A modo de continuación de mi anterior entrada al blog que denomine como “La importancia de una charca en un pequeño parque público”, hoy quiero profundizar en el conocimiento de uno de los protagonistas de aquella entrada, el Zorzal alirrojo (Turdus iliacus).
Y para comenzar quiero extenderme en una curiosa actitud que como ya os comenté en esa entrada, pude disfrutar observando una pequeña charca mientras permanecía escondido detrás de un tronco de árbol del Parque de La Magdalena en el centro de Avilés (Asturias).
Antes de ello quiero recordar que el Zorzal alirrojo es una especie migradora que cría en las altas latitudes de Europa y que en España es un ave exclusivamente invernante (como el Zorzal real), cuya presencia entre nosotros se hace más abundante en situaciones excepcionales de frío en Europa, tal como ha ocurrido este año en el que hemos tenido un gran número de visitantes.
Aunque más adelante lo trataré con más profundidad, adelantar que el Zorzal alirrojo es el más pequeño de los zorzales presentes en Europa y ambos sexos son de plumaje similar, no siendo posible su diferenciación a simple vista. Este último dato es interesante porque los principales protagonistas de esta entrada es una pareja de estos zorzales que yo no soy capaz de saber si pueden ser dos machos, dos hembras, o lo que considero más probable dada la época en que nos movemos (inicio de la primavera), una joven pareja recién constituida de macho y hembra haciendo sus primeros escarceos amorosos.
El caso es que se dejaron caer por la mencionada charca y nada más llegar uno de ellos tomó una actitud totalmente decidida, al igual que habían hecho anteriormente un buen número de pájaros de otras especies, a darse un reconfortante baño para la necesaria limpieza y conservación de su plumaje.
Previamente realizó las maniobras habituales de reconocimiento de la zona, para asegurarse de la no existencia de peligros potenciales. Posteriormente fue aproximándose poco a poco al agua, la tanteó sumergiendo discretamente las patas y a continuación el cuerpo entero. Todo ello, bajo la atenta mirada de su compañero.
Pero hete aquí, que a su pareja que yo creo, o mejor dicho quiero creer, que era el macho, esa actitud de bañarse directamente en la charca, no le pareció nada bien y en consecuencia se lo hizo ver a su pareja, guardando una cierta distancia a la charca y mostrando una actitud sumamente amenazante hacia ella. Para intentar amedrentarla, emitía unos estridentes sonidos y adoptaba una posición bien erguida, con las puntas de las alas descendidas y la cola bien elevada.
Él se movía muy excitado de un lado para otro, tomando posiciones algo más elevadas sobre ella y adoptando posturas claramente desafiantes, mientras no dejaba de emitir sonidos estridentes.
Él se movía muy excitado de un lado para otro, tomando posiciones algo más elevadas sobre ella y adoptando posturas claramente desafiantes, mientras no dejaba de emitir sonidos estridentes.
Mientras uno se mantenía erguido y desafiante, la otra, ya metida en el agua, se agachaba, no emitía sonido alguno y continuaba bañándose como si cualquier cosa, sin darse por aludida en ningún momento de la actitud desafiante de su pareja.
A efectos de diferenciación de ambos protagonistas, comentar que el que yo consideraba el macho, era fácilmente reconocible por su actitud claramente amenazante, por una coloración rojiza de su plumaje menos amplia y menos marcada, y también por estar anillado en su pata derecha.
Fuera el macho o la hembra el amenazante, a mi lo primero que me vino a la cabeza fue pensar que esto de la “violencia de género” que lamentablemente tan de moda está en nuestra sociedad, también se da en el mundo “pajaril”. Y digo esto porque la actitud era sumamente hostil e insistente, haciéndole ver clarísimamente que no quería que se bañara allí.
Pero digo yo, ¿qué narices le importaría a él que ella se diera un reconfortante baño?, pues nada, qué no y qué no. Evidentemente, ella hizo caso omiso a semejantes amenazas infundadas a toda vista y decidió seguir dándose un buen baño en profundidad.
Y así, siguieron durante un buen rato. Él realizando una y otra vez incursiones amenazantes desde un lado y otro de la charca, mientras ella seguía a lo suyo, dándose varios baños, pero ahora ya, harta de aguantarle, comenzó a responderle de forma airada.
