Como ya viene siendo habitual a lo largo del mes de julio, acostumbro a subir a la montaña (área central de la cordillera Cantábrica) a observar, y si puedo fotografiar, aves que habitualmente encontramos en este hábitat como es el caso del Gorrión alpino, Acentor alpino, Roquero rojo, Bisbita alpino y si hay un poco de suerte, hasta con el difícil y escaso Treparriscos. También son habituales de esos parajes y en esta época, el Escribano montesino, la Collalba gris, Escribano cerillo, Pardillo común, Escribano hortelano, Zorzal charlo y el Colirrojo tizón, entre otros.
Tampoco debemos olvidarnos de las altas posibilidades de observar en esos parajes a las inquietas y alborotadoras chovas piquirrojas y piquigualdas y a aves rapaces como el Buitre leonado y negro, el Alimoche o alguna que otra águila, como la bella culebrera o la calzada, entre otras. También y como es costumbre, se suelen dejar ver y fotografiar un nutrido grupo de Rebecos que habitualmente pastan y realizan increíbles equilibrios por las cumbres vecinas.
Como podréis comprender el abanico de posibles especies que te puedes encontrar es bastante amplio y tentador, lo que unido a la espectacular belleza de los paisajes que allí vas a encontrar y a la excelente temperatura y luz que habitualmente te acompaña, hace que tengas más que asegurado el pasar unas jornadas muy agradables.
Una de las zonas de alta montaña por la que tengo una gran preferencia es la del Parque natural de Las Ubiñas-La Mesa (Asturias) que presenta la facilidad de que se accede en automóvil hasta el alto del Puerto de la Cubilla (1.689 msnm) para más tarde, si quieres caminar, poder alcanzar el collado de La Mesa (1.918 msnm), donde según ascendemos podremos divisar a nuestra espalda (hacia el sur) los Puertos de la Bachota y una vez en el collado, añadir las bonitas vistas sobre el espectacular valle de Tuiza.
A lo largo de esas áreas subalpinas y alpinas podemos observar grandes formaciones rocosas de naturaleza fundamentalmente caliza, colindantes a extensas zonas de pastizales que se van alternando con zonas de matorral bajo. Unas condiciones idóneas para que muchas de esas aves nidifiquen en las grietas y huecos de las rocas y puedan aprovechar para alimentarse de los abundantes insectos que por allí habitan en esta época.
Por la experiencia de otros años, en esta primera quincena del mes de julio es relativamente fácil encontrar a varias de esas especies de paseriformes alpinas desarrollando la enorme y agotadora tarea de sacar adelante a su prole de volantones, lo cual supone vigilar constantemente a su mayor o menor número de componentes para evitar ser víctimas de predadores, mantenerlos adecuadamente alimentados para su correcto desarrollo y enseñarles a ser independientes y a no depender siempre de sus afanados padres.
A estas alturas de la temporada, es precisamente cuando los pollos ya van estando lo suficientemente desarrollados como para abandonar el nido e iniciar vuelos cortos de proximidad, pero eso sí, siempre dependiendo de los padres.
Observar a estos pollos iniciar sus escarceos independientes es toda una atracción, y ver a sus padres pendientes en todo momento de ellos, repartidos en lo alto de diferentes rocas de un entorno cercano, te permite enseguida comprobar de cuantos miembros está formada esa familia, ya que incesantemente los padres estarán desplazándose a los lugares donde esos pollos esperan ansiosamente la llegada de algún premio, en forma de insecto u otro invertebrado, que llevarse a la boca y que a menudo reclaman emitiendo sus reclamos correspondientes.
Este año he tenido la fortuna de encontrar con bastante facilidad a varios grupos familiares de Gorrión alpino (Montifringilla nivalis) moviéndose por la misma zona de abastecimiento de alimento y he decidido dedicarles íntegramente esta entrada al blog.
Aunque en una sola mañana también he podido observar y fotografiar otras escenas similares de padres alimentando a sus pollos, como es el caso del Acentor alpino y de la Chova piquigualda, decidí no intentar abarcar mucho y centrarme en ese gran espectáculo que me brindaban los gorriones alpinos, los cuales en todo momento se mostraron sumamente confiados mientras desarrollaban sus tareas cotidianas.
A diferencia de otras ocasiones en las que en esta época he podido observar a los padres con sus proles, este año me llamó poderosamente la atención el observar a varios ejemplares adultos anillados en un área relativamente reducida y con el mismo código de colores, anilla metálica en su pata derecha y azul con numeración blanca, en la izquierda (M0C, M8N, M8M y M3X).
Parece obvio que se debe estar llevando a cabo algún estudio de esta escasa especie de paseriforme alpina que está considerada como sedentaria, ya que no acostumbra a realizar grandes desplazamientos de su zona de cría, a excepción de en los días más fríos del invierno, que puede descender algo en altitud. En la búsqueda de alimento para los pollos se pueden desplazar hasta 600 m del nido.
A este respecto y según he podido leer, esta especie hasta ahora considerada sedentaria y que en general solo realizaba desplazamientos altitudinales o de corta distancia, recientemente se ha observado que ejemplares de las poblaciones de los Alpes realizan desplazamientos invernales de más de 1.000 km, por lo que podría pasar a calificarse como migradora parcial.
Posiblemente sea ese el motivo por el que en uno de esos ejemplares anillados (M8N) pude observar una pequeña antena que discretamente portaba en su dorso y que tal vez sirva para conseguir realizar el seguimiento de sus desplazamientos de una forma más detallada.
Para mí constituyó toda una sorpresa ver a un pajarillo tan pequeño con su antenita incorporada y desenvolviéndose a la perfección en todas sus tareas. Todo un prodigio de la ciencia que seguro aportará resultados interesantes de la vida de esa emblemática especie alpina.
En este sentido es interesante reflexionar al respecto de que los ecosistemas de alta montaña son especialmente sensibles a ciertos factores ajenos a las escasas especies que en ellos habitan, como es el caso del clima. Es precisamente en esos ecosistemas en donde más prematuramente se puede detectar los efectos que el actual cambio climático está provocando en nuestro planeta.
Cambios que posiblemente puedan estar afectando a la fenología, distribución y tasas reproductivas de las poblaciones de paseriformes alpinos, que hasta ahora han sido poco estudiados en ellas, y que seguro tienen un considerable interés por estar presentes en ecosistemas especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático.
Entre otros, ha sido la propia organización WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza) la que ya advirtió hace años de que el calentamiento global supone una gran amenaza para el Gorrión alpino (Montifringilla nivalis) una de las diez especies con mayor riesgo de extinción a nivel mundial por la subida de las temperaturas.
A lo largo del siglo XX la temperatura media del planeta se ha incrementado 0,7ºC, lo que constituye tanto en términos de magnitud, como en tasa de cambio el mayor calentamiento en los últimos 1000 años (Fernández & Fernández, 2005). En Europa el incremento alcanza los 0,9ºC, siendo el noroeste de Rusia y la Península Ibérica las zonas que más se calentaron del continente (Fernández & Fernández, 2005). Se estima que en el próximo siglo la temperatura en Europa se puede elevar unos 3ºC (European Agency of Environment, 2004).
Cuento todo esto, con la esperanza que el anillamiento y seguimiento que se está llevando a cabo en esta emblemática especie alpina, sirva para poder demostrar que las áreas de alta montaña son especialmente apropiadas para la detección temprana de las señales del calentamiento global y los impactos que (entre otros) está ocasionando en la avifauna alpina, y que eso sirva para concienciarnos un poco más al respecto.
En cuanto a las características del Gorrión alpino (Montifringilla nivalis), recordar que es una passeriiforme bastante grande y alargada, que mide entre los 17 y los 19 cm de longitud, unos 38 cm de envergadura y que su peso puede llegar a los 40 gr, por lo que está considerado como el mayor de los gorriones que podemos observar en nuestro entorno. Existe un ligero dimorfismo sexual en esta especie.
Los machos durante la época reproductiva tienen el dorso de color pardo grisáceo con algunas estrías de color pardo más oscuro y el obispillo de color negro.
La cabeza y los laterales del cuello son de color gris algo azulado y tienen un llamativo babero negro con motas blancas que contrasta con el color blanco del pecho y de la parte ventral.
Los ojos son pequeños, de color pardo rojizo y con una delgada línea periocular de color blanco.
Al vuelo puede apreciarse claramente que tiene las alas largas, estrechas y puntiagudas, destacando por su parte superior, una llamativa y ancha franja blanca que las atraviesa (secundarias), contrastando con el resto del plumaje de las partes superiores de color pardo achocolatado (escapulares) y con el color pardo, casi negro, de las alas primarias.
La cola es larga, está algo bifurcada y es llamativamente blanca, pero tiene las dos rectrices centrales negras.
En conjunto, cuando se les ve volar desde arriba, se ven de color blanco con una amplia zona negra en su extremo.
Por su parte, las patas son cortas y al igual que los pies, de color negro.
Los machos en invierno tienen los colores más claros y apagados asemejándose más a las hembras. El pico en esta época se torna a un color anaranjado-amarillento con el extremo ligeramente oscuro.
Las hembras en la época reproductiva tienen la cabeza más parduzca que los machos, la base del pico siempre clara y la zona negra del babero mucho menos extensa y muy poco marcada. Su colorido en general, es más apagado.
Los jóvenes son parecidos a los adultos en invierno pero con las partes inferiores algo más “sucias”. Al igual que ellos en esa época, tienen el pico de color anaranjado amarillento con el extremo ligeramente oscuro.
La actitud del Gorrión alpino es característica cuando se les ve posados en una roca o en un alto risco, llamando la atención la costumbre de estar muy erguido, como alarmado y sacudiendo la cola nerviosamente.
Debido a su colorido blanquecino y gris, cuando están posados y los vemos de frente, no son nada fáciles de observar ya que se mimetizan muy bien contra los roquedos calizos blanquecinos y grisáceos.
El Gorrión alpino se distribuye por los macizos montañosos más altos de toda Europa y de Asia, como la Cordillera Cantábrica, los Pirineos, los Alpes, los Balcanes, los Cárpatos, el Cáucaso y el Himalaya.
Nuestro país representa el límite suroccidental de su distribución mundial y su distribución está fraccionada en dos núcleos. Uno ocupa el oriente y centro de los Pirineos, desde el este de Navarra hasta el oeste de Lleida, y el otro ocupa la cordillera Cantábrica desde la zona de Somiedo hasta el entorno de Peña Prieta y Curavacas, alcanzando las mayores concentraciones en el macizo de los Picos de Europa.
Su hábitat se encuentra en áreas alpinas y subalpinas calizas, en cotas superiores a 1.800 msnm, por encima del límite de los bosques, donde alternan roquedos y pastizales alpinos con zonas cubiertas por matorrales de pequeño porte.
Su alimentación en primavera y verano es a base de insectos y sus larvas, arácnidos, lombrices, frutos, semillas y algo de hierba.
Como comenté anteriormente, en nuestro país son residentes habituales aunque en invierno realizan desplazamientos altitudinales descendiendo hasta cotas donde se encuentra el límite de las nieves.
En Europa presenta varias subespecies, de las cuales “M. nivalis” es la que cría en el sur del continente y la que se encuentra también en España.
Durante la época reproductiva van en parejas pero el resto del tiempo son gregarios. La época reproductiva va desde el mes de mayo al de junio, pudiendo realizar dos puestas por temporada.
La hembra construye en exclusiva el nido en las grietas y en los agujeros que hay en las rocas y en las paredes y tejados de las casas que se encuentran en la alta montaña. Para su elaboración emplea hierbas secas, musgo y hojas, después lo tapizan con pelos y plumas.
La puesta se compone de 3-6 huevos. La incubación dura aproximadamente 14 días. Las crías abandonan el nido con aproximadamente 20 días de edad pero siguen dependiendo de los padres durante unos días más.
Durante el invierno comen piñones y semillas así como los restos de comida que encuentran cerca de las zonas con presencia humana como son las estaciones de esquí, refugios de montaña y aparcamientos.
En España se estima (Atlas de las Aves de España, 1998-2002) que su población es de 4.500-6.000 pp, con unos 3.000-4.000 pp. en los Pirineos y 1.500-2.000 pp. en la Cordillera Cantábrica (650-1.000 pp. Asturias; 500 pp. Castilla y León). La población europea se estima en unas 129.000-568.000 pp. (BirdLife International, 2015). En Asturias las mayores densidades se dan en los Picos de Europa.
Aunque la información al respecto del estado de conservación de el Gorrión alpino es insuficiente, se considera que esta especie (SEO Bird/Life) no sufre amenazas relevantes al estar casi toda su área de distribución amparada bajo algún tipo de protección y por ocupar siempre zonas de alta montaña. Sin embargo, tanto el calentamiento global (su mayor riesgo como vimos antes), como las actividades recreativas y la ampliación de áreas de pastoreo, podrían suponer un claro riesgo para esta especie. En el caso especial de la Cordillera Cantábrica, donde se da la circunstancia de ser la población de esta especie que está situada a menor altitud, tendría limitado el desplazamiento a cotas superiores para compensar los cambios ambientales producidos por el calentamiento del clima, con el consiguiente riesgo de extinción (Fernández y Álvarez, 2005; Fernández y Fernández, 2005). Esta especie aparece incluida en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas en la categoría “De interés especial”.
Estudio profundo. Así da gusto
ResponderEliminarMuchas gracias. Eres muy amable. Saludos cordiales.
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