La primera especie a la que quiero dedicar un espacio en ésta nueva entrada dedicada a algunas especies que a lo largo de la pasad primavera pude fotografiar, es el Mito común (Aegithalos caudatus). Se trata de un pequeño pajarillo al que en anteriores entradas a mi blog he querido calificar como “la expresión de ternura personalizada en un pajarillo” y espero que al ver ésta fotografías estéis de acuerdo conmigo.
Como os decía, se trata de un pequeño y a la vez muy inquieto pajarillo que a los aficionados a la fotografía de aves nos resulta sumamente dificultosos poder captar sus imágenes, dado su diminuto tamaño, su hiperactividad, así como los continuos desplazamientos que acostumbra a realizar entre el entramado de las pequeñas ramas de los árboles que se interponen continuamente entre el pajarillo y el visor de la cámara fotográfica. No quiero dejar de mencionar lo complicado que en ocasiones resulta su adecuado encuadre debido a su larga cola que con frecuencia aparece cortada en especial en las vistas laterales.
Una larga cola que sobrepasa la longitud de su escueto cuerpecillo y que hizo que algún gallego con gran acierto lo definiera como “o noso ferreiriño rabilongo”. Me encanta esa expresión. También apelan a ésa característica los nombres vernáculos en asturiano "Rabullargu", catalán “Mallerenga cuallarga”, en euskera “Buztanluzea”, e incluso su denominación en inglés como “Long-tailed tit”, en francés "mésange à longue queue, italiano "codibùgnolo", o portugués "chapim-rabilongo".
A principios de la primavera es frecuente ver a estos diminutos pájaros formando pequeños grupos, recorriendo durante casi todos los días itinerarios muy fijos y moviéndose nerviosamente de las ramas de un árbol a las de otro, haciendo acrobacias y en ocasiones empezando ya (finales de febrero o primeros de marzo) la tarea de construir sus elaborados nidos. Hay que tener en cuenta que el Mito es uno de los pájaros que más madruga en la preparación del nido y que le llegan a dedicar de dos o tres semanas.
Cuando hablamos del Mito estamos hablando de un ave paseriforme a la que en su día (tal vez debido a su supuesto parecido en el comportamiento) se le emparentó con los páridos verdaderos (carboneros, herrerillos), pero a la que actualmente se la clasifica en una familia distinta, la “Aegithalidae”, ya que posee características muy diferentes. Su género es el denominado “Aegithalos”, siendo su denominación científica completa la de: “Aegithalos caudatus”, cuya etimología proviene del término griego “Aegithalos”: paro o herrerillo, y del latino “caudatus-a-um”: de larga cola.
Su aspecto es de forma redondeada con un tamaño que viene a ser de unos 12-14 cm de longitud de los que más de la mitad, unos 7-9 cm, corresponden a su larga cola. Su envergadura puede alcanzar los 19 cm y su peso los 10 gramos. Su longevidad es de 2 a 3 años. No existe dimorfismo sexual en esta especie.
En nuestro país es bastante frecuente y se distribuye por casi todas las regiones, aunque con amplias ausencias llamativas en el interior de las depresiones fluviales del Duero y el Ebro, así como en las llanuras agrícolas en La Mancha de Cuenca y Albacete. Las mayores densidades se alcanzan en los bosques frondosos de Galicia y león. Son residentes habituales y sedentarios, aunque ocasionalmente, sobre todo en otoño e invierno, ante la escasez de alimentos, pueden realizar desplazamientos.
En la Península Ibérica se pueden encontrar dos subespecies distintas dependiendo de la zona geográfica en la que nos encontremos: la “Aegithalos caudatus taiti”, en la mitad norte y la “Aegithalos caudatus irbii”, en el centro y la mitad sur. Los “taiti” tienen extraordinariamente anchas las franjas negras de la cabeza, que a menudo les cubren los ojos y en conjunto, su plumaje es muy oscuro, contrastando mucho el color blanco del píleo. Por su parte, los “irbii” tiene la espalda gris mezclado con un ligero tono rosado y una estrecha banda negra en la parte superior de la espalda.
Su hábitat preferido se encuentra en los bosques caducifolios (robles) y mixtos con abundancia de matorrales y también en los encinares, alcornocales, pinares y grandes parques urbanos. No suelen sobrepasar los 1.700 m de altitud. Se les acostumbra a ver formando pequeños bandos muy ruidosos y con un carácter bastante confiado ante el observador. Su alimentación es fundamentalmente insectívora, pero también picotean muchos brotes de arbustos y árboles frutales tratando de descubrir en su interior larvas y minúsculos insectos.
Al igual que en primaveras anteriores, en el embalse de Trasona (Corvera. Asturias) pude localizar a ésta bella y estilizada Garceta grande (Ardea alba) que merodeaba por una zona de aguas someras, en la que abunda la vegetación palustre, buscando alguna presa que echarse al pico.
Como podéis apreciar se trata de un ave estilizada y longilínea de un tamaño similar al de la Garza real (Ardea cinera) aunque es capaz de exhibir una morfología muy alargada...
... y pasar a otra con un aspecto mucho más pequeño que incluso puede llegar a asemejarse con una Garceta común (Egretta garzetta).
A la Garceta grande la podríamos calificar como una esbelta y elegante garza con un color blanco níveo en todo su plumaje que tan solo contrasta con el color negro de sus patas, el amarillo anaranjado de su gran pico, y el amarillo de sus ojos.
Se trata de un ave zancuda de patas y cuello muy largos lo que le da ese peculiar aspecto esbelto y “elegante”. Vienen a medir alrededor de 1 m de longitud con una envergadura que oscila entre 1,45 y 1,70 m y un peso medio de unos 950 gr. No hay dimorfismo sexual en esta especie.
Se alimentan fundamentalmente de peces, anfibios y reptiles, complementando esta dieta habitual con pequeñas aves, pequeños mamíferos, moluscos, crustáceos, lombrices e insectos acuáticos. Sus hábitats son zonas palustres, riberas de los ríos, lagunas, embalses, albuferas, arrozales y salinas.
Afortunadamente, en España, hay cada vez más residentes habituales, sobre todo en lugares como el delta del Ebro, las marismas del Guadalquivir o la albufera de Valencia. A ellas también se les unen durante el invierno y cada vez en mayor número, aves procedentes de Europa, todo ello coincidiendo con su reciente recuperación poblacional en Europa. Acostumbran a invernar en la cuenca del Mediterráneo. También las podemos observar durante los pasos migratorios camino del continente africano.
El Avión común occidental (Delichon urbicum) es una de esas aves cuya presencia nos avisa de alguna manera de la llegada de la que para mí es sin duda la estación más bonita del año, la primavera.
No cabe duda que la presencia de golondrinas y aviones nos anuncia que el buen tiempo está cerca, ya que la mayoría son especies migradoras que tras pasar el invierno en el trópico (golfo de Guinea, al oeste de África), vienen a pasar el verano a la Península Ibérica.
Se trata de un pequeño y activo pajarillo que desde el principio de la primavera ya inicia una de las tareas más característica de esta especie en esta época del año, la construcción de sus peculiares nidos en los edificios de los pueblos y ciudades, lo que constituye toda una obra de técnica y constancia.
Su denominación científica “Delichon urbicum”, ya hace referencia a su hábitat en las urbes, pues al parecer el término “Delichon” es un anagrama del término griego “χελιδών” (“chelidón”), que significa “golondrina” y el nombre específico “urbicum” significa “urbano” en latín. Por otro lado su nombre común parece ser que procede de la apócope del término antiguo gavión que a su vez procede del latino “gavia” (que significa gaviota).
El Avión común occidental pertenece a un selecto grupo de tres aves insectívoras estivales que cubren nuestros cielos en primavera y verano; me estoy refiriendo al grupo de los vencejos, los aviones y las golondrinas, aunque con el que más emparentado está es con las golondrinas con las que comparten la familia Hirundinidae.
Esta familia, la de los Hirundínidos (“Hirundinidae”) comprende los aviones y las golondrinas, pero no a los vencejos, que se encuentran dentro de otro grupo, en concreto en el orden Apodiformes, cuyo nombre significa "los que no tienen pies". No es que los vencejos no tengan pies, naturalmente sí los tienen, pero sus patas son muy cortitas. Y es que los vencejos se caracterizan por no posarse en tierra, pasar la mayor parte de su vida en el aire y solamente posarse para poner y cuidar sus huevos y polluelos en los nidos que construyen en los edificios, en huecos o bajo una cornisa. Por su parte, el género “Delichon” evolucionó separándose recientemente del género “Hirundo”, al que pertenece la Golondrina común (“Hirundo rustica”).
A pesar de sus claras diferencias morfológicas, con cierta frecuencia se llega a confundir popularmente al Avión común con las golondrinas (sobre todo con la común), siendo más habitual tener dificultades para diferenciar entre las tres especies de aviones que visitan nuestro país habitualmente; el A. común (Delichon urbicum), el A. roquero (“Ptyonoprogne rupestris”) y el A. zapador (“Riparia riparia”). De los tres mencionados, el Avión común es el que está más extendido por la península y es que España cuenta, junto con Rusia, con la población más grande de Avión común de Europa.
El Avión común occidental es un ave de pequeño tamaño, que mide unos 14 cm de longitud y que puede alcanzar los 28 cm de envergadura. Su peso puede llegar a los 18 gramos. No existe dimorfismo sexual en esta especie. Puede vivir al menos 14 años. Se diferencian dos subespecies regionales, la subespecie nominal, “D. u. urbicum”, que vive en Eurasia occidental y la oriental, “D. u. lagopodum”.
Es habitual verlos posados en el suelo alrededor de charcas y balsas de agua estancada y tanto en solitario como en grupos más o menos numerosos. Lo hacen tanto para beber agua, como para recoger barro para construir los nidos o incluso para comer pequeños insectos que se concentran allí.
