Desde que me inicié en la publicación de éste blog, todos los años cuando entra la primavera me gusta dedicarle una entrada a algún ave que, de alguna manera, me evoca su llegada.
En ese sentido, éste año quiero dedicarle la primera entrada de la, para mí, favorita estación del año a un diminuto pajarillo que no por ser muy habitual en nuestro entorno, deja de tener una belleza y características muy particulares.
Como ya habréis averiguado, me estoy refiriendo al Chochin común cuya denominación científica como “Troglodytes troglodytes” viene a poner de manifiesto la costumbre que habitualmente tiene este pajarillo de construir unos elaborados nidos con forma esférica con un pequeño orificio de entrada y ubicarlos en los huecos de los árboles, de las paredes, de los muros o de los taludes, a modo de “cueva o caverna”. Su significado etimológico “perteneciente a la familia de las aves que viven en las cavernas”, proviene del latín “troglodytae-arum”: trogloditas, habitantes de las cuevas o cavernas (que se meten en las cavernas).
Se trata de uno de los pajarillos más pequeños de nuestro entorno tan solo superado por los reyezuelos (sencillo y listado), aunque la costumbre de levantar verticalmente su pequeña cola hasta los 90 grados y su corto cuello, contribuyen notablemente a dar la apariencia de ser aún más pequeño.
Pero el hecho de su pequeño tamaño no es óbice para que no se deje hacer notar, ya que unido a esa característica forma de elevación y sacudida de su cola, está la de su constante y llamativa forma de cantar para defender su territorio y atraer a sus potenciales parejas. Esta característica se hace especialmente notable cuando se inicia la temporada primaveral y comienza el periodo reproductivo.
Si eres aficionado a la observación de aves y más aún si lo eres a la fotografía de la naturaleza, se hace muy difícil no disparar una y otra vez el obturador de tu cámara cuando te encuentras a este pequeño pajarillo subido a lo más alto del brezal o de la vegetación de sotobosque en general, lanzando a los cuatro vientos sus estridentes y traqueteantes reclamos.
Hay ocasiones en que le ves haciendo unos esfuerzos tan grandes y constantes emitiendo sus reclamos, que yo en más de una ocasión he llegado a pensar que iba a caer desmayado por el esfuerzo o la falta de respiración.
Reforzando esa posibilidad de quedarse exhausto, está la costumbre que adopta este pajarillo tras desgañitarse con sus reclamos de cerrar los ojos, como expresando que no puede más. Bueno al menos esa impresión me da a mí.
Lo cierto es que constituye todo un espectáculo verle en lo más alto de una ramilla con su pequeña cola elevada totalmente en vertical y el pico abierto a tope entonando sus reclamos en todas las direcciones.
Otro de los ambientes típicos en los que te puedes encontrar habitualmente a este pequeño pajarillo, es en lo más espeso de la vegetación (brezales, zarzales, maleza de bardiales… etc) adoptando una actitud parecida a la de las currucas, moviéndose continuamente, pero eso sí, siempre haciéndose notar con sus potentes y reiterados trinos. ¡Todo un fenómeno!
De lo que no he sido capaz de averiguar con cierta credibilidad, es el origen de su peculiar denominación común como “Chochin”, aunque existen varias teorías que van desde a connotaciones sexuales (tanto femeninas, como masculinas), a la tal vez más probable que es la que aparece en el Diccionario de Nombres Vernáculos de Aves de Francisco Bernis (Gredos, 1994) que remite el término originalmente a “chorchín”, un diminutivo de “chorcha”, nombre propio de la Chocha perdiz, la becada, a la que nuestro pajarillo “se asemeja por su plumaje pardo barreado".
Lo que sí que existen son numerosas y muy diferentes denominaciones vernáculas entre las que me parece interesante mencionar estas: “almendrita”, “castañita”, “culebrín”, “escarchabrezales”, “nuez”, “pájaro garbanzo”, “ratón” o “cerrica” (Asturias) …, entre otras.
Me ha parecido interesante conocer las conclusiones a las que han llegado en un reciente estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Salamanca, los cuales consideran que los reclamos y cantos del Chochin común se han vuelto más complejos en las áreas urbanas, ya que tienen que lidiar con altos niveles de ruido ambiental.
Estos científicos crearon un descriptor acústico que mide la variabilidad de las canciones y han analizado los cantos del Chochín común (Troglodytes troglodytes) en tres ambientes diferentes:urbanos, periurbanos y rurales, para evaluar el impacto del ruido en sus vocalizaciones.
Esos investigadores han podido llegar a la conclusión de que, debido al ruido de fondo, la variabilidad de su canto aumenta con el ruido de la ciudad y sus notas se prolongan. “Los chochines urbanos desarrollan canciones más complejas, con frecuencias más altas y notas más largas que los rurales, mientras que las aves periurbanas ocupan una posición intermedia”.
Para explicar por qué aumenta la complejidad del canto urbano existen posibles respuestas. “Puede deberse a un fenómeno adaptativo para hacerse oír y comunicarse con otros individuos debido a la presencia de mayor cantidad, intensidad y variedad de ruido”.
Otra posibilidad no excluyente, es que todas las aves aprenden a cantar por lo que escuchan y la alta variabilidad de ruido hace que desarrollen canciones más complejas. “Algunas especies como los gorriones urbanos cantan de forma muy similar a los pitidos de los semáforos cuando está en verde para peatones”, asegura uno de estos expertos.
El Chochin Común (Troglodytes troglodytes) es una pequeña ave paseriforme perteneciente a la familia “Troglodytidae”, género “Troglodytes” que vienen a medir entre 9 y 10,5 cm de longitud y una envergadura que ronda los 13-17 cm. Su peso puede llegar a los 11 gramos. En esta especie no existe dimorfismo sexual.