Llego un momento que el hartazgo fue tal, que ella tuvo que incrementar su respuesta de rechazo, pero eso si, sin abandonar su posición supuestamente sumisa, sin salirse de dentro del agua, pero evidenciando con el pico y algún que otro sonido estridente, su disconformidad con la actitud de su contrincante y, tal vez, pidiéndole que le dejara de una vez en paz.
El supuestamente macho seguía desquiciado con semejante actitud de no sometimiento de su pareja, y no dejaba de intimidarla desde un lado y otro de la charca sin obtener el resultado que buscaba tan airadamente.
Tal fue su desesperación ante ese pasotismo tan abrumador de ella, que él decidió lanzar un ataque cuerpo a cuerpo con todas sus armas. Yo me quedé tan pasmado de semejante agresividad, que del momento del ataque directo, tan solo pude sacar unas fotos muy movidas (no me lo esperaba) en las que se puede apreciar a duras penas, como él salta sobre ella con las patas por delante.
La actitud de él inmediatamente después del ataque cuerpo a cuerpo, fue la de “echar toda la carne al asador” y adoptar unas posturas aún más intimidadoras, gritando, abriendo las alas, estirando al máximo su cuerpo para aparentar ser más grande e incluso abalanzándose sobre su insumisa pareja.
Ella por su parte, tras el furibundo ataque y posterior intimidación, permaneció en posición agachada y sumisa pero sin ninguna intención de salir del agua y abandonar su ansiado baño.
Y, como no podía ser de otra manera, ella se salió con la suya, demostrando de forma clara y contundente que con la violencia no se consigue nada, más bien al revés, es cuando pierdes cualquier posibilidad de salirte con la tuya.
Tanto fue así, que tras la enorme y humillante derrota, él opto por darle la razón a ella y ponerse a su lado a disfrutar del baño que se prolongó durante unos cuantos minutos más, pero ahora en una agradable compañía. En fin, estaréis conmigo en que se trató de una historia real, como la vida misma. Moraleja: la violencia no conduce a nada, es mucho mejor, hacer el amor y no la guerra.
Bueno pues tras relataros esta interesante experiencia vivida con esta pareja de Zorzal alirrojo, como ya acostumbra a ser habitual en mis entradas, paso describir un poco en profundidad a esta interesante especie.
El Zorzal alirrojo (Turdus iliacus) es un ave paseriforme perteneciente a la familia de los Túrdidos (Turdidae), al igual que los otros tres zorzales habituales en nuestro entorno (Z. común, Z. charlo y Z. real) y los mirlos (M. común y M. capiblanco). Su tamaño es discretamente inferior al Z. común viniendo a medir entre los 19-23 cm de longitud, unos 34 cm de envergadura y llegando a pesar hasta los 80 gr. Como mencioné anteriormente, no existe dimorfismo sexual en esta especie.
Como podéis apreciar en las siguientes fotografías, tienen el dorso y la parte superior de las alas de color pardo grisáceo uniforme, excepto el obispillo que es de un color pardo algo oliváceo.
Uno de sus principales rasgos anatómicos y del que toma su denominación común, es la de presentar por la parte inferior de las alas (infracoberteras) una coloración castaño rojiza que tan solo es visible cuando el ave está en vuelo. Por su parte, cuando está posado, se pueden apreciar unos flancos de color rojo herrumbroso con listas de color marrón oscuro
Las alas son anchas y redondeadas con las plumas primarias y secundarias de color pardo oscuro. Las terciarias y coberteras grandes externas tienen las puntas blanquecinas, en el caso de los individuos del primer año con las plumas aún sin mudar. Esa coloración blanca de las puntas desaparece cuando se hacen adultos (rasgo variable según la edad).
La región pectoral es de color blanquecino con tintes ocráceos y gran cantidad de listas verticales de color marrón oscuro, siendo estas menos abundantes en los individuos del primer año y más abundantes en los adultos.
Por la parte inferior son de color blanco con alguna lista de color marrón oscuro en las zonas laterales del vientre.
Otro de los rasgos más característico de esta especie, sobre todo si los vemos en la distancia, es la presencia de una ancha lista superciliar de color blanco cremoso que va desde la base de la mandíbula superior hasta la nuca, así como una subbigotera (por debajo de la mejilla), también de color blanco cremoso, que nace junto a la base de la mandíbula inferior y se dirige hacia la parte inferior de la garganta.
El píleo y la cara son de color marrón y en esta última tienen una ancha brida de color marrón oscuro por delante del ojo que no llega hasta el pico.
El pico es medianamente largo, algo fino pero fuerte y puntiagudo; es de color marrón oscuro, excepto en los dos primeros tercios de la mandíbula inferior que son de color rosa amarillento.
Los ojos son grandes, de color marrón muy oscuro y están rodeados por un anillo periocular de color blanquecino.
La cola es relativamente corta y de color pardo por encima. En el caso de los adultos, las puntas de las plumas de la cola se vuelven redondeadas (rasgo variable según la edad).
Las patas son medianamente largas y de color carne (rosáceo).
En la Península Ibérica podemos encontrar dos diferentes subespecies: la más numerosa y con una distribución más oriental, la nominal (subespecie “Turdus iliacus iliacus”) procedentes habitualmente de los países escandinavos (sobre todo de Finlandia) y la subespecie “Turdus iliacus coburni” de mayor tamaño, tonos algo más oscuros y las listas más marcadas, que proceden fundamentalmente de Islandia y las islas Feroe. Las recuperaciones de esta última subespecie en la Península Ibérica se producen principalmente en su parte noroccidental. También se han registrado ejemplares anillados en Rusia, Bélgica, Suiza, Polonia o Gran Bretaña.
En lo referente al canto decir que en España, debido a que es un ave que únicamente nos visita durante el invierno procedente del norte de Europa, su canto raramente lo podemos escuchar. Consiste en una estridente y rápida secuencia de chirridos y chasquidos que recuerda al gorjeo de las golondrinas.
Cuando se desplazan en bandos en migración (muchas veces durante la noche), emiten un fino y agudo “tsiip” para establecer cohesionada la bandada.
Cuando están posados en los campos o se desplazan por el suelo, emiten una especie se chasquido, tipo "chac-chac".
En cuanto a su comportamiento, decir que se parece al Zorzal común aunque es más gregario y siempre forma bandos numerosos que se posan en los prados donde comen entre la hierba. Por la noche ocupa zarzales y arbustos y allí pueden dormir millares de estos pájaros que también se ven en carrizales y árboles dispersos por el campo.
Se distribuyen por el norte de Europa (Escandinavia) y Asia, desde Islandia hasta el este de Siberia. Durante el invierno la mayor parte migran de su área de distribución, siendo sus principales puntos de invernada los países mediterráneos del continente, así como numerosos lugares de Europa occidental, incluidas las islas Británicas.
En España son residentes habituales durante el período invernal (dependiendo de su dureza) y parecen preferir la zona costera, prioritariamente de Galicia y de la cornisa cantábrica. Muchos otros ejemplares atraviesan la cornisa cantábrica y se dispersan por toda la Península hasta llegar a Andalucía, incluso algunos llegan al norte de África. La costa mediterránea de Valencia, Castellón, Tarragona y las Islas Baleares también son destino habitual de estas aves.
Su hábitat en la temporada de cría se encuentra en bosques mixtos de caducifolios y coníferas con bastante sotobosque y no lejos del agua. Durante el otoño y el invierno se localizan en campos de árboles frutales, olivares, viñedos y zonas con arbustos y setos. Durante el paso primaveral no es raro encontrarles en los parques de las ciudades.
Su alimentación durante la primavera y el verano se basa preferentemente de insectos y sus larvas, arácnidos, lombrices, caracoles y otros invertebrados. Durante el otoño y el invierno se alimentan fundamentalmente de bayas y frutos, silvestres o cultivados (aceitunas), y también de semillas.
Realizan su periodo de reproducción entre los meses de abril y junio. La hembra construye un nido con forma de taza, normalmente en los árboles y arbustos, en el suelo y con menor frecuencia en las enredaderas y taludes; para su elaboración utilizan pequeñas ramitas, raicillas, hierbas, musgos y líquenes, después lo refuerzan con barro. La puesta se compone habitualmente de 4-5 huevos y acostumbran a efectuar dos puestas al año. La incubación dura 15 días aproximadamente. Los pollos son alimentados por ambos padres y abandonan el nido cuando tienen unos 15 días de edad.
Esta especie no presenta amenazas importantes en sus áreas de cría, sin embargo en nuestro país sufren, en ocasiones, cazas indiscriminadas a escala local por sus supuestos daños a las cosechas de aceituna. Asimismo, son víctimas habituales de pajareros sin escrúpulos, sobre todo de los que aún emplean la práctica ilegal del “parany” que es un cruel método de caza que consiste en untar con pegamento unos árboles (por lo general algarrobos) dispuestos en círculo para que las aves queden atrapadas (autorizado en la Comunidad Valenciana).
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