miércoles, 14 de septiembre de 2016

El más abundante de los carroñeros ibéricos. Buitre leonado (Gyps fulvus). Utre.

Como cada año, el primer sábado de septiembre, se celebra el "Día Internacional de los Buitres" con el objetivo de concienciar a la población sobre la necesidad de conservación de estas rapaces necrófagas, exponer las amenazas a la que se enfrentan y ensalzar su importancia en el mantenimiento del equilibrio sanitario de los ecosistemas.





Yo por mi parte, humildemente me quiero sumar a esa celebración dedicándole esta entrada al Buitre leonado que de las cuatro especies de buitres de nuestro continente europeo (Buitre leonado, Buitre negro, Alimoche o Buitre blanco y Quebrantahuesos), es la más numerosa. A este respecto, impresiona saber que España cuenta con el 90% de la población de buitres de toda Europa y que en nuestro país se reproduce el 98% de la población europea de Buitre negro y el 94% de Buitre leonado, así que no hay que perderles de vista, porque nuestra responsabilidad es importante y su dejadez puede suponer una tragedia medioambiental. 





Decía antes que uno de los objetivos de celebración de este día era la de concienciar de la importancia de conservación de estas rapaces necrófagas estrictas y últimamente estamos viendo como hay una oleada de artículos de prensa en los que se está "criminalizando" a esta especie que hasta poco eran considerada como unos verdaderos aliados de los ganaderos, ya que son los encargados de consumir las reses muertas en el campo, evitando de esta manera posibles focos de infección derivada de la muerte de animales enfermos y la propagación de epidemias como el botulismo, la tuberculosis u otras enfermedades. Tampoco debemos olvidar el ahorro que a esos ganaderos les suponía evitar el costoso transporte hasta vertederos o incineradoras de esos cadáveres y los beneficios económicos por el interés turístico que supone la presencia de estas aves, que como fácilmente se puede comprobar, cada día va en aumento.





Pero para averiguar el origen de este problema hay que retrotraerse al año 2.001, ya que fue ese año cuando se empezaron a detectar los primeros casos de la encefalopatía espongiforme bovina y su transmisión al ser humano, lo que todos conocemos como el "mal de las vacas locas". Fue en el año 2.002, cuando supuestamente con el fin de evitar un posible contagio de las reses enfermas muertas a otros animales carroñeros, la Unión Europea (Reglamento 1774/2002) prohibió que los cadáveres del ganado quedaran en el monte e incluso prohibió que se arrojaran a los muladares, donde tradicionalmente eran depositadas las reses muertas, para que fueran comidas por los buitres.





La aplicación de esta nueva normativa, supuso un importante cambio en la gestión ganadera, ya que obligaba a recoger e incinerar los restos de ganado que mueren tanto de forma natural, como por accidente o enfermedad, lo que poco a poco, trajo consigo una disminución de alimentos para las aves necrófagas y lógicamente, los buitres leonados, que en las últimas décadas habían experimentado un notable aumento de sus poblaciones, se vieron de repente sin su mayor fuente de alimento y como consecuencia, empezaron a pasar hambre.





Entre los efectos de esa escasez de comida, hubo una disminución de colonias nidificantes e hizo que algunas de estas aves desarrollaran un comportamiento inusual, volviéndose impacientes por el hambre, perdieran el miedo y la timidez hacia el ser humano y empezaran a acercarse al ganado, incluso en presencia de los pastores. La mayoría de los casos lo hacían para aprovechar y comer las placentas después de los partos de ganado en el monte o para alimentarse con alguno de los cadáveres de las crías recién nacidas que mueren en el proceso, llegando incluso a matar animales heridos o muy debilitados, pero nunca a animales sanos. 





Ante el tumulto que se organiza por hacerse con la poca comida (placenta) disponible tras el parto de un animal doméstico, se han dado casos en los que algunos ganaderos llegaran a pensar que atacaban al ganado y temer incluso que podrían ser atacados ellos mismos, cuando paradójicamente, los buitres han sido a lo largo de su historia aliados del ganadero y del ganado. 





En toda esta polémica tampoco hay que descartar la posible picaresca de algunos ganaderos, que aprovechando la confusión actual y al igual que ha ocurrido con los lobos y osos, quieran cobrar un dinero por las reses que se les mueren por causas naturales.





Más tarde, la Unión Europea reconsideró la propuesta adoptada en 2002 sobre la prohibición de dejar el ganado muerto en el monte y en noviembre de 2.011, el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, aprobó un Real Decreto para regular la alimentación de las aves necrófagas de interés comunitario (Real Decreto 1632/2011, de 14 de noviembre), según la cual cada comunidad autónoma, al tener las competencias en materia de gestión de fauna silvestre, debía aprobar su propia legislación autonómica, para delimitar las zonas de protección para la alimentación de las necrófagas. 





Sin embargo, Asturias es, junto con unas pocas más Comunidades Autónomas (Madrid, Galicia, Euskadi, Murcia y Baleares), una autonomía que al día de hoy todavía no cuenta con una normativa propia para regularizar el depósito de cadáveres de ganado doméstico, tal y como obliga la legislación nacional y como consecuencia, Asturias se ha incorporado a los territorios que desde sectores ganaderos plantean que la presencia de los buitres es ya un conflicto para el ganado. 





El caso es que esta oleada de temor y odio hacia estas aves que últimamente ha salpicado los diferentes medios informativos, ha sido en parte la responsable del incremento de los casos de envenenamientos de fauna salvaje, que lamentablemente no ha afectado sólo a los buitres (225 aves envenenadas en los últimos cinco años), sino también a otras muchas especies como lobos, águilas imperiales o alimoches.





Efectivamente, estudios recientes han puesto de manifiesto que en Asturias durante el periodo de 1992 a 2013, han sido víctimas del uso de venenos un total de 225 animales silvestres, de los cuales la estricnina es la causa en un 65% de los casos. De los 225 ejemplares envenenados, las especies más afectadas en Asturias han sido el Buitre leonado (46 ejemplares), el Lobo ibérico (38) y el Alimoche (17). Otras especies como el Oso pardo y el Quebrantahuesos, también han sufrido los perjuicios de dichas sustancias con 3 y 1 especímenes fallecidos, respectivamente. 





A esta causa tan grave de mortalidad hay que añadirle el de las muertes producidas en tendidos eléctricos (electrocución y colisión), en parques eólicos, por disparos y lo que es sorprendente, el grave riesgo que sufren en algunas zonas por inanición, ya que no se ha establecido un mecanismo adecuado de depósito de ganado muerto para posibilitar la alimentación de las rapaces y su adecuada reproducción. En otros casos, aunque no se llega a la pura inanición si se produce un consumo de alimentos de peor calidad, ya que ante la ausencia de restos de animales muertos en la naturaleza, rebuscan en vertederos o comen con mucha frecuencia restos de animales procedentes de explotaciones intensivas, donde las reses son tratadas con grandes cantidades de fármacos para uso veterinario, como el diclofenaco del que a continuación hablaré.





Pero si como hemos visto la situación en nuestro país es mala, la que se da en el continente africano, como denuncia la BirdLife International, es mucho peor, ya que a pesar de que los buitres sean quizá de las aves más representativas de África, están despareciendo. Siete de las 11 especies de buitre que habitan el continente han visto elevado su riesgo de extinción. Cuatro de estas especies, que solo pueden encontrarse en las sabanas africanas, se hallan en un estado de amenaza crítico. Se trata del Buitre moteado, el Buitre cabeciblanco, el Buitre dorsiblanco y el inconfundible Alimoche sombrío.





Entre las causas de su elevada mortalidad en África, BirdLife cita el envenenamiento accidental, ya que las aves se ven atraídas por cebos envenenados empleados para erradicar depredadores de ganado como leones, hienas o licaones. En 2015, el 61% de las muertes denunciadas fueron causadas por el veneno.





Otro problema para su conservación es que en ocasiones son capturados para su uso en medicina tradicional. Y por último, también sufren la persecución de los cazadores furtivos que envenenan intencionadamente los cadáveres de elefantes o de rinocerontes que son masacrados por sus colmillos o sus cuernos, para evitar que los buitres alerten con su vuelo a los guardas.





