jueves, 4 de abril de 2019

De sorpresa en sorpresa en la ría de Villaviciosa (parte 1ª).

En esta nueva entrada voy a repasar con un cierto detalle, las observaciones que recientemente he tenido la fortuna de poder realizar en ese maravilloso entorno que, para cualquier aficionado a la observación y fotografía de aves, es el de la ría de Villaviciosa. 




Concretamente voy a tratar de exponer aquí las principales observaciones que pude llevar a cabo recientemente a lo largo de dos mañanas: la del sábado 30 de marzo y la del lunes 01 de abril de 2019. 




La primera mañana, hacia las 09:20 h, pude descubrir, a bastante distancia, a un ejemplar adulto de Cigüeña negra (Ciconia nigra) que se encontraba descansando tranquilamente en la zona del porreu de La Marquesa o de Muslera, en el entorno de la ría de Villaviciosa. Para quien desconozca el término “porreu” o “porreo”, se trata de un terreno ganado al mar y separado del mismo por un dique o cárcoba que evita su inundación y que en su día (siglo XIX) fueron utilizados como tierras de cultivo. 




Como decía, se encontraba tranquilamente posada en compañía de varias parejas de ánades reales y de un grupo de espátulas. 




Posteriormente, decidió pasearse por la zona, de un lado para otro, mientras se alimentaba profusamente. 




Evidentemente, para mí supuso una gran sorpresa por lo poco numerosa que es esta especie en general, y porque en nuestro país su presencia como reproductora se circunscribe fundamentalmente a territorios del cuadrante suroccidental (Extremadura y Huelva) donde he tenido la oportunidad de observarla y fotografiarla en diversas ocasiones. 




Por lo que he podido averiguar, en Asturias su última observación ocasional (sedimentada) se remonta a un ejemplar en mayo de 2018 (Harvey D´Souza), en el entorno de San Antolín de Bedón (Llanes). Obviamente, se trataba de un ejemplar adulto que decidió tomarse un descanso en su viaje migratorio prenupcial, reponiendo fuerzas y esperando a la aparición de vientos favorables. 




Otra interesante observación, aunque muy fugaz, fue la de una Garceta grande (Ardea alba) que desde hace ya semanas se encuentra cercana a esa misma zona y que habitualmente se la ve acompañada de un nutrido grupo de garcetas comunes




La mañana comenzaba interesante y tras realizar unas cuantas fotografías en esa misma zona a alguna Espátula común (Platalea leucorodia) y ...




... a una Garza real (Ardea cinérea) que me sobrevoló muy cercana y a otra posada en compañía de varias garcetas comunes, decidí poner rumbo al entorno de El Cierrón. 




Allí, a pesar de ser un sábado soleado, la presencia de paseantes por sus diferentes caminos, era más bien escasa, lo que sin duda favoreció para que a los pocos minutos de estar observando la zona con mis prismáticos, hicieran su aparición una pareja de Cigüeñuela común (Himantopus himantopus) emitiendo sus sonoros y llamativos reclamos. 




Tras dar un par de vueltas de reconocimiento alrededor de la principal charca de agua de la zona, en cuyos alrededores me encontraba yo, decidieron posarse a escasos metros míos. 




Mi sorpresa, como podréis imaginar fue importante, no porque se tratara de una especie rara e incluso poco frecuente en la zona, en donde en los últimos años crían habitualmente varias parejas, sino porque, si no me equivoco, era la primera pareja que aparecía este año por la zona, adelantándose un tanto su llegada con respecto a otros años. 




Toda una alegría volver a ver y poder fotografiar a estas elegantes y bellas aves con su figura tan estilizada, sus largas y coloridas patas y pico, así como su lenta y parsimoniosa manera de caminar por el agua. 




Pero la gran sorpresa con respecto a esta pareja de cigüeñuelas vino a los pocos minutos de haberse posado en la charca, porque enseguida empezaron a realizar una lenta aproximación entre ellas y la hembra comenzó a adoptar una postura inclinada hacia adelante, lo cual me permitió darme cuenta de que se aproximaba una posible cópula y me dio tiempo a preparar la configuración de mi cámara para poder fotografiar con sumo detalle ese interesante y especial acontecimiento. 




Toda una gozada poder inmortalizar de principio a fin esos momentos y valorar las enormes dificultades que, sobre todo para el macho, supone dicho acto, ya que mantener el equilibrio encima de la hembra, no resulta nada, pero lo que se dice nada, fácil. 




El macho, lo primero que realizó fue un salto rápido y preciso, y tras permanecer un instante parado encima de ella, estabilizando la posición, fue descendiendo poco a poco (movimiento un tanto difícil), flexionando aún más sus largas patas y manteniendo el equilibrio en todo momento con unos sutiles aleteos. 




Mientras tanto, ella se mantenía muy inmóvil y él no paraba de emitir unos llamativos y continuados sonidos. 




La finalización fue un poco más abrupta, teniéndose que valer el macho de su pico y de sus largas alas. 




Impresionante me pareció la ternura y cariño que inmediatamente después mostraron el uno con el otro, permaneciendo sus cuerpos totalmente pegados mientras entrecruzaban una y otra vez sus largos picos, como si se estuvieran dando "besos".




Todo un espectáculo digno de presenciar y ya no te cuento, si puedes tener el privilegio de fotografiar. 




Posteriormente, tras permanecer unos escasos minutos en la charca, decidieron poner rumbo hacia otra pequeña charca, mucho más escondida (cerca del campo de fútbol), donde posiblemente busquen una zona más tranquila y segura para poder ubicar su nido.




Otra observación que apareció bruscamente, posándose en el agua mientras fotografiaba a las cigüeñuelas, fue la de un Archibebe claro (Tringa nebularia) al que le pude realizar unas cuantas fotografías mientras se acicalaba y alimentaba en la charca. 




Incluso se permitió el lujo de echarse un ligero sueñecito en mi cercana presencia. 




También pude fotografiar en la orilla próxima de esa charca a un bello ejemplar macho de Ruiseñor pechiazul (Luscinia svecica) que lucía su esbelta figura con su colorido pecho (medalla blanca incluida). 




El bueno del Ruiseñor pechiazul tuvo la cortesía de abandonar esa orilla de la charca y venirme a ver a un pequeño arbusto que se encontraba a unos dos metros de mi situación. Todo un detalle por su parte y que, a duras penas, dada su proximidad, pude inmortalizar. 




Ya cuando me preparaba recogiendo los bártulos y abandonar la zona, llegó volando también a un lateral de la charca, una Agachadiza común (Gallinago gallinago) que aunque estaba un tanto distante y escondida, la pude sacar alguna fotografía testimonial. 




Mientras me dirigía por el sendero que bordea esa charca principal hacia el núcleo urbano de Villaviciosa, pude fotografiar, a duras penas, dada su lejanía, aun Ruiseñor común (Luscinia megarhynchos) que se movía caminando por ese sendero con su característica cola elevada. 




Pero para finalizar, la mañana aún me tenía reservada una “gran sorpresa” a modo de traca final. Resulta que tras fotografiar a ese Ruiseñor común en la zona del sendero que conduce al núcleo urbano de Villaviciosa, apareció en el mismo camino un ave que constituye una “enorme rareza” para la zona. 




Se trataba, ni más ni menos, de todo un Pavo común o doméstico (Meleagris gallopavo) que con sus plumas totalmente erizadas, perseguía a una pareja que caminaban por el sendero con su perro. 




Tras cruzarme con ellos e intercambiar opiniones al respecto de semejante presencia, el bueno del pavo decidió abandonar a esa pareja y venirse conmigo, tal vez para que le adoptase a modo de mascota. Lo curioso es que quería venirse conmigo, caminando muy cerca, pero eso si, con aspecto de pocos amigos, erizando todas y cada una de sus plumas y emitiendo unos graznidos estridentes.




Impresionante “rareza” que pocos aficionados a las aves que visiten el entorno de El Cierrón podrán encontrar por sus senderos en sus incesantes búsquedas “pajariles” y que yo tuve la fortuna de encontrar. 




Lo cierto es que no había manera de que me dejara de perseguir, me dirigiera hacia donde me dirigiera, por lo que al final decidí inmortalizar dicho encuentro con alguna que otra fotografía. 




Impresionante el retrato de esa enorme ave doméstica, con su característico “moco de pavo” de colores rojizos que contrasta notablemente con su azulada cara y su plumaje totalmente negro brillante. 




Como podréis comprender, yo no me podía quedar sin saber de dónde narices había salido semejante ejemplar. Todo parece indicar que, a raíz de las obras que se están llevando a cabo para el acondicionamiento de un puente (puente de hierro) justo en la zona opuesta a donde yo me lo encontré, se ha ocasionado el desmantelamiento parcial de un chamizo en el que hay algún que otro animal de granja (gallinas, pavo, cabras con sus cabritillos) a los que se les puede ver campar por la zona cercana al chamizo, pero no en una zona tan distante como en la apreció el bueno del pavo. Lo cierto es que el pavo daba la impresión de encontrarse sumamente estresado por encontrarse perdido sin encontrar el camino correcto de vuelta, motivo por el que decidió perseguir a cualquier viandante que pasease por la zona con la esperanza de retomar la tranquilidad de su corral. 




Bueno pues hasta aquí mi relato de la primera mañana de la que pude disfrutar de varias sorpresas en el entorno de la ría de Villaviciosa. En la siguiente entrada os relataré las observaciones y fotografías que pude realizar la segunda mañana (01 de abril) en ese mismo entorno y que tampoco estuvieron nada mal.

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