Abandonan las colonias de cría desde julio hasta octubre. Los pasos migratorios por el Estrecho, son muy prolongados: suben entre febrero y mayo, y bajan entre julio y noviembre, con afluencia máxima en abril y octubre. Los ejemplares de mayor edad retornan antes.
Su alimentación es fundamentalmente a base de insectos voladores, principalmente dípteros (moscas y mosquitos) y áfidos (pulgones), lo que los convierte en unos excelentes aliados del ser humano en los meses de verano (insecticidas biológicos). Cazan los insectos al vuelo realizando grandes acrobacias y normalmente lo hacen en grupos.
A la hora de alimentarse su radio de actuación es de unos 2 km de distancia de su nido, por lo que las viviendas de un edificio lleno de nidos de estas aves, son unas viviendas que tiene casi garantizada la ausencia de insectos. Este aspecto es muy importante tenerlo en cuenta para sensibilizar a la ciudadanía y conseguir así que se respeten mucho más sus nidos, haciéndoles comprender que las molestias que les pueden causar durante unos pocos meses al año, son compensadas con creces al consumir grandes cantidades de insectos, que de no ser por ellos (junto con los vencejos, las golondrinas y los murciélagos) se podrían convertir en plagas.
Desde hace tiempo se ha observado que acuden mucho más a las ciudades y en éstas se llegan a congregar grupos más numerosos que en el campo. Al parecer, esto se debe a la contaminación lumínica que hay en nuestras ciudades, la cual atrae a muchísimos insectos.
Durante el periodo de cría se agrupan en colonias, a veces muy numerosas, lo que les proporciona más seguridad, ya que en grupo pueden plantar cara a los depredadores que asedian sus nidos, principalmente el Cernícalo común y la Grajilla. Un avión dará la voz de alarma e instantáneamente todos se reúnen para perseguir y atacar al intruso hasta expulsarlo de la colonia.
El nido, construido minuciosamente por ambos sexos en unos 10 días, consiste en una especie cuenco muy cerrado y con un estrecho espacio abierto en su parte superior que sirve de entrada. Para su elaboración utilizan el barro que recogen con sus picos y que posteriormente adhieren a una pared moldeándolo en pequeñas bolas que van uniendo junto a hierbas y pequeñas raíces. Suelen tapizar su interior con plumas y hierba seca.
Debido a su dependencia de los insectos voladores, se ven obligados a migrar desde finales del verano para buscar latitudes más cálidas. Emigran al golfo de Guinea, al oeste de África, donde invernan, salvo un pequeño número de ejemplares que invernan en el sur de Andalucía (entorno del bajo Guadalquivir) y en Extremadura.
Otro pajarillo que durante la primavera luce un plumaje un tanto espectacular es el Pardillo común (Linaria cannabina). Concretamente son los ejemplares machos los que lucen un llamativo color carmín en la frente y el pecho.
La hembra presenta un plumaje con una coloración mucho más discreta con abundantes pintas alargadas o estrías de las que carece el macho.
A este ejemplar en concreto le pude fotografiar recolectando material para la construcción del nido.
El macho se encontraba a escasos metros de la hembra.
Fuera de la época reproductora, el Pardillo común se mueve en grandes bandos, que muchas veces son mixtos, pues se mezcla con otros fringílidos, como jilgueros, verdecillos, verderones comunes, lúganos, etc.
Finalizo esta entrada con unas fotografías que para mi han constituido un verdadero reto. Ese reto consistía en poder conseguir alguna fotografía decente en pleno vuelo de un ave que no para de cantar en sus increíbles ascensos, me estoy refiriendo a la Alondra común (Alauda arvensis).
Es bastante habitual que a lo largo de la temporada primaveral cuando salimos al campo a pajarear, la detectamos antes por su vehemente y mantenido canto que por la vista.
La Alondra común, una especie de ave paseriforme perteneciente a la familia de los aláudidos (alondras, terreras, calandrias y cogujadas) de la que si hubiera que destacar alguna característica peculiar, tal vez la más representativa sería la de su increíble vuelo ascendente en espiral, mientras entona sus sonoros trinos y gorgojeos de una forma repetitiva y sostenida, hasta que casi la perdemos de vista.
Una vez que llega a una altura considerable que puede alcanzar hasta los 100-150 m y siempre sin parar de cantar (entre 5-15 min de canto sostenido) en un tono muy alto, se cierne batiendo a intervalos las alas o planeando, para posteriormente y sin parar de cantar, iniciar un vertiginoso descenso en espiral, hasta que en los últimos metros, guarda silencio y toma tierra, permaneciendo inmóvil y perfectamente mimetizada en el entorno, dado su críptico plumaje.
Su vuelo es rápido, con intenso batido de sus largas y estrechas alas varias veces seguidas, alternando con un plegado completo de ellas contra el cuerpo. Tiene una gran capacidad de maniobra en el aire, con posibilidades de cernidos prolongados y ascensiones y descensos vertiginosos
Con ésta serie de fotografías considero más que conseguido ese reto y espero que a los que halláis tenido la paciencia de llegar hasta el final de ésta extensa entrada os resulten, cuando menos, interesantes estas fotografías. Muchas gracias.