Fuera del continente africano, una de las principales amenazas dejando a un lado el veneno, también tiene al ser humano como responsable. Es más, está autorizada tanto por el Gobierno de España como por la Unión Europea. Se trata del conocido diclofenaco y que se emplea como medicamento antiinflamatorio para el ganado. Su uso no afecta aparentemente a humanos o al ganado pero, cuando un buitre ingiere restos de un animal tratado con el fármaco, muere a las pocas horas.





Esta situación, que podría costar la vida de hasta 6.000 ejemplares de Buitre leonado al año en España según un reciente estudio, tiene fácil solución: prohibir el uso del diclofenaco para el ganado. No pasaría nada. En el mercado existen otros compuestos alternativos que realizan su misma función y que son inocuos para el ser humano, para el ganado y también para estas rapaces. Es impresionante saber que el diclofenaco fue responsable de la desaparición del 99% de los buitres en el Sur de Asia, hasta que cuatro países de la región prohibieron el producto tras evidenciarse su papel en la muerte de estas aves. Posteriormente se ha comprobado que también es letal para las águilas, y entre ellas podría estar nuestra Águila imperial ibérica.





Es lamentable que nuestro país, que cuenta con el 90% de la población de buitres de toda Europa, autorice el uso veterinario de un producto que ha demostrado ser tan peligroso en otros países. Las ONG recuerdan que la propia Agencia Europea del Medicamento ha reconocido el riesgo de este producto, que por otro lado, cuenta con un sustituto de menor toxicidad, y denuncian que países como España han adoptado medidas “puramente cosméticas”, como es la del simple etiquetado de los envases.





“Los buitres son el método más natural, barato, sencillo, higiénico y hermoso para reciclar los animales muertos”; y así lo recogían 38 asociaciones en 2009, en su ya famoso comunicado conjunto “No se puede seguir así”; pues no es posible mantener, al menos a largo plazo, ese otro sistema (de eliminación de cadáveres), mucho más contaminante y peligroso, en el que cuesta más destruir una oveja muerta que comprarla viva.





El Buitre leonado cuya denominación científica “Gyps fulvus” proviene del término griego “gips”: buitre y del latín “fulvus-a-um”: amarillento, leonado, rojizo, pertenece a la familia Accipitridae y tras el Buitre negro, es una de las aves carroñeras de mayor tamaño y envergadura de Europa y también una de las más longevas. Pueden alcanzar una longitud de entre 95-110 cm y su envergadura oscila entre los 230-265 cm. Su peso oscila entre los 6 y los 10 Kg. No hay dimorfismo sexual en esta especie aunque las hembras suelen ser algo más pequeñas que los machos.





Su coloración general podíamos definirla como pardo-grisácea, aunque el color varía mucho de unos ejemplares a otros. El adulto tiene la espalda y el dorso de las alas marrón pálido o pardo canelo con un ligero tinte grisáceo (de ahí su denominación como “leonado”) y se tornan marrón oscuro o negro en las rectrices de la cola y extremo de las rémiges. Las partes inferiores son de color pardo algo rojizas con varios tonos y a menudo unos individuos no se parecen a otros, variaciones debidas casi siempre a la diferente edad y estados de la muda.





Las alas son largas y muy anchas y como antes mencionaba, son de color pardo leonado con las plumas primarias de color negro, salvo en los individuos más viejos que las tienen de color marrón oscuro. Las plumas primarias presentan una digitación profunda. 





Pero tal vez el detalle que más llama la atención es su largo cuello desnudo de plumas y cubierto, únicamente, con un corto plumón de color blanco crema, al igual que la cabeza. En la parte posterior de su base tiene dos calvas que descubren una piel violácea. Así mismo en el pecho muestra otras dos que descubre voluntariamente y son un auténtico semáforo de su estado de ánimo con colores intensos, rojo, azul y blanco. Sobre los hombros, en la base del cuello está rodeada por plumas largas y delgadas (algodonosas) de color blanco a modo de gola o collar (gorguera) que frecuentemente están enmascarado su color por manchas de sangre de las presas. 





