viernes, 23 de junio de 2017

La importancia de las cajas nido. Papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca). Pintu.

Como viene siendo habitual cada primavera, en la de este año 2017 he vuelto a poder disfrutar de la presencia del Papamoscas cerrojillo (“Ficedula hypoleuca”) en su territorio de cría en la sierra madrileña. Una bonita especie de ave paseriforme que debido a la gran filopatría de los machos, todos los años no sólo vuelven a la misma zona donde nacieron, sino que además muestran una gran fidelidad por el territorio (la oquedad o caja nido) donde criaron en años anteriores. Los machos suelen llegar antes que las hembras a los lugares de cría.




El Papamoscas cerrojillo es una especie que habita principalmente en los bosques de robledales maduros (aunque también, pero en menos medida, en encinares, hayedos o pinares de pinos silvestres) y es muy proclive a utilizar las cajas nidos que cada año se disponen en lugares estratégicos de esos robledales maduros que abundan por esa zona, con lo cual la posibilidad de poderlos observar y fotografiar sin alterar sus actividades cotidianas, es muy alta y supone un gran disfrute para cualquier aficionado a la observación de la naturaleza.




Lógicamente, estas circunstancias contribuyen también para poderles hacer un buen seguimiento, lo que a diversos ornitólogos de prestigio les ha permitido realizar interesantes trabajos científicos sobre esta peculiar especie y de alguna de sus conclusiones haré referencia en esta entrada.




Como comentaba anteriormente, esta especie de ave paseriforme habita en los cada día más escasos bosques de robles maduros y antes de la instalación de estas cajas nido, su densidad de ocupación era baja debido a que las escasas oquedades naturales utilizables para la cría, son ocupadas mayoritariamente por otros páridos (carboneros y herrerillos…) y otras especies que tienen un periodo de cría algo más temprano (Trepador azul, Agateador europeo, Pico picapinos...). 




Lo cierto es que desde que se instalaron múltiples cajas nidos en la zona, se ha provocado un aumento espectacular de la población de Papamoscas cerrojillo en esos ambientes forestales e incluso ha permitido ampliarla a otros tipos de hábitats arbolados, como naranjales o bosques con árboles poco maduros en los que escasean las oquedades naturales. 




Estas conclusiones, a las que se ha llegado en diversos estudios realizados en la zona, han venido a ratificar la idea de que la instalación de cajas nido artificiales es una de las medidas de conservación más sencillas y efectivas para favorecer la nidificación del Papamoscas cerrojillo y en general de aves insectívoras que crían en oquedades naturales (trogloditas). Además, en el caso concreto del Papamoscas cerrojillo se ha podido confirmar no sólo que se adapta fácilmente a criar en nidales artificiales, sino que incluso los prefiere a las oquedades naturales.




Este aspecto es de suma importancia si se tiene en cuenta que uno de los principales problemas de conservación que tiene esta especie, es la cada día mayor pérdida de masas forestales maduras y densas, como consecuencia de una gestión forestal inadecuada que ha facilitado la sobreexplotación forestal, la consecuente falta de alimento y la menor disponibilidad de oquedades naturales adecuadas para que pueda criar esta especie.




El Papamoscas cerrojillo durante la época de cría, se caracteriza por estar moviéndose continuamente realizando frecuentes sacudidas de las alas para poder exhibir sus llamativas manchas blancas y agitando la cola de arriba abajo con bastante frecuencia.




Son unos hábiles cazadores de insectos, siendo habitual verles utilizar los posaderos en la ramas más bajas de árboles o arbustos y desde allí lanzarse al suelo para cazarlos e inmediatamente después, dirigirse al nido construido en un agujero de un árbol o en una caja nido, con una gran variedad de insectos, que no sin dificultad y de manera incesante, van capturando en los alrededores de su “hogar”. 




Se trata de una passeriforme perteneciente a la familia Muscicapidae y al género Ficedula de unos 12-13 cm de Longitud, 21-24 cm de envergadura y un peso que puede llegar a los 15 gr. Su longevidad puede llegar a los cinco años. En esta especie existe un claro dimorfismo sexual. 




En primavera, durante el periodo nupcial, cuando cría, es cuando se distinguen muy bien los machos de las hembras. Después de criar y haber realizado la muda en el verano para iniciar la migración otoñal a los cuarteles de invierno, es difícil diferenciar los sexos pues el plumaje es muy similar en machos y hembras.




En plumaje primaveral los machos por la parte superior son de color negro o marrón oscuro según su edad y las variaciones genéticas individuales. Por la parte inferior son de color blanco y de ahí, la denominación de “hypoleuca” (blanquecino por debajo) de su nombre científico.




La cabeza tiene el píleo, la nuca y algo más de la mitad de la parte superior de la cara de color negro, mientras que la frente, parte inferior de la cara y garganta son de color blanco.




Curiosamente, el tamaño esa mancha blanca en la frente de los machos, es uno de los ornamentos mejor estudiados en esta especie, ya que la variación intra-poblacional en el tamaño de esa mancha es alta y entre las conclusiones que su estudio ha llegado, está la de que los machos que presentan una mancha de mayor tamaño se emparejan antes que los demás y presentan mayor paternidad extra-pareja que los machos con manchas de menor tamaño. 




Además, en un estudio en el que se manipuló experimentalmente el tamaño de la mancha en los machos (aumentándolo o reduciéndolo), se encontró que las hembras pusieron huevos de menor tamaño cuando la mancha de su pareja era pequeña. 




En conjunto, todos estos resultados sugieren que la mancha blanca en la frente es atractiva para las hembras y que juega un papel importante en la selección sexual, no sólo durante el emparejamiento sino también durante el periodo de cuidado parental.




Tienen el pico fino, muy pequeño y de color negro. 




Los ojos son grandes, de color negro y están rodeados de un fino anillo periocular de color blanquecino.




El obispillo está moteado de blanco y gris y no es muy visible. La cola es corta, estrecha y de color negro por la parte superior y blanco por la inferior. 




Las alas son cortas, anchas, redondeadas y tienen una amplia mancha blanca muy visible tanto con ellas desplegadas como cuando el pájaro está posado, lo mismo que el color marrón oscuro de las plumas primarias.




Las patas son largas, muy delgadas y de color negro.




Por el contrario, después de criar y haber realizado la muda en el verano para iniciar la migración otoñal a los cuarteles de invierno, ambos sexos se asemejan tanto que a veces, resulta difícil diferenciarlos. 




Los machos en esa época son de color pardo oliváceo claro por la parte superior, mientras que el color blanquecino de la garganta, el pecho y el resto de las partes inferiores se vuelven de un blanco más ocre. Lo que sí que permanece infaliblemente en todos los machos, es la mancha de la frente que habitualmente en las hembras falta del todo o como mucho tienen una pequeña mancha blanquecina o beige. 




La cola es de color pardo negruzco con las rectrices externas blanquecinas.




En las alas tienen una franja de color blanco ocráceo que se corresponde con las plumas terciarias. Las plumas primarias son de color marrón oscuro.




La hembra tiene un plumaje menos destacado, de color pardo oscuro uniforme por encima con un margen blanco en las plumas secundarias internas de las alas, que forman con las alas cerradas una banda paralela no nítida, sino manchada de beige. 




Los jóvenes por la parte superior son de un color marrón más oscuro que los adultos con abundantes motas de marrón claro y pardo de aspecto escamoso. En las plumas de las alas tienen una fina orla blanquecina.




Podemos distinguir dos tipos de canto del Papamoscas cerrojillo; uno de alarma o advertencia que consiste en una repetición breve y rápida de un “pik, pik, pik” y que además acompañan de continuos aleteos en los que claramente muestran la franja blanca alar. Aparentemente, las señales auditivas de alama previenen a los pollos de hacer ruido en el nido, ya que estos paran inmediatamente de pedir comida, a no ser que estén al borde de la inanición, en cuyo caso lo normal es que sigan pidiendo a pesar del riesgo. Este canto de alarma no deja de ser una estrategia antidepredatoria fundamentalmente frente a los relativamente frecuentes ataques que sufren por la Comadreja o el Pico picapinos dentro de las cajas nido.



También emiten otro tipo de canto más rítmico y alegre con súbitos cambios de tono que sólo emite el macho y habitualmente lo hace desde un lugar bien destacado como lo son las ramas más altas de un árbol o arbusto, lo alto de una roca o del poste o cable eléctrico.



Como bien indica su denominación nombre común, su alimentación es insectívora y está basada en moscas, mosquitos y otros insectos voladores de pequeño tamaño como, escarabajos voladores, mariposas y polillas; ocasionalmente lombrices y gusanos. 




Para capturar sus presas, es habitual verlos lanzarse repetidamente, desde sus posaderos situados en las ramas bajas de los árboles o arbustos, al suelo y a continuación regresar a la misma rama. También es característico verlos capturar insectos en vuelo, realizando para ello, rápidos y ágiles movimientos acrobáticos en el aire. No obstante, también se alimentan de frutos y bayas cuando están en paso otoñal por España hacia las zonas de invernada. 




La dieta de los pollos es exclusivamente insectívora, siendo las orugas de mariposas y las polillas, las presas mayoritarias que los padres llevan al nido.




Al Papamoscas cerrojillo lo podemos encontrar tanto en el norte y centro de Europa, como en la mitad occidental de Asia y en África. 


En España, tiene una distribución irregular en el Norte y escasa en el Mediterráneo. En la zona Cantábrica falta en Galicia y escasea en Pirineo Navarro y País vasco. En el Centro, cría en el Sistema Central y comarcas del Sistema Ibérico. Es rara en Andalucía y falta en Baleares, Canarias, Ceuta y Melilla. 


Se han descrito varias subespecies. En nuestro país podemos observar a la subespecie “P. c. iberiae” en la época estival y durante los pasos migratorios.




Aparecen en la primavera, a partir de la segunda quincena de abril, y su paso se incrementa en el mes de mayo. Van llegando poco a poco, tras pasar el invierno en el África subsahariana. 




Primero lo hacen los machos que se adelantan una semana a las hembras en su retorno a la Península Ibérica y eligen el lugar donde se ha de emplazar el nido y al llegar las hembras, comienzan a construirlo una vez que se han emparejado, pero son ellas las que elaboran el nido a base de raicillas, hojas, hierbas y musgo para tapizarlo con plumas, pelos y otros materiales más finos.




Aunque tradicionalmente, siempre se ha pensado que son las hembras las que se encargan en exclusiva de la construcción del nido, recientemente se ha observado que una cuarta parte de los machos también aportan material al nido y curiosamente, las hembras emparejadas con machos constructores ponen huevos de mayor tamaño.




En la migración otoñal los podemos ver desde finales de agosto a mediados de septiembre, en su paso con dirección al oeste de África, donde permanecerán durante el invierno.




Su hábitat preferido para criar está en los bosques frondosos de robledales maduros (albares, melojares…), encinares, hayedos y pinares de pino silvestre de montaña entre los 1.000 y los 1.500 m de altitud, aunque durante el paso migratorio, también se les puede ver en otros hábitats como en huertos, jardines y parques. 




Son aves territoriales y la reproducción la realizan entre los meses de abril y junio aunque esa fecha de llegada a los territorios de cría es relativamente flexible y depende de las condiciones ambientales encontradas durante la migración (temperatura y precipitación, principalmente). Al igual que está ocurriendo con otras aves migratorias, el Papamoscas cerrojillo también se está siendo afectado por el aumento de temperaturas a causa del cambio climático, ya que se ha descubierto que el tamaño de los huevos ha disminuido paulatinamente en los últimos 16 años, al no haber adaptado, como si lo hacen otras especies de aves migratorias como las golondrinas, la fecha de sus migraciones al adelanto de la primavera, por lo que acaban criando en épocas que no son las óptimas. 




Además, como consecuencia del aumento de las temperaturas primaverales debido al cambio climático, la fecha de salida de las hojas en los bosques se ha adelantado y con ello la aparición de orugas, alimento principal de esta ave. Como consecuencia de esto, los papamoscas cerrojillos no llegan a tiempo de aprovechar el boom de orugas para alimentar a sus pollos, disminuyendo su éxito reproductor.




Los machos suelen llegar antes que las hembras y los más tempranos son machos más viejos y con mayor éxito reproductor que los tardíos. 




Una vez que los machos llegan a los territorios de cría, se dedican a buscar una oquedad natural o una caja nido adecuada para la nidificación, y una vez localizada, comienzan a cantar para atraer a las hembras. Se trata de una especie monógama, aunque algunos machos son polígamos y atraen a varias hembras a los territorios vecinos.




Cuando un macho ha ocupado una caja nido, la defiende frente a posibles competidores y en muchos casos se enzarza en agresivas peleas que duran varios minutos y que se repiten a lo largo del día.




A veces realizan dos puestas por temporada. La puesta se compone habitualmente de 3-7 huevos. La incubación dura entre 12-14 días aproximadamente y la lleva a cabo la hembra en exclusiva que es alimentada por el macho. Los pollos son, sin embargo, alimentados por ambos progenitores pero en mayor medida por las hembras. 




La hembra es alimentada parcialmente por el macho mientras está incubando y según han demostrado experimentalmente investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN), del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), los machos aumentan el aporte de alimento de las hembras cuando éstas lo solicitan durante el proceso de incubación.




Ese estudio confirma que durante la incubación las hembras son capaces de comunicar sus necesidades a los machos a través de sus señales de petición y que los machos compensan las limitaciones de las hembras alimentándolas adecuadamente, una importante adaptación que aumenta las posibilidades de que la pareja tenga éxito en la cría. 




Las crías abandonan el nido alrededor de los 15-16 días de edad pero siguen siendo atendidas por sus padres durante unos días más.




Se ha podido comprobar que las hembras que presentan el rasgo de la mancha blanca en la frente, que es más típica de machos, tienen una mayor capacidad competitiva de esas hembras para conseguir las escasas zonas de nidales y que entre ellas, se dan más casos de usurpadoras de otros nidos construidos por otras hembras. 




Este fenómeno de la destrucción y sustitución de puestas en la misma cavidad debido al abandono del nido por la primera hembra en poner, con una subsiguiente sustitución por otra hembra y la aparición de una nueva puesta, viene acompañada en ocasiones por una competencia agresiva entre hembras que conlleva la expulsión de la primera ocupante y la consiguiente destrucción de huevos/pollos. El motivo de esta competencia y la sustitución de puestas, se debe a la escasa densidad de nidales disponibles cuando estas aves llegan a la zona de cría y se encuentran con que la mayoría de ellos han sido ocupados por hembras de la misma u otras especies.




La destrucción de los bosques así como la mala gestión de ellos afecta negativamente a esta especie, ya que los árboles viejos son los más apropiados para la nidificación y son precisamente estos, los que con cierta frecuencia, se eliminan de los bosques. 




Como comentaba al principio, una medida muy efectiva que aumenta las densidades de esta bonita especie en sus tradicionales hábitats de bosques de árboles maduros y que también favorece la ocupación de bosques escasamente desarrollados, es la colocación de cajas nido, que la especie acepta de buen grado. 




El Papamoscas cerrojillo aparece incluido en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas en la categoría “De interés especial”.

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