polinesia, Australia, Tasmania y Nueva Zelanda y algún
número menos de ejemplares, lo hagan con dirección suroeste, para pasar el
invierno en el sur del continente africano.
En España se suelen ver más
ejemplares en paso posnupcial (mediados de agosto a principios de octubre) que
en primavera y casi siempre se trata de ejemplares juveniles que provienen de
la costa oriental de Norteamérica y que pueden acabar sobre el Atlántico debido
al viento provocado por áreas de baja presión (tormentas tropicales y tornados)
que las desorientan.
En la actualidad se va imponiendo
la teoría de que la mayoría de los ejemplares que vemos en la Península Ibérica
proceden de la tundra ártica (NE de Siberia) y tendrían una ruta migratoria a
través de la zona mediterránea, mientras que las posibles aves que provienen
del continente americano también tendrían una ruta migratoria pero por el la
zona occidental de Europa, siendo estas aves las menos frecuentes.
Hay que tener en cuenta que estas
aves comienzan su migración hacia el sur desde sus áreas de reproducción a
mediados de verano. Primero lo hacen los machos (principios y mediados de julio),
antes incluso que se produzca la eclosión de los huevos, posteriormente lo
hacen las hembras (a principios de agosto), y un mes más tarde (finales de
julio a agosto) les siguen los juveniles. Se calcula que algunas de estas aves
llegan a recorrer alrededor de 16.000 km en sus viajes migratorios, por lo que
están consideradas como una de las aves que más distancia recorren durante la
migración.
En el mapa de abajo se destacan
en color ocre las zonas de cría, en amarillo las zonas de paso en la migración
y en azul las zonas de invernada.
En este otro mapa más amplio,
podemos ver en amarillo las zonas de cría y en azul las zonas de invernada para
esta especie.
La característica anatómica más llamativa de esta especie es la zona pectoral (de ahí su denominación de “pectoral”) y el cuello que son de color pardo-grisáceo claro intensamente estriado de color marrón oscuro. Esta zona estriada acaba bruscamente de forma puntiaguda en el centro del pecho al llegar al vientre, el cual es de color blanco liso al igual que la zona caudal inferior.
Los jóvenes son muy parecidos a
los adultos en época reproductiva, pero por su parte superior están más
contrastados que los adultos, formando un nítido dibujo escamoso con las plumas
de color negro con los bordes de color castaño-rojizo y las puntas blancas que
hacen que se destaquen unas llamativas líneas blancas en las cobertoras.
La ceja de color crema finamente
barrada, también la tienen más destacada que los adultos en verano.
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