Su aspecto general es el de un pajarillo de muy pequeño tamaño, de aspecto compacto, con un cuerpo rechoncho, sin apenas cuello y una gran cabeza.
Sus partes superiores son de color pardo rojizo y están profusamente vermiculadas de color pardo oscuro y negro.
De ese mismo color pardo rojizo son las alas, las cuales presentan abundantes barras transversales marrones y con algunos puntitos blancos en las plumas escapulares.
Sus partes inferiores y los flancos tienen un color blanco pardusco rojizo con abundantes vermiculaciones finas de color marrón oscuro.
La cabeza y la nuca son también de color castaño rojizo, pero algo más oscuro y no están vermiculados.
En la cara destaca la presencia de una gran ceja de color beige pálido que se extiende por detrás del ojo.
El pico es relativamente largo, fino, muy puntiagudo, está ligeramente curvado hacia abajo y es de color negruzco en la mandíbula superior y de color hueso en la mandíbula inferior.
El iris de los ojos es de color pardo muy oscuro, casi negro.
La cola es corta, estrecha, tiene el extremo redondeado y es de color castaño rojizo con muchas barras horizontales marrones oscuras. Cuando se excitan suelen levantar la cola en ángulo recto y moverla nerviosamente.
Las patas son largas y de color carne o pardo anaranjado.
Las diferencias entre edades y sexos son muy sutiles y resultan difíciles de reconocer en el campo. En líneas generales, los jóvenes suelen tener el tono rojizo del plumaje más acusado que los adultos. Por la parte inferior son más oscuros que los adultos. Tienen algunas rayas en la cabeza y en la nuca.
Como ya mencione anteriormente, el canto, tanto del macho como de la hembra, es muy potente para su tamaño y consiste en un trino limpio y sonoro que recuerda al de un canario. Su reclamo de llamada es un chasquido semejante a un traqueteo, tipo “cherrr, cherrr, cherrr”.
Canta durante todo el año y en la práctica hay que decir que en otoño e invierno lo hace intermitentemente, pero en días soleados con inusitada fuerza.
Tienen un carácter bastante inquieto y no paran de moverse continuamente entre el matorral, siendo difícil su contacto visual, pero no tanto el auditivo, pues suelen ser bastante ruidosas emitiendo sus cantos y reclamos.
En el suelo o en las ramas de los árboles puede detenerse un momento para cantar o lanzar su seca y trepidante llamada o voz de alarma, elevando la cola o abriéndola en abanico, con frecuencia moviéndola de uno a otro lado.
Son unos pájaros muy sensibles al frío por lo que es frecuente encontrarlos agrupados en las cajas nido para dormir y para combatir el frío durante los duros inviernos. En esas circunstancias de frío, también acostumbran a refugiarse en grupos y en huecos de construcciones rurales humanas, en sus nidos abandonados y en los nidos de otras aves como son las golondrinas, ya que la conservación del calor es imperativa para estas aves y los inviernos muy severos les ocasionan fuertes mortandades.
Su distribución es común en toda Europa. En Asia se extiende desde el norte de Irán y Afganistán a Japón. También está presente en Norteamérica y norte de África. Es migratoria sólo en las zonas más al norte de su área de distribución.
En España son residentes habituales, pero en la temporada fría sus poblaciones se ven incrementadas con la entrada de invernantes. Están presente en la mayoría del territorio peninsular, Baleares y Ceuta, aunque se presentan de forma más escasa y fragmentaria en la mitad sur de España. Faltan por completo o son muy escasos en las zonas de grandes extensiones cultivadas de La Mancha, Castilla y León, Extremadura, regiones áridas de los valles del Guadalquivir y del Ebro, y subdesiertos de Murcia y Almería. Faltan en las islas Canarias y Melilla. En España habitan dos subespecies: en el norte aparece la “T. troglodytes”, presente en todo el resto de la Europa continental, en tanto que en el centro peninsular se mezcla con la subespecie “T. kabylorum”, distribuida también por el sur de la Península, el litoral mediterráneo, el norte de África y Baleares.
Sus hábitats preferidos se encuentran en los sotobosques ribereños, zonas de vegetación palustre, bosques caducifolios umbríos con malezas espesas y preferentemente espinosas, zarzales y setos. En el sur de la Península suelen encontrarse en los pinares, alcornocales y encinares con gran cantidad de sotobosque y también en arboledas con espacios abiertos y arbustos espinosos.
Su alimentación es estrictamente insectívora a base de insectos y sus larvas, así como de arácnidos. También comen semillas pequeñas.
Su periodo de reproducción abarca entre los meses de abril y julio. Habitualmente realizan dos puestas por temporada. Los chochines son polígamos y un macho se aparea con varias hembras. El macho construye varios nidos mullidos, que obliga a visitar a todas las hembras de la vecindad.
El nido es una estructura esférica con un agujero en su parte superior que construyen cerca del suelo, entre la maleza de plantas espinosas, en lugares variados, pero siempre en el interior de algún tipo de hueco: entre la leña, en los huecos de los árboles, de las paredes, de los muros o de los taludes. Para su elaboración utilizan hierbas y musgo. La puesta se compone habitualmente de 3-9 huevos y la incubación, que es llevada a cabo en solitario por la hembra, dura entre 16-20 días. Los pollos son alimentados por ambos padres y abandonan el nido cuando tienen unos 15 días de edad.
Esta paseriforme no presenta particulares problemas de conservación en Europa, aunque localmente pueden darse factores de riesgo relacionados con talas, roturaciones de matorral y degradación de sotos y humedales. El chochín común se encuentra incluido en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas en la categoría “De interés especial”.Chochin Común (Troglodytes troglodytes).
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