viernes, 31 de marzo de 2017

Ya han vuelto las oscuras golondrinas. Avión común (Delichon urbicum). Andarína apegona.

Como en anteriores ocasiones, a finales del mes de marzo me gusta publicar una entrada de algún ave cuya presencia nos avise de alguna manera de la llegada de la que para mí es sin duda la estación más bonita del año, la primavera. 




Y así era hasta hace poco tiempo, porque lo cierto es que debido al cambio climático estas aves migratorias que se desplazan desde el continente africano a la Península Ibérica, cada vez lo hacen más temprano, como es el caso de la Golondrina común, que según recientes estudios de la SEO en colaboración con la Agencia Estatal de Meteorología, han comprobado que en relación con mediados del siglo pasado, la migración de esta especie ha avanzado en treinta días a causa de la adaptación a las nuevas condiciones de temperaturas y precipitaciones que está conllevando el cambio climático.




Si nos fijamos detenidamente, ya a finales de febrero de este año se había registrado la floración de los almendros en el sur y de manera casi generalizada en el centro peninsular, comenzó la llegada de las primeras aves migratorias como la Golondrina común, el Avión común, el Críalo europeo o el Milano negro, entre muchas otras, que comienzan su expansión poco a poco desde el sur de la península hasta el norte. 




De lo que no cabe duda es que la presencia de golondrinas y aviones nos anuncia que el buen tiempo está cerca, ya que la mayoría son especies migradoras que tras pasar el invierno en el trópico (golfo de Guinea, al oeste de África), vienen a pasar el verano a la Península Ibérica.




Este año he elegido como protagonista de la llegada de la primavera al Avión común, un pequeño y activo pajarillo con el que he coincidido recientemente por tierras andaluzas y que ya estaba iniciando una de las tareas más característica de esta especie en esta época del año, la construcción de sus peculiares nidos en los edificios de los pueblos y ciudades, lo que constituye toda una obra de técnica y constancia.




Su denominación científica “Delichon urbicum”, ya hace referencia a su hábitat en las urbes, pues al parecer el término “Delichon” es un anagrama del término griego “χελιδών” (“chelidón”), que significa “golondrina” y el nombre específico “urbicum” significa “urbano” en latín. Por otro lado su nombre común parece ser que procede de la apócope del término antiguo gavión que a su vez procede del latino “gavia” (que significa gaviota).




El Avión común pertenece a un selecto grupo de tres aves insectívoras estivales que cubren nuestros cielos en primavera y verano; me estoy refiriendo al grupo de los vencejos, los aviones y las golondrinas, aunque con el que más emparentado está es con las golondrinas con las que comparten la familia Hirundinidae. 




Esta familia, la de los Hirundínidos (“Hirundinidae”) comprende los aviones y las golondrinas, pero no a los vencejos, que se encuentran dentro de otro grupo, en concreto en el orden Apodiformes, cuyo nombre significa "los que no tienen pies". No es que los vencejos no tengan pies, naturalmente sí los tienen, pero sus patas son muy cortitas. Y es que los vencejos se caracterizan por no posarse en tierra, pasar la mayor parte de su vida en el aire y solamente posarse para poner y cuidar sus huevos y polluelos en los nidos que construyen en los edificios, en huecos o bajo una cornisa. Por su parte, el género “Delichon” evolucionó separándose recientemente del género “Hirundo”, al que pertenece la Golondrina común (“Hirundo rustica”). 




A pesar de sus claras diferencias morfológicas, con cierta frecuencia se llega a confundir popularmente al Avión común con las golondrinas (sobre todo con la común), siendo más habitual tener dificultades para diferenciar entre las tres especies de aviones que visitan nuestro país habitualmente; el A. común (Delichon urbicum), el A. roquero (“Ptyonoprogne rupestris”) y el A. zapador (“Riparia riparia”). De los tres mencionados, el Avión común es el que está más extendido por la península y es que España cuenta, junto con Rusia, con la población más grande de Avión común de Europa.




El Avión común es un ave de pequeño tamaño, que mide unos 14 cm de longitud y que puede alcanzar los 28 cm de envergadura. Su peso puede llegar a los 18 gramos. No existe dimorfismo sexual en esta especie. Puede vivir al menos 14 años. Se diferencian dos subespecies regionales, la subespecie nominal, “D. u. urbicum”, que vive en Eurasia occidental y la oriental, “D. u. lagopodum”.




Tienen las partes superiores de color negro azulado brillante (píleo, manto y escapulares), a excepción del obispillo que es de color blanco puro. El pecho y el vientre son de color blanco y los límites entre los colores de las partes superiores e inferiores son muy netos.




Las alas son largas, puntiagudas y de color pardo negruzco (blancas por la parte inferior) . 




La cabeza es de color negro, excepto el tercio inferior de la cara que es blanca.




La garganta también es blanca pero al principio de la primavera adquiere tintes parduzcos.




El pico es de color negro, corto, ancho, aplanado y con la boca muy ancha.




Los ojos son grandes, de color marrón muy oscuro y están rodeados de un fino anillo periocular ligeramente blanquecino.




La cola es corta, más bien escotada que ahorquillada y de color negro, tanto por la parte superior como por la inferior.




Las patas son muy cortas, de color rosáceo y están cubiertas de finas plumas blancas.




Los jóvenes son algo parduzcos, sobre todo por la parte inferior. Tienen mal delimitada la línea divisoria entre la parte superior oscura (negra pero sin brillo azul) y la inferior que es más clara. Tienen las puntas de las plumas terciarias de color blanco. La base de la mandíbula inferior tiene un leve toque amarillento.




El vuelo del Avión común es rápido y ágil aunque no tanto como el de la Golondrina común. Cuando vuelan lo hacen a una altura mayor que las golondrinas pero menor que los vencejos. Normalmente vuelan en grupos para conseguir atrapar a los insectos al vuelo, teniendo que realizar grandes acrobacias para conseguirlo.




Es habitual verlos posados en el suelo alrededor de charcas y balsas de agua estancada y tanto en solitario como en grupos más o menos numerosos. Lo hacen tanto para beber agua, como para recoger barro para construir los nidos o incluso para comer pequeños insectos que se concentran allí. 




Caminan con relativa facilidad y a menudo se ayudan elevando las alas. También es frecuente verlos posados en cables del tendido eléctrico, alambradas y ramas desprovistas de hojas. Con frecuencia en el suelo, bien para beber o a recoger material 




Son aves muy ruidosas que continuamente al volar emiten llamadas de contacto tipo “chirrrp” sordo y vibrante. La llamada de alarma es un “priit” más agudo y largo. Su canto consiste en una secuencia monótona de gorjeos encadenados de timbre suave.




Están ampliamente distribuidos por Europa, Asia y África.


En nuestro país, los podemos ver durante los pasos migratorios y sobre todo en el período estival, llegando a ocupar todo su territorio incluido el de las islas Baleares, Ceuta y Melilla, pero no así el de las islas Canarias, donde sólo se les ve en los pasos migratorios. Lo hacen antes en Andalucía y Extremadura donde se ven ya desde enero, mientras que en el Norte no son comunes hasta finales del mes de marzo o comienzos de abril. Más tarde emigran al golfo de Guinea, al oeste de África, donde invernan, salvo un pequeño número de ejemplares que invernan en el sur de Andalucía (entorno del bajo Guadalquivir) y en Extremadura.


Abandonan las colonias de cría desde julio hasta octubre. Los pasos migratorios por el Estrecho, son muy prolongados: suben entre febrero y mayo, y bajan entre julio y noviembre, con afluencia máxima en abril y octubre. Los ejemplares de mayor edad retornan antes.




Como comentaba al principio su hábitat está ligado a lugares con construcciones de origen humano, tanto rurales como de las grandes urbes, aunque también frecuentan presas, puentes, zonas montañosas (hasta los 2.000 m.s.n.m), zonas con vegetación baja, praderas y campos de cultivo, preferentemente próximos al agua. En España resulta más numeroso en zonas cálidas y en medios urbanos de altitud baja y media.




Su alimentación es fundamentalmente a base de insectos voladores, principalmente dípteros (moscas y mosquitos) y áfidos (pulgones), lo que los convierte en unos excelentes aliados del ser humano en los meses de verano (insecticidas biológicos). Cazan los insectos al vuelo realizando grandes acrobacias y normalmente lo hacen en grupos.




A la hora de alimentarse su radio de actuación es de unos 2 km de distancia de su nido, por lo que las viviendas de un edificio lleno de nidos de estas aves, son unas viviendas que tiene casi garantizada la ausencia de insectos. Este aspecto es muy importante tenerlo en cuenta para sensibilizar a la ciudadanía y conseguir así que se respeten mucho más sus nidos, haciéndoles comprender que las molestias que les pueden causar durante unos pocos meses al año, son compensadas con creces al consumir grandes cantidades de insectos, que de no ser por ellos (junto con los vencejos, las golondrinas y los murciélagos) se podrían convertir en plagas.




Desde hace tiempo se ha observado que acuden mucho más a las ciudades y en éstas se llegan a congregar grupos más numerosos que en el campo. Al parecer, esto se debe a la contaminación lumínica que hay en nuestras ciudades, la cual atrae a muchísimos insectos.




Los nidos suelen estar emplazados bajo aleros, alféizares, galerías, terrazas, corredores, e incluso en el interior de cobertizos y almacenes. En la montaña se establece en cuevas o entrantes en las paredes de roquedos y acantilados, a veces a considerable altitud. 




El periodo de reproducción normalmente lo realizan entre los meses de mayo y agosto, aunque en algunas zonas puede abarcar desde los meses de abril y octubre.




Habitualmente realizan dos puestas por temporada, pudiendo llegar ocasionalmente a tres. Aunque se trata de un ave monógama, es frecuente la paternidad fuera de la pareja.




Durante el periodo de cría se agrupan en colonias, a veces muy numerosas, lo que les proporciona más seguridad, ya que en grupo pueden plantar cara a los depredadores que asedian sus nidos, principalmente el Cernícalo común y la Grajilla. Un avión dará la voz de alarma e instantáneamente todos se reúnen para perseguir y atacar al intruso hasta expulsarlo de la colonia. 




Acostumbran a construir sus nidos debajo de un plano horizontal al que usan como sostén y que encuentran bajo aleros de los tejados, galerías, terrazas o, corredores de los edificios que se sitúan tanto del medio rural como en pleno corazón de las ciudades. También los sitúan en el interior de cobertizos y almacenes, presas, puentes, cuevas, salientes rocosos y acantilados. Normalmente anidan durante años en el mismo lugar limitándose a reparar el antiguo nido.




El nido, construido minuciosamente por ambos sexos en unos 10 días, consiste en una especie cuenco muy cerrado y con un estrecho espacio abierto en su parte superior que sirve de entrada. Para su elaboración utilizan el barro que recogen con sus picos y que posteriormente adhieren a una pared moldeándolo en pequeñas bolas que van uniendo junto a hierbas y pequeñas raíces. Suelen tapizar su interior con plumas y hierba seca.




La puesta se compone habitualmente de 3-5 huevos. La incubación es llevada a cabo por ambos padres y dura unos 15 días aproximadamente. Las crías abandonan el nido alrededor de los 25-30 días de edad aunque siguen siendo alimentadas por los padres durante una semana más. La familia permanece generalmente unida y fiel a su nido, donde se apilan los padres y los jóvenes nacidos de sucesivas crías. A veces los jóvenes de una primera nidada ayudan a sus padres en la ceba de sus hermanos nacidos en una segunda nidada.




Aunque no es una especie muy amenazada, entre los principales problemas que le afectan hay que destacar a el uso indiscriminado de plaguicidas, la eliminación deliberada de nidos con la excusa de que ensucian edificios, la contaminación atmosférica urbana, así como la dificultad para nidificar en ciudades por las nuevas técnicas de construcción y la escasez de lugares donde encontrar barro para el nido. Se encuentra entre las especies registradas en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial.