Reconozco que me resulta bastante
complicado escuchar el peculiar e inconfundible canto que emite la Oropéndola
europea y no proponerme encontrarla visualmente entre la espesura de la
vegetación arbórea por donde habitualmente se mueve.
Tal y como sucedía en la fábula
del flautista de Hamelin, en cuanto escucho ese particular canto de tipo
aflautado con variaciones de tono, inicio un intento de localización que en la
mayoría de los casos, como es el que me ha ocurrido de nuevo este verano, se
alarga durante varios días, hasta que las encuentro y consigo realizarles
alguna fotografía medianamente decente.
Es un canto inconfundible que se
deja escuchar a larga distancia y que habitualmente alterna con otros
llamativos sonidos roncos y chillones que recuerdan bastante a los graznidos
que emiten los Arrendajos.
Acostumbran a emitir su canto a
primeras horas de la mañana y al finalizar la tarde en zonas de árboles altos
que crecen en orillas de ríos, riachuelos, lagunas, valles fluviales, laderas,
parques, jardines, etc. Prefieren árboles caducifolios (álamos, chopos, olmos,
sauces, robles, castaños) en bosquetes y sotobosques mixtos. No les atraen las
coníferas y en el Norte de la península es más frecuente verlas entre
eucaliptos que entre pinos. Eso sí, siempre desde las ramas más altas de los
árboles más altos.
De lo que no cabe duda es que las
Oropéndolas son unas aves muy discretas, huidizas y difíciles de observar.
Solamente cuando abandonan las copas de los árboles, en donde desarrollan su
vida, se dejan ver fugazmente.
Es entonces cuando inician su vuelo
característico, rápido y directo, como flechas, cuando las podemos ver pasar fugazmente
y aunque sea de manera breve, apreciar la belleza de su plumaje de un amarillo
radiante que contrasta notablemente con el negro de sus alas, especialmente el
de los machos, ya que las hembras tienen un plumaje más apagado, al igual que
los juveniles. Al fin y al cabo, su llamativo colorido, no hace otra cosa que
poner de manifiesto su origen tropical.
Prueba de la actitud esquiva y
distante de esta especie, es que tratándose de un ave que no es precisamente
rara, sino más bien común y a pesar de los vivos colores de su plumaje, son
bastante difíciles de ver, llamando la atención lo invisibles que pueden llegar
a resultar. Según la SEO, la población reproductora española, aún es poco
conocida, dado el carácter esquivo de la especie, pero se estima en unas
175.000 parejas. En Asturias se estima una población de entre 2.000 y 4.300
parejas (Atlas de las aves nidificantes de Asturias 1.990-2.010). En las
últimas décadas del siglo XX, esta especie sufrió un importante declive que se
estimó en un 40-50% desde 1970, pero actualmente parece que la población se ha
estabilizado.
La Oropéndola europea llega a la Península Ibérica a comienzo del mes de abril e inicia el viaje de vuelta a sus cuarteles africanos de invierno sobre el mes de agosto. Unos 3.000 Km recorren en cada viaje las oropéndolas que visitan Europa desde Kenia, Uganda y Tanzania, entre otros países africanos. En la Península Ibérica se comporta como un ave estival nidificante.
El tener ese bello y llamativo
plumaje tiene el serio inconveniente de atraer miradas indeseables de
potenciales depredadores terrestres, que pueden poner en riesgo a los nidos
mientras los adultos (macho y hembra) incuban. Como aves muy inteligentes que
son, la solución que han dado a este importante problema es la de construir sus
nidos en las horquillas horizontales de las ramas más finas de los árboles más altos, para
que así cualquier potencial depredador terrestre que pudiera descubrir sus nidos
tras seguir su vuelo visualmente, al intentar alcanzar el nido, su peso haga
ceder la rama, impidiéndole alcanzar su objetivo.
Por otro lado, para defenderse
frente a los potenciales depredadores aéreos, las Oropéndolas actúan como aves
muy territoriales adoptando un comportamiento muy valiente y agresivo cuando se
defienden o tratan de expulsar de sus territorios a otras especies, aunque sean
de mayor tamaño, como es el caso de los Arrendajos, Cucos, Cernícalos, Urracas
e incluso los Ratoneros. Sus principales armas para conseguir este objetivo son,
aparte de tener un gran valor, un vuelo muy ágil y un pico aguileño que podría
saltarle un ojo a cualquier depredador que ose amenazar a los suyos.
Claro está que el construir sus
nidos en las ramas horizontales más finas y altas, tiene el serio inconveniente de poder
ser derribados con las ráfagas de viento típicas de la época primaveral. Para
evitar este importante contratiempo, de nuevo hacen gala de su ingenio y
utilizan para la construcción del nido fibras elásticas y frescas que los adultos
arrancan con su poderoso pico de las ramas verdes y que utilizan para tejer sus
nidos en forma de cuenco, de forma que resistirán las violentas sacudidas mucho
mejor que los materiales rígidos y, aparentemente más resistentes, que otras
aves usan. Además, las Oropéndolas desde que nacen vienen provistas de unas
poderosas garras que permiten a los pollos, incluso cuando son realmente
pequeños, aferrarse al fondo del nido y evitar, de este modo, salir disparados
en caso de vendavales.
Es interesante comentar que la
denominación en castellano “Oropéndola” proviene del latín “auri punnila” significa
"plumita de oro" ya que el término “auri” proviene de “aureus” que significa
dorado y “punnila” es el diminutivo de penna o pinna que tiene el significado
de pluma o ala. Es muy probable que dicho término esté relacionado con péndola
o péndulo (pendiente), en razón al nido suspendido y colgante que construye la
Oropéndola. También en francés recibe a menudo el nombre común de court-pendu,
que hace probablemente alusión a su nido suspendido.
La Oropéndola o pájaro oriol (y no me estoy refiriendo
a el político catalán) es el origen del nombre propio masculino Oriol en
Cataluña y Oriole en el sur de Francia, así como también da nombre a la ciudad
de Orihuela, cuyo emblema es un oriol coronado con corona real, con alas a
medio desplegar y como tal aparece en la
bandera de la ciudad (Estandarte de la Ciudad de Orihuela o Pendón de Orihuela),
la cual sólo se exhibe públicamente el día de la conmemoración del 17 de julio con
el tradicional desfile del Pájaro del Oriol (Día del Pájaro). La bandera
oriolana es una de las banderas más antiguas de España y cuenta con privilegios
históricos de no inclinarse ante nadie, salvo ante Dios y el Rey; por ello la
bandera está considerada uno de los símbolos de mayor tradición de España.
Posee los títulos de Real y Gloriosa.
Si quieres ampliar más en las características
de esta bonita especie, te recomiendo este enlace.
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