El plumaje de adulto lo adquiere gradualmente por una serie de mudas que va efectuando durante cuatro años. En un bando de buitres las variaciones en la tonalidad del plumaje son tan grandes, a veces, como variadas las edades y a menudo dependen de la incidencia de la luz en el momento de la observación. 





Estas variaciones no deben confundirse con la existencia de algún ejemplar con un plumaje atípico como es el caso de este Buitre leonado esquizocroico noeumelánico (descolorido general) debido a una aberración cromática denominada "faeo" (los colores pardos se vuelven beiges), del que pude sacar alguna fotografía. A modo de curiosidad, decir que hay que diferenciar el esquizocroico del leucístico (con algunas plumas blancas o también mal denominado, albino parcial) y del albino (si es totalmente blanco).




La cola es corta y tiene las plumas rectrices de color negro.





La cabeza es pequeña en proporción con el cuerpo y está recubierta de un fino y corto plumón blanquecino.





Los ojos tienen el iris de color amarillento o ambarino.





El pico es de es de color hueso, de tamaño medio, fuerte, robusto y con el extremo curvado hacia abajo, con forma de gancho y especializado en desgarrar tejidos. La cera del pico es de color gris pizarra y amarillento pálido en los lados.





Las patas son cortas, son de color parduzco y son mucho más débiles que las de otras grandes rapaces y con las uñas cortas y romas, ya que no las utilizan para cazar, puesto que son carroñeras estrictas. Esta circunstancia, a la que hay que añadir especialmente el gran peso y lentitud de estas aves, hace que sea prácticamente imposible que los buitres den caza o maten a otros animales.





Los jóvenes por la parte superior suelen ser de un color marrón más oscuro que el de los adultos y además con tonos rojizos. Por la parte inferior suelen ser más rojizos y además suelen tener algunas estrías claras. Tienen el pico de color negruzco. Los ojos son de color pardo oscuro. El plumón de la cabeza y el cuello es más rosáceo que el de los adultos y la gorguera de plumas de la base del cuello es muy patente, desflecada y de color canela o “leonado” y no blancuzco. En el segundo año de vida el Buitre leonado es aún más oscuro que de joven. El plumaje de adulto lo adquiere gradualmente por una serie de mudas que va efectuando durante cuatro años. 





En cuanto a su comportamiento decir que son aves muy gregarias que forman grandes bandos siendo muy característico verlos volar en círculos planeando a gran altura. El Buitre leonado es un ave planeadora más que voladora, pues apenas mueve las alas en el aire, permaneciendo cernido en las altas corrientes durante las horas de más calor del día. Son por tanto, grandes planeadoras, de esa forma recorren una inmensa cantidad de kilómetros diariamente en busca de alimento sin realizar un gran esfuerzo.





Cuando planea, suele mantener las alas un poco por encima de la horizontalidad y los planos de sustentación algo arqueados. Cuando andan lo hacen a saltos y estirando las alas. Existe una jerarquía establecida a la hora de comer.





A modo de curiosidad, decir que es un buitre el ave de la que se ha registrado el vuelo más alto. El 29 de noviembre de 1973, un buitre moteado, de África, chocó con un avión, a 11.277 metros de altura; y tras un aterrizaje forzoso, se encontraron plumas del ave en el aparato. Alturas menores, pero también considerables, son alcanzadas por otras aves. Por ejemplo, el maravilloso documental “Nómadas del viento” recoge la proeza de los gansos indios, que cada año sobrevuelan el Himalaya, llegando a alturas de unos 9.100 metros.





El Buitre leonado es una especie de distribución bastante amplia, que ocupa el suroeste y sureste de Europa, el noroeste y sur de África, los Balcanes, Turquía, Arabia, Irán, Afganistán, Pakistán y norte de la India.


En España son residentes todo el año y como nidificantes se distribuyen por la mayoría de las cadenas montañosas excepto el sector más occidental de la Cordillera Cantábrica y la mayoría de las sierras litorales del Mediterráneo. El grueso de la población se concentra en Aragón y Castilla y León (hoces del Riaza, entre Segovia y Burgos) fundamentalmente, así como en Andalucía, Navarra, Castilla-La Mancha y Extremadura. Falta, sin embargo, en Galicia, Baleares, Canarias, Ceuta y Melilla.


Sus hábitats se encuentran en las zonas montañosas u otros lugares donde existan cortados rocosos verticales de difícil acceso que les puedan servir como buitreras, ya sea en zonas de montaña, donde alcanza los 2.000 m de altitud, o en cañones fluviales especialmente si se encuentran junto a valles profundos, ya que ahí se producen grandes corrientes de aire ascendente que utilizan para planear; estas corrientes, llamadas anabáticas, se producen al calentarse los cortados cuando les da el sol.





En cuanto a su alimentación como ya hemos visto antes decir que son carroñeros por excelencia, detectan los cadáveres desde una gran cantidad de kilómetros de distancia gracias a su excelente vista. Actualmente, también frecuenta con asiduidad vertederos, donde obtiene abundantes restos.





Es interesante recordar que habitualmente cuando aparece un animal muerto en el campo las primeras aves en llegar suelen ser los córvidos (Cornejas, Cuervos, Urracas...) los cuales sólo pueden comer las partes más blandas del animal como ojos, nariz, lengua, etc. Como buenos córvidos no pararán de moverse de un lado a otro, alrededor y sobre el cuerpo del animal muerto. Al incidir los rayos del sol sobre sus plumas, se provocarán unos reflejos que actuarán como verdaderos llamadores para los buitres, ya que esos reflejos los observan desde la altura.




Los siguientes en llegar son los buitres negros que difieren de los buitres leonados en que son los encargados de abrir el cuerpo del animal muerto, desgarrando el pellejo y comiendo músculos y tendones. Se dan prisa en llegar ya que prefieren comer sin ser molestados o agobiados por los buitres leonados, pero lo hacen de una manera organizada. Al igual que los buitres leonados, comen por orden jerárquico, de mayor a menor importancia. Los buitres leonados comerán las partes internas del animal, las vísceras, dejando los huesos pelados. Si por la zona hubiera alimoches comerían tras los buitres leonados o, si pueden, restos de lo que se les va cayendo, si no comerán lo que les quede de la carne pegada a los huesos.





Los buitres leonados tienen el cuello pelado como medida de higiene ya que si tuvieran plumas, al introducirse dentro del cuerpo, se les quedarían pegadas bacterias provocando infecciones. Por el contrario el buitre negro solamente tiene pelada la cabeza al comer partes externas y no meter todo el cuello en el animal muerto, al igual que el alimoche que tiene pelada la cara.





Al terminar los buitres leonados y alimoches aparecería, en las zonas que hubiera, el Quebrantahuesos (especie en grave peligro de extinción en España), que como su nombre indica, se alimenta de los huesos que quedan tras la comilona de sus primos. Lo hace cogiéndolos y tras elevarse volando a cierta altura; los lanza para que se rompan contra las piedras y así comerlos.





El periodo de reproducción lo realizan muy tempranamente, entre mediados de enero y mediados de febrero. Ya en esa época invernal se entregan a frecuentes vuelos de cortejo para reafirmar los lazos de pareja, que son muy intensos y se mantienen de por vida. Durante el periodo de cría se reúnen en grandes colonias, llegando a ser a veces de varios cientos de parejas.





Ambos sexos construyen su nido en las repisas, cornisas y cuevas de los cortados rocosos. La puesta suele acontecer muy tempranamente, entre mediados de enero y mediados de febrero. La incubación se prolonga durante 48-54 días y de ella se ocupan ambos sexos de forma bastante equitativa. El cuidado del único pollo supone una larga dedicación por parte de los adultos, que tendrán que alimentarlo durante los 110-115 días que supone su largo desarrollo e, incluso, algún tiempo más, hasta que a finales del verano o comienzos del otoño pueda valerse por sí mismo. A pesar de todo, con 80-90 días el joven buitre ya se desplaza por la repisa y hasta se permite volar cortas distancias, sin que ello suponga que ha alcanzado la madurez suficiente como para dejar el nido. 





En cuanto a los peligros que amenazan esta especie, ya los describimos ampliamente al principio de esta entrada. Tan solo añadir que actualmente el Buitre leonado no cumple los criterios para ser asignado a ninguna categoría de amenaza. La especie aparece en la categoría “